jueves, 1 de agosto de 2024

VENTANAS DESHOJADAS

 

Imagen tomada de Pinterest


VENTANAS DESHOJADAS

 

Los meses, apenas nos dejan los recuerdos de las ventanas

deshojadas entre la última fatiga y los años póstumos de la memoria. 

En el fondo, uno no sabe qué es lo que incuba el humo,

el horizonte escondido del fermentado, los vacíos del pecho

después de las mareas.

Uno siempre es fuente y almácigo para muchos desasimientos.

El hueco hurtado por la flama, la oscuridad adentro.

El tiempo se nos acaba en las hélices del otoño.

 

Antes fue la inocencia en los travesaños del metabolismo;

ahora es la fosa y el grafiti sobre la pared, el bello cuento

de los parpadeos, el caballo de bastos

de lo audible cuando la memoria se rebela contra la fatalidad.

(Yo siempre tengo sueños extraños, muy extraños,

como la aparición de conejos blancos corriendo a mucha prisa,

 tal Alicia, la Alicia de Jorge Carroll.

También tengo puchitos de orugas azules en mi bolsillo,

por si acaso. Uno nunca lo sabe después de los tantos vaivenes

del mercado: aun el mercado de las periferias o la aparente

desviación de los relámpagos. También pienso en la «Rapsodia

en una noche brumosa» de T. S. Eliot).

—Ahora necesito que me dejes olvidarte.

 

No solo alzando la palabra, sino de raíz. Quiero olvidarlo todo.

El olvido quizás sea la mejor cura frente a lo sórdido,

frente a las tantas ausencias, a las dudas,

a los imposibles. «Los años pasaron. Las tormentas murieron.

El mundo se marchó. Yo tenía dolor de sentir

que tu corazón justamente no me percibía más».

Ya no quiero que haya disfraz.  Así podré tocar cualquier puerta.

De pronto se bifurcan las cárceles como caminos de un lenguaje

siniestro, nuestro tiempo es también un ghetto, no una ficción

de Kafka, ni una paradoja de Zenón, salvo las aporías de Baudelaire.

El invierno es nuestra condición de vida, una mitología de piedras

y vitrales, lo más parecido a la comedia de Pierre Corneille.

A menudo me pierdo en la noción de pasado, presente y futuro,

como Platón hay tiempo imaginarios e inexistentes,

enrejados donde solo caben funerarias y no amantes devotos.

La epilepsia de los deshojamientos nos consume y pierde,

Se escuchan canciones en semanas de esqueletos, fúnebres

ventanas sostenidas con cera de parafina.

(Al trasluz de las tantas conspiraciones, el retablo de la tristeza.

A la noche, los mercaderes de la bruma en medio del horizonte.

siempre los falsos estupores y las monstruosidades nos acechan

es terrible despertar entre insomnes derrumbamientos justo

en los costados de lo implacable: todavía laten alrededor

de los párpados las pestañas ciegas de los objetos

y el porvenir sin ninguna garantía desde su cabeza de hambre

escucho las colmenas ahora intermitentes sobre el alacrán de sed

del cuerpo en el murmullo de los fósforos todo el castillo de naipes

de los ríos proféticos y ese abandono sin reserva de los jardines).

 

 

Del libro: «Ámbito del náufrago», 2015

©André Cruchaga

Imagen tomada de Pinterest


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