Imagen tomada de flickr.com
CON UN LIBRO EN LAS
MANOS
con un libro en los dedos la mano derecha y
en la otra caracoles: es raro soñar y tener en el entrecejo un vaso
transparente con agua a punto de saltar a la otra orilla donde habitan los
recuerdos supongo que es locura pensar a profundidad las cosas guardar la
genealogía de la tinta en el terreno vacío donde mueren los desvanes de
soledad: cualquier circunstancia es un pretexto para no hablar de la poesía de
los libros verdes encantados que leímos en la infancia de pronto como si nada:
ha transcurrido el tiempo dejamos escrito cada minuto del pálpito entre ráfagas
de aire calor frío abandonamos la tarde y nos adentramos a la madrugada al
punto de habituarnos al ruido de los pájaros en las manos los armarios de la
sed el reloj sordo que nos mira desde la reiteración del ritual sobre la
mesa acudimos al diccionario del
colibrí cuando nos desafía el aleteo
cuando es necesaria la constancia sin reproches y claro en la efervescencia de
los poros — vos, yo —
echamos al cesto el sobretodo y los pañuelos ahí adentro la profundidad del mar
en sillas de azúcar en la cavidad del
pecho el mimeógrafo del pálpito extendido en la noche el ascensor del asombro
las paredes con objetos del deseo me pregunto si la nostalgia podrá quebrarse
un día o si el puente colgante del asombro se convertirá un día en sórdidas
aguas sobre los retratos que hemos ido acumulando en cuanto al amanecer espero
siempre que sea perdurable: a través del balcón las crónicas urgidas de las
ventanas: Ulyses en el infortunio de las aguas las pupilas con su telegrama de
zapatos bien que la ternura es una hogaza de pan inequívoca al cabo de la
fuerza del destino bien que ahí en el concierto de los desahogos releemos los
caminos prolijos del vértigo: en el fondo siempre me quedo absorto creciendo en
los centímetros de los claveles en ese todo que bufa en los gladiolos hasta
arder en el estrépito de los muslos
Barataria,
21.XI.2012
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