OFICIO DE DIFUNTO
Debo
esconderlo en lo más íntimo de las venas
el
Antepasado de la piel de tormenta surcada por relámpagos y rayos
mi
animal guardián, debo esconderlo.
Léopold Sédar Senghor
me muerdo
los calcañales con el escalpelo de las uñas allí los poquitos de tierra que he
ido acumulando para los días postreros el reloj de la muerte empieza a
estremecerse en medio del tumulto de los ataúdes del olvido: pienso en los
sepultureros de hoy de mañana de siempre en la tumba de los pensamientos donde
la memoria se aletarga en la cuchara de madera impermeable de los murmullos del
origen que cruje de hambre sin disiparse todo el día platico con los muertos y
con esos peces de la noche que discurren en mis huellas ¿tiene algún sentido,
después de todo? en el vagón de los ojos la travesía de los rieles toca
fondo: me conmueve la reventa de los
periódicos en lugares donde ya han oscurecido las ventanas ¿en qué otros sitios
no se ahoga el aliento ni el espejo es dardo inminente? somos emporio de ojos fenecidos en el lupanar
inmutable del universo —a menudo vos y yo enterramos tristezas insolaciones
atrios con residuos de zapatos (siempre
alguien en algún lugar me pregunta por la claridad en la respiración solo las
paredes son tangibles y los perros que aúllan junto a los grillos como en un
juego de carcajadas siniestras) desde siempre heredamos este oficio de
difuntos el poder sobre la vida y la tierra ¿qué fue de nuestra ropa? acaso las
mortajas envuelven monumentos nada ha quedado en los bolsillos ni el hedor de
la mística del Paraíso ni el contrabaile de la saliva ni la salud mental de la
cruz colgada del cuello de los ángeles ni la dulzaina oscura de las sombras ni
el alma esotérica de lo improbable me declaro fiel a los aperos de las criptas
a los sueños que dejan una escarcha de frío al caballo del destierro del
entrecejo: el mundo es gracioso sin Platón sin Shakespeare sin Otelo sin Hamlet
sin la fierecilla domada de muchos rostros inocentes cabalgamos maestro de la
Triste figura: nos ríe la muerte cuando se inclina sobre nuestros hombros ay
una ínsula para mis titubeos una ganzúa para colgar las dudas nos faltan
actores para continuar con el festín de las luciérnagas (para colmo ya no recibimos tarjetas postales) la anemia no es
idílica bajo la lluvia en los costados (vos)
la vieja lengua de la herida la goma de mascar agria de los bueyes los pruritos
de la muerte diaria culpable o no en el tafetán de la salmuera repudio las
imágenes y semejanzas el infortunio de los deseos las leyes del
desfallecimiento en el detonante del orgasmo ¿de qué están hechas por cierto
nuestras exequias? ¿desde qué garganta vislumbramos el camino? todo está
pensado para hacer un testamento de embudos así me lo dices al momento de jugar
con las canicas de las sombras: así apuntan las cuarenta noches en el dintel (sigue la escena con todos sus equívocos) no
admito otra obra de arte sino la paternidad de los sepultureros el mísero atrio
del bocado los bestiales incestos de la ceguera mañana desde lo inhabitado
contemplaremos la duración del tiempo el invierno doméstico de nuestras propias
respiraciones (pañuelos y zapatos harán
la misa) es gratis después de todo la imaginación y esos sedimentos de
madera en la respiración del grano de mostaza…
Barataria, 27.IX.2014
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