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POSTRER SUICIDIO
Debo pensar en los cuerpos
que la noche envuelve,
en las calles sin pupilas,
en los pretéritos habitados
por el espejismo,
quizás en el trasiego del
agua cuando hierve más de lo normal,
cuando toda la historia está
marcada por el miedo,
por el tímido
claroscuro del bosque.
Hasta hoy, no sé si los
barcos pueden atravesar
las regiones heridas del
sueño,
o el torrente almidonado de
los pájaros en su escabroso horizonte.
Es posible que nuestros
cuerpos se acumulen en el espacio
y luego se liberen en un
siglo de gaviotas.
Cuando volvamos a la espiga,
habremos acumulado el sudor
en el corazón del ombligo,
el ahogo aquietado entre los
encajes desvelados del misterio.
—vos, en el postrer suicidio:
viendo la fotografía en la ventana,
las pestañas casi inmóviles,
la soledad resuelta en el espejo,
todos los nombres irremediables
en el taller entero del silencio.
Del libro: Precariedades, 2019
©André Cruchaga
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