Imagen cogida de la red
VÍCTIMA
Arrastras la oscuridad del pasmo
en la boca de piedra del sótano.
Victimario de nuca y mano, —halas
el gatillo con la sombra
de la perfidia, y luego abrazas
al prójimo descalzo, el ajo en la intemperie
como un nicho póstumo.
(¡Cuántas revelaciones de última hora en la tarde!)
Matas sin reparos la palabra,
derribas la rama envidiada, te hartas
a secas la cosecha, remueves el
horóscopo de la sangre, juras que todo
el poema se haga ceniza, allí en
el hacha de la intolerancia.
(Un ego crecido es señal de fuegos inseguros. El destiempo sólo es
mancha
en los juegos del desequilibrio.)
Quien de continuo hace alarde de
su palabra, del verso-proverbio,
cava su propio latido en la
espuma: he visto a los espectros andar de tumba
en tumba, el monólogo concluye en
la sordera de los párpados.
También la sombra es sustancia,
aunque exaspere su presencia,
aunque su asedio obceque las
pupilas.
Algunas veces se tornan
insoportables ciertas partituras: la luz desconcierta
cuando en la memoria únicamente
existe la imagen de la noche.
(A diario tropezamos con estos semidioses, larvas del mimetismo.
Cada vez su oficio se confunde con las cámaras de la muerte.
Asesino del asesinado, paisaje imprescindible del mundo en
pedazos.)
Para saber que existo, no hay necesidad
de hipnotizar el alfabeto…
Barataria, 21.II.2013
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