André Cruchaga
HUMANIDAD DE LA PALABRA
(MONÓLO)
Sueña la noche con los enseres del día,
y el sueño del hombre se puebla de seres de la noche,
vagos, monstruosos; dulcísimas palomas de lenguas largas
y serpiformes.
La noche duerme tendida sobre la superficie de media
Tierra
y sus bordes tiemblan como corolas de humo,
como flcos de niebla movidos por las manos y las patas de
los seres que
[despiertan
restregándose los párpados,
temblorosos en la angustiosa incertidumbre de su suerte.
Eduardo Chicharro
Uno
no se pertenece desde el punto de vista del poema. Se es ahí y no se es al
mismo al tiempo. La función vital está suscrita al poema, al tiempo en que se
desfallece o se muere. Es a través del
mundo de lo vívido que se conquista lo inefable, o se goza en todo caso. Quizá
no haya algo nuevo, ni novedoso, en este desengañarse uno, o metaforizarse. Cierto es que uno trasciende toda realidad,
porque ésta y la poesía es comunión vital. Nadie excepto el poeta entiende de
este viaje supremo, de este conocimiento sensible que entrelaza conocimiento y
emociones. Tal como dicen los dos últimos versos del poema “Marea creciente”,
“En lo posible trato de desahogarme y olvidarme de las proclamas./ En medio de
tantos juegos miserables, la mejor fragancia la tiene la ceniza.” Durante el
acto de escribir uno vive sensaciones diversas, seguidas de confluencias,
contradicciones; con todo, siempre queda ahí la imaginación que constituye la
verdadera revelación. Sólo en el poema el poeta se aproxima a él y a los demás
(al lector) y al mismo tiempo resuelve todo eso que le aqueja y quiere
transmitir. A cuántos Don Quijotes debemos leer y así comprender las rupturas
del mundo; qué sed o qué cruz, para explorar los sueños. Me viene a la mente
don Francisco de Quevedo, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Whitman,… La
divinidad como el poema totalizador de la vida y ello conlleva afrontar todos
los males presentes en nuestro mundo. “En los cascos del hedor, se allega el
cráter del despojo, y a la forma áspera, extraña, del silencio fulminante en
los goznes. / Nadie está eximido de las tantas roturas que sufren los caminos y
las aceras./ También en el rostro hay desusos que no pueden sostenerse./ (Por
cuestiones de sensatez, uno pervive en los espacios confinados a la soledad; /
quien sabe de extravíos, de pronto, desea claudicar en todo.” Lo primordial a
mi modesto entender es tocar aun los tiempos inasibles y verlos materializados
en el poema; exorcizar cada palabra con todas sus impurezas, renovar la
realidad, darle sentido al desencanto. El universo del poema es la suma
creativa de un sinnúmero de instantes. Si algo he aprendido es a deliberar con
mis sueños, con mis miedos, angustias, pentagramas, testamentos vacíos sobre la
mesa, de las sillas avergonzadas por el hambre. Los escepticismos forman parte de este
universo de desencantos, Albert Camus, prolonga mi fuego, lo mismo Joyce,
Perse, Novo, Lezama, Carpentier. El poema, entonces, es la conciencia del que
además de sufrir, goza la esencia de su propia temporalidad. Si algo me conmueve
siempre es mi niñez. La niñez biológica y la del poema o la escritura, esas
infancias entrelazadas de grotescas presencias y formas. En medio del aguacero
de las palabras uno debe divertirse, hay que relamer cada significado hasta
darle sentido al oficio. Mantener en firme la aventura es primordial como
también consumar el motivo que incita a esa especie de desdoblamiento. Ahora
estoy seguro de todas mis alucinaciones y de mis caminos. Al final, la luz lo
convoca a uno, pero antes ha habido perdidas, silencios, como los que todavía
hoy en día uno debe aprender a asimilar. A través de mi propia sensibilidad, despliego
mi visión de mundo y, en consecuencia de la realidad. Claro que para otras
personas será diferente, porque cada quien vive y asume ciertos valores que le
dan sentido a la vida. En la palabra encarnada está nuestra propia humanidad.
No existen los imposibles, sino circunstancias que son las que matizan la
existencia. Justo cuando pienso en el fuego, humea indefensa la taza de café
junto al apagado apetito de las colillas.
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