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domingo, 6 de julio de 2025

ORILLAS IMPURAS

Imagen Caravaggio, Baco , hacia 1593. Galería Uffizi, Florencia (Italia).


ORILLAS IMPURAS

 

Hacia la orilla inmóvil de la impureza los vientos congelados de las sombras y el bostezo de los nichos como legiones destronadas por el asfalto: la inminente fuerza de la repugnancia con la arcilla plena de los desmoronamientos jugar a la hernia del tragaluz del olvido o redención y al golpe de la medianoche en la cobija hinchada de sudores la flauta ciega de la eternidad los intentos perversos de lo imposible el tiempo amante que nunca se abandona en los cementerios ni en los brazos convulsos del despojo  —una crecida vitrina de murciélagos repasa su vuelo en la pipa del goteo memorioso de la caverna exaspero frente a la inmundicia de la promiscuidad de la lucidez de las aguas destronados de los frigoríficos del ojo inmutable ante el plomo del granito o de la carroña que brinca en el aliento a veces uno se abandona en el rictus de la violencia o en la cajita de salvación de los pecados capitales: en las esquinas de la yesca los clavos calcinados de las lápidas y la posteridad de la entraña en alguna parte las semanas sin sosegar la sed el prurito de la lengua de bahareque ante el trastorno y arrebato de los sueños ahora el muro de humo desvela sus propias contradicciones la inmediata tirantez del tránsito el callejón múltiple de las fotografías la carcajada de heces que nadan y se sumergen en el mosquerío narcotizado de las calles deletreo el presente muerto y el futuro implacable la tísica comunión con las mañanas aunque sea legible la taza de café en la trenza de muerte de las zapaterías  de seguro en el chasquido de la página se vive la lividez de las estocadas y el pómulo saltado del vejamen en la saliva trago todas la gestación de las disyuntivas harto de las varias palabras de la incertidumbre 

 

 

Del libro: «Garaje para fósiles», Barataria, 2019

©André Cruchaga

Imagen Caravaggio, Baco , hacia 1593. Galería Uffizi, Florencia (Italia).


 

martes, 1 de julio de 2025

ESCRITURA DE LA HUIDA

 

Caravaggio. Descanso en la huida a Egipto. 1594-1596. Galeria Doria Pamphili. Roma.


ESCRITURA DE LA HUIDA

 

 

 

Disuelta la linterna del azogue nos queda el sollozo y el carrusel de la tormenta con todas sus inocencias a veces solo cerramos los ojos y nos echamos a andar: no hay contraseñas para todo lo que fueron cortando las tijeras ni retorno para suturar la herida ni un aquí que vacíe las oscuridades acumuladas quizás la mejor moneda que nos queda es el tiempo cualquier impostura es sólo acechanza precipicio vértigo  —sé que las devoluciones carecen de tinaja salvo las manos arrugadas del espantapájaros tampoco el desvarío tiene la misma fiebre: en la ventana el olor jorobado de las ingles  el país a punto de enterrar la verdad y alabar el engaño o el aburrimiento fuera de los ojos o dentro de ellos el río que debemos cruzar encorvando cada uno de los pensamientos jamás he podido entender los maullidos del moho y su predominio de golpes en las fauces desangradas de la flor todos los amarillos desandados del jadeo el dolor de lo humano  —hay difuntos en el contraste del paraguas y palabras muertas como la escritura en el vacío y puntos suspensivos en un territorio caduco de miradas dentro de la altitud de una pieza oscura me veo jardines sin brazos agujeros con huesos mañana habrá crecido más el desabrigo tan cierto como la sexualidad póstuma es horrible el rostro del tizne también los tardíos arrepentimientos el pez coagulado en el antesueño de los esqueletos: juro que transcurrida la tormenta la niebla no es igual como tampoco es igual el adiós irrestañable (no hay reconciliación cuando la ternura ha dejado de ser artículo de primera necesidad: empezaste a morir en mi boca al tiempo que recordaba sueños y palabras y a esos comensales enloqueciendo en las esquinas como memoria de la noche)…

 

Del libro: «Garaje para fósiles», Barataria, 2019

©André Cruchaga

Imagen Caravaggio. Descanso en la huida a Egipto. 1594-1596. Galeria Doria Pamphili. Roma.


domingo, 1 de junio de 2025

PARA MIS OJOS DISPERSOS

 

Imagen Joan Mitchell


PARA MIS OJOS DISPERSOS

 

(En el reino de los osarios mi campo de batalla suelen ser las tumbas esa forma donde fluctúan las canas sin miramiento ni dispensa de trámites no hay atajo para el harén del pálpito salvo esa gran jaula donde anida la conciencia en las alambradas del mordisco el candil orgásmico de los oráculos el esplendor supurante de las orgías a cuestas del tiempo en la asfixia todo se desmorona nada detiene el sudor de los altares ni el vómito plomizo de las estatuas ni los terribles burdeles del futuro ni la materialidad de la bolsa de valores soy de la manada de caminos bifurcados la boca de la noche es interminable pero no inocente siempre oscura como el poder siempre indecible en los bastones que de pronto se alzan al olvido la ceniza posee sus propios timbales como las sombras colgando de las mochetas de las puertas respiran pútridos los bordes de mis calcañales la paz circular de los felinos hambrientos desde dentro palpitan los durmientes devorados sangra de sed el ala extendida del páramo: sangra mi reino en la saliva prolongada de los vestigios sin más el tórax es mi propia caverna desde ahí arrojo la ponzoña a los vertederos a fuerza de caminar he desgastado el odio y la ignominia: la droga de los presentimientos me mantiene en vilo tengo por herencia los agujeros que van respirando las monedas en los bolsillos también mi propia asfixia en medio de lo inmundo: gime la infancia en su memoria despierto con la furia de una mueca quebrada en la soledad del País)…

 

 

Del libro: «Garaje para fósiles», Barataria, 2019

©André Cruchaga

Imagen Joan Mitchell


sábado, 10 de mayo de 2025

SABIDURÍA DE LOS MUERTOS

 

Imagen Jock Macdonald


SABIDURÍA DE LOS MUERTOS

 

Hubo una época en que la sombra, posesa, menesterosa, profunda,

ardió en excesos. Nunca lo olvidan los charcos en el corazón.

Ahora esa sombra subterránea desafía cualquier pensamiento.

La ignominia, se hizo añicos en su moldura.

Soy libre, aunque nade siempre contracorriente. Esta libertad se abre,

«se abre más allá del espíritu, la ancha belleza subconsciente, trágica,

fúnebre, guía mis pasos en la oscura claridad» de mi tiempo.

En nuestra aldea todavía uno se arrodilla, sordos y en silencio, sordos

ante el poder que, ha aprendido a parir dogmas monumentales,

axiomas, sombras que lloran y nacen, muertos civiles con su oratoria,

muertos por los siglos caminando,

muertos recién nacidos de la muerte, impávidos como la anatomía

de la tierra, nuestra tierra, la tierra de todos que continuará

ensangrentada, ensangrentados desde la prehistoria de los mares.

La oscuridad siempre los eructa y no hemos inventado a estos hijos

de la tierra, por necesidad están aquí como migas de lluvia

en el sendero, y así seguirán, desnudos, levantando un pañuelo

blanco, una mano premonitoria que los respire,

una eternidad que haga sus costuras en la gramática del miedo.

En la sabiduría de un proverbio o un salmo, jamás un funeral

es suficiente cuando tiene carácter utilitario.

Es probable que los muertos sigan siendo nuestro terror manifiesto;

Está bien entonces, llamarse, Pedro, Juan, Mateo.

 

 

Del libro: «Insubordinación civil de las palabras», Barataria, 2014

©André Cruchaga

Imagen Jock Macdonald


domingo, 4 de mayo de 2025

LAVABO

 

Imagen Jock Macdonald


LAVABO

 

Después de todo los lavabos Aquiles y la Tortuga el camino la existencia o no de los relojes la claridad invisible que se convierte en ángel  es profunda la intimidad de no llegar nunca al ojo del sueño donde la noche pigmea el pelaje de la luna y el pecho salta como una rana en brama sobre las hojas y bejucos de la intemperie aúllo en presencia de los rastrojos aguzo el olfato mitológico de los espejos la manada de escopetas de la clarividencia cuando muero y no muero muero irascible loco sin jubilar las aceras gruño ante la contemporaneidad de los juramentos: lo único que me mantiene en pie es la dirección del cataclismo el nosotros como chatarra aparcada en el predio de las sombras ( «si alguno pasare por este puente de una parte a otra, ha de jurar primero adónde y a qué va; y si jurare verdad, déjenle pasar; y si dijere mentira, muera por ello ahorcado en la horca que allí se muestra, sin remisión alguna» [...] Sucedió, pues, que tomando juramento a un hombre, juró y dijo que para el juramento que hacía, que iba a morir en aquella horca que allí estaba, y no a otra cosa. Repararon los jueces en el juramento, y dijeron: si a este hombre le dejamos pasar libremente, mintió en su juramento, y, conforme a la ley, debe morir; y si le ahorcamos, él juró que iba a morir en aquella horca, y, habiendo jurado verdad, por la misma ley debe ser libre») a menudo es solo cuestión de esperar los días bisiestos para acortar el calendario contar menos colgar los años en las paredes beber al revés la tormenta el agua llovida el chorrito húmedo del grafito de la noche: todo es como parece ninguna montaña se petrifica en los ojos salvo la caducidad que la encontramos en cualquier parte ahí donde los sistemas políticos ahogan el follaje y acaban de romper los platos rotos ¿a quién beatificamos después de las estrellas? ¿a quién erigimos en estatua sin haber alcanzado a Rimbaud a San Francisco de Asís sin haber culminado el estatus de cerrajero? siempre lo irresoluble es una cosmovisión de la falta de cobija o el hambre de la piel nublada en una cocina de leña no hay por qué echarle la culpa al espejo de la mala escritura toda escritura es aviesa perversa malvada como una tortilla con queso pero dejada ahí días enteros hasta que se endura debo confesarlo: hay palabras que me dan mala indigestión una ventana es un taxi o un tren un árbol de pronto invita al supermercado ciego espléndidamente ciego entre tantos espectadores del Hades mudo del circo de las rifas y las rebajas del amor de la infancia que juega con telarañas muy cerquita convaleciente de los hospitales delante de mis zapatos la planicie de las ruinas el confín de la ciudad con levita William Blake en la locomoción de las hormigas y otro que sin nombrarlo existe en muchas escrituras ajenas para entender los altares debo encenderle candelitas de todos los colores posibles a San Antonio de niño yo era el niño de Atocha después solo me convertí en figura animada de ciertas ebriedades ahora ya para qué no necesito vírgenes por cuestiones de practicidad y economía prefiero el zumbido de la sábana degollada de la intemperie aunque cada día deba quitar las larvas que suben a las sienes sucede que el desvelo tiene su propia epistemología vos mi materia ascendiendo  las ingles vos enroscada en el árbol de mis gemidos.

 

 

Del libro: «Sintaxis de la fuga», Barataria, 2014

©André Cruchaga

Imagen Jock Macdonald

 


jueves, 1 de mayo de 2025

TORTURA FRENTE A LA RESISTENCIA

 

Pintura de  Jock Macdonald


TORTURA FRENTE A LA RESISTENCIA

 

Siempre suelo jugar al olvido del cielo como para salir del agujero.

Detrás, los abanicos de sal hacen lo suyo: sobre el sendero,

el polvo muerde mis zapatos, y la zarza festeja sus años caducos.

(Siendo que la luz es pródiga, escapo de los excrementos

de la sombra), y me adentro en lo hospitalario de las estaciones,

la luz que asaltan mis ojos, los ojos inevitables frente a las vocales,

las vocales en la ruleta rusa de la desesperación, Homero más allá

de la pedagogía del dolor de los cenáculos con gases lacrimógenos.

Huyo del grito que pisotea mis sienes y del simple hilván

de los ojales en la arqueología del apocalipsis; de pronto, el sendero

poseso de fuego, referencia del caos y de la tormenta que escinde

mi oído, la miseria domesticada del perro, apedreado, además,

por la desfachatez: la pudrición hace lo mismo con la espiritualidad.

Sé que caminar es ir gastando el aliento en la sombra que humea

en el espejo, resistir a la sombra para ganarle su reputación.

No hay nada nuevo en la simetría absoluta de la cruz cristiana

ni en la gimnasia del calvario de la espiritualidad.

A lo largo de todo este tiempo la tilde del martilleo, la policía, el País

y su cadalso de pupitres, raíz intrínseca de la taberna de estos días.

Resistimos a los cuchillos fálicos del espíritu, al archivo oscuro

de los enterrados, a las monedas suicidades que carecen de civismo.

Resistimos a ser señuelos frente al saqueo, frente a la turbiedad,

la ignorancia se vuelve sacrosanta e intocable.

 

 

 

Del libro: «Insubordinación civil de las palabras», Barataria, 2014

©André Cruchaga

Imagen Jock Macdonald


martes, 15 de abril de 2025

VÍA DOLOROSA

 

Pintura de El Bosco


VÍA DOLOROSA

 

 

En ese cuadro en que estoy muerto, se mueve tu mano, pero no

puedes impedir que me vea, traslúcida. Acabo de ganar la eternidad de esa postura, y me molesta que me hayan recibido tan fríamente.

GILBERTO OWEN

 

 

Tanto como un paisaje evocado la lanza cimbrada en el costado el horizonte hosco rechinando en las costillas alrededor de la madera las manos amarradas: esa tortura de cargar sobre los hombros el fin del mundo sin más que el hierro exhausto en los tobillos: ante la avalancha solo la ebullición de la sangre los Lucas los San Mateos Los San Juanes las Magdalenas y los ecos clavados en el cansancio de los días postreros y la transfiguración —te veo en esa ciudad extraña cobijado con la muerte bajo la tarde los párpados caídos y el feroz juicio de la incertidumbre después no solo es tu cadáver sino cientos de cadáveres: los Bolívares, los San Martines los anastasios los Romeros los condenados de siempre a la incertidumbre: todo es oscuro en la noche de los imperios el hambre la sed devorando las paredes de una geografía insana ¿en qué patio de luciérnagas está el alba la luna blanca de la alegría el árbol de luz de la esperanza? aúllan los túneles macabros de la oscuridad por más no entiendo la gramática del terror ni los manuales cifrados de la Central Intelligence Agency ni las otras inteligencias conspicuas urdiendo tramas en medio del rocío hay bramidos imponentes y calaveras exhibidas como verdades ¿quiénes nos miran desde el interior de sus radares desde ciertos litorales donde el vómito es una verdad? ¿hasta cuándo la libertad para amarte para congregarnos junto al océano frente a la luz y no al costado? sé que vivimos ante múltiples tormentas ante arquitecturas fatigadas ante sombras siniestras todavía siempre vivimos errantes abriendo el surco desde el huerto hasta las semillas disecadas de los alineados y no alineados hemos viajado entonces desde la pérdida de tantos nombres hemos caminado pese a que los sueños nos fueron arrebatados cercenados carcomidos (la sed es fuga permanente hacia el infinito) a veces nos sonríe la sospecha y esa soledad extraña en el filo de la agonía nos estremece la miseria consuetudinaria en su nido la muerte ¿hay necesidad de justificarla? hay necesidad de remontar el tiempo y la historia evitar los sensacionalismos: frente a este sordo universo la soledad pero también los ojos y el amor que en algún lugar germinan (recordar debemos recordar la inocencia no la perversidad darle ciudadanía a la compasión el miedo ha creado industrias colosales recordar a perpetuidad recordarte entre lo nefasto y alevoso ¿fue aquello un designio? fue sin duda la moral pervertida la dimensión macabra del poder)  entretanto qué hace la cruz en medio nosotros si su origen es nefasto no es luz sino despojo y sombra ciego ornamento de la muerte siempre veo allí el mar muerto de los sedimentos y el nudo ciego enjugando la sal de las mejillas me zambullo en esa vía dolorosa del espejo la intemperie en la garganta de los siglos la puerta falsa de la ternura con sus insomnios: una y otra vez la tinta amarga de la noche Wall Street en los sentidos los centros financieros mundiales sin buganvillas sin flores de lorocos sin mangos que maduren sobre la mesa entonces dónde está Aladino los managers of sexy shows el cyber sex puestos a disposición de innumerables audiencias en la carne hiede el aliento del tiempo y su permanente acecho apestan en medio del desierto los nombres inmolados estas glorias y estas pascuas y estos calvarios que tienen su origen en el candelabro macabro de las venas.


Del libro: «Sintaxis de la fuga», Barataria, 2014
©André Cruchaga

Imagen pintura de El Bosco


miércoles, 9 de abril de 2025

ENVÍO AL ARBUSTO DEL TIEMPO

 

André Cruchaga, El Salvador


ENVÍO AL ARBUSTO DEL TIEMPO

 

Nunca recibí la hoja de tu aliento en mi estío, ni aquella voz precipitada

a tierra. ¿En qué postal la lluvia mojó todos los absurdos?

¿En qué minutos el elefante de la tinta con algunas nubes rezagadas?

Hay otros zapatos que quedaron en el tintero, setas del alfabeto

en la gaviota de antaño, dilatada voz sobre el viento.

Los mails arremolinados calcinaron los hilos del eco, el mar arduo

de las pupilas, las aguas que el afán aprisionó en el imaginario colectivo.

¿Qué es el tiempo sino este parto de espectros, abismo gemelo de lo extraño?

¿Qué es el tiempo sino esta ventana huérfana convertida en ladridos

y fantasmas, mueca de la locomoción de tanto crimen?

(Vos) pensando seguramente en el sexo ebrio del grafito de fuego

y en las larvas que bajan, vertientes del precepto desigual

de la macroeconomía de la lluvia en el barro del templo.

Siempre fue bestiario el matadero de los alquimistas, insaciable

la rosa carnal en el esplendor de invernadero de mis cartas ajadas,

demolidas a fin de cuentas por albañales y el coro del lodo enfermizo,

bisutería donde solo hay comensales de insectos.

En el cónclave de mi caligrafía entendí que estaban cerradas puertas

y ventanas y que, aquel cortejo, tristemente era el devenir del otoño.

 

Del libro: «Sintaxis de la fuga», Barataria, 2014

©André Cruchaga


martes, 1 de abril de 2025

ÁRBOL DE LA DEMENCIA

 

André Cruchaga


ÁRBOL DE LA DEMENCIA

 

 

Al lado de la noche nos persiguen las sombras, la escarcha fugaz

del tiempo, hosco y perenne en el pecho, la tierra donde cabalga

el viento sobre el pinar, nos turban y amedrentan los sueños,

los nombres que borra el silencio, muda historia perdida en la sed,

pedregal y abrojo, la casa de adobe con sus murmullos de teja

llovida, lluvia entre ramajes que se abre en el cuerpo, mientras

caminamos solitarios y descorre la duda sus fragancias.

Tras la oruga disuelta en los ojos, todo el rebaño nocturno del aire.

Lluvia frenética en crisantemos de ceniza sostenida en agujeros

de plástico, el pueblo entre grietas, apedreado en su designio

de jaula, jaula perpetua disfrazada de país.

(Allí, entrelazados los dientes del matapalo, el subibaja del ojo

como guante entre la goma que hace gemir a la madera).

Rotos los zapatos, se ahoga el césped en los pies, viene el desvelo:

todos los cementerios acechan cargados de pájaros muertos,

¿quién mastica las raíces del crepúsculo y clama al Papa y a Dios

y quita de sus costillas los gusanos, la gota de multitud machacada

en las costillas? —Por cierto, que ahora cultivamos heridas,

y hacemos con la ruda invocaciones frenéticas, hasta el punto

de quedarnos desnudos en el llanto, obedientemente inconsolables.

Por si fuera poco, unas cuantas monedas no lavan al cordero.

 

 

Del libro: «Sintaxis de la fuga», Barataria, 2014

©André Cruchaga

Imagen André Cruchaga.


jueves, 27 de marzo de 2025

HUELLA DE LOS DÍAS ANÓNIMOS

 

Imagen pintura de Roberto Matta, Chile.


HUELLA DE LOS DÍAS ANÓNIMOS

 

Esto de andar, multiplica las sombras, crece simplemente la avidez,

los submundos de muchos días anónimos, hambre y frío virulentos

—hambre y frío de una tinta imantada de espesura, larvas de trapos

y repulsivas cabildeando en el vientre hecho destrozo.

Es como si el infinito alumbrara las profundidades, el granito a veces

arrastrado por los ojos, huellas delatoras que se cruzan

por la memoria, a veces como una rendija de orfanatos o burdeles.

(También lo efímero impregna de horizonte los íntimos predominios

del tráfico), los zapatos que apagan los cirios, la sangre en la ventana

de la escritura con la sospecha de algunas reverberaciones.

Cada semana fue la tormenta devaluada, la gota estriada de la carne;

cada fruto hizo rieles de soledades,

(siempre el país me ha resultado un dilema, el peñasco de la otredad

en los labios, la hechicería que dejan los pies descalzos; inhóspito

y horrible con su múltiple vasallaje).

El país cada día nos anticipa su resquebrajamiento, la ignominia,

los sicarios, todo coexiste en la pedagogía del zarpazo.

A lo largo del camino van quedando sedimentos, iconografías

de tantos días abatidos, de tantos días de brutalidad: el ojo en llamas

y la puerta difusa de las distancias.

 

 

Del libro: «Sintaxis de la fuga», Barataria, 2014

©André Cruchaga

Imagen pintura de Roberto Matta, Chile.


martes, 25 de marzo de 2025

NOMBRES DIVERSOS DEL RUMOR MORIBUNDO

 

Imagen pintura de Roberto Matta, Chile.


NOMBRES DIVERSOS DEL RUMOR MORIBUNDO

 

 

Los fui aprendiendo a la luz de la caverna del pecho como semillas

compartidas a lo largo de la hoguera pavorosa del sueño.

Desde entonces el júbilo tiene campanas y mausoleos, lamentos

de vidrio, fulgores desolados: (aprendí, luego, que existen palabras

ignominiosas y absurdas), nombres breves, frenéticos y heridos.

Ahora juego a subir y bajar escaleras, subir y bajar escaleras,

(de pronto pienso que el cielo tiene lenguaje de basílica,

y lejanías más extensas que un plato de comida).

¿Qué circunstancias aúllan en el espesor de ciertos nombres?

Esta tierra me invade los ojos, viola la caricia y las tantas esperas,

esta tierra grita clavos y furias, sollozos extensos de niebla,

esta tierra me reside y me derrama, desnuda se rompe en mis manos,

desnuda muere largamente, yerto resplandor de abismo,

esta tierra golpea en su exterminio, golpea y debate contra la muerte,

desclava viva mis soledades, la soledad tota en latidos.

Todo este insomnio purgativo tiene la catequesis de una metástasis,

un almacenaje devaluado de la vida.

Sé que mi pelaje, a menudo, se enfría con severidad en la lluvia;

Sangra el horizonte cuando desciende al mundo de los muertos,

Sangran dispersos los ecos una infancia agónica.

Duelen los esqueletos que traslucen sordamente las calles del país;

en mi garganta mugen jóvenes madres en rebaño, cables de gritos,

alta noche sin estrellas donde desaparecen las vírgenes.

 

Del libro: «Sintaxis de la fuga», Barataria, 2014

©André Cruchaga

Imagen pintura de Roberto Matta, Chile.


martes, 11 de marzo de 2025

CAMINO DE PERROS

 

Imagen pintura de Roberto Matta, Chile.


CAMINO DE PERROS

 

 

Y siempre estás en él en cualquier sitio: «me posees y yo me entrego» acaso porque desde la infancia viajas conmigo en algún lugar me esperas mientras camino avanzo gris el ciprés vencido del bosque seca la sed como las aguas evaporadas por el viento ahí veo el féretro y la losa la lengua en su largo silencio ¿en qué razón cabe el alma o el alma dentro de qué ecuaciones se puede tasar? me duele Dios la conciencia la memoria la ropa la continuidad del futuro este Ser este otro en el porvenir  del instante en el más allá de los túneles que nos invaden: no hay llanto no lo hay ni angustia solamente ternura en el quedarme en el invierno de la pira muerte eterna desposeída del vaivén trágico morimos en razón de las contradicciones de la vida quién duda de la brasa y el nombre de las cosas poseso abro mis semillas nupciales los dedos de la esperma en el cuenco de la madera lo henchida que se siente la carne con el agua que humedece la entraña todo lo has ido madurando semejante al fruto: átomo lenguaje razón prójimo el mismo creer y descreer en la muerte nada hay de lúgubre en esta calle infalible ¿en qué lugar redimo mis juguetes? ¿en qué deriva el escarabajo de la tumba?  debo pensar en todas las analogías de mi nombre en el espejismo que no deja de ser esquirla en las pupilas en el vértigo desolado que producen los muros en lo irremediable que resulta el último suspiro —(soy verdad)  verdad hoy lo que seré mañana o una conspiración que acaba disolviéndome dentro de la palabra el embrión del sinfín todos aquellos secretos que conlleva la ceniza todas aquellas cruces y alegrías lo mínimo y grande de la sombra este itinerario de la muerte que a ratos no cabe en la geografía de mi pecho y necesita el mar y los pájaros (cada vez se hincha la tierra en lo halagüeño) la luz la piel las uñas a qué me aferro para inmunizarme qué otras torturas habré de vivir ya en el albor del ojo cansado de morar en lo inminente de la tierra en la desesperación del humus profuso  del camino en esta inexpresable voz de lo que ha muerto yo ya me he entregado junto con mis tiliches he hecho creíble el nido de lo irreparable (no hay retorno sino la herida de los deudos) ¿quién magnifica este trance el soplo audaz del  vientre nuevo? jamás puede haber prurito ni pesimismo en el acto solitario de morir si acaso hambre por lo transitorio si acaso serenidad ante el escenario —no me perturbas muerte no me laceras todo lo consumas en el imán de la flor de los embarcaderos todo el lenguaje lo enamoras con esa brasa de la madre última en más de una vez me acongojó la idea hoy me enseñas y te enseño desde ese lenguaje sordo de la herencia tus brazos son promisorios como la trementina del Evangelio sin vanidades ni tragedias ni burlas ya se hace tarde en el sembradío discurren diminutos los segundos: en el fósforo el alabastro del hambre inicia la mariposa su encanecido delirio: es frío el tallo de la piedra y el absurdo de la palabra.

 

Del libro: «Sintaxis de la fuga», Barataria, 2014

©André Cruchaga

Imagen pintura de Roberto Matta, Chile.


sábado, 1 de marzo de 2025

ECOS CALCINADOS

Imagen pintura de André Masson


ECOS CALCINADOS

 

 

Los tristes carbones, los vírgenes leños ahora profanados

perecían lentamente entre las garras sádicas

de las altas y verdes arañas…

ANTONIO SAURA

 

Miro las armaduras y los focos de la noche por la indiferencia,

los castillos demenciales de los espejos, sádicas piras en cuchillos

amarillos y la hojarasca oxidada del tiempo. 

                                        ¿Cómo pervive el ala

fría en la armadura de la salmuera, los vientos sin provisiones,

salvo la fatiga del deambular del hollín, 

el tizne y aún el desequilibrio de los trenes?

—Vengo de lo inhóspito, aunque nieguen mi existencia:

vengo de navegar entre mausoleos y estatuas, masacre de sombras,

en medio del patriotismo funeral de la semana, del galope violento

del mar en los litorales donde el pueblo teje su propio drama:

nada es fortuito, aunque ya no haya tinajas solo atropellos.

Bajo a todos los objetos que iluminan las centellas,

sin medida ni tapices;

vuelvo a la sábana incierta del fango en un país donde se respiran

abismos, al azote carnívoro de los ecos,

sin que existan posibilidades de salida a esta demencia suntuosa

de la saliva que adquiere ciudadanía en el tintero del pulso.

A la altura de las sienes, están las ganzúas sosteniendo las paredes

del aliento, el altillo del desagüe de las aglomeraciones,

los encajes de los paraguas con su margen de torrente tardío.

 

(En la catacumba de la respiración, la humareda y la escoria,

los hirvientes oráculos de lo indecible, esa otra dimensión

de la corrosión devorante.

¿Hasta qué punto la oscuridad se obstina en lo suyo y lo ajeno,

y muerde el ya sordo césped de los andenes?

—De pronto, la hojarasca calcinada es mi trofeo: me aproximo

inevitablemente al despojo, a lo progresivo de los esqueletos

de la noche con sus búhos,

                      a este mal del destrozo de los relámpagos).

 

Otros serán los que descifren, adentrándose en mis precipicios,

el escalofrío y las razones del vómito, la gripe de los murciélagos,

la porcelana del crepúsculo, todo cuanto se volvió desequilibrio

y sospecha, vigilias permanentes.

En cada letargo que produjeron los magullones de este tránsito

sin tregua, todo el tizne acumulado de los ahogos, 

las moscas velando el suicidio, las manos con su árbol de cansancio.

Por más infatigable que sea la devoción por las begonias,

la hostilidad aró su cauce, con todos los objetos de labranza

de la alevosía. Con todos los aperos de la memoria.

Luego, ¿por qué tanto odio en golpe dentro de la sonrisa,

a la hora del desayuno, durante la danza de los vitrales,

en la alegría del alma,

cuando el albor murmura en su oleaje matutino,

cuando la respiración quiere dejar de lado el agobio y los armarios

de la noche en su embriaguez de ceniza? No adivino los vitrales

entre tantos fantasmas, dentro de mi propio paisaje a veces inútil.

Disgrego las sombras con mi parpadeo: ningún tiempo es inocente

a las telarañas, ni a esta tortura que produce el desafío del vértigo.

Los rigores del sin embargo son audibles ahora que el vilano

del eco atraviesa los travesaños del eco calcinado.

 

 

Del libro: «Incendios giratorios», Barataria, 2013

©André Cruchaga

Imagen pintura de André Masson


 

miércoles, 26 de febrero de 2025

RESPIRACIÓN

Imagen pintura de André Masson


RESPIRACIÓN

 

¿Acaso cabe en los neumáticos vacíos del universo, la longitud

de la voz que gira en la sombra y a ras del suelo?

—En pedazos inasibles la batalla librada por la tuberculosis,

y las encías rotas del calendario.

Suenan las sombras con la ropa sucia y el insomnio de peluquero.

Hay días donde el harpa de la niebla nubla mis sentidos, la rosa

lánguida en aquel lejano pez de los latidos;

caída la claridad respiro en pedazos la respiración de la sombra

 

En el tropel de las estatuas, el discurso del método. (Gramsci

hablándonos de catarsis y praxis, Cuadernos de la cárcel; Foucault

y nuestra moral despilfarrada en la incertidumbre).

La barbarie en sus actos de castración también usa escapularios,

y fornica con el dogma y el poder.

Tiembla el ojo en la sombra de lechuza que lo ahoga, innecesario

que enmudece el tiempo cuando ya han sucedido

todas las convulsiones del extraño movimiento de los pedales.

La toz embozada de diablo que nos persigue intensamente.

 

Desde los pies la ceniza celebra el sobresalto y sus vejaciones.

 

Entre lo que se fuga los párpados caídos de la ceniza, las gotas

del sonambulismo en la piel, los fríos oscuros de la respiración

crispada, los acopios de los condenaos en «los flujos vaginales

del territorio» asediado sin defensa por la purulencia.

La oscuridad entreabierta o cerrada adquiere cojines de ojeras.

 

Por la vía del disfraz, el último ardor y el cementerio de las alas:

los andenes acorazados por el pulso, las aguas hasta el cuello

del estremecimiento. (El terror desplaza mi paz sustituyéndola

como diría Faulkner, por un insomnio donde uno puede palparlo

todo), la tormenta de polvo y la depravación de la mesa.

En la estación de la lejanía, los párpados como puertas

derruidas, allí los movimientos sumergidos de las uñas, los nombres

abandonados en la tormenta.

 

En cada movimiento de campanas, la lengua nocturna, impaciente

de los muertos y la ansiedad, vista desde el musgo

de su propio oleaje;

con psicología introspectiva, los minutos ensayan su misal,

ensayan «el fondo con sus vértices negros, lego de alocuciones»,

parapetadas en el presidio del sopor.

 

—Supongo que ya no hay razón para el fuego sostenido

en las manos,

cuando todo alrededor es arrasado por la ebriedad invasora del túnel

que crece en la somnolencia de lo implacable.

Sobre los andenes del picotazo, el tren moribundo de la garganta.

 

 

 

Del libro: «Incendios giratorios», Barataria, 2013
©André Cruchaga
Imagen pintura de André Masson