©Obra de Franz Kline
SOMBRA KAFKIANA
Usted ni lo imagina después de todo: no
imagina los retrovisores de mis palabras esas extrañas torpezas de mi locura
los extremos cuidados que tengo con el chorrito de orina de la calles con las murmuraciones que
empañan mi titubeo a menudo fulminantes figurativas las más de las veces ya
fuera de cualquier decoro me río de pliegues visibles de las arrugas claro no
siempre tengo elección así que agacho la cabeza y huyo del absoluto de la
ferocidad constantemente me quedo contemplando la melancolía lo incorpóreo de
viajar por estas calles del país lo infinitamente repugnante que es mi joroba
la sonrisa descascarada y frágil de la
geografía al momento de arreglar las verdades de este mundo: hay muchos ojos
puestos en mi mesa frente a mí algunos desastres las sombras kafkianas de los
periódicos los cómics cocidos a fuego lento traslúcidos para no hendir
demasiado las conciencias —de pronto siento que me es familiar el olor de las
sombras la oscuridad indecisa de tu sexo el presentimiento que se abre con
alguna certidumbre (al cabo la felicidad
siempre se nos muere primero yo lo he advertido siempre ante el despojo tanta
humedad y recuerdos no son posibles cuando la ceniza se esparce en mi locura)
retraído el corazón no escucha las mareas ni las moscas de las gesticulaciones
vacías ni los objetos vibrátiles de las antípodas uno está sujeto a los estados
naturales de lo dantesco y a esa guarnición de discursos entorpecidos a
voluntad de la sapiencia mis interlocutores habituales son los mensajes
subliminales de un anticuario lúdico esperando la revelación de algún camuflaje
o también el colorcito de las visiones desteñidas —en la hoja cavernosa de mis
poluciones un aullido de cuchillos rebota en mis ijares mientras sigo añadiendo
fotografías a mi melancolía a ratos silbo es cierto en vez de balbucear escribo
tratando de cortar mi cordón umbilical o limpiar las suturas que me dejan los
equívocos es cierto a veces oigo risas grotescas como el monóxido entrando en
mi garganta o los coágulos de paraíso de la cópula o el hormiguero abominable
del pecado por lo demás tengo una espátula para rasparle la cara a las estatuas
a fin de que convalezcan de su delirio el silencio arde ahora en una república
de desmemoria con el corazón roto arde en una especie de martirio la hipocresía
los canallas que quieren arrancarle el corazón a nuestra patria…
Del libro Estado fósil, 2017
©André Cruchaga
©Obra de Franz Kline
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