Imagen cogida de la red
CON CIERTA DEMENCIA
Ahora mientras camino, arrastro
cierta demencia, los grandes filos insaciables
del andrajo alrededor de las
lámparas sexuales y fúnebres de las aceras.
El desconcierto es mayor cuando
el conjuro se disfraza de fraternidad,
y los sofocos castran el reino de
paraguas en disputas.
Uno vive a merced de tantas
muertes e idiotas. (Desde los que se
visten de blanco
hasta los que equivocan el crepúsculo. Desde aquella sed de
alcoba,
hasta las extrañas ganancias que provocan ciertos laberintos.
Desde los relojes omnímodos del poder, hasta los pacificadores de la
fosforescencia.
Uno entiende eso del teatro y el caballo de Troya, de ciertos
peinados y perfumes,
del modo en que se absuelven los tropezones en ayunas,
las demasiadas colillas póstumas del viento, esa extraña
coincidencia del absurdo
y las oscuridades sucesivas del canibalismo.
Yo no sé si el pedazo de diente de la mañana, sirva para entender
el dolor,
los pálidos peces que se enredan en las sombras, el pájaro de
piedra en puntillas
sobre las sienes, el mea culpa que atiza al nosotros en el
momento no esperado.
Afuera la noche es igual pese a los cientos de padrenuestros,
excepto una gotita
de semen prolongada en algún espejo.)
Ahora resulta que se quiere dar
vigencia a las esquinas salientes de los cuentos
de hadas. Alguien ha abolido la
alegría para que prevalezca el grito.
Ya no sé qué hacer con tantos
recuerdos: el suplicio es otra calle con igual número
de muertos. Es noche, la
alcancía del sol en nuestras manos…
Al otro lado de ella de seguro
hay juguetes y no tantas tumbas y olvidos…
Barataria, 02.III.2016
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