lunes, 29 de marzo de 2021

NADA DEJA DE SER EXTRAÑO Y PRECARIO

 

©Obra pictórica de Viktoria Kalaichi



NADA DEJA DE SER EXTRAÑO Y PRECARIO

 

 

Al fin y al cabo, todos

los hilos de la vida

se tejen tan precarios, tan teñidos de tedio.

Aurora Luque

 

 

Tan de tedio el guacal sin asas del fondo del infinito y su horrible sonido de huesos y su nube de almíbar rezagada en el entrepiso del fruto maldiciente. Nada deja de ser extraño y precario: el hilo de los presagios es una ciudad de nostalgias, una estatua con sus encajes desvalidos, una extraña cópula al punto de voltear los ojos a las páginas ahorcadas del alma. Adoro las aguas que golpean, agolpadas, la boca fulminante de los viejos amores, el marisco de fuego en la obsidiana tocada por lo dedos del sabor fugaz del desbordamiento. Después de todo, me detengo en las órbitas del ruido de una sonrisa desencadenada de pez de sol en la transparencia de las ingles.

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Del libro: Fuego de llaves invisibles, 2021

©André Cruchaga


viernes, 26 de marzo de 2021

VOS, CON UN BLUES DE FONDO

 

Imagen Pinterest




VOS, CON UN BLUES DE FONDO

 

 

Ahora nos imantan los días más oscuros, la muerte tan bella, desnuda, frente al espejo; el brasero encarnado de animal, nos duele como un trago que se bebe en calles muertas, vacías de corazón pero con mucha incertidumbre. El dolor es navaja al borde de las sienes, muecas de sed rodeadas de deseos. Alrededor hay un mar de máscaras que nos hablan, ciegas, en la belleza animal del ardor. Aquí el oleaje que sube al altar, flor feroz arrebatada en los lavabos de una risa obscena, en una risa de lenguajes mudos del arco de carne de la medialuna del susurro.

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Del libro: ‘Fuego de llaves invisibles’, 2021

©André Cruchaga


viernes, 19 de marzo de 2021

NADA AQUÍ ES DIFERENTE A LA NIEBLA

 

© Pintura de Willem de Kooning


NADA AQUÍ ES DIFERENTE A LA NIEBLA

 

 

 

hay que haber conocido el miedo y el valor,

haber visto una mano que agita una linterna…

Raúl González Tuñón

 

 

Hay que morder, sin miedo,  las hogueras deshabitadas del hambre,

la luna rehén en los pedazos de sueño, el tiempo repentino que presagia

aguas torvas como el paraíso prometido.

Nada más digno que un candil agitado por las manos de porvenir.

En el calendario del mañana, un invierno con temblor de abismo,

un lecho, una mesa vacía ensimismada en el pecho.

En la caverna de sombras del desierto, la herida rota, tendida,

como un pañuelo cercenado por la salmuera que nos deja el tiempo.

Cuando por fin vemos la luz, solo hay coágulos de historia

y prontuarios de ceniza, y ecos de una turbiedad de aullidos.

Ante tantos recuerdos y verdugos, también la verdad de los cementerios,

los ascos de la calle que nos miran y magnifican de por vida;

siempre hay una sensación de ir gritando todos los miedos,

el futuro de huesos en las quemaduras del presente.

En algún sitio de la tierra, cierro los ojos y avanzo con mis pústulas.

Nada aquí es diferente a los quejidos de la niebla y a la rudeza del tile.

 

Del libro: Fuego de llaves invisibles, 2021

©André Cruchaga


sábado, 13 de marzo de 2021

LEJANÍA DEL PAÍS

 

Imagen Pinterest



LEJANÍA DEL PAÍS

 

 

Como el árbol deshojado en los arriates, desvanecida la piel con esparadrapos, los crímenes a la orden del día, ese infierno cronometrado y confeso, en el que se juegan todas las palpitaciones. Uno no tiene la esperanza ni siquiera de una muerte digna. Cada vez te respiro como un arlequín país de mierda. País al que sólo unos pocos se lo quieren robar al crédito o de contado. Sólo la risa en cascada hace su propia historia, máscaras y túnicas y algunos inusuales alquimistas connaturales del insomnio. Bajo el rictus granulado de la llovizna, la piedra de la barbarie siempre ilesa, como aquellos trazos indelebles de la agonía. Toda la caligrafía del miedo está aquí con sus bolsillos inveterados. Severos los rostros, plagados de baches indisolubles, de bautizos desmemoriados, y soñolientas ranuras de contrafiguras oscuras. Desplumadas sus dos únicas vocales, sólo queda el tabique de las consonantes y su roto raudal de gorjeos. Y su espina del tamaño del cielo. Levitan las sombras sobre las paredes del eco. Sobre la cobija de viuda negra. A ver si algún día le podemos dar escarmientos al terror. Sin duda, muchos se complacen en darle vigencia al hambre, estirar el umbral de la mesa vacía, fundar más desengaños y excrementos. Me quedo absorto frente a la convulsión de las lágrimas del cierzo. (En algún lugar del país, es preferible cavar la propia tumba y dejarla ahí que repose fría y desnuda como la pala amarilla del aliento al momento del trance. En el júbilo, el estrépito de los pájaros)…

Barataria, 2014


lunes, 8 de marzo de 2021

ZAGA DEL TIEMPO

 

©Obra de Willem de Kooning



ZAGA DEL TIEMPO

 

 

Detrás de cada cual, los brotes solos de  luz y el aullido de la tarde,

en su vasto ensimismamiento. (En lo profundo, la sombra invasora),

y la sed como un columpio lento de espejos al azar de la gratuidad

de los vacíos que oscilan omnipotentes en las miradas.

Las sombras con su forma de pupila atraviesan la memoria;

la arcilla asciende hasta las vértebras con su intemperie de garganta:

atrás la aridez que desangra la ternura, en su desventura invariable;

la orquesta de las aguas inunda los sentidos hasta el punto de volver

imposible las pupilas. Pienso en los espejos a discreción de los ojos.

(Siempre, al final del laberinto, la nada: origen de la pira.)

Vendrá después el mar del rescoldo, la flama posesa de la hoguera.

En la parte posterior de los relojes, el cuerpo que amaba del océano,

y las palabras de sal en la boca y las calles siempre despiadadas.

Cada dolor se nutre de las múltiples heridas del sueño: nada retorna,

ni siquiera la luz acobardada de un candil en medio del entrecejo.

Nada vuelve al corazón ahogado, sino el cuchillo de la náusea o, acaso,

la agonía bestial de la propia miseria que ladra en la deshora.

Después de todo, también la voluntad calla como un funeral…

Barataria, 2014

 

Del libro: Primavera de arcilla

©André Cruchaga


jueves, 4 de marzo de 2021

MUNDO ENCADENADO

©Pintura de Salvador Dalí 



MUNDO ENCADENADO

 

 

Llevamos, entonces, una luz de pulsaciones en los costados del aliento.

En la sombra desnudaba el escalofrío de tus labios: devoraba

ese mundo de sueños que todavía nos encadenan; mordíamos la losa

del escondrijo hasta ver peces en el lago de la contemplación.

A la memoria ascienden todavía los relámpagos y aquella leche

de luciérnagas en las paredes que sostenían el estertor y los sedimentos

del pantano incendiado en los ojos. Cada poro cavaba su sahumerio.

Ahora, claro, ya hemos consumido la extraña carne de la aurora;

y nos acompaña, solamente, el polvo y su secuela de paisaje fenecido.

Sé que en el mundo, nunca caben los sueños, salvo el pavimento

suicida de los silencios que socaba el crepúsculo.

Antes y después, siempre ha sido mucha la sed y extraños los jardines.

Una gota encadena el cierzo y vuelve maleza los pensamientos.

En mi el ojo petrificado del cadáver en un país de sílabas de infierno,

una sonrisa turbia de perezas, un espejo de hierro en cada gesto.

Sobre las ojeras del calendario, un violín de ventanas despedidas,

un precipicio mordido por el tumulto de cipreses

que el frío nos deja laboriosamente como un cuchillo.

Mañana, si es que existe, esta suerte de un invernadero de pañuelos.

Barataria, 2014

 

Del libro: Primavera de arcilla

©André Cruchaga


 

lunes, 1 de marzo de 2021

ACTOS SONÁMBULOS

 

©Pintura de Franz Kline



ACTOS SONÁMBULOS

 

 

Quiero marcharme en la cuerda floja que cuelga del sombrero del olvido:

pronto el cuerpo se balancea junto al moho, algunos minutos

tienen variantes en la respiración del musgo que cambia a libélula,

el vómito estirando las palabras del sexo en el desierto.

En las profundidades del sentimiento nacional, es traición a la patria

pensar diferente, aun cuando haya conciencia de la embriaguez

por el amaño. En el manuscrito de la arcilla caben los absurdos.

(En cuanto a la búsqueda de la verdad, se ha hecho dogma el insulto);

de hecho, es la práctica más inteligente que conozco.

A veces son más frías las vestiduras que el deshielo. Por cierto,

en el acuario, solo he visto bocas sepultadas subidas de tono.

No hay un árbol que sostenga el balanceo del vuelo de estos días,

ni siquiera esponja para mitigar cada golpe del torrente en la boca,

ni un anaquel para guardar el despojo de las fauces de las calles.

Uno aprende, de pronto, a amar la acidez de los cementerios.

Uno aprende a ver las desproporciones del ojo en el mástil de huesos

de los veleros del suplicios de cada día. En el riesgo de caminar

entre melenas grises, entre transeúntes de azogue y niebla.

Pese al candor de alas del infinito, es incierto el claror de las cortinas.

San Francisco, California,  2013

 

Del libro: Primavera de arcilla

©André Cruchaga