Imagen cogida de la red
CORROSIÓN
También la intemperie corroe las
palabras, ¿habremos de conservar
algún vástago para la resiembra
de colchones mientras el viento
a este lado busca la eternidad de
los días no marchitos para emprender
el extenso monólogo de las
muñecas de trapo
de la oscuridad o jugar al mea culpa en la caverna de la sal sobre el
otoño?
—He visto cuando se quema la leña
de la vigilia y seduce lo inverosímil;
(fuera del espejo, el agua transparenta el dominio de los muertos)
A menudo —he dicho—me salvan las
digresiones ¿ciertos ojos invisibles?
mientras tomo una taza de café
negro,
mientras camino el otro tramo de
piedras de las palabras y avanzo,
sin más, en la geometría del
vapor.
¿Acaso alrededor de los anaqueles
los muertos se amotinan en un solo
cuerpo? ¿Qué canto en la colina
inerte en un diámetro de cipreses?
(ninguna tarea ha sido fácil sin que los ojos hayan dejado de lado
la sal)
En el olfato la tarde de ciertas
frutas,
¿Dónde quedó el júbilo?
Sobre mí, los caballos agrios del
océano golpeando mi pecho; espía el fermento
y el adobe amontonado de la
herrumbre, el semblante de los amantes
que mueren o aligeran su
descuaje,
la rama quemada del vandalismo de
los minutos ¿tienen armadura las puertas?
¿Es la fosa un banquete de los
sin embargo?
—Nunca pude ver la luz quebrada
del trueno, ni la bestia invisible
con ojos insaciables,
ni la gruta con agua de olvidos,
(es mejor enterrar lo inverosímil) ¿Tiene sentido beber el
arrepentimiento?
—Que conteste el hambre o la
saciedad—
Aún entre suicidas hay bufones y
sonoros clavos de desesperación.
Todo lo supe cuando el silencio
se llenó de decrepitud (cuando el
lavatorio
rebalsó de sabiduría)
y quedó visible la corrosión sin
reemplazo. (Los anillos de las palabras
se prenden de ciertas lejanía: todo es tiempo y desvelo.)
Barataria, 27.III.2013
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