jueves, 29 de noviembre de 2007

Tres patrias_André Cruchaga

Pintura: René Magritte






Tres patrias




Los rostros que guarda el árbol en sus ramas
Se convierten en una ráfaga de rostros…
Roberto Juarroz


En este horizonte ya de certidumbres,
Sólo tengo tres patrias: mi madre muerta,
Los sueños: —dilatados en las sombras,
Y la noche, noche distinta cada día,
Sobre mi propio silencio de esfera.
Las tres están aquí sin sostenerme,
Bajo esta llama de pesado duelo:
Las tres celebran el quejido y el trozo
De lenguaje cuando la lluvia,
Desde su extraña levedad, moja la voz
Y la desgarra: abraza la madera
Con su fiesta líquida, sin tregua alguna.

Hay en toda esta luz que me invade,
Esa voz de inquietante intemperie:
Hay lenguaje, viento y desazón —música, no;
Sino crispación de losas, hondo sendero;
Después, todo allí, hojas…
Hojas como piedras entre la noche.

Tres patrias y ninguna puedo asir:
Algo no cabe ya en la casa con sus puertas cerradas;
¿En qué rendija del dolor respiran?
¿En qué jardines el reloj es flor?
¿En qué curvas la vida no se tuerce?
¿Por qué las horas gotean debajo de los poros?
¿Por qué cierran los ojos frente a la sonrisa
De las ventanas?
¿Dónde está el día con mis amores?:
La cita, la habitación, los zapatos,
El alelí de los sueños, la albahaca
De los pájaros,
El rasguño agolpado del amanecer.

Cada rostro se ha hecho imperceptible.

Y pese a ello, es la sábana que acompaña,
Sábana de ceniza en mi sediento aleteo:
Matorral del respiro con su piel de fuga.

A mis ojos, sin sorpresa los años.
Sólo esa cámara lenta de mis tres patrias,
Inevitables en la fragilidad del calendario,
Porcelana en mis manos,
Suspiro, acaso, sobre el granito de la lucidez.

Es de noche. Los armarios giran en su órbita.
Murmura el orbe su sollozo:
Sopla el ventanal de la penumbra,
Alrededor de los cuatro puntos cardinales.
Barataria, 29. 11. 2007.
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jueves, 22 de noviembre de 2007

Meditación con telón de fondo_André Cruchaga

Pintura: Joan Miró



Meditación con telón de fondo




Escribir es volver, volver…
José Carlos Cataño



Escribir siempre es un ir con cicatrices,
Llenarse de hambre y hacer rodar
La cabeza, posesa,
De todos los confines de los pétalos,
Los pezones y la desnudez empollada
De la muerte.
Juro que uno vuelve a tantas ausencias:
A los papeles, al vuelo, a las campanas.
Siempre el fuego está ahí ―entre vivos y muertos―,
Centímetro a centímetro, transitando
Sobre las venas, como un invierno
De fugaces ojos.

A menudo uno se queda a oscuras:
Sangra el escombro peces de ceniza,
―Reino de sangrantes brazos, profundo horizonte,
Donde el imperio nos surte de museos
Y vitrinas con entrepaños de polilla.
En el asombro caminan los zapatos,
El grito abre los encajes de las pupilas:
Toda la memoria se vuelve
Vianda suculenta,
Para luego hundir las naves de la neblina
En inocentes páginas en blanco.

A menudo la familia es el alfabeto:
Mar, misterio que uno descubre
Cuando la orfandad tiene rostro de océano,
Y el aire trae destellos de luciérnagas.
El dolor madura sus esencias de chirriantes hormigas,
Para luego desembocar en bazukas
De poderosas raíces.

Juro que la materia cruje,
Cuando el sonido de la carne se torna vocablo
Y el sueño se llena de espejos,
Y la batalla, laberinto de agónica transparencia.

En cada poema uno muere y nace,
Regresa a las calles, a los escondrijos,
Y a ese perenne adiós, hondo, del día.

Nadie sale ileso de esta quemadura.

Las imágenes humean al filo de los puntos cardinales.
Luego el “viaje de regreso”. Otra vez la zozobra.
Otra vez la medianoche entre sábanas.
Otra vez, aquí, los dientes como conciencia
Del tiempo.
Barataria, 22. 11. 2007.
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sábado, 17 de noviembre de 2007

Blues III_André Cruchaga






Blues III



Y es un sueño de mar como nunca fue soñado…
Saint-John Perse




Destino de vértigo infinito. Madera de viento.
El metal del cielo suena a medianoche;
Profundos fósforos delatan las sombras,
El tiempo se detiene en los dientes
La agonía del tabaco ata lo cósmico.
Hay un suplicio en cada cuerda del cielo
Y en los dedos un presagio de sed.
El galope de la noche vierte sal en los bolsillos:
En este manantial de agria ternura,
El otoño se hace miserable,
Idéntico al azogue en los ojos
Y a esa muerte de hostiles vestimentas.

En cada pétalo de música hay alfombras
De agonía: almas como en una gruta insondable;
Campanas transparentes sobre las piedras
Sumergen la luz como un susurro de flechas.
Siempre fueron el aullido en la vestidura:
El lado roto del canto, la semilla oscura del amor,
El retrato oscuro de los calabozos,
Y el carbón de los ferrocarriles
A través de adversas plantaciones.

Con el color se hizo duro el camino:
Absurda la vida, el vestido de escarcha sonámbula,
Los relojes de sudor, el oído de temblorosas ilusiones.
Siempre fue obligatorio el desvelo,
Sumir los cabellos en las alcantarillas
Y copular sobre el zarcillo de las moscas.
En la grieta de los grifos,
Todavía chorrean los espejos
Armarios de oxidada madera,
Frías ventanas de acantilados,
Hierbas y ratones como feroces centinelas.

En algún lugar de Georgia o Alabama,
De Charleston o Savannah, hay
Lenguajes apilados en el entrecejo:
Encajes de horizonte, ceniza en la vasija del pecho:
Un bosque sobresaltado de grises.

Nada duele tanto como esta brasa del blues,
La pesada historia del suspiro.
En este solitario crujido, las canciones
Levantan, como anticorrosivo, la herrumbre
De las entrañas, el polvo del grito
Y el humo de apagadas chimeneas.

Nada es tan fuerte como este fuego del blues,
Fundiéndose en sendero y navío…
Barataria, 17.11.2007.
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domingo, 11 de noviembre de 2007

Blues_André Cruchaga





Blues




Cicatrices de carbón en el horizonte.
Mareas de noche prisman lo humano,
Rocíos de lunas desatan códigos,
Pergaminos de cristal resbalan
En los surcos de casa,
Mientras, el arco iris susurra en las pupilas
Y en los oídos se hace evidente Bilie Holidday
Con Please don`t talk about me when i’m gone.

Al fondo de la noche, la noche de la aurora.

Las melódicas envejecen en los sueños,
Ruiseñores de humo agonizan en las entrañas:
Días, meses, sin cantar
Junto al musgo de la cruz.
Bajo soles oscuros, ríos cortados de roble
Abetos, años sin brazos:
Ciegas playas del viento, pañuelos sin solsticios,
El aguardiente en los labios,
Masticando el reloj de la angustia,
Eternidad entera.

Sobre la lejanía, la voz de las campanas
O el gastado párpado de las huellas,
Camiones de polvosos neumáticos, sílabas sin escuela.
Bajo la propia sombra,
Un universo sin caminos,
Y el ceño fruncido de tanto dolor acumulado,
Vidas apagadas al crepúsculo,
Hundidas en su propia soledad.

En la oscuridad, la palabra del sollozo
La medianoche sin papel ni madera,
Deshace doliente las paredes
Hasta fundirla en el pañuelo de la carne.

Luz ardiendo en su propio incensario.
Luz quemada en los cirios del aceite, en los ojos
De la historia:
Tierra donde fugaz desciende el día
Con su oscuro césped de barro sin estrellas.
Golondrinas cuyo mapa de granito
Delira en las aceras de un bar
Con el confín ronco de una guitarra …
Barataria, 10. 11. 2007.
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domingo, 4 de noviembre de 2007

Extravíos_André Cruchaga

Pintura: Max Ernst





Extravíos




Me extravía este tiempo con su lluvia
De desamparos, con sus pañuelos de desgracia.
Aquí, esa desgracia es una mácula y una pústula,
Traje permanente
Invocando llanto y huesos.
Al pueblo que uno vaya, los niños sueñan
Con cadáveres y esa música de perros
Y serpientes sedientas. Tanto el hampa
Como los cristianos tienen sus adeptos:
En cada uno la gente madura sus dialectos;
Pero el pueblo de Dios es otra cosa,
—Ya lo decía Monseñor Romero,
No simple jerigonza que nadie entiende,
Donde se repiten salmos y se invoca alguna
Revelación de los apóstoles…

El tiempo es sólo un simple parpadeo;
Pero en ese parpadeo, se pierden ciudades enteras,
Se forja el destino: se vive, ama, odia,
Se incuba la miseria humana
Y el desamparo como afilada espada.
Este tiempo y este mundo son propios de la indiferencia.
Nunca se podrán asir. La bondad no ilumina,
Pero se globalizan los discursos, ahora,
Con imágenes satelitales y sin papel.
El mal compra almas. Para eso está la Bolsa,
Donde las ganancias se reparten
En raciones de hambre y soledad.
El tiempo es ese fugitivo ahogo de los ferrocarriles.
Ahogo. Vaho. Tránsito del suspiro,
Mientras gorjea un pájaro;
Tránsito del alma sin atuendos fastuosos,
Segundos de nacimiento y muerte en el Universo,
A la orilla de tantas Torres de Babel.

No sé hasta qué punto las leyes de Heráclito
Siguen siendo válidas
En una memoria con tantos jeroglíficos
Y muerte emergiendo como zompopos
Para anunciar la lluvia o la tempestad siniestra.
La realidad es una maravilla: permite
Verla y tocarla, olerla,
Aunque para ello pasemos siete túneles
De espesa oscuridad, cambiando los sueños
Y renovando nuestros ojos,
Es decir, quitando el moho de las pupilas.

Los grandes cónclaves se autonombran hacedores
De la historia, pero se reúnen para beber vino
Y trasnochar a las luciérnagas;
O en todo caso, a hablar a puerta cerrada
Sobre las estrellas,
Y olvidan que todo el Planeta sangre
Y que el dolor es más ancho
Que todos los océanos juntos…
Barataria, 04. 11. 2007.
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