jueves, 21 de marzo de 2013

CUMPLIDA LEJANÍA

Foto de Occhi Di Menta, Cogida del FB de Hedes Andrea





CUMPLIDA LEJANÍA





A fuerza de disfraz, el fuego repetido. Deshago todo tránsito cercano
al mismo tiempo que subo a la escalera de lo rotundo:   restauro así,
las averías del aliento, y todas las ojeras de la ruleta rusa.
(Para hacer nido ignoro la oscuridad del tiempo, bástame sólo el camino
y aquel frío doliente en los hombros:  el tiempo presente que todo ilumina.)
En la rama del invierno, parece mar la verdad del horizonte;
construyo mi propia historia lejos de la hipérbole,  a más distancia
la verdad nos parece más próxima, borramos la mentira
(hay un silencio que deslumbra en el humillo de la página: un silencio
que enciende mis sentidos.)  
Ya trascendido el abismo, no hay tropezones ni rabias desbocadas.
 Uno deja de ser señuelo en los troncos del estanque:
cualquier cercanía sólo es claridad efímera, para eso los espejos y el espejismo,
los pensamientos sumergidos en la sombra, la mano invisible que desangra,
la intimidad sin cobija de las pupilas,
y el empujón mortecino del aire en el ojo cansado de la ceniza.
¿Algo es mejor a la luz del pensamiento cuando el peligro se descifra?
¿Vive el ala en la herida del recuerdo?
¿Sangra de claridad el espejo cuando descubrimos el filo de la saeta?
(La espina se clava en la llaga. Lastima quien aguza sobre el pecho
su rescoldo de grito, el eco perverso del delirio.)
Por suerte me alejo de los esqueletos del páramo y de la evocación
de señuelo, único riel del desengaño;
el litoral abre su propio fuego, lejos —diría— de la escarcha, del prematuro
estiaje, o de la telaraña del equívoco en su murmullo.
Dicho y acontecido el estremecimiento, me alcanza el hálito para seguir
en este misterio del poema, —que el poema es la palabra-espejo
de cuanto pervive y se esfuma (así camino de cerca con mis soledades),
y lejos de la saliva agónica de las sombras.
—Cuando uno separa las aguas turbias del pensamiento y los absurdos,
deviene otra vez la inocencia con su total palabra:
(el alba sangra su voz blanca en mi boca, el tiempo pulsa sin fantasmas.)
Destituida la oscuridad, vuelvo a ser la claridad en mis ojos:
así de simple, sin las dudas de la noche; así de suave, sin rugosidades.
(Nunca el mal tiempo puede ser un absoluto)
Ahora que he desmontado la escalera, del suelo a la lumbre,
queda por escribirse el epílogo, o acaso dibujado el testamento de aquello
de que habla la memoria frente al espejo, —latido, ojo y palabra—
la máscara desierta en su pira,
tan claro el sentido que se ha tornado en cumplida lejanía…

Barataria, 17.III.2013 


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