domingo, 12 de octubre de 2025

SI MUERO, NO INDAGUES MI AUSENCIA

 

Pintura de Jackson Pollock


SI MUERO, NO INDAGUES MI AUSENCIA

 

Si muero,

Dejad el balcón abierto.

FEDERICO GARCÍA LORCA

 

¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!

FRANCISCO DE QUEVEDO

         

 Ante la herida, alzo el vuelo.

El rumor eterno del agua

desde la bocanada del vientre.

El hambre con filo de escalpelos,

amarilla tierra

que clava sus horas en la fisura

de tornillos y madera.

 

—Si muero, rompo las cadenas del frío.

Si muero, será muerte sin pesar.

«Cuerpo en calma» diría Nicolás Guillén.

—Si mueres, —me digo—

 la sangre se aquietará y el ala

se evaporará en el confín de ciertas

campanas.

Si muero la fuerza desandará el alambique

de la oscura asunción de la luz.

Atrás de la puerta

el rayo crispado de la noche,

los peces, una flor sobre el corazón,

las aguas del seno lamiendo mis anhelos.

(«nosotros,  migajas,

como muerte de hormigas»).

Seré espuma del alfabeto que se agota,

en «una caja simple», sin clavos,

pero con gaviotas.

Aquí esta duda horrible hasta el cuello,

esta difusa risa de la duda,

esta muda enajenación insepulta,

este sorbido arcano sin tregua.

 

Extraños recuerdos levantan su lecho,

lápices del vuelo descendido,

aire oscuro avanzando en el cuerpo.

 

Si muero, 

en medio la luz, el cuerpo indivisible,

aquí he sido y estuve:

dejo memoria, letras y un nido

para que ahí caigan las hojas, barco del latido,

puerto infinito para un templo sin puertas,

umbral en fin, del papel y los colores

que me fueron negados.

 

El Universo

comienza aquí, en la unidad de las pupilas,

cielo abierto.

—(No indagues dolor, porque mi ataúd

es hoy tintero y «hierba nueva»).

Siempre arde la lejanía brotada del desvelo;

la leche del sofoco se vuelve dardo,

—el bosque del destino, espina

—insisto— que de pronto perfora las campanas

de esa abadía intrépida de las venas.

Y herido en el sueño,

con apremio, la agonía se torna un ghetto

de procaz albedrío.

Ya no hay talismanes para este afluente humano.

Hacia dentro el vértigo del aire,

hacia la fosa lo confiado.

 

Cuando el viaje deja de ser mera invención,

el azor no olvida desperdicio,

y a su juicio se entra sin preguntas.

Cuando ya la música de la cripta es ciega,

lo  vivido gira en el halo de la sed

—descalza vela del labriego.

 

Si muero,  no me sirve la presencia del rocío

ni la hostia de lo recóndito.

No me sirve la luz ni la sombra

clandestina de las formas.

No me sirve el aliento

ni esta pasión de brasas en la ropa

ni la atadura del desquicio.

 

Si muero, sólo quiero que olviden mi vuelo.

Si muero, sólo seré otra oscuridad en la mudanza.

Si muero, en fin,

dejadme ahí que perviva en mi extravío.

Todo está ya fuera de mis ojos:

el último viaje

jamás es pródigo en fatiga.

 

 

Del libro: «Contrasombra del peregrino», Barataria, 2009

©André Cruchaga

Imagen  Pintura de  Jackson Pollock

Barataria, 2009


lunes, 15 de septiembre de 2025

ESCALERA DEL DESEO

 

Imagen Pintura de Jackson Pollock


ESCALERA DEL DESEO

 

Hojas caídas de un zodíaco genital sin sucios temores,

como dos rodillas juntas, …

CARLOS ILLESCAS

 

Una vez fuimos fervientes al agua de las campanas. 

Subieron las esferas a la espesura,

los los ojos sobre la carne,

el gozo en el sonido;

fuimos ventana

del lenguaje, encima

demla gema,

adelgazamos el grito del pecho,

quitamos las fauces de la calle,

alucinamos sin temor,

ensordecidos por el fragor del trino.

Vimos partir los escapularios de nuestras pupilas;

sin cansancio, arreciamos el fuego,

los fuegos de la yesca,

los fuegos cóncavos,

los fuegos de la piel,

nos inclinamos al aire para probar el equilibrio 

y era firme y era roca,

la centella

el amor íntimo,

hasta que el tiempo se robó el fuego

y supimos los límites de la espina,

y supimos temblar en la noche,

y supimos del escarabajo inquilino,

supimos

del líquen

enredado

en la desnudez.

 

La felicidad es tan efímera como un vilano en el aire,

como todo lo que descansan en la noche.

 

El tiempo es un cadáver en el petate de las sombras,

muerde la luna consagrada en el pecho,

los pezones de yedra de las acequias,

el interior del espejo,

trenzados chupamieles en los puertos.

¿Hacia dónde nos lleva este deseo,

aguas aplacando el polvo,

el soplo cuando crujen los ijares?

¿Hacia dónde el arco y la flecha,

el fogón de jarros y manteles,

el balcón del jadeo que vuelve melaza la llovizna? 

¿Qué destino de puentes hay que cruzar

para que no pese el aliento,

ni la lengua deje de ser siempreviva,

réplica de un telar? —Desde siempre quiero un escalera

para subir y verbalizar el follaje,

cielo arriba hasta tocar cielo,

que no se vuelva desechable el perfume,

ni aúlle cercano el olvido.

Una escalera con la forma del amor,

conmovido por el descurimiento

del cuerpo y su dulzura,

conmovido por los linderos del cuerpo.

 

Hoy quiero ser ajeno al olvido:

quiero guardar todo el sonido

y recordarlo en el colibrí,

recordarlo, doméstico

de caricias,

recordarlo

y que perdure

en un lienzo

de madreselva.

 

Como la vida me ha dado lecciones de peregrino:

siempre voy,

cautivo por el viento;

voy, zarpo, no siempre hay peces

en la otra orilla,

luz que termina siendo

marea en el candil de la carencia.

Subo a la escalera del deseo,

pese a los adioses;

a menudo es sordo este encierro,

aquello que mis ojos

no olvidan,

roja lengua en fuga.

Alucino en el seno endurecido,

alucino en ella,

fastasma ebrio

en el espejo.

 

Del libro: «Dictado de sombras», Barataria, 2011

©André Cruchaga

Imagen Pintura de Jackson Pollock


sábado, 6 de septiembre de 2025

DE PRONTO, LA ESPERA

 

Pintura de Jackson Pollock



DE PRONTO, LA ESPERA

 

 

Se multiplica el día en los espejos

del gran escaparate, entre lunas altivas,

me llama la atención una figura…

MILAGROS SALVADOR

 

 

Por tu cuerpo, los brazos míos,

poros ofrecidos, gajos de luz

como un rascacielos de fósforos en mi respiración;

por tu cuerpo, 

el gozo de las palabras jugando al camino,

al puñado de luciérnagas hechas sed, amaranto, 

búsqueda irremediable;

una voz muerde las sílabas con esa música que sabe a canela,

a mar, a lontananza. 

 

Por tu cuerpo sale el poema

sin Pie quebrado,

entero como el rigor intenso y firme de la turbulencia;

hacia el nido,

la sábana es un absurdo.

La boca

fragor de música.

Por el agua de fuego que bebemos, 

habremos de consumirnos

en el ventarrón de los orgasmos

hasta que piedra sobre piedra sea un solo latido,

un mortero

a quemarropa, en los tendones del badajo.

Por tu cuerpo, hecho de brasas y campanas,

el rojo del latido enarbola

los metales; el juego es un ave rapaz,

el mediodía del solsticio,

las lilas en espiral ardido.

Cuando más es la espera,

sube solidario el mendrugo,

caldera de dos cuerpos;

en el pan que abrasan las pupilas,

la caricia derrite la materia,

el navío donde todo

se vuelve inagotable. 

 

Por tu cuerpo he venido a beber tiempo y abejas,

racimos de miel en el azahar del sexo,

alberca donde cava el desatino;

en el acecho quemamos la garganta,

esa espera que hace largo el vuelo,

el barco terco de las caderas,

el fogón que nos de permanencia en el acantilado.

De pronto la espera,

dura moneda del poniente,

la espera,

 quemadura.

 

Por tu cuerpo caduca la urbanidad,

la claridad absoluta;

y no importa esperar a que el jadeo

brote deshojado,

igual que un otoño de hojas húmedas en las manos,

igual que el deslizamiento del eclipse

sobre la caleta del ombligo. 

Por tu cuerpo,

sitúo la flama en la hondonada y no importa

cuánto mundo tenga la lección que aprendemos

en las redes movedizas del desasosiego.

Ante los ojos,

El cuerpo volcánico del laberinto:

nuestro tesoro que nos ancla en el arroyo.

Siempre el cuerpo

se enciende con azúcar, digamos,

azúcar cárdena del musgo

en el paladar del tiempo.

Por tu cuerpo bebo a jarras el espejismo.

Y no importa esperar

en el sereno, si los párpados sin brida,

beben la vigilia del tatuaje,

la luz de la almohada, las raíces del vientre,

la diadema de los lóbulos,

esta cobija que nos asiste.

 

Esperamos que playa y mar no angosten los litorales

y que la fecundidad, haga lo suyo:

unir el eslabón del vuelo sin riesgo a que la tarde

nos haga caer en el vacío.

 

 

Del libro: «Dictado de sombras», Barataria, 2011

©André Cruchaga

Imagen Pintura de Jackson Pollock


jueves, 7 de agosto de 2025

PIEDRA DE LA NOCHE

 

Pintura de  Antoni Tàpies


PIEDRA DE LA NOCHE

 

Piedra la noche en el jardín de los ruidos.

La llama del candil vuela sobre su sombra;

tiembla el reloj de puño sobre las calles,

mientras un suspiro acerca su saliva al horizonte:

los pájaros se anidan como sombreros de miseria.

 

Luego las nubes gotean lejanas lágrimas:

—como lengua de arco iris descienden

a las raíces y ahí cobra vida el imán de la tierra.

 

Los perros husmean en el ruedo de los pantalones;

uno y otro reconstruye la geografía

con su olfato de alfiler y oídos de bisturí.

 

La noche está abierta a la agonía —digo,

y sin embargo, en los parques no se notan

las canucas de la infancia.

 

Nadie se percata que, entre los tragaluces de las hojas,

hay fosforescencias ignoradas,

y también, barcos que se hunden en las sienes.

 

A veces me siento en su dureza nocturna,

pero la intemperie me acobarda:

siempre la orfandad fue diluvio; nunca estuve ileso

de su polvo oxidado; —ese polvo que cae

donde bebo agua todos los días.

 

Por eso también el aire de la noche y el agua,

se tornan piedra en mi boca: beber el vértigo

que da el abismo ya es temeridad

pues de repente hay cruces y no puertas

que apunten a sonrisas…

 

La noche se desplaza sin fatiga

pese a la grieta que se abre todos los días en el calendario.

—Pese a estar en la caverna

de mis huesos comiéndose los pies

y cercenando las pupilas. Golpea como la luz

que de pronto irrumpe en los ojos.

 

En el horizonte las imágenes se diluyen.

 

Sobre mis hombros sólo hay caminos imposibles:

— el alba fue emboscada;

de otro modo los sueños todavía fueran

posibles en un siglo de crepúsculos aviesos.

 

Pensar ahora en el acaso, sería estupidez,

cuando la mirada se perdió en la noche de la espera.

 

Tanta noche en alacenas aulló en mi dolor,

la muerte diaria se ha vuelto piedra amarga;

en tanto gemido estropeado por la vida,

sólo queda esta proclama de la conciencia.

 

Y acaso, sí, un deseo de olvidar, en mi paladar,

la piedra con su dolor galopante de orégano…

 

Del libro: «Ocupación de la memoria», Barataria, 2015

©André Cruchaga

Imagen  Pintura de  Antoni Tàpies


viernes, 1 de agosto de 2025

FERMENTACIÓN DEL CAOS

 

© Imagen  Pintura de  Antoni Tàpies



FERMENTACIÓN DEL CAOS

 

 

En el fondo la historia no deja de ser la misma aunque de vez en cuando cambien los protagonistas y se profanen las entrañas de siempre: algunas veces nos hundimos en la mugre de soledad del pocillo de peltre del relámpago titiritero que se avista en las calles el grito es el mismo en la gota de porfía de las sombras en las cuatro puntas dilapidadas del polvo en la tormenta de aguas de la esplendidez de la ceniza ¿quién escapa de las cavernas del sobresalto con un surco de cadáveres y atriles de sangre por todos los costados?  Cada herida es implacable en el aliento juro que quiero adueñarme de los espejos saludar las espinas sin parpadear comulgar con mi fuga y quizás en manos algún psiquiatra por aquello de Antonin Artaud de muchacho anidaba mis sueños en las esquinas: la fatalidad sonreía ahí de manera socarrona al punto de morderme con su filo de tigres y tarántulas detrás de cada mordedura me desnudaban los cuervos con su ritual oscuro espeso de brasas de anegada gula y sin disimulo —pero es historia es memoria lucha de animal contra los ángeles hasta cierto punto asquerosa conciencia averiada de colmillos engaños como cualquier bulto en las pupilas claro uno debe también hurgar en la anatomía del odio en el caos fermentado de los borrachos en las heces optimistas del llanto en los amargos conformismos y los dolores de cabeza desde la noche entonces es válido abrazar amorosamente lo pútrido dejar a un lado las disidencias de adolescencia escuchar a Bach en sosiego pensar en la sensualidad de alguna bruja hacerle guiños a la infamia porque a ella la comemos todos los días junto a vos país tragedia del apocalipsis sediento muerdo la vastedad de los periódicos y lamo las migajas que quedan en la lengua y me enrosco como un chucho encerrado en su jaula nunca he pregonado la marchitez de la rosa como seguramente lo haría Mallarmé ni me he sustraído a ella pero tengo una ramita de paz en mi pecho suficiente para verla en el espejo sin que la falsa piedad se adueñe de ella ahora me avecino a la tarde de mi cadáver y no me incomodan la ingratitud ni el ser solitario de la epifanía: uno siempre tiene un apellido tatuado en la piel de la ternura suenan tantas cosas que me dejaron ciego las luciérnagas resuella la demencia con ojo de cíclope también el gusanito de risa que recobro en la almohada cuando ya nadie escucha al pájaro de fuego que circuncida las calles


Del libro: «Garaje para fósiles», Barataria, 2019

©André Cruchaga

© Imagen  Pintura de  Antoni Tàpies


lunes, 21 de julio de 2025

ALFABETO PRECIPITADO

Imagen  Pintura de  Antoni Tàpies


ALFABETO PRECIPITADO

 

 

Aquí los sueños desamarrados y sin anestesia la fosilización de la alegría y la vocación perenne por los pañuelos: ante la desconfianza se nos impone la autorregulación de cada escalofrío en su doble filo la mordaza del bisturí pigmenta la yugular hasta desfondar el horizonte en las estrías que nos han dejado tantas cicatrices hay puñado de nostalgias, pero tal como dice Virginia Wolf: «No es necesario apresurarse. No es necesario brillar. No es necesario ser nadie más que uno mismo» al final se hunde en nosotros un desierto que oscila entre la bisutería y el silencio aunque sea de anquilosadas paredes por doquier la madera precipitada de las ventanas y el abecedario a punto de desfallecer entre las manos hay muchos alfabetos ásperos que trepan al sueño y espinas que entran a la piel y noches con denso follaje en abrigos aturdidos: frente a la página del infinito me es imposible evadir las nostalgias: el arroyo del peñasco que me habla el pezón dulce transcurrido en la corriente o los minutos rozando el cuello de cometas y roedores mientras camino también recorro el espejo labrado del invierno es como si de la línea de los poros saliera el incienso el centelleo del ápice de la lengua y desembarcaran todos los peces al unísono muerde y retumba la respiración sube toda la corriente después quedo como el país: gastado de zapatos y de boca alelado inclusive frente a los puntos cardinales  —sé que he sobrevivido a tantas vidas: mi niñez, adolescencia y juventud a veces sólo importan los recuerdos y sus alcances el cuerpo es más cierto que el amor aunque uno acabe bostezando en medio de los tantos embustes de la deshora de la guerra y los muertos sólo recuerdos las huidas y los canastos de pájaros sacados del pecho a fin de cuentas mis manos no eran tus manos y para nombrarte tengo que sopesar las espinas y abrirle hoyitos al fuego y desamarrar las precipitaciones y condenarme cada vez a los nuevos amaneceres uno sólo se marcha hacia donde no existen los estados de sitio ni diseccionan la intimidad ni ensordecen las palabras claro que el alfabeto puede alcanzar el absoluto de la gangrena o el camino mortífero sin la conmiseración del caso en nuestro caso la noche es nuestro alfabeto con todos sus pecados

 

Del libro: «Garaje para fósiles», Barataria, 2019

©André Cruchaga

Imagen  Pintura de  Antoni Tàpies


 

domingo, 6 de julio de 2025

ORILLAS IMPURAS

Imagen Caravaggio, Baco , hacia 1593. Galería Uffizi, Florencia (Italia).


ORILLAS IMPURAS

 

Hacia la orilla inmóvil de la impureza los vientos congelados de las sombras y el bostezo de los nichos como legiones destronadas por el asfalto: la inminente fuerza de la repugnancia con la arcilla plena de los desmoronamientos jugar a la hernia del tragaluz del olvido o redención y al golpe de la medianoche en la cobija hinchada de sudores la flauta ciega de la eternidad los intentos perversos de lo imposible el tiempo amante que nunca se abandona en los cementerios ni en los brazos convulsos del despojo  —una crecida vitrina de murciélagos repasa su vuelo en la pipa del goteo memorioso de la caverna exaspero frente a la inmundicia de la promiscuidad de la lucidez de las aguas destronados de los frigoríficos del ojo inmutable ante el plomo del granito o de la carroña que brinca en el aliento a veces uno se abandona en el rictus de la violencia o en la cajita de salvación de los pecados capitales: en las esquinas de la yesca los clavos calcinados de las lápidas y la posteridad de la entraña en alguna parte las semanas sin sosegar la sed el prurito de la lengua de bahareque ante el trastorno y arrebato de los sueños ahora el muro de humo desvela sus propias contradicciones la inmediata tirantez del tránsito el callejón múltiple de las fotografías la carcajada de heces que nadan y se sumergen en el mosquerío narcotizado de las calles deletreo el presente muerto y el futuro implacable la tísica comunión con las mañanas aunque sea legible la taza de café en la trenza de muerte de las zapaterías  de seguro en el chasquido de la página se vive la lividez de las estocadas y el pómulo saltado del vejamen en la saliva trago todas la gestación de las disyuntivas harto de las varias palabras de la incertidumbre 

 

 

Del libro: «Garaje para fósiles», Barataria, 2019

©André Cruchaga

Imagen Caravaggio, Baco , hacia 1593. Galería Uffizi, Florencia (Italia).


 

martes, 1 de julio de 2025

ESCRITURA DE LA HUIDA

 

Caravaggio. Descanso en la huida a Egipto. 1594-1596. Galeria Doria Pamphili. Roma.


ESCRITURA DE LA HUIDA

 

 

 

Disuelta la linterna del azogue nos queda el sollozo y el carrusel de la tormenta con todas sus inocencias a veces solo cerramos los ojos y nos echamos a andar: no hay contraseñas para todo lo que fueron cortando las tijeras ni retorno para suturar la herida ni un aquí que vacíe las oscuridades acumuladas quizás la mejor moneda que nos queda es el tiempo cualquier impostura es sólo acechanza precipicio vértigo  —sé que las devoluciones carecen de tinaja salvo las manos arrugadas del espantapájaros tampoco el desvarío tiene la misma fiebre: en la ventana el olor jorobado de las ingles  el país a punto de enterrar la verdad y alabar el engaño o el aburrimiento fuera de los ojos o dentro de ellos el río que debemos cruzar encorvando cada uno de los pensamientos jamás he podido entender los maullidos del moho y su predominio de golpes en las fauces desangradas de la flor todos los amarillos desandados del jadeo el dolor de lo humano  —hay difuntos en el contraste del paraguas y palabras muertas como la escritura en el vacío y puntos suspensivos en un territorio caduco de miradas dentro de la altitud de una pieza oscura me veo jardines sin brazos agujeros con huesos mañana habrá crecido más el desabrigo tan cierto como la sexualidad póstuma es horrible el rostro del tizne también los tardíos arrepentimientos el pez coagulado en el antesueño de los esqueletos: juro que transcurrida la tormenta la niebla no es igual como tampoco es igual el adiós irrestañable (no hay reconciliación cuando la ternura ha dejado de ser artículo de primera necesidad: empezaste a morir en mi boca al tiempo que recordaba sueños y palabras y a esos comensales enloqueciendo en las esquinas como memoria de la noche)…

 

Del libro: «Garaje para fósiles», Barataria, 2019

©André Cruchaga

Imagen Caravaggio. Descanso en la huida a Egipto. 1594-1596. Galeria Doria Pamphili. Roma.


domingo, 1 de junio de 2025

PARA MIS OJOS DISPERSOS

 

Imagen Joan Mitchell


PARA MIS OJOS DISPERSOS

 

(En el reino de los osarios mi campo de batalla suelen ser las tumbas esa forma donde fluctúan las canas sin miramiento ni dispensa de trámites no hay atajo para el harén del pálpito salvo esa gran jaula donde anida la conciencia en las alambradas del mordisco el candil orgásmico de los oráculos el esplendor supurante de las orgías a cuestas del tiempo en la asfixia todo se desmorona nada detiene el sudor de los altares ni el vómito plomizo de las estatuas ni los terribles burdeles del futuro ni la materialidad de la bolsa de valores soy de la manada de caminos bifurcados la boca de la noche es interminable pero no inocente siempre oscura como el poder siempre indecible en los bastones que de pronto se alzan al olvido la ceniza posee sus propios timbales como las sombras colgando de las mochetas de las puertas respiran pútridos los bordes de mis calcañales la paz circular de los felinos hambrientos desde dentro palpitan los durmientes devorados sangra de sed el ala extendida del páramo: sangra mi reino en la saliva prolongada de los vestigios sin más el tórax es mi propia caverna desde ahí arrojo la ponzoña a los vertederos a fuerza de caminar he desgastado el odio y la ignominia: la droga de los presentimientos me mantiene en vilo tengo por herencia los agujeros que van respirando las monedas en los bolsillos también mi propia asfixia en medio de lo inmundo: gime la infancia en su memoria despierto con la furia de una mueca quebrada en la soledad del País)…

 

 

Del libro: «Garaje para fósiles», Barataria, 2019

©André Cruchaga

Imagen Joan Mitchell


sábado, 10 de mayo de 2025

SABIDURÍA DE LOS MUERTOS

 

Imagen Jock Macdonald


SABIDURÍA DE LOS MUERTOS

 

Hubo una época en que la sombra, posesa, menesterosa, profunda,

ardió en excesos. Nunca lo olvidan los charcos en el corazón.

Ahora esa sombra subterránea desafía cualquier pensamiento.

La ignominia, se hizo añicos en su moldura.

Soy libre, aunque nade siempre contracorriente. Esta libertad se abre,

«se abre más allá del espíritu, la ancha belleza subconsciente, trágica,

fúnebre, guía mis pasos en la oscura claridad» de mi tiempo.

En nuestra aldea todavía uno se arrodilla, sordos y en silencio, sordos

ante el poder que, ha aprendido a parir dogmas monumentales,

axiomas, sombras que lloran y nacen, muertos civiles con su oratoria,

muertos por los siglos caminando,

muertos recién nacidos de la muerte, impávidos como la anatomía

de la tierra, nuestra tierra, la tierra de todos que continuará

ensangrentada, ensangrentados desde la prehistoria de los mares.

La oscuridad siempre los eructa y no hemos inventado a estos hijos

de la tierra, por necesidad están aquí como migas de lluvia

en el sendero, y así seguirán, desnudos, levantando un pañuelo

blanco, una mano premonitoria que los respire,

una eternidad que haga sus costuras en la gramática del miedo.

En la sabiduría de un proverbio o un salmo, jamás un funeral

es suficiente cuando tiene carácter utilitario.

Es probable que los muertos sigan siendo nuestro terror manifiesto;

Está bien entonces, llamarse, Pedro, Juan, Mateo.

 

 

Del libro: «Insubordinación civil de las palabras», Barataria, 2014

©André Cruchaga

Imagen Jock Macdonald