Imagen tomada del FB de Mirela Ciortan
ME MUERDE ESTA HERRUMBRE
Me muerde esta herrumbre como los
días cansados de la nostalgia,
me muerde el papel celofán de las
aguas cansadas sobre el Dios
que me tritura el pájaro confuso
y estéril en sus alas, —me socava la pared
desértica del día y la noche
las esquirlas esparcidas de lo
lóbrego, el crepúsculo aturdido de la piedra
sobre la mesa fría de este dolor
de la flor fugaz que me arrodilla.
Detrás del abandono, también los
caminos del éxodo,
detrás de los relojes, la
genealogía del tizne, el afán apenas un rendija
a través de la cual el otro reino
petrificado,
la lluvia obsoleta, los días
caducos
los brazos caídos en la mudez de
los féretros: eco el hambre dispersa
en la trenza hermética del libro
desgarrado.
Es duro el camino frente a los
candiles que muerden la herida,
hay tantas pezuñas que trizan las
gaviotas en el cuenco del duelo de los espejos.
Todo se vuelve silencio en el
cielo de las ventanas.
Es como la última gota que
amanece clausurada en el monólogo de los huesos,
en la sartén atormentada del
regazo,
la celda como realidad herética,
las muchas muertes que tienden su mecate
sobre la montaña desértica.
Se hiela la boca en los capiteles
de la espera: se agazapa la torpe respiración
del calendario y emergen las
lápidas como juegos del aliento.
En el cántaro de la risa, no
obstante, reptan los pájaros. —Nunca olvides
la sed con los peces de tu
nombre, el telar de la copa del cielo,
las oscuras palabras del
precipicio que nos persiguen,
el relámpago que avanza en las
horas del hambre. No lo olvides.
No lo olvides aunque tengamos
disperso el viento entre nuestros dedos,
aunque la destrucción o el polvo
sean nuestro tatuaje,
aunque el abismo nos visite cada
día con sus pústulas frenéticas:
sólo hay que darle crédito, no a
la devastación, sino a la hierbabuena del tren
que dialoga irrevocablemente con
nosotros:
aun descalzos podemos sentir la
música inexorable de la ráfaga familiar
de nuestras bocas. La hoguera con
su tabanco de ríos,
podemos oír las palabras debajo
de nuestras sábanas y levantar el techo
hasta el punto cero, urgido del
vacío…
En este sed de herrumbre, lenta
redondez de los relojes.
Barataria,
06.XI.2012
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