ASCENDENCIA
Heredé una lengua de lágrimas desoladas y un filo de
sangre de turbiedades en mis ojos: es triste, lo sé, ver un pecho de piedra y
unos alhelíes desollados donde el latido se confunde con la tortura, o, con el
resuello degollado por una mortaja. Tras los jardines atrapados por la ceniza,
la idolatría sorda del absoluto, la muda argamasa de las púas en los costados. Con
todo, sigo aquí, junto a los perros que braman desde su furiosa quemadura.
Del
libro: Firmamento antiguo, 2020.
©André
Cruchaga
©Pintura
de Fabienne Verdier