domingo, 29 de abril de 2012

EXPIRACIÓN DE LA LUZ


Desde luego, la luz expira también cuando apagamos las velas de la sed e inclinamos
 la piel hacia el granito. Mis dudas siempre son una constante en esto del despojo;
 a menudo el horizonte también está prostituido como los antros marginales de las ciudades marginales del gemido.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





EXPIRACIÓN DE LA LUZ




Se muda el tiempo como una sábana encalada en las sienes: la cuna es el funeral donde se ahoga cualquier ilusión postrera de los ojos. De la tierra al ala, hay canicas irrespirables, pestes del tamaño de la salmuera, redondos elefantes en el óxido del centelleo. La luz expira sólo cuando el miedo saca sus colmillos de pantera y se adentran en las oscuras quemaduras de las luciérnagas, sin importar la eternidad efímera del ojo en la rama donde el vacío se llena de osamentas. (Por desgracia somos frutos de la ráfaga amarga y de la perennidad de la ceniza; dondequiera que haya semanas, existe el riesgo de desnudarnos en medio de gastados ascensores, en medio de alacenas incineradas, dentro del hondo barro de la nostalgia. En el horizonte envejecen las esfinges y, también la neblina del gallo que canta a secas sobre cada rendija del tejado. Al contrario de la transparencia, cada superficie del discurso se convierte en demagogia, en purulento aire para los analistas del medio ambiente.) Desde luego, la luz expira también cuando apagamos las velas de la sed e inclinamos la piel hacia el granito. Mis dudas siempre son una constante en esto del despojo; a menudo el horizonte también está prostituido como los antros marginales de las ciudades marginales del gemido. Lo demás ya los abemos, aunque le demos la espalda a las osamentas, y nos persignemos la cara con agua vendida. (Lo de bendito, claro, no deja ser mero eufemismo. Salvo el agua de las cloacas tienen la certeza de tanta impureza y de la fluidez del descenso; las otras aguas, son la luz que lava lo vital. Después de todo, también los espejos expiran ante el mal agüero del crimen, hoy menos extraño y con ciertos privilegios.)

Barataria, 23.IV2012

sábado, 28 de abril de 2012

ELEVACIÓN DE LA SALIVA


El tiempo ha comenzado a robarme la sed: habito colmado de fugacidades,
limitado sin benevolencia, al hervor de la saliva, salpicado de pájaros, pero también de gritos:
 todo se hace cada vez, menos perdurable. Y sin embargo, me rehúso a lo efímero.
Imagen tomada de Miswallpapers.net




ELEVACIÓN DE LA SALIVA




De sangre y sueño la elevación de la saliva, el huracán que socaba la dentadura del crepúsculo; de la garganta al pecho, quema el río de sal del abanico amargo de la noche. El acaso siempre es incesante en la redondez del ojo de la aguja, siempre las aguas abundantes en los genitales, la escritura subrayada, salpicante en los puentes obsesos del sueño. Como frutos de la alegoría, los trenes mutantes del ahora encallados en el fondo de nosotros, gritos, manos, humedad arrancada al cuerpo del agua. Junto a la mordida que moldea el aliento, elevo mis plegarias para que amanezca el camino verdadero de aquella ternura que se escapó de las manos; queda tanto después de estar en aguas nubladas: de andar con el desasosiego del viento, de abrir los brazos disueltos en agonía. Después de todo, en la lengua queda un sabor agridulce de la semilla derramada en el quinqué tardío de la flama, también en la memoria que nos golpea con su cicatriz de cielo espectral. El tiempo ha comenzado a robarme la sed: habito colmado de fugacidades, limitado sin benevolencia, al hervor de la saliva, salpicado de pájaros, pero también de gritos: todo se hace cada vez, menos perdurable. Y sin embargo, me rehúso a lo efímero. (Soy animal arrimado a la querencia de la lengua que destila el firmamento: desde luego, desdeño las sombras con presunción de opulencia, me opongo al nudismo sin argumentos, y al diálogo del reloj de arena justo en medio de los paréntesis. Toda verdad es una historia de ilusionistas: jamás ha existido sin el auxilio del arco iris, sin la llave maestra de los anteojos…)

Barataria, 28.IV.2012

viernes, 27 de abril de 2012

ESPEJO FAMILIAR


Desde la flor del jardín cuando el día crece pleno, el reflejo de las manos al paso
del latido la luz cede a la claridad el espejo de la certidumbre;
en los dominios del dintel revive el grafito del sueño, aquella nítida cobija del calor familiar,
la forma de la caligrafía en un solo diáfano reptar.
Imagen tomada de Miswallpapers.net




ESPEJO FAMILIAR




A Ana Muela Sopeña,
Con gajo de alelíes mordiendo el cierzo.



En la primera espiga del recuerdo, aquí, el camino del campanario de las raíces, con la madera encendida a la hora de la tortilla, cuando el alba destila sus propias florescencias, el buen augurio de las palabras, el comal hacia el fuego de los trenes, sobre el riel abierto de la lluvia filial de las servilletas. Desde la flor del jardín cuando el día crece pleno, el reflejo de las manos al paso del latido la luz cede a la claridad el espejo de la certidumbre; en los dominios del dintel revive el grafito del sueño, aquella nítida cobija del calor familiar, la forma de la caligrafía en un solo diáfano reptar. En el traspatio infinito del agua, el latido vital de la realidad viene con sus guacales puros para endulzar el tiempo, a veces lejano en nuestros zapatos. En las espigas sembradas del recuerdo, nos parecen verdes todos los dones de las naves, la magia preeminente de la progenie cuando los peces alcanzan el santuario de las estrellas y el mar es toda una trascendencia vigorosa. A menudo es necesario caminar incesantemente para alcanzar nuestro propio destino; es necesaria la embriaguez de la arcilla en el papiro grabado en los senderos. En cada ventana pervive el recuerdo de mi madre: ahora sólo he querido recordar el fuego, el don primero del espejo del designio antes de que el alba se pierda en la garganta de la noche. Antes de que la fuga crezca en el paisaje y todo vuelva a ser danza sin recuerdos.

Barataria, 27.IV.2012

jueves, 26 de abril de 2012

LA ÚLTIMA CALLE DEL CREPÚSCULO


No sé si habrá otros fantasmas que vengan con la lluvia, qué otras cosas veré
al descender a la noche, junto al tapial sordo de la niebla. Hay días colmados
de embriaguez, días de ponzoñosas esferas, días de encajes con espumas,
recuerdos colgados del tejado.
Imagen tomada de Miswallpapers.net




LA ÚLTIMA CALLE DEL CREPÚSCULO




Entre calles, los zapatos y el granito, las esquinas crecidas de rumores, el yo galopante del cristal en los relojes de aquel caminar en un día fijo. Confundido por el ardor de las monotonías, el animal que soy henchido de sombras, el miedo clarísimo al grito que desbanda mi ya agotado silencio. Esta quizá sea la última calle del crepúsculo que transito junto al vocerío del aleteo, sobre el pulso, los grises atropellados del sol menguante del horizonte: el pálpito siempre en fuga como el viento, —la claridad, a menudo, no sólo se respira en presencia de la luz, sino en la posibilidad de lo humano, en el tren del aire que derrama su propia armonía. (Un día, dejaremos la premura y lo lóbrego, aquel vértigo de acequias suicidas, la lápida y el escombro sobre el pecho.) Pensándolo bien, no sé si esta es la última calle del crepúsculo. No sé si habrá otros fantasmas que vengan con la lluvia, qué otras cosas veré al descender a la noche, junto al tapial sordo de la niebla. Hay días colmados de embriaguez, días de ponzoñosas esferas, días de encajes con espumas, recuerdos colgados del tejado. Al caminar, la fiebre del sonambulismo vuelve real las semanas de hambre, los esqueletos que caminan como lienzos de agua, las estaciones extrañas de la carpa, la danza ciega de los juegos sediciosos. En medio de las calles, el trajinar férreo de la ceniza.

Barataria, 26.IV.2012

miércoles, 25 de abril de 2012

IDENTIDAD DE SOLSTICIOS


Al cambio de estación, los estados sobrenaturales del agua y los grifos que limpian
 las paredes filosas de la melancolía; sobre el riachuelo irguiéndose en el rostro
 los esqueletos ciegos de las bóvedas, el pecho colgado en el mediopunto
 de la saliva, los pómulos abultados de la intemperie.
Imagen tomada de Miswallpapers.net




IDENTIDAD DE SOLSTICIOS




Partimos el día en dos mares, y allí, el remolino del aliento: el bostezo de las funerarias como duendes, las llaves de la epifanía en las pupilas. Nos hemos vuelto idénticos a los símbolos y las anáforas, al seesaw de la pizarra de la hojarasca, al código de la niebla del presente, sin más acompañantes que los sepultureros; y la náusea de la calle como los aperos de labranza de todos los días. Al cambio de estación, los estados sobrenaturales del agua y los grifos que limpian las paredes filosas de la melancolía; sobre el riachuelo irguiéndose en el rostro los esqueletos ciegos de las bóvedas, el pecho colgado en el mediopunto de la saliva, los pómulos abultados de la intemperie. (Como un raro espejo de porcelana la sapiencia del búho en el ala del pájaro trashumante del clamor de los caballos que cruzan las ventanas. El ojo aquieta el surco de los meridianos, la altitud que se vuelve noche en el pañuelo.) Venimos de probar otras impurezas: nos hemos lavado pies y manos, y rezado bajo el algoritmo del escapulario; contamos los suspiros en la camándula del tren polvoriento que cruza el entrecejo. Y al cabo, contamos el aliento en la piel; luego nos viene el astillero de la fronda, esa que le pone sombreros a la sangre. La misma sangre perpetuada en el cuaderno de la progenie. (En algún sitio del invierno seremos manos mansas, vitrales donde el tiempo abre las llaves sin esta pobreza galopante que nos cobija en penumbra. Seremos visibles, no espectros de nocturnos inventarios. No desveladas formas del melodrama del trueno.)

Barataria, 25.IV.2012

martes, 24 de abril de 2012

ORFANDAD DE LA MEMORIA


(Los ojos se me van cuando el arco iris hace muecas en los ojos, cuando quiero
 recordar el primer tejado del aliento, la infancia del juego de las canicas, aquella
mesa desnuda y yo de rodillas alimentando el alfabeto.)




ORFANDAD DE LA MEMORIA




Sobre el muro de alelíes, los gestos de la hojarasca en la memoria, esos pájaros sepia mordiendo la garganta, la tarde en la orfandad de la memoria del gris enredado en el musgo de las libélulas. Se borró todo el aire de las manos, cuando el fuego mordió todas las extremidades del paisaje; —sólo quedó el cuello de los aserraderos en los taludes, el invernadero del zacate en el estornudo, ningún recuerdo de los abanicos del mar y, sin embargo alrededor de las estatuas ciegas, hay migajas de pan, enredadas en el polvo, manchas de ojales donde el tiempo perdió su fisonomía. (Los ojos se me van cuando el arco iris hace muecas en los ojos, cuando quiero recordar el primer tejado del aliento, la infancia del juego de las canicas, aquella mesa desnuda y yo de rodillas alimentando el alfabeto.) Después de todo, el fantasma de la memoria me persigue: llevo días caminando por calles de sombras; juro que mi único haber son las manos, cóncavas resguardando sueños, el molde movedizo de los objetos, las ventanas confiadas del cierzo. Aún así, la orfandad es siniestra: uno vive en la perpetua soledad del abismo, animal ciego en la vigilia del guijarro. Alrededor de mis huesos, la gruta desangrada de la respiración, las fauces de la hamaca de la saliva con su péndulo de pájaros nocturnos. Hacia la elocuencia de la ceniza, sumamos —vos y yo—, el primer traje de granito a la intemperie, la noche sin sueño, la desaparición del nido del pálpito. Esta orfandad nos ha hecho sudar enlutados silencios, antiguas y modernas sombras del martirio, al punto de secar el pensamiento.

Barataria, 24.IV.2012

lunes, 23 de abril de 2012

FUNERALES HEREDADOS


Ya sosegado el río de la sangre nos toca bajar los andamios de la saliva,
cantar en versos profanos la osamenta del búho en las pupilas.
¿Qué otro fuego nos asiste, si no éste que nos invita a la ceniza, al miedo, al escalofrío?
¿Qué otra noche, desnudos, debemos andar, desliar hasta encontrar la llave de la vida enterrada en el subsuelo?





FUNERALES HEREDADOS




En cada escalera encontramos las campanadas silenciadas por los féretros: aire y tierra, luminosamente apagadas desde aquellos pergaminos luctuosos de la progenie. Racimos de ahogos como los deseos petrificados en la inmovilidad de los labios, en el hilo de moscardones que danzan hasta construir un mecate de enfebrecido silencio. Ante la ráfaga del filo, los caminos empedrados de las semillas, el pájaro desfallecido de las calles, la danza macabra de la historia con sus mausoleos inmóviles de tanto gravitar al pie de la noche, junto a inviernos de encorvada oscuridad. Ya sosegado el río de la sangre nos toca bajar los andamios de la saliva, cantar en versos profanos la osamenta del búho en las pupilas. ¿Qué otro fuego nos asiste, si no éste que nos invita a la ceniza, al miedo, al escalofrío? ¿Qué otra noche, desnudos, debemos andar, desliar hasta encontrar la llave de la vida enterrada en el subsuelo? (Un séquito de cadáveres avanza rumiando en el vacío de la fiebre.) Esto es así mucho antes de que se inventaran los Manuales de convivencia cívica, mucho antes de mirarnos en cada pañuelo, en la sinfonía de los albañales, en los candelabros de los cementerios. El amor, en realidad, no importa. No importan las buenas o malas palabras. No importa el desierto en los bolsillos, ni el aullido del perro desde las bodegas de la noche. Caminamos sobre los ladrillos del odio y los elevamos a himnos y erigimos estatuas para enarbolar la Paz. (Vos y yo, en medio de estos adustos hilvanes, masticando a secas el abecedario.)

Barataria, 23.IV.2012

domingo, 22 de abril de 2012

ECOLOGÍA DEL MANICOMIO


Debemos ocultar nuestros jadeos, amor, para que no seamos sospechosos de vivir
en la opulencia y tengamos, también, que renunciar a nuestros genitales.




ECOLOGÍA DEL MANICOMIO




La realidad es el único libro que nos hace sufrir /
La realidad es la única película que nos quita el sueño…
ENRIQUE LIHN



De qué nos sirve, amor, guardar nuestros aperos, si al final, también los expropiará el Fondo Monetario Internacional: los espejos, el desvelo. Tampoco podemos elegir el aire sin pagar por él, tampoco la muerte es la solución a toda esta depredación mortífera. ¿En qué plato pondremos nuestra comida, después que incauten la mesa? —Ni siquiera la bacinica y el retrete son opción hoy en día, para alcoholizar esta agonía, en un pequeño País de sombras, en esta aldea global donde todo sucumbe: el vuelo, gota a gota, es hoy una invención de la tristeza. Cada vez, amor, nos acercamos a la hora cero, a la ceniza enronquecida en la sábana, a las caídas de la tildes en la ecología de la Biblia con sus llaves de otro mundo que no conocemos. (¿Debemos pensar, acaso, en ángeles y campanas salvadoras, en esos reinos azules de las hipotecas invertidas?) A dónde irá apacible, la sonrisa sobre la cuchara enmohecida, vacía, curtida de tanta pobreza, cuando el nuevo orden nos ofrece grandes delirios, sin desvelar las funerarias siniestras que nos acecha? Temo, amor, que el epazote, ni la limonada, nos quite esta dolama de vértigo. Deberá esperar la noche para guardar el semen, no sea que también se hipoteque en los bancos para formar nuevas especies. Debemos ocultar nuestros jadeos, amor, para que no seamos sospechosos de vivir en la opulencia y tengamos, también, que renunciar a nuestros genitales. El pánico inunda esta condición de amarte, de acercarme siquiera con la espiga en las manos…

Barataria, 21.IV.2012

sábado, 21 de abril de 2012

NOSTALGIA


Nada es diferente a los huesos roídos del hacha húmeda que se adentra en la carne al clamor de un seno desafiante, a un ombligo ennegrecido por tanta espera, a los brazos caídos de los cadáveres al pie del instante duro del grito.




NOSTALGIA




La nostalgia se ha vuelto escalera endurecida en la sangre, piedra a veces, de espigas fenecidas sobre la superficie tatuada de las sienes. De pronto, los suburbios de la ciudad se han vuelto oscuros tragaluces, ferocidad de ojeras, grises aullando como perros moribundos en el mismo fermento conspirativo del tiempo. Nada es diferente a los huesos roídos del hacha húmeda que se adentra en la carne al clamor de un seno desafiante, a un ombligo ennegrecido por tanta espera, a los brazos caídos de los cadáveres al pie del instante duro del grito. El clamor se vuelve áspero en las axilas, gritan carbonizados los recuerdos, el árbol de la sed junto a los niños hambrientos del planeta. La noche me recuerda los neumáticos de la melancolía, la náusea que me produjeron las begonias enmohecidas del instinto de supervivencia, aquel tedio de torpes pájaros, o la fiebre naciente del sexo en los días postreros a las lámparas. Después, uno siente toda la historia en la piel: las aguas desfallecientes de la ausencia, el tacto derruido por las cicatrices, el ojo aterido, desmayado, en la ceniza abierta de los ecos. Somos y no somos, después; somos de alguna manera esa disecación de la lluvia en medio del viento, dentro de la hoja atada al desconsuelo. En la cara se pueden adivinar las astillas del cierzo, los residuos del alba, el fuego que fue en el césped del alba, quizá hasta el grito de los propios extravíos.

Barataria, 21.IV.2012

viernes, 20 de abril de 2012

LARGO DE PIEDRAS Y SALIVA


La virtud es una especie de histeria asumida para quienes se masturban  de rodillas
 frente al hollín de la noche y no para los que, con el puño cerrado,
destapan el fuego de la farsa, hasta romper el granito lacio de las aguas absurdas
de la espina que enfebrece las axilas.
Fotografía de André Cruchaga




LARGO DE PIEDRAS Y SALIVA




Por la lluvia, el largo bostezo de piedras; la saliva larga de los crímenes, los cuervos sin dejar de ser pájaros, aunque transiten el mal agüero; el jadeo del estertor en el agua del desorden fúnebre de las manos vacías al punto de no sentir la rotura de la ceniza en los goznes moribundos de la mariposas negra en la garganta enconada de noches y suplicios. Largo el ventanal descompuesto de los difuntos en el invierno de mis pies: largo el enredo de la niebla en el cielorraso de la respiración a destiempo de los brazos rotos ante el primer sudor de las enredaderas de la carne; intensas las piedras con su furia de galope sobre los haberes del pecho de nosotros que jugamos al absurdo y, a fin de cuentas, al odio: la sonrisa se volvió tetelque, y amargo el pájaro del ombligo ante los azacuanes ondulantes del candado agonizante de los barcos. La verdad, fuimos adiestrados para vivir esta perenne melancolía de dolientes paredes y podridas acequias; fuimos, pero aun somos los asesinos desocupados del día, la alegría poco cristiana de los atrios, en fin, el nido sordo, sólo transpirado en la noche devastada por la basura. La virtud es una especie de histeria asumida para quienes se masturban de rodillas frente al hollín de la noche y no para los que, con el puño cerrado, destapan el fuego de la farsa, hasta romper el granito lacio de las aguas absurdas de la espina que enfebrece las axilas. Cuando el silencio es el reloj de pulso del alba, me adentro en el ojo del mar.

Barataria, 20.IV.2012

jueves, 19 de abril de 2012

SOMBRA DEL FUEGO EN LA PREÑEZ DEL OJO


La preñez del ojo, es a fin de cuentas, un torbellino, o el estampido de otras sombras
 agitadas, tan miserables como el camino que transito todas las noches entre el hacha
 y la oscuridad que no dan tregua alguna.
Fotografía de André Cruchaga




SOMBRA DEL FUEGO EN LA PREÑEZ DEL OJO




Mientras duermo la oscuridad se hace densa en el ojo. Es la cumbre: la inmensa cumbre del abismo, la que está presente en el tableteo de mi pecho. La tormenta quema las paredes hasta el punto de hacer sangrar el fuego gris del aliento, el césped que una vez fue nupcial en el espejo: murmura la sangre arrojada a destajo del destino con sus golpes de almádana, olas de verdad como un año bisiesto fabulado, barcos ilusorios al límite del reloj trepan a la piel del abecedario y cavan, mientras tanto, los diversos rostros abigarrados en la memoria. Bebo, aquí, los ecos al galope y toda la carcoma caída en las sienes, los estirones de músculo como un aerobista ascendiendo a la desnudez del alfabeto, al hambre incontable que respiro. (Siempre vos, con tus juegos de castidad al borde de mi conspiración. La sombra desciende al desvelo de la mirada, redondas como las monedas mojadas en la piel, líquidas en la incandescencia del follaje.) La preñez del ojo, es a fin de cuentas, un torbellino, o el estampido de otras sombras agitadas, tan miserables como el camino que transito todas las noches entre el hacha y la oscuridad que no dan tregua alguna. Al final se rompen los ojos al pegar con la puerta: el caballo de la noche cabalga en mi garganta…

Barataria, 19.IV.2012

martes, 17 de abril de 2012

CATARATA OBSCENA DEL PEÑASCO


El pájaro negro de la neblina, muerde la sombra furiosa de las llaves, algunos peces
 como un juego de canicas, los trenes masticando la orina de los rieles.
Fotografía tomada de la hoja virtual/turismoenfotos.com




CATARATA OBSCENA DEL PEÑASCO




Dejo las palabras para otros vértigos: los sueños caen en el extravío del pecho y la memoria; dejo para lo postrero, esta obscena mortaja de oscuridades, quizá, en un lugar donde ya no tenga cabida la fatiga, ni este abismo de trastornos, refugio del azar. Un péndulo de huesos intima con la obsesiva luz de las luciérnagas para luego hacerse densa ceniza, acribillada embriaguez del ahogo; hacia el costado huérfano de las ventanas, el chorro de agua salta sobre el aire sangrante del terror: ante la inmediatez de tanta circunstancia, vos, ahora en la vajilla onírica del entrecejo mordiendo la rama del calendario que sirve de mantel, a veces íngrimo como un látigo de hollín desprendido del tabanco demencial de la asfixia. El pájaro negro de la neblina, muerde la sombra furiosa de las llaves, algunos peces como un juego de canicas, los trenes masticando la orina de los rieles. Ante cada estrépito del peñasco, los arcángeles se tornan losas fatuas del aliento, noches de un mundo con verrugas, agrios enjambres del absurdo. (En el hacinamiento de las aguas los cuchillos pierden el magnetismo de la urbanidad de los pájaros. Hay gritos en el silencio del hilo delgado de las venas, en el polvo que respiramos cuando masticamos la hierbabuena, el epazote, o la cabeza de ajo colgada en el reverso de la puerta, invisible para los espectros de la claridad.) en todo, hay túneles donde campea la impunidad y las antiguas mañas de las sombras…
Barataria, 17.IV.2012

lunes, 16 de abril de 2012

CUERPO BAJO LA MIRADA DEL SUICIDA


¿En qué otras latitudes somos menos vulnerables? ¿Dónde cavar para guarecernos
del toque de queda de la ausencia de brazos tendidos en el pecho?
No entiendo este pedestal de piedra colosal que nos amarra.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





CUERPO BAJO LA MIRADA DEL SUICIDA




Entre la voz sórdida del antro y el canto del cuervo, el búho y la telaraña, el sarampión quejoso de la noche, los promontorios de sal en la habitación mojada del letargo: barbas de plomo con sonidos de paredes, fúnebres nazarenos, inmóviles en el azogue, ambiguos espejos los cuerpos en la varia tonalidad de la penumbra. Al fondo de la flor amarilla de los labios, el arcaísmo de las pupilas herrumbrosas, el aleteo a punto del estrépito: el sin fin de la pupila ante la mirada del verdugo. (De pronto me doy cuenta que no hay ríos en las acequias celestiales, ni tranquilos arcanos, sino brumas del tamaño del sonambulismo. Soy consciente de esta materialidad en el aliento, del jardín que va muriendo en cada parpadeo, sin ser diferente a la sombra o al abismo; después de todo, nos arrinconan las extravagancias del mundo, nos lían con su hermosura ficticia, nos pierde este desbocado viento de la luz.) ¿En qué otras latitudes somos menos vulnerables? ¿Dónde cavar para guarecernos del toque de queda de la ausencia de brazos tendidos en el pecho? No entiendo este pedestal de piedra colosal que nos amarra. —Vos y yo—alguna vez, dormidos en la sombra de la muerte podamos entenderlo, deshecha la bruma, fundada la victoria del despojo en la bodega de los muelles.

Barataria, 16.IV.2012

domingo, 15 de abril de 2012

RELOJES FATIGADOS DE CADÁVERES


En los bancos de la arena, se clavan los féretros de los barcos, el piano
de las olas corroído por la sal oxidada del aliento; a diario en el olfato hay
hacinamiento de hedores: peces, pájaros, axilas rotas en la sartén de la semana vuelta mausoleo.
Imagen tomada de Miswallpapers.net




RELOJES FATIGADOS DE CADÁVERES




Levita el aliento en el cadáver de los relojes, aquéllos carcomidos en pleno litoral de sal, las aguas moribundas de la brújula sobre el plomo de la peste del desequilibrio. En los bancos de la arena, se clavan los féretros de los barcos, el piano de las olas corroído por la sal oxidada del aliento; a diario en el olfato hay hacinamiento de hedores: peces, pájaros, axilas rotas en la sartén de la semana vuelta mausoleo. (A veces reímos por esta perpetuidad de la fugacidad que nos reduce a ceniza vuelta a tierra; otras veces, parece una puerta impenetrable de espesura ciega e inmóvil. De cualquier forma, —nosotros, los de siempre— nos hemos vuelto sombreros fatigados, detenidos en la sombra del tedio de las vigas, la madera entilada por años de mugre.) Debo decir que nos liamos en los trapos viejos de los difuntos, ropa de segunda llovida por el tiempo, como aquellos espejos repetidos en los fardos del invierno. Debemos creerlo, a menudo no hay espacios para el vuelo, ni para acortar la distancia de los sueños, ni un inodoro para verter toda la nostalgia acumulada en la tinta del papel abrumador de las paredes. Ni una dentadura capaz de morder los velorios que dejaron de ser prurito de ficción en nuestro costado, ni un ciego que nos guíe a través de los pasadizos secretos de la memoria, ni un perro que nos descubra en medio de harapos y pesadumbres.

Barataria, 15.IV-2012

sábado, 14 de abril de 2012

AHORA NECESITO DESCENDER


Después de tantas cosas, —nombradas e innombradas que he visto y vivido—,
 te pregunto, con tus huellas distantes de mí, si no fue necesario, desde un principio,
 elevar el candelabro a escapulario, a fin de cuentas nos encantan los fetiches.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





AHORA NECESITO DESCENDER




Desciendo para conocer la maquinaria del subsuelo, las gaviotas hundidas en la sal perenne de los corales, los barcos de la conquista que perdieron su lenguaje en la herrumbre, el litoral adentro de los puertos imaginarios cada vez que el acantilado se erige en templo. Paso horas observando la arquitectura de los caracoles, la maquinaria líquida que deshace la canción del himno nupcial de los peces. (Cualquiera puede ver miserable esta obstinación, pero uno se cansa de la didáctica del paisaje cotidiano, de la pedagogía miserable del miedo, de la liturgia que nieva los evangelios apócrifos: uno, la verdad, se cansa.) Cansa el clientelismo, la transgresión al alba, los albañales habitando todos los días el olfato. La ansiedad es mayor cuando en el presente, tras la oferta y la demanda, priman las transgresiones de todo tipo: desde el alpinista de la silla presidencial, hasta el que limpia los espejos de los inodoros públicos, pasando desde luego, por los perseguidores de fortuna, los próximos ejecutantes de la siguiente crucifixión. Después de tantas cosas, —nombradas e innombradas que he visto y vivido—, te pregunto, con tus huellas distantes de mí, si no fue necesario, desde un principio, elevar el candelabro a escapulario, a fin de cuentas nos encantan los fetiches.

Barataria, 14.IV.2012

viernes, 13 de abril de 2012

DISTANCIAS DISÍMILES


Sin duda las palabras nos han convertido en dos deudores arrimados
al recuerdo de lo que pudo ser el universo sin demonios: siempre
la fiebre letal de comenzar de nuevo lo ya transitado, desmueblar la página
y mancharla con aguas amargas,...
Imagen tomada de Miswallpapers.net





DISTANCIAS DISÍMILES




Dentro de la brevedad del minuto, está la piedra amplificada del murmullo, hasta convertirse en otro cielo en la bocacalle de las palabras sobre la sábana que se ha vuelto testigo del trajín del vendaval de las esquinas de la noche. Sólo veo puntualidad de navajas en esa ventana de vértigos que hace perder el equilibrio, cuando se necesitan páginas blancas que prolonguen la línea del lapicero de las linternas. Jamás he podido entender las simetrías, quizá porque carecen de existencia real, quizá porque entre ojo y distancia, existen formas y simbolismos que el aforismo cifra en soledad; a menudo es más elocuente la caligrafía del grafiti, que esta locura enfermiza de muros y el propio diente destemplado ante la voz resuelta del bisturí en la ceniza. Sin duda las palabras nos han convertido en dos deudores arrimados al recuerdo de lo que pudo ser el universo sin demonios: siempre la fiebre letal de comenzar de nuevo lo ya transitado, desmueblar la página y mancharla con aguas amargas, vaciar el tile en el firmamento de los calcetines, desdeñar la labranza del diálogo para convertirlo en fragmentos de un rastro, donde cuelgan las vísceras junto al reloj oxidado de los supositorios. Después de todo, cuando la memoria acepta sus propios designios, finaliza la fonética de la demencia: uno se da cuenta que la vida, hoy mañana, siempre, es sólo ese cementerio transitorio de la noche y que las distancias son las apostillas que eructan las cicatrices, las necesarias para reescribir el poema.

Barataria, 13.IV.2012

jueves, 12 de abril de 2012

LLOVIZNA


En el insomnio afilado de la sangre la piel marchita los tatuajes testamentarios
 que dejó el fuego en la densidad del tropel, los caballos sombríos en los ataúdes del sueño.
Imagen tomada de la página virtual/yomujer.com




LLOVIZNA




Para morir vivo miserablemente; para tanta soledad, la muchedumbre, el viento conmigo del fuego oscuro. El aliento inunda de respiración los caminos; suave la guitarra del paisaje mientras los ojos arrebatan al pájaro su nido. Ya en medio de la maleza, el caudal de tristeza en el tarro de las manos; bajo el árbol donde leo el mapa, la misma ruta que los párpados esquivan en la noche. En el insomnio afilado de la sangre la piel marchita los tatuajes testamentarios que dejó el fuego en la densidad del tropel, los caballos sombríos en los ataúdes del sueño. Debo pensar en el desierto cuando el cuerpo destila las aguas acumuladas en el cuerpo, cuando la alegría se entrega al tormento, cuando desde antes de nacer se petrificó en mi karma la luz menguada de la vida, la luz arqueada en mi dicción almidonada. Cuando el cuentagotas moja mi cabeza, cojean los sueños sórdidos del presente, tal vez porque mi oficio siempre fue menguante en la inminencia inesperada del presagio. Después de todo, me río de cuanta baratija tropieza en mis zapatos, la morgue, los cachivaches de la historia, las ambulancias, el infantilismo ideológico, la tormenta al centro de la utopía, los elevados intereses de la incertidumbre. Me río cuando estoy al filo del acantilado, del decálogo con antifaz, y hasta del andamio del sollozo, que sirve para elevar las exequias de la sabiduría.

Barataria, 12.IV.2012

miércoles, 11 de abril de 2012

ACÚSTICA DEL CHORRITO DE AGUA


Siempre confiamos del banquete fluvial que emerge del vado, amplia oquedad,
donde los anzuelos rescatan la opulencia, el caballo del aliento, definitivo en la marea.




ACÚSTICA DEL CHORRITO DE AGUA




Como la cascada de la lluvia en la hoja de bambú, el chorrito de cinc del gemido en los cuatro costados persistentes de la materia: con los ojos girando en la desembocadura, las lianas memorables de la nostalgia, los labios sobre los peces violentos del extremo desordenado de las semanas. Siempre confiamos del banquete fluvial que emerge del vado, amplia oquedad, donde los anzuelos rescatan la opulencia, el caballo del aliento, definitivo en la marea. Nosotros fermentamos la acústica en el vagón del chapoteo del alfabeto, sin miseria, sin mendicidad, confiados en el ascensor de nuestras aguas; y allí, en la lid del camino, el río saliente es el antídoto para la modorra, el pozo donde fecundamos con una manada de orgasmos, la salud de las nuevas palabras, empezando desde el balbuceo. No hay desvelo, ni vigilia, ni turbiedades, sino floridas ensoñaciones. Para qué queremos a Freud en esta hamaca aérea del tejado, si nosotros hacemos de las acequias, un tren cristalino de aguas y fecundamos la doctrina del calendario con los tambores verdes del azúcar.

Barataria, 11.V.2012

martes, 10 de abril de 2012

RELECTURA DEL ZODÍACO


Lo último que recuerdo de nuestras relecturas del karma es la adustez
 del alfabeto en medio de lo incomprensible que resultan la alacena
 sucia y la escalera que nos inclina hacia el precipicio.
Imagen tomada de la página virtual/lorddavy.wordpress.com




RELECTURA DEL ZODÍACO




En la memoria va cayendo la ebriedad de la nostalgia, y así, debo releer los ojos de las sombras, el zodíaco con todas sus manos aladas, los habitantes anónimos que fluyen en el nido de las hormigas. A cada quien el mal aliento y la gingivitis del caballo de bastos, el oro de los evangelios apócrifos, la espesura de los ijares en la lengua: nos persignamos en el número solar de los signos, repensamos los expedientes de la edad del vaho, gravitamos en los durmientes de la gota de esperma que prevalece en el ombligo como una doctrina para sacralizar los sueños. De pronto, las armas secretas de las fotografías colgando de las viejas persianas de los domingos; —vos y yo, inmóviles, dejándose llevar por cada murmullo que sale de la boca a falta de palabras, porque las palabras no cuentan cuando atravesamos el raro tic, tac del reloj. Lo último que recuerdo de nuestras relecturas del karma es la adustez del alfabeto en medio de lo incomprensible que resultan la alacena sucia y la escalera que nos inclina hacia el precipicio. Lo otro, —salvo la bandeja de la noche— no existe porque se desgastó en los zapatos.

Barataria, 10.IV.2012

lunes, 9 de abril de 2012

LENTITUD SOLEMNE


Lento el espejo, lentísimo, parece solemne en las semillas de la ceniza.
 Lentas las telarañas,
lentísimas colgadas del cansancio: noche y más noche, el aroma
de los cuerpos bajo sus bestiales paraguas.
Imagen tomada de la página virtual/estanques.net




LENTITUD SOLEMNE




Me vuelvo al suspenso de mi propia destrucción, memoria gris de lo que fue la claridad, el ala hundida en las osamentas exhaladas durante el peine del luto del aliento. De beber, he bebido eclipses de ceniza, senos que nunca aquietaron las aguas ensimismadas de la boca y que, por el contrario, descendieron hasta los bordes del granito. Otra vez, los peces redondos del escombro en la hojarasca del sombrero, en el bastón profundo de las aguas, platos rotos en el reino de la neblina; bajo la sábana lisa, parsimoniosa del viento, el vaho del taburete olvidado en el traspatio: el simbolismo del humo colma mis zapatos; lo hace, también, la pared del crepúsculo que nunca se tornó candela. Allí, la ciudad vital enmohecida, los trenes en la misma almohada aprisionada por el suspenso de la piedra, aquélla que vuelve pesadumbre el tránsito de las carretas, que martiriza la ya fenecida esperanza. Debo decir, que a ratos, la sal resbala sobre las mejillas como ese río arrojado al olvido, a la bóveda de los funerales, a la cerradura que desde entonces sólo ha acumulado gritos y persianas de aves fugitivas. Lento el espejo, lentísimo, parece solemne en las semillas de la ceniza. Lentas las telarañas, lentísimas colgadas del cansancio: noche y más noche, el aroma de los cuerpos bajo sus bestiales paraguas.

Barataria, 09.IV.2012

domingo, 8 de abril de 2012

CALLE CIRCULAR


En los ojos se ahogan las dos vocales juntas y terminan por destruir el puñado
de pájaros despeinados de las pupilas; el ojal del cielo está lleno de basalto:
 una ausencia y otra. Tantas ausencias juntas, hacen diminuto el elefante del sol;
gira la mordida en el cuerpo, la redondez de las espigas en el vaso
que no escapara a la respiración del derramamiento.




CALLE CIRCULAR




Salgo, entro, camino. Siempre estoy en el mismo sitio, en ese círculo filoso de los zapatos. Después de todo, la meditación tiene la redondez del pánico. La sed en la garganta toca la luna herida de la ramazón convertida en noche por los cuatro costados del presente imperfecto; me enternece la palidez del aliento cuando éste en trance de hechicería, desliza la embriaguez de las monedas, los cielos rutilantes de las sienes, la gota de trementina rota por la velocidad de la ola o el ala. En los ojos se ahogan las dos vocales juntas y terminan por destruir el puñado de pájaros despeinados de las pupilas; el ojal del cielo está lleno de basalto: una ausencia y otra. Tantas ausencias juntas, hacen diminuto el elefante del sol; gira la mordida en el cuerpo, la redondez de las espigas en el vaso que no escapara a la respiración del derramamiento. A veces quiero entender todos los círculos apolillados de la geometría, la carne debajo del metal o la piedra, el súbito botón que cierra la corteza de cuanto tocan mis manos. En la calle, los tragantes, las axilas del corazón mordido por las entrañas de la ironía: el tropo del agujero jugando a la sinestesia y la animización de la hipérbole; en lo sombrío, la carcajada áspera del sonido de otoño, la trompeta líquida del aullido en el caudal mar.

Barataria, 08.IV.2012

sábado, 7 de abril de 2012

ASÍ ESTABA ESCRITO


Jugamos de cabo a rabo al golpe de hacha del silencio, cada sombra
es un fuego de magnetismos de desfondados cuellos de botella,
 —vivimos en el torrente felino del hollín cargando a cuestas los frutos
caídos en el pantano de la rigidez convertida en granito.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





ASÍ ESTABA ESCRITO




Todo es infame albedrío o simple fuego invisible en la convulsión de los recuerdos. Jugamos de cabo a rabo al golpe de hacha del silencio, cada sombra es un fuego de magnetismos de desfondados cuellos de botella, —vivimos en el torrente felino del hollín cargando a cuestas los frutos caídos en el pantano de la rigidez convertida en granito. Ahora somos otros: idiomas carcomidos, aplastados en las cuclillas de las horas, sobre la orina que avanza como ave de rapiña. Mordemos nombres mutilados, berenjenas y libros difíciles de entender cuando escasea el tamaño de la luz en nuestros ojos; no podemos guarecernos en la inmortalidad de las promesas, en el vaso de agua del Arca de los tiempos jadeantes, sin que el lodo nos alcance hasta insultar la salvación del alma. Y sin embargo, así está escrito, después de todo: habremos de andar siempre entre el absurdo y la claridad contaminada de puntapiés, aspirando el polvo de la olla añejada en el poyetón; la babel del témpano arremete contra el aliento, si derecho a tomar vacaciones para respirar tiempos mejores. En los días postreros, seguramente, aprenderé la moraleja —desde la inconformidad de un mausoleo—, a darle respuesta a la estrechez de la mesa.

Barataria, 07.IV.2012

viernes, 6 de abril de 2012

CAVE


En el principio fue ésta la habitación de los estados imperfectos del alma,
las arterias metafísicas de las telarañas del pensamiento,  la armazón gótica,
casi sádica de la imagen oscura del aprendiz fluvial del animal prehistórico del tacto.
Imagen tomada de Miswallpapers.net




CAVE




Ya no sé qué distancia hay entre un año bisiesto y la modorra que muerde como un perro rabioso en la esquina sepultada del éxtasis, debajo de la piedra donde guardo la mortaja para el día postrero convertido en el tiro de gracia del nacimiento de la otredad. En el principio fue ésta la habitación de los estados imperfectos del alma, las arterias metafísicas de las telarañas del pensamiento, la armazón gótica, casi sádica de la imagen oscura del aprendiz fluvial del animal prehistórico del tacto. Vista desde la distancia, dentro del vaso oscuro del vitral, no hay belleza posible, sino un oleaje de pájaros siniestros, ciegas estrellas donde son inútiles los afeites; no obstante, Hermes desde los tobillos en el gran rapto de la asfixia, hasta arder en las telarañas del semen o en la elasticidad de los murciélagos, a veces tan angelicales en medio de la bruma obsesa y torrencial de la mirada. Conjugo el olfato con la risa, el tanteo de kilómetros de piel hasta hacer polvo el ocote quemado de tanta vivencia construida con pedacitos de escaleras. Debo pensar en el cordón umbilical que me tiró al frenesí de los féretros, casi como una sábana incurable de piel, igual que una vértebra rota sobre el humo del cigarrillo. De hecho, perdí la cuenta de todos mis escondrijos: unos fueron tempestades; otros azules y otros más, lupanares de cansados difuntos. Por eso la perversidad del luto, como una tormenta ensangrentada en el centelleo de mis balbuceos.

Barataria, 06.IV.2012

jueves, 5 de abril de 2012

SALVACIÓN DE LA LUZ


Desde siempre hemos andado, en el entrecejo, la cruz de la noche
como una aguja, como hojas tardías sobre las semanas de vapores incesantes.
Imagen tomada de Miswallpapers.net




SALVACIÓN DE LA LUZ




Ante todo hay que hacer del pálpito, luz duradera. Ante el tiempo anclado en calles retorcidas, es necesario hacerle justicia a la claridad: nos hemos desvelado en la servidumbre de la noche, —nosotros hemos sido ese gesto doméstico para que nos domine en complicidad la sombra del pájaro agorero y el susurro inútil de la ceniza. ¿Podemos restituir, acaso, los años perdidos, la sed en la hondonada del vejamen, con el frío moviéndonos como una hoja de árbol desapegada de la rama que la sostenía? ¿Cuánto tiempo hemos perdido respirando heridas, amaneciendo en medio del escombro de respiraciones calcinadas? Desde siempre hemos andado, en el entrecejo, la cruz de la noche como una aguja, como hojas tardías sobre las semanas de vapores incesantes. Ahora, con este ejercicio del poema, podemos salvar las palabras, salvarnos de las escenas apocalípticas de los antros, seguir la marcha hasta encontrar la puerta abierta del túnel que hizo de nosotros, vencido vinagre, deslucido sosiego del susurro. En tanto pasamos estos veranos paralíticos, pongamos el mantel sobre la mesa, lavemos las tumbas oscuras del polvo, caminemos sin desgastar nuestras armaduras. Salvemos la luz ascendiendo al barco donde concurre la luz, al tren donde el aire se descontamina, al derecho de volvernos alacenas comestibles.

Barataria, 05.IV.2012

miércoles, 4 de abril de 2012

SEMBLANTE DEL AGUA EN EL ALIENTO


Bajo la enredadera que cubre al espejo, bebo el sabor de mis barcos imaginarios,
 los que partieron, los que quedaron detrás de la respiración del día indiferente;
nada es igual después de haber olvidado tantas cosas: cada quien vive los diversos
 martirios que provee la vida.




SEMBLANTE DEL AGUA EN EL ALIENTO




La historia de nosotros tuvo su origen en los ojos. Desde cada guitarra de agua, el aliento multiplicó sus bisagras milagrosas; fue el arroyo quien nos eternizó en la ventana del viento. A veces es necesario recorrer todas las fotografías colgadas de las paredes, interrogar al aliento del césped, reconstruir la historia en cada horcón del sueño, hasta subir a las certezas sin ahogos. Bajo la enredadera que cubre al espejo, bebo el sabor de mis barcos imaginarios, los que partieron, los que quedaron detrás de la respiración del día indiferente; nada es igual después de haber olvidado tantas cosas: cada quien vive los diversos martirios que provee la vida. —Allí, en el semblante del universo, el filo invasor de la sequía en los labios, los pensamientos como hendiduras del éter, la oquedad espectral del vacío. Cuando las manos se vuelven intangibles, sólo nos queda releer los espectros y confabular junto a la noche hasta el límite del eco del abecedario. Aunque alguna luz quede, presentida en el semblante, jamás se vuelve a la misma latitud del rocío, a la misma raíz que desvistió la cintura de la tierra. Donde se levanta un siglo de hojarasca, el aliento se torna rama del quejido. Sobre las aguas sombrías, este continuo reclamo a los féretros.

Barataria, 04.IV.2012