martes, 8 de septiembre de 2015

LUGARES COMO LA BRASA O EL SURCO

Imagen cogida de la red




LUGARES COMO LA BRASA O EL SURCO




¿Existen otros lugares más habitados que la brasa o el surco, que la hoguera
sin ropa, cernida en los acantilados de cada poro? —quizá un poeta
como Ginsberg, el viejo  Whitman, Rimbaud, Aragon, Éluard, Desnos, Péret,
Crevel, Carpentier, Artaud, Hugnet, Picasso, Gisèle Prassinos, Arp,  Moro
Remedios Varo y la Carrington puedan responder sin que se desmoronen
las navajas de luz del cielo, o caiga al suelo la hamaca del estupor.
Supongo que es hora de pensar con detalle en el pasado de las bocas, sacar
el sol de las paredes, obstinarse en las esquinas del surco sin siquiera bostezar,
beber algunas curvas de la noche sin titubear en los detalles de la brasa.
En la punta del olfato, la memoria prohíbe el azar y el sonambulismo,
la grafología oculta de las orejas,
o los brazos de lenguas angelicales, al pie de las sombras del pavimento.
Existen ángeles con la acidez del vinagre y demonios de dientes en las pupilas.
En cierto modo cualquier lugar es una fogata de féretros: el amor, por ejemplo;
la parálisis que produce el martirio de la basura, o el coágulo de realidad
castrado en la cavidad que deja la pústula.
Son escaleras en fuga, los colores de la brasa a la hora de taladrar la piedra
que crece adentro del fuego. Pienso en todas las asfixias sin pararrayos.
Pienso en toda la gente embozada en el surco: los azadones han acumulado
raíces y vestiduras, desfiles a perpetuidad como el volumen de un recuerdo 
erguido en esa respiración un poco dudosa de los escapularios.
Hay lugares como la brasa o el surco, y es horrible la neblina arrancada
a la inflorescencia del goteo del semen en cerraduras oxidadas…
Barataria, 2015

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