Imagen cogida de la red
OTROS CAMINOS
Nos largamos
hacia el lugar donde callamos íntimos paraguas: allá, al fondo
de la noche,
todo el mundo en el olfato, oscuras maderas, inmensas del dolor
y el gemido:
el día suele ser lento horizonte de ceniza.
¿Quién sale
ileso del agua, de la monotonía pálida de la nostalgia?
Todos los
dientes son inclementes en mi ciega forma de caminar; errante
la rama que
atraviesa las estaciones de la voz. Confusa es la realidad;
postrero, el
acaso que nos moja como un quejido en medio de viejas telarañas.
Nunca
entendí el olor que no fuera el de los pinos, o los eucaliptus.
Supongo que
nunca fue necesario otro aliento para mi mudez consuetudinaria;
otra tumba,
otros muertos, otros funerales.
Al cabo,
ningún sosiego es perdurable: uno va arrastrando lejanías,
como las
sombras del parpadeo que nos habitan.
—Hay caminos
inoíbles en medio de la breña y los guijarros. Hay aguas cuya
espuma es
absoluta. Siempre resulta extraño el otro espejo que nos mira.
Desde lo
abrupto de la madera, los ojos se llenan de horror frente a los retretes.
Sí, el revés
de todo, es la pezuña arrojada a los ijares, a lo absurdo que a veces
resulta el
balbuceo, a lo implacable que son las cerraduras, o las puertas.
Los caminos,
sin embargo, se abren a la realidad.
Pero
resultan atroces cuando muerden los cadáveres desprendidos
de las
palabras, las tristezas allí, como ropaje de granito.
Dentro de
poco, el aleteo del camino blanco que espero, el otro espejo del guiño.
Barataria,
25.VIII.2015
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