miércoles, 26 de febrero de 2025

RESPIRACIÓN

Imagen pintura de André Masson


RESPIRACIÓN

 

¿Acaso cabe en los neumáticos vacíos del universo, la longitud

de la voz que gira en la sombra y a ras del suelo?

—En pedazos inasibles la batalla librada por la tuberculosis,

y las encías rotas del calendario.

Suenan las sombras con la ropa sucia y el insomnio de peluquero.

Hay días donde el harpa de la niebla nubla mis sentidos, la rosa

lánguida en aquel lejano pez de los latidos;

caída la claridad respiro en pedazos la respiración de la sombra

 

En el tropel de las estatuas, el discurso del método. (Gramsci

hablándonos de catarsis y praxis, Cuadernos de la cárcel; Foucault

y nuestra moral despilfarrada en la incertidumbre).

La barbarie en sus actos de castración también usa escapularios,

y fornica con el dogma y el poder.

Tiembla el ojo en la sombra de lechuza que lo ahoga, innecesario

que enmudece el tiempo cuando ya han sucedido

todas las convulsiones del extraño movimiento de los pedales.

La toz embozada de diablo que nos persigue intensamente.

 

Desde los pies la ceniza celebra el sobresalto y sus vejaciones.

 

Entre lo que se fuga los párpados caídos de la ceniza, las gotas

del sonambulismo en la piel, los fríos oscuros de la respiración

crispada, los acopios de los condenaos en «los flujos vaginales

del territorio» asediado sin defensa por la purulencia.

La oscuridad entreabierta o cerrada adquiere cojines de ojeras.

 

Por la vía del disfraz, el último ardor y el cementerio de las alas:

los andenes acorazados por el pulso, las aguas hasta el cuello

del estremecimiento. (El terror desplaza mi paz sustituyéndola

como diría Faulkner, por un insomnio donde uno puede palparlo

todo), la tormenta de polvo y la depravación de la mesa.

En la estación de la lejanía, los párpados como puertas

derruidas, allí los movimientos sumergidos de las uñas, los nombres

abandonados en la tormenta.

 

En cada movimiento de campanas, la lengua nocturna, impaciente

de los muertos y la ansiedad, vista desde el musgo

de su propio oleaje;

con psicología introspectiva, los minutos ensayan su misal,

ensayan «el fondo con sus vértices negros, lego de alocuciones»,

parapetadas en el presidio del sopor.

 

—Supongo que ya no hay razón para el fuego sostenido

en las manos,

cuando todo alrededor es arrasado por la ebriedad invasora del túnel

que crece en la somnolencia de lo implacable.

Sobre los andenes del picotazo, el tren moribundo de la garganta.

 

 

 

Del libro: «Incendios giratorios», Barataria, 2013
©André Cruchaga
Imagen pintura de André Masson


 

miércoles, 19 de febrero de 2025

AGENDA DEL PAISAJE

 

Imagen pintura de André Masson

AGENDA DEL PAISAJE

 

 

es el cuerpo deshilachado

que se desgrana en el collar de nuestros sueños de olvido

TRISTAN TZARA

 

 

(Vamos, aunque no lo quiera hacia lo inhóspito de las aguas derretidas en las sábanas. Allí los puchitos de linaza colados en los juegos matinales del jardín o, en las horas nocturnas, al antojo de las pulsiones del vaso. Día a día afilamos los labios de la sed, despojamos las manos del frío, buscamos en la rama el pájaro de la muerte, nos volvemos implacables en la bolsa de las ilusiones, dibujamos jaguares para que muerdan nuestras vestimentas, desnudamos la fe en la oscuridad de los orgasmos, el mismo fluir que a menudo se vuelve huraño, —¿podremos un día liberarnos de esta muerte a pausas, romper las aristas de la desazón, escribir otro poema con los gestos típicos del polen? Para reescribir nuestra agenda de arcilla, necesitamos el sexo de las libélulas, la técnica del balanceo del mar o de la tinta, los tranvías colgando de las esquinas de la madrugada) …

 

En la bifurcación del collage evocamos geografías irreales, bordes,

atlas, las palabras trasegadas del crujir de los topónimos,

la aurora con sus pulsiones diurnas antes que mueran las sábanas:

—Por si hay dudas, ya hemos reescrito la idiotez de la melancolía

en todas sus formas posibles, hemos pintado la intemperie

de escaleras y validado los desfiladeros de la agenda del paisaje.

Hacia sueños que ya no conozco, —miradme— donde las mulas

se vuelven obtusas y la memoria mero arbitrio de sinrazones,

la franela de sal del viento, la desesperanza en ferrocarriles de carbón

con sus viejos sótanos de oscuridad.

Nada es hospitalario ni hay reciprocidad en las disonancias del tedio

Sabemos que la bruma es una angostura interminable,

en su magnitud no hay códigos amatorios ni cláusulas certeras.

 

Aquel grifo de las aguas derretidas en la pared de la página

en blanco, y el tiempo que se nos muere en nuestras manos resulta

letal y profuso en sospecha;

dentro de qué pan deben cruzar nuestras hambres, sin que las piedras

de las morgues acechen los segundos del entresueño del tránsito.

Vivimos en el espejismo de la trivialidad, oscilamos entre clavículas

de asco y vértigos de horribles estatuas.

 

La pregunta será siempre la misma. (La muerte será la misma

 muerte, aunque se disfrace de catedral en nuestras vísceras,

aunque el polen extasíe el vuelo).

 

Ya no aquella agenda paralela sin dentífricos y páginas arrugadas.

Sobre el tapiz, las colillas y los sostenes, las edades transpiradas,

el cansancio y la locura que nos llaman, un desierto de sangre

gritándonos, gritándonos…


Del libro: «Incendios giratorios», Barataria, 2013
©André Cruchaga

Imagen pintura de André Masson


sábado, 8 de febrero de 2025

VIAJE INÚTIL

 

Imagen pintura de André Masson


VIAJE INÚTIL

 

 

sur la table de travail dans un vague désert muet

je deviens fou de rage, d’humeu noire…

ÁLVARO MIRANDA

 

 

Las distancias existen.  ¿Dónde queda la tinta del poeta

cuando la voz se extingue? Mi viaje jamás tuvo odio, solamente sequía,

hambre por el mar de los velámenes.

¿Fueron los torvos bolsillos del crepúsculo los que me volvieron

apátrida, y tránsfuga del azúcar?

Hubo paredes que solo rumiaban resentimiento, agua hervida

en la boca, entre vigilia y sueño demasiadas tumbas para llevarlas

en mi barca de mis luchas desnudas.

 

Soy hombre y no pertenezco a marcas ni patentes: tengo la verdad

por horizonte y las manos limpias de limosnas.

A nadie insulto, ni al guitarrón que zumba como duro presagio

entre el tragaluz de los aleros.

Ahora sé que fue inútil aquel viaje sin luna el césped.

Soy esas extrañas palabras inabarcables en medio de la noche,

la palabra que por costumbre habita la nostalgia, la palabra

inventario en las esculturas de la lluvia, la pared oscura

en los anillos grises de la tarde, el paladar que adivina los estatutos

del vinagre y el jengibre.

 

Siempre he sido esa rara avis dibujada en el cuaderno de la ceniza.

La noche desnuda todos mis inviernos y es triste, es triste

como todos los fantasmas que llevas en tu propio vuelo.

«Y fui... y estuve... pero nada traje.»

Sereno, sin embargo, en la humedad de mi cobertizo, tengo aún

en las palabras «lo que pudo caber entre tus manos.»

Es triste ver los ojos fuera de su órbita, en las fauces atropelladas

del pañuelo, en las alas un viaje de heridas invernal.

 

(Las distancias existen, como existen desorbitadas las cuerdas del reloj, como la marea del eco en el aullido de los coyotes. ¿Adónde va la muerte prematura y el bregar dentro del canasto del arcoíris? —Sólo fue noche el lamparazo del rocío, la hoja verde del temblor de los peces, el sol que se perdió en la sombra del deletreo, días y días en el pasto de un pasamontaña, fósforos grises al borde la noche. Las distancias existen. Existe la muerte prematura. En medio de los cáñamos de las sombras, la difícil tarea de salir ileso. Ya me he ido con la furia de las cruces en un campanario de niebla. Se oye el estrépito cuando cae la escalera y se rompen las llagas del alfabeto).

 

 

Del libro: «Incendios giratorios», Barataria, 2013

©André Cruchaga

Imagen pintura de André Masson


domingo, 2 de febrero de 2025

DESDE LO MÁS PROFUNDO DE LA OSCURIDAD

 

Imagen pintura de André Masson


DESDE LO MÁS PROFUNDO DE LA OSCURIDAD

 

 

(Esta voz y esta sombra que no entiendo, los días oscuros, lentos, encorvados sobre la lengua negra de los muros; en el umbral de la línea de la espuma, el corazón de la noche con su presentida herida. La rosa del pájaro que bulle en los sueños inclinados de la sombra sumergida en la garganta: —habrá, un después, me digo —mientras paso la mirada sobre la ceniza y las colillas—; en la humedad del césped, borrón y cuenta nueva).

 

En el río que duerme en las venas, la luna de piedra hacia la noche,

las aguas consagradas al silencio de lo profundo, el interior

navegando como un cristal derretido.

Nada más oscuro que el grito de la piedra en el inminente abismo

Donde los sepultureros acoplan y revuelven la bruma de polvo

de las contradicciones históricas, materia para discutir el drama

de los amedrentamientos o solo la tuberculosis amontonada

del otoño como fruto de la caducidad de la hoguera.

Desde la emoción pretérita de un hospicio maduran y enmohecen

los cementerios y ciertamente también los sueños.

Sobre el candil de las sienes, el espejo siempre de la penumbra,

pétreo, bestial en su danza de pared derruida, justo en la esquina

doliente del viento; en lo profundo de la oscuridad el despojo pierde

su identidad para convertirse en estupefaciente.

—Vamos, digo, que con la simplicidad de la madera: las sombras

descubren el rumbo de la luz y las campanas.

En los versículos de la tortilla, salir del hambre es una epopeya,

sube al patio trasero una constelación de langostas.

 

Del libro: «Incendios giratorios», Barataria, 2013

©André Cruchaga

Imagen pintura de André Masson