VITRINA
No
hay ojos que llenen la ausencia,
sino
presencias que vacían el ojo.
ANTONIO
ARROYO SILVA
Yo sé dónde se guarda la alegría y sus
maniquíes, sus muebles,
botellas y jaulas. Se oye cuando el
amarillo de las monedas
inunda la habitación y la noche se
deja sentir en una gota
de nostalgia. (A veces el calor de
su piel derrama una botella
de primavera en mis ojos y golpea de
extremo a extremo
la conciencia.) En un charco de ausencia y desnudez, la vitrina
imprecisa de la tarde acorrala el
arpa contenida en los ojos;
en la presencia imaginaria un río nos
rescata de la muerte.
Todo cabe en esta locura que tiene
una barca de embeleso;
en medio de lo traslúcido del cristal
el oasis de su luz, ínsula
de labio a labio, que la boca contenta
con su existencia
de mundo forjado o de fantasma. Uno
sueña con el grito
de las constelaciones y es imposible
acoger y retener su éter.
Del libro: «La crypta de Daphne»,
2020
© André Cruchaga