miércoles, 14 de noviembre de 2012

ME MUERDE ESTA HERRUMBRE

Imagen tomada del FB de Mirela Ciortan




ME MUERDE ESTA HERRUMBRE




Me muerde esta herrumbre como los días cansados de la nostalgia,
me muerde el papel celofán de las aguas cansadas sobre el Dios
que me tritura el pájaro confuso y estéril en sus alas, me socava la pared
desértica del día y la noche
las esquirlas esparcidas de lo lóbrego, el crepúsculo aturdido de la piedra
sobre la mesa fría de este dolor de la flor fugaz que me arrodilla.
Detrás del abandono, también los caminos del éxodo,
detrás de los relojes, la genealogía del tizne, el afán apenas un rendija
a través de la cual el otro reino petrificado,
la lluvia obsoleta, los días caducos
los brazos caídos en la mudez de los féretros: eco el hambre dispersa
en la trenza hermética del libro desgarrado.
Es duro el camino frente a los candiles que muerden la herida,
hay tantas pezuñas que trizan las gaviotas en el cuenco del duelo de los espejos.
Todo se vuelve silencio en el cielo de las ventanas.
Es como la última gota que amanece clausurada en el monólogo de los huesos,
en la sartén atormentada del regazo,
la celda como realidad herética, las muchas muertes que tienden su mecate
sobre la montaña desértica.
Se hiela la boca en los capiteles de la espera: se agazapa la torpe respiración
del calendario y emergen las lápidas como juegos del aliento.
En el cántaro de la risa, no obstante,  reptan los pájaros. Nunca olvides
la sed con los peces de tu nombre, el telar de la copa del cielo,
las oscuras palabras del precipicio que nos persiguen,
el relámpago que avanza en las horas del hambre. No lo olvides.
No lo olvides aunque tengamos disperso el viento entre nuestros dedos,
aunque la destrucción o el polvo sean nuestro tatuaje,
aunque el abismo nos visite cada día con sus pústulas frenéticas:
sólo hay que darle crédito, no a la devastación, sino a la hierbabuena del tren
que dialoga irrevocablemente con nosotros:
aun descalzos podemos sentir la música inexorable de la ráfaga familiar
de nuestras bocas. La hoguera con su tabanco de ríos,
podemos oír las palabras debajo de nuestras sábanas y levantar el techo
hasta el punto cero, urgido del vacío…
En este sed de herrumbre, lenta redondez de los relojes.

Barataria, 06.XI.2012


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