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FRUSTRACIONES
Claro, el
tiempo pone en su lugar todas las cosas, es decir, hace visible
hasta la más
oculta picadura de zancudos, ese montoncillo de piedras anónimas
que uno
ignoraba, las truculencias de ciertos graznidos.
Después de
todo, me pongo a leer poemas para divagar, y de esa forma
no
envilecerme: hay gritos y chantajes en habitaciones oscuras.
Camino sin
padrinos como el camino solo que siempre se torna en silencio.
Nada más
cierto que las antorchas ensordecedoras de los relámpagos.
Nada más cierto
que las caídas estrepitosas de la sinrazón.
Nada más
cierto que el nudo de los vacíos en la garganta y su ponzoña fiera.
Nada más
cierto que la castración de ojos en el amplio océano de la brama.
Nada más
cierto que cruzar la calle sin que ninguna asfixia lo atosigue a uno.
Siempre
yerra una mirada iracunda sobre el vuelo sobrio del pájaro.
Siempre
estamos a merced de los que quieren confinar nuestro nombre.
A menudo los
fantasmas tienen uñas y un sueño de
sabueso infeliz.
Son tan
promiscuas las palabras que pueden colgarse de cualquier altar,
del
adulterado nido en las citas abiertas,
de las aspas
encendidas del deseo,
de las
extrañas ojeras que deambulan en los pensamientos de los exégetas.
Uno siempre
escribe en las paredes húmedas de la saliva,
pese a las
obstrucciones: mi escritura está en mis manos, allí, donde otros gastan
el
olvido, y se alzan como emperadores del milagro.
Aún no he
quemado la travesía; el horizonte sigue intacto.
Cada vez
dejo que mis pupilas escapen de los trenes y esquiven las sombras.
Barataria,
02.VI.2016
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