Foto de Aimer la Nature (Love the Nature),
cogida del Fb de
Abilio Gomes da Silva
MADRUGADA DEL DESCENSO
Inmóvil con la piedra ardiente
del minuto que baja apresurada,
—escribo sobre la hoja demorada
de la neblina, parto hacia allí donde
encajan las vértebras hincadas de
las barandas,
el salmo del cuerpo en la
diversidad del espejismo —bosteza la alacena
inclemente— frente al ojo que
crea la barbarie y las campanas,
hay un jardín en el fondo de las
aguas y un costal con estaciones del poro
mordiendo oscuras alacenas.
Tras el recuerdo en flor de la
boca, los deudos y sus confesiones fatuas.
Ya casi llego, --me digo--. Ya casi
la saliva de la desdicha.
¿Tiene el mundo acta de
nacimiento para los amuletos, aquí junto a esa
extraña sensación de calles
vertiginosas, —como algunas hojas imposibles
de asir con firmeza de árbol
ilimitado?
(Un golpe en las sienes sedimenta la arcilla, cojea la armadura.)
Mis alumnos no siempre captan el
movimiento de la metáfora justo cuando
se suscita en monólogo interior
en la carroña progresiva del hacha.
—Bueno, en realidad, tampoco yo,
puedo explicar ciertas cosas, sobre
todo, las inasibles: me pierdo
entre muerte y súplicas, entre esos ciegos
misterios inconfesos, del ombligo
en la gota de agua, los discursos
que hablan sobre las virtudes,
la piedra desierta de la sombra,
el ápice de la lengua en el sexo,
y, hasta las alabanzas que sajan
las puertas de la sonrisa.
De madrugada el descenso a la
tierra: ahora desclavo el aliento de aquella
otra voz que fue, que ha sido el
monumento a mi espejo…
Barataria, 04.III.2013
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