jueves, 30 de abril de 2020

IMPOTENCIA

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IMPOTENCIA




Aquí el sonido petrificado de la desnudez, el asombro que tiene
los fuegos de la infancia y el aroma de la tierra cuando llueve.
Aquí duelen los cementerios y su tiranía de huesos.
Tiembla el alba igual que la noche en su agonía de la luz.
Bebo la oscuridad solitaria en el cántaro de la miseria.
Zumba el fuego que aún pervive en la cicatriz viva de la boca.
No sé si reír de impotencia cuando me duele la palabra amor.
Soy lo peor sobre el hombro de las arrugas, sobre la rosa de peces
que devora el resplandor: soy lo peor cuando no puedo caminar
sobre las aguas del mar, ni retener tu cuerpo en una mañana
de pinos, ni reinventarte un paraíso.
Un manojo de huesos horada mi paladar: en la sed solo desciendo
hasta desvanecerme en los senos opacos de un trino.
Soy el peor transeúnte sobre andenes de moho:
mi pecho es remoto, como aquel pájaro de la aurora
que se embriaga en el cierzo de un tiempo impasible y vasto.
.
Del libro: Umbral de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga

ENTRE ROSAS Y ESPINAS

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ENTRE ROSAS Y ESPINAS




Escribo para hoy y para ese futuro incierto: sospecho
de las señales que nos da CNN, BBC, Telemundo.

El silbo de las araucarias se ha tornado apocalíptico,
las rosas han embargado sus colores
por un hipo de espinas abominables;
las fotografías de las sagradas escrituras,
junto a Nostradamus,
nos llevan a aldeas donde los trenes sacuden la tierra
y tosen sobre los rieles del juicio final.

Y también, sobre las flores perennes
de la niñez, 
sobre ese mañana invocado por la sed del alma.

Al escribir, el desvelo me lleva a potreros de talpetate;
gasto mis zapatos mientras transito
sobre estas carreteras de espíritu incierto.

De nada sirve caminar descalzos y desfallecer:
las llagas de la piel siguen supurando historia…

Escribo para mí, soñando húmedos jardines,
mundo sin pesadillas, (ignoro si hay posibilidades de un mañana)
un ideal siempre que no sea en blanco y negro.

Escribo para los demás. Esos demás pueden ser:
uno, dos, tres. (A falta de audiencia, claro.)

¡Qué importa! 
Un solo lector, un solo instante,
Son suficientes para dar testimonio del aire, de la sangre,
del crucifijo aquel que nos respira en los hilos de los poros
como un pez en su habitación remota,
como un seno viviendo en la boca de un niño.

Escribo de sol a sol sospechando de mi locura.
En los oídos ando campanas
y en los ojos una mosca de humo enroscada en mi aliento.

Escribo sobre gotas de péndulos de tile,
en un juego de cosidas bocas y rezos.
No es un rito para sacudir la lluvia de mis años,
ni jugar a la humedad
de los recuerdos, ni plasmar fantasmas con sus muecas etéreas.
Escribo para la ceniza del beso mirándome a los ojos,
para la bestia lenta del naufragio,
sórdida a veces, la lágrima de la infancia.

Escribo al siguiente hijo de la humanidad,
al que nacerá en ciudades frías, o tórridas,
al que de seguro lo espera una tierra yerma,
inhóspita tierra donde alguien construirá jardines de piedra
y muebles de sala con gastados neumáticos…

Escribo lamiendo el asco del tiempo,
con el alma posesa de fétidos espejos,
bajo al mundo de Job, entre yertas funerarias.
Las máscaras sin piedad,
escupen despellejados miedos y hongos,
cuyos respiros llegan hasta las vísceras del cuerpo.

Escribo de noche a noche,
riéndome de los espectros del viento.
Las espadas de las espinas guardan filos de escalofríos
y desesperados suspiros.
La noche nos susurra con su boca.

Nunca fue fácil sudar los zapatos
conforme se ha caminado sobre el umbral
de severas puñaladas y urdidos infortunios.

Sepulcros ha forjado la garganta,
lenguas de engañosa saliva lamen el corazón.

Todo el extravío, hoy es viento tempestuoso.
Huérfano afán.

En el día de las parábolas, como hoy,
la sed se ve en los espejos,
y la niebla, apilada como alimento.
Sé que escribo al filo de claustros prolijos de espinas, 
merced, a este tiempo de gritos y escupitajos.
He bajado como un ave, a tierra,
a un País donde los pétalos,
son aspas y las escamas bailan
como henchidos peces con anzuelo.


Del libro: Íntimo desarraigo, 2000.
©André Cruchaga

martes, 28 de abril de 2020

MÍNIMA CRÓNICA

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MÍNIMA CRÓNICA




Envuelto en el nudo de sal de los latidos, este sueño de lejanías punzantes, acuario terrestre donde el aroma se confunde con la fábula. Aquí huimos devorados por los juegos sombríos del espejismo, un océano de incendios nos diferencia de una gota de agua perdida en la respiración. Todo es extraño cuando una flor con alas, crece en las paredes y nos lanza hacia el pájaro de la utopía.

Del libro: Umbral de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga


domingo, 26 de abril de 2020

ANDENES ROTOS

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ANDENES ROTOS




De vuelta a los andenes rotos de la espera, las aguas secas de esta sed enajenada: es breve la aurora para todos estos sueños reprimidos, huracán de cieno en la tumba de los pájaros. A ratos solo es ceniza y niebla la entraña que se desgarra en la tinta. (Usted duerme mientras yo sajo la conciencia hasta deshacer los nudos del agua de mi propia agonía.) Alrededor de esta piedra de luto, el aullido que evoca a Lautréamont en una alberca de sueños amargos.

Del libro: Umbral de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga


miércoles, 22 de abril de 2020

EXTREMOS DE LA BRASA

©Pintura de Koen Lybaert






EXTREMOS DE LA BRASA




En medio de la multitud, gallardetes de saliva y calcetines fermentados de sal y antros en la vigilia de estos días de sedición. En el asfalto, aun las huellas de orina y unas cuantas monedas, dispersas, como la violencia cotidiana. He llegado al borde donde braman las profecías y las funerarias nos embisten con su rota espuma de madera. Aquí, la fetidez hundida en la brasa de la otredad, en el ojo yacente de la noche que nos atraviesa el alma.

Del libro: Umbral de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga
©Pintura de Koen Lybaert

martes, 21 de abril de 2020

DESIGNIO

©Pintura de Jenny Prinn





DESIGNIO






A veces los ojos cruzaban la ventana para ver el aire del poniente,
y temblaba el resplandor en lo indecible, el cielo inclinado
en los jardines, la noche que marchaba del follaje.
A veces solo el alma que persiste en lo remoto de las fronteras.
El despojo cae impunemente y amorata lentamente lo imaginado.
Mientras crece el invierno de las palabras,
se oye el murmullo que se prolonga en las estaciones de la boca:
acaso porque la memoria siempre es una rama inconclusa
sobre quienes transitan la desnudez de la perplejidad.
Ante el umbral de la tormenta, la melancolía que fragmenta
el cierzo, o la luz que prolonga el desvelo de los poros.
En las inclemencias, por cierto, uno discierne el trasiego;
afuera, el pálpito se alimenta del tatuaje y nos revela el costado.

Del libro: Umbral de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga
©Pintura de Jenny Prinn

jueves, 16 de abril de 2020

PANDEMIA

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PANDEMIA




Hay exceso de escoria en las sienes y fúnebres copas de musgo.
Ya el sueño me ha hablado de las estrofas de veneno en el aliento,
de la guerra que libramos con simples tapabocas,
de la hoguera de hormigas y fatalidad cernidas en el alba,
de los agujeros que alcanzan universos inéditos: todo sucede
en el fermento de bocas y ojos: rueda hostil el hambre
con la muerte, las jeringas manchadas de ataúdes y oscuros juegos.
No existe ni en la fantasía inmunidad posible: cada escena
es una bruma de trenes, amargo se disemina el confín de la luz,
enlutada susurra la fragancia, espeso el viento de la neblina.
Nadie duerme cuando se desdibujan las cobijas y es oscuro
el frasco del aroma, y en tu amanecer aparece la afonía de la noche
con su hierro de capucha y ardientes alfileres.
(Acaso en la encerrona no se hace más densa la agonía,
la estocada de una lágrima, la claridad desnuda de dientes,
la duda del pintalabios en los ojos de sal.)

Si algo nos queda, es la sospecha en este país de arcilla.


Del libro: Umbral de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga

miércoles, 8 de abril de 2020

VIAJE A TU CUERPO

©Pintura de  Franz Kline







VIAJE A TU CUERPO




Viajo a tu cuerpo en el tren de mis recuerdos: es mísera la niebla que taladra mi camino. Hasta el cuello llega el cementerio de una ciudad con pájaros desarmados. (En cada bruma, amiga, me queman las ansias del brebaje homicida de tu cuerpo, la demencia que nos multiplica, el desorden que nos acerca a los despropósitos.) Vivo en cada flama del despojo, en cada dentellada de tu vientre de azúcar. En cada sinrazón, la menta de tu jardín.

Del libro: Umbral de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga
©Pintura de  Franz Kline

lunes, 6 de abril de 2020

EN LA CARRETERA

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EN LA CARRETERA




Esperas que desaparezca la angustia
Mientras llueve sobre la extraña carretera
En donde te encuentras
Roberto Bolaño




Y entonces, frente a mis ojos miopes, aquella carretera que esperaba abierta a las alucinaciones. Sobre el asfalto implacable, los pálpitos desteñidos del aliento y los cachivaches desparramados en el aire. (Tu voz, adquiría de pronto, la voz de la penumbra y de esa perpetua angustia reprimida. Nunca dejamos de ser extraños y balbucientes, aprendices de soledades. El país se nos volvió destino disperso, una película de lentas agujas, un pedazo oscuro de granito.) En el recorrido de la sangre, tu boca al margen de otra frontera: sé que  el corazón, quizás,  ya no resista otra borrasca.

Del libro: Umbral de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga
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miércoles, 1 de abril de 2020

DÍAS INFAMES .

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DÍAS INFAMES




Vivimos días de cruces y espejos infames: siempre tuve claras
mis premoniciones sobre el país que tenemos;
vivimos las fétidas transpiraciones de una cacería de sangre
interminable: execrable el sofisma que la sostiene;
vivimos días de cacería y nadie se acuerda de los miles de muertos
de la guerra, de la ceniza y los trenes enterrados;
vivimos bajo los viejos poderes del mesianismo y nos arrastra
el pálido ardor de los patetismos.
Veo los huecos en la desnudez de los ademanes.
Ojos de hierro arrecian con terror y fecundan el miedo.
Ojos amargos encienden el fuego hasta alcanzar el mutismo:
ahora se escucha la voz en las paredes, velo y desvelo
por la amenaza inminente, por el sueño que se decapita.

Del libro: Umbral de la sospecha, 2020.
©André Cruchaga