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DESATINO
Tiempo ya que ignoraba (…) las aguas y
el brillo de los peces.
Antonio Cisneros
Temblorosas
las manos, se abren a las aguas subterráneas donde los peces de piedra pómez,
rozan el cemento. Siempre ha sido el desatino un espejo atravesando el barro:
sólo una gota de inocencia es posible para ver la luz secreta de los féretros.
Lo demás, son los residuos de los caminos desahuciados debajo del aliento. (En aquella embriaguez, nos mordió el filo
de la sangre para luego perdernos en el eco sordo del pantano.)
Por si
acaso, me cuido de los acantilados y del claroscuro fósil de los espejismos.
Del
libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André
Cruchaga
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