© Obra
pictórica de Joan Mitchell
CUERPO AUSENTE
Su rostro brilla
en el cielo de mis heridas abiertas
Serkan Engin
Solo
el cuerpo ausente atravesando los rincones oscuros del silencio.
Tal
vez porque la oscuridad madura en la rotundidad de las palabras.
Tal
vez porque en el pecho la ausencia es únicamente memoria:
un
cuerpo que se aclimata en los párpados, y que se nutre
en
la reconstrucción del tiempo fenecido.
(Mientras los
trenes se despiden con su aleteo ronco, los dos surcos
de los rieles, abren
la garganta hasta el cielo.
El grito descarna
la lejanía y el pasado proscrito se vuelve impostura.
Muerden los
amarillos de las sienes y la entraña.
Es como si de
pronto uno quisiera saltar un muro de dura inexistencia.)
Desde
el recuerdo, el cántaro de las distancias, el horizonte enfermo
de
tizne, y las sombras inducidas del hollín.
Mis
pies de crepúsculo ya no pueden caminar sobre la noche del asfalto.
Es
cadáver la boca bajo la espera de la tierra.
Frente
a los pájaros que deshoja el ansia, el desierto y sus manos
aviesas.
La ruina premonitoria del no ser. El final de una historia.
Detrás
del recuerdo, siego las sombras de la noche.
¿En
qué cercano vuelo, la ausencia dejará de ser fecunda?
Somos
la vértebra pobre de los días y no el ave fénix.
¡Qué
vigilia más eterna la impotencia sobre un mar de barcas!
—La
noche es un túnel donde se arriman todos los recuerdos,
la
hoja caída que nunca retorna al árbol.
Lo
sé ahora entre brumas y puertas desglosadas en solitario.
Del libro: «Mi memoria se ha cansado de llover y
esperarte», 2022
©André Cruchaga