Imagen cogida de la red
REALIDADES VACÍAS
Nos
arrastran hacia el estío, estos metales
de códigos vacíos, los cofres
con ratas,
en medio del ultraje y muerte que vivimos.
No hay
misterio en las monedas desgastadas de los preceptos, ni azúcar
en la niebla
precipitada de las destrucciones, ni rumbo en el viento mutilado
de los
bolsillos, salvo en las cataratas,
en los
ruidos de antaño sin cerrojo, en el país de monumentos de dudosos brazos:
todo
es tan real como lo inexistente. Como el aullido duro de la ceniza del país,
como los nombres que levantan puños de lágrimas,
y corrompen
con su boca inagotable.
(Siempre nos hablan y nos quieren enseñar cosas
extrañas, episodios proféticos
de santos que no existen; llegado a tal
insensatez, quedan en mi memoria todas
las amputaciones posibles, las
diversiones privadas que uno no ve, las formas
de darle ciudadanía a la
ignorancia, al bestiario de invierno en nuestra conciencia,
a las borrosas
imágenes de cierto vampirismo.
Por supuesto, durante las semanas, me gasto las noches en cigarros y
en una
y otra angustia entre las tantas que deben
acompañarme.
Dicho sea de paso, por equívoco me río,
desgraciadamente; descubro, claro está, desconciertos en esta venerable soledad
de los brazos.)
Ante lo
innumerable uno quiere creer que la realidad es diferente; no es así.
Mientras
desciendo a las ojeras del insomnio, otros se adueñan de la memoria.
Aun no sé
cuál es la diferencia entre una tormenta o una jaula.
Sólo sé de
las noches amarillas de la nostalgia y de alguna lejanía…
Barataria, 17.V.2016
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