Es evidente el pájaro que sale de la penumbra. Las ausencias
Que nombran rostros, las horas que se hospedan en los ojos.
El poema es posible cuando el hambre acecha, —cuando la puerta
Aprieta los naufragios,
Cuando apremia el agua circular del mundo.
DE LO INVISIBLE A LA PUERTA
Cántaro de barro.
Cántaro de barro con el que creció la mano del alfarero.
Cántaro de barro que cerró para siempre la mano de una sombra.
Cántaro de barro con el sello de la sombra.
PAUL CELAN
A veces la página tiene forma de nostalgia, de lágrima o viento.
Es evidente el pájaro que sale de la penumbra. Las ausencias
Que nombran rostros, las horas que se hospedan en los ojos.
El poema es posible cuando el hambre acecha, —cuando la puerta
Aprieta los naufragios,
Cuando apremia el agua circular del mundo.
En una y otra mano los días guardan equilibrio. La inmensidad
Siempre perdura en lo eterno, el acontecer del espejo siempre
Es presente con la complicidad de lo que, de pronto, no se puede
Explicar, por el simple espesor de la almohada o la noche.
En los nichos crece el silencio como una lámpara.
En el abanico de la flama hay una ciudad de sueños:
Ondea el suspiro un alto sol de desnudos besos. Una atalaya
Mojada de lejanía. Dos bocas dolientes de fuego.
El poema es así: crecen las palabras como miel derramada;
La tinta moja la página hasta convertirla en espejo,
Hasta crepitar el viento sobre las piedras.
Uno le ríe a la enredadera de los relámpagos: a la carne, el párpado,
Las axilas, al tacto que nos queda después de tocar el deseo.
Del cuerpo pasamos a la victoria del ala, al firmamento del rocío.
Siempre la desnudez es un grito de azúcar en los ojos.
De la noche al día, los litorales traspasan el paraguas del cielo.
Sobre la sábana se tiende la lejanía: la boca del poema en la propia
Clarividencia, del beso, del seno o del hálito.
(Hoy nos gozamos de la pira tendida en el aire: —de esa generosa
Claridad del suspiro, cuando el mundo se hunde en los cansancios,
Cuando la tarde aclarece como el trompo de un niño,
Y burbujean de verdor las bocas.
El poema está ahí, —en el puerto del ansia, en los muelles de la sed,
En la sabiduría del dolor,
En el jadeo cadencioso de la alegría, en las semillas,
En los símbolos de la voz, cuando ésta enciende el hondo mar
Del cuerpo. Allí deshicimos los témpanos a fuerza de perseverancia.
Cuando salimos de lo invisible, de lo oscuro,
El ciprés nos dio su desván de olfato, el salero nuevo de la palabra,
El destello de dos cuerpos convocados: la tinta y el papel
Como grandes piernas entrecruzadas sobre el horizonte…)
Barataria, 19.XI.2010
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