Imagen
pintura de Roberto Matta, Chile.
CAMINO DE PERROS
Y siempre estás en él en cualquier sitio: «me
posees y yo me entrego» acaso porque desde la infancia viajas conmigo en algún
lugar me esperas mientras camino avanzo gris el ciprés vencido del bosque seca
la sed como las aguas evaporadas por el viento ahí veo el féretro y la losa la
lengua en su largo silencio ¿en qué razón cabe el alma o el alma dentro de qué
ecuaciones se puede tasar? me duele Dios la conciencia la memoria la ropa la
continuidad del futuro este Ser este otro en el porvenir del instante en el más allá de los túneles
que nos invaden: no hay llanto no lo hay ni angustia solamente ternura en el
quedarme en el invierno de la pira muerte eterna desposeída del vaivén trágico
morimos en razón de las contradicciones de la vida quién duda de la brasa y el
nombre de las cosas poseso abro mis semillas nupciales los dedos de la esperma
en el cuenco de la madera lo henchida que se siente la carne con el agua que
humedece la entraña todo lo has ido madurando semejante al fruto: átomo
lenguaje razón prójimo el mismo creer y descreer en la muerte nada hay de
lúgubre en esta calle infalible ¿en qué lugar redimo mis juguetes? ¿en qué
deriva el escarabajo de la tumba? debo
pensar en todas las analogías de mi nombre en el espejismo que no deja de ser
esquirla en las pupilas en el vértigo desolado que producen los muros en lo
irremediable que resulta el último suspiro —(soy
verdad) verdad hoy lo que seré
mañana o una conspiración que acaba disolviéndome dentro de la palabra el
embrión del sinfín todos aquellos secretos que conlleva la ceniza todas
aquellas cruces y alegrías lo mínimo y grande de la sombra este itinerario de
la muerte que a ratos no cabe en la geografía de mi pecho y necesita el mar y
los pájaros (cada vez se hincha la tierra
en lo halagüeño) la luz la piel las uñas a qué me aferro para inmunizarme
qué otras torturas habré de vivir ya en el albor del ojo cansado de morar en lo
inminente de la tierra en la desesperación del humus profuso del camino en esta inexpresable voz de lo que
ha muerto yo ya me he entregado junto con mis tiliches he hecho creíble el nido
de lo irreparable (no hay retorno sino la
herida de los deudos) ¿quién magnifica este trance el soplo audaz del vientre nuevo? jamás puede haber prurito ni
pesimismo en el acto solitario de morir si acaso hambre por lo transitorio si
acaso serenidad ante el escenario —no me perturbas muerte no me laceras todo lo
consumas en el imán de la flor de los embarcaderos todo el lenguaje lo enamoras
con esa brasa de la madre última en más de una vez me acongojó la idea hoy me
enseñas y te enseño desde ese lenguaje sordo de la herencia tus brazos son
promisorios como la trementina del Evangelio sin vanidades ni tragedias ni
burlas ya se hace tarde en el sembradío discurren diminutos los segundos: en el
fósforo el alabastro del hambre inicia la mariposa su encanecido delirio: es
frío el tallo de la piedra y el absurdo de la palabra.
Del
libro: «Sintaxis de la fuga», Barataria, 2014
©André
Cruchaga
Imagen
pintura de Roberto Matta, Chile.