domingo, 2 de mayo de 2010

CRÁTER, ESPEJISMO EN LA CIUDAD PERDIDA

Mientras se nos escapa el Paraíso de las manos, la ciudad pierde
Sus jardines de cejas anhelantes, los kilómetros de sosiego
Deseable, —tenemos el séptimo día de la vergüenza, fines de semana
De carnicerías, espejos depilados por el espejismo.
Ilustración tomada de la red








CRÁTER, ESPEJISMO EN LA CIUDAD PERDIDA








Mucho antes de nacer yo era conciencia en alguien.
Era la vida sin su límite pobre.
VICENTE ALEIXANDRE







Mientras se nos escapa el Paraíso de las manos, la ciudad pierde
Sus jardines de cejas anhelantes, los kilómetros de sosiego
Deseable, —tenemos el séptimo día de la vergüenza, fines de semana
De carnicerías, espejos depilados por el espejismo.
Detrás de mí hay cientos con fiebre y gangrena. Candiles
De infierno interminable, horas en muletas que sangran, Cristo
Duerme en estos días furiosos,
Tazas de sollozo quemadas por las funerarias, —la traición ladra
Como un perro desolado, los cirios están a la orden del día
Como los matamoscas, como astillero de ecos desvencijados.
—Muerde el rictus de la monstruosidad, el acecho agazapado,
El vaso de la astrología con espuma, una carta de vitrales anochecidos.
No sé si alguien ve signos diferentes alrededor de la ciudad:
La ciudad gira alrededor de matapalos, diálogos de copioso hollín,
Gira alrededor de perros sarnientos,
Juegan de tirarle un tiro al país,
El sordomudo hace maniobras de pensamiento.—te callas o te callas
Como las viejas dictaduras, como el perro que lame a oscuras la noche.
Desde luego hay miedo en los zapatos. Hay miedo a sonreír,
Hay miedo a las alas, —crece la joroba de los insecticidas, el guarumo
De la tos sin bacalao, la puesta de sol de los analgésicos,
Los fármacos para hacer respirables los insectarios.
Cada adoquín se ha vuelto una bomba de tiempo en los calcetines.
Cada sed es aplacada con cubitos de hielo.
Un día sólo seremos el mercado de pulgas de productos transpirados,
El ajo colgado del tabanco. La boca con candados.
La cuchara en el agujero de los platos. El hedor de los charcos
De esperma en los prostíbulos.
Un día, todos los días, este caballo rancio de las congojas.
Un día, todos los días, la plena belleza de los tiliches del alma.
Un día, todos los días, los trapos del absurdo y la mentira,
Un día, todos los días, el entusiasmo del aguardiente en las sienes.
Un día, todos los días, los trompos sin sombreros,
Los talcos grises de la indiferencia, los adefesios de la cortesía,
Los túneles deleznables de la inteligencia.
Un día, todos los días, la maroma del susurro, el ciempiés
De la intriga, la viga cercenando los ojos del prójimo.
Un día, todos los días, hacemos extraños los abrigos del lenguaje,
Mordemos el cuarto del sueño sin esperanzas,
Repetimos las ambigüedades como verdades plenas.
Un día, todos los días, peregrina la mendicidad, abajo, como la hoja
Que olfatea el césped del exterminio.
Barataria, 22.IV.2010

2 comentarios:

Ana Muela Sopeña dijo...

Extraordinario, André, como todo lo que sale de tu grandiosa pluma poética.

Lenguaje, metáforas e imágenes sorprendentes nos van llevando por un río poético de gran fuerza hacia el mar de los simbólico. Me encanta el uso de los verbos, lleno de dinamismo y vitalidad.

Mis respetos
Un abrazo
Ana

André Cruchaga dijo...

Querida poeta: como dijo el iniguable Aleixandre, "Yo era conciencia de alguien". Esa ciudad de uno donde gravitan los sueños, el cuarto de los sueños donde se respiran los anhelos.
Muchas gracias por fijarte en mi poesía, a menudo sajada por la vida.

André Cruchaga