LINDERO
DE LA POSTA EN EL ALBA
A Pere Bessó
En el lindero del infinito,
el borde sedentario del espejo
y su sombra de desierto, las
fauces del fuego y las piedras,
los días civiles del
calendario debajo de la niebla:
un perro lame los
excrementos insomnes del parpadeo.
En la mano de la pobreza
tiemblan los neumáticos
y el cataclismo del tatuaje
y el pedacito de nostalgia con gangrena.
(Busco
en el pájaro del alba ese sabor de solsticios.
En
el sudor de la multitud, los juguetes oscuros dejados
en
las aceras. En este cúmulo de horas,
casi
domésticas las ventanas. El gato en la ventana tosiendo
sus
reverberos. Todavía la luz está tendida sobre la tarde.)
En la herrumbre, el arcoíris
muerde los agujeros petrificados
de los ojos. Quizás la línea
imaginaria de la luz,
la dimensión de los
pensamientos. Las calles con sus noches
a hombros, olas de metal en
una melódica.
Siempre es adusto el talud
que se levanta sobre la patria.
Jamás el sopor padeció de inocencia a la sombra de un vientre;
de huesos: amo a muerte los
ijares del entresueño.
Amo el paraguas desvanecido
de los ecos y sus miedos frente
a los míos. Cuando desciendo
al postrer despojo, el panal del ansia
y su ardimiento. Sobre el
límite absoluto del sinfín,
las palabras como viejos
corales. El olor acariciante de los burdeles.
Adentro de la garganta del
horizonte, el sueño que se resiste
a la fatiga y al violento
sudario de cometas azules.
Del libro: «Se han roto tantas cosas con el
viento», Barataria, 2014, 2015
©André Cruchaga