Imagen cogida de la red
CAUTERIO
Quemo las palabras y mi aliento:
quemo el alfabeto y las arterias.
También me olvido, por increíble
que parezca, de los rescoldos y su diaria
ceniza, de las truculencias del
sistema financiero y lo insólito de los andenes.
El picotazo del asombro es lo
único que me salva: ya tuve brasa, cirios
y purgatorio; no quiero el lugar
donde se fraguan tantas heridas sin el dreno
necesario. Es hora de deshacer
todos los miedos.
La cirugía es necesaria ante las
telarañas de la noche, ante el crimen
de los sentidos, ante la
herrumbre que devora sin piedad.
(Al menos, cuando ya no seamos, no será la piedra la que se
precipite sobre
los poros, ni mapa los sedimentos de la ignominia.)
Diré, después, que ninguna
negrura es posible sin los ojos abiertos.
Ya está cerrada la puerta. El
tren ha surcado la estación de los muertos.
Barataria, 20.VII.2014
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