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PAISAJE
Crecí a lo largo de tantos andenes efímeros:
por eso me es indiferente atrapar
con mis manos sucias la imagen naciente
de las luciérnagas, —en la ciudad
maloliente de las alegorías,
lo salvan a uno las puertas del
absurdo.
Ya no me da amargura la sordidez
del filo de las palabras:
Aprendí que ante la ponzoña de los
lavatorios, es mejor el agua que fluye
del rostro abriéndose paso entre
la saliva.
—Ahora ya no me asusta el hollín
del tabanco, ni el ajuate de la piladera:
siempre salí ileso del pozo
macabro de la noche.
La condescencia desafina en
ciudades donde habita la mugre.
Callar a mi edad es un privilegio
de la luz.
Barataria, 26.XII.2012
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