lunes, 12 de diciembre de 2016

SINFÍN DE OJOS

Imagen cogida de la red





SINFÍN DE OJOS




En los ojos habitan cansados pájaros y necrópolis de nieblas abrasadas.
Arden alrededor del aliento todas las aceras inmóviles y somnolientas
de este carnaval adusto de fotografías.
Nadie puede olvidar el oficio de mirar hacia el sinfín.
A nadie le quitamos el cuerpo para que se quede a solas atravesando
los rumores del pez roto de lo postrero.
Subida el alma de los sueños, nos viene el brote y desgaste de las miradas.
Soñamos en un túnel cavado con aullidos, aunque ellos desequilibren
los techos revueltos por la brama, los espejos como un arroyo dividido.
Existe en el metal frío del viento, esa extraña plantación de fríos, los ahogos
y su absoluto, a la postre balbuceos de sal, o calles afligidas de oscuridad.
Ante el hechizo uno siempre mira más allá.
Cada quien es peregrino de sus propias tribulaciones: alarga o encoge
el camino, atraviesa senderos ciegos
hasta precipitarse en el aplastado rumor de hormigas.
Hay postas que nunca divisan los ojos, y paraísos con realidades fantásticas.
Se que uno avizora el lugar de los rescoldos del último abandono
de los recuerdos, menos el acta de defunción de los brazos rotos 
o de la hora donde ya no cabe ningún disimulo.
Y es que el sinfín, es sólo una pretensión de los ojos, un intento de tizón 
para andar entre los páramos: a veces sólo hay que sacar a empujones el miedo
de todo lo real y hacerlo legible en la boca hasta el cansancio…
Barataria, 2016

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