Imagen cogida de la red
RAZÓN DE LA MEMORIA
Juego a los espejos y a perseguir
rostros entre las sombras abisales
de la memoria: no existe otra
razón sino la del olvido, consumar la lengua derruida
de los ecos, saltar sobre
el vacío.
La muerte del tiempo nos amenaza
con todos los desamparos y suicidios
en las calles. (Se pudre el pétalo de sueño sobre la mesa.)
Sobre los ojos petrificados de
los paraguas, el vuelo oscuro de las moscas
y el cielo de ceniza sobre las
pestañas. (Si existen más razones, lo
desconozco.)
A veces, lentamente, nos amordaza
el horizonte.
En el jardín deshecho de los
embarcaderos, cada quien y a su manera
es náufrago. Los bolsillos
picotean silenciosos ataúdes, a la hora de lavar
los pies y la conciencia: uno
sabe cuándo han sido violentados los grifos…
Todo es irreparable después de
que han sucumbido las lejanías, y el olvido
ha cerrado la garganta de los
muros y la niebla.
Existen razones para limpiar la
oscuridad de las tapicerías.
Dondequiera hay jaulas y
huesecillos para distraer a perros. (Voy
a donde nadie
me contagie de nostalgias, para no sentarme junto al coágulo de
la pesadumbre.)
En cada almohada tirita el reloj
del pálpito.
Mañana, —por cierto—, será sombra
el vegetal del alfabeto.
Cada vez vacío mi memoria para
que pesen menos las banderas.
En ese afán de recordar u
olvidar, se desmiente el hilo afiebrado del humo:
en los costados, los vagones
desnudos de los trenes y el ala del calendario.
Barataria, 2016
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