miércoles, 28 de abril de 2021

CRECIERON Y MURIERON LOS JARDINES

 

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CRECIERON Y MURIERON LOS JARDINES

  

 

Esos ojos de frío no me mojan la espera de tu llama,

de las escamas pálidas de ansia.

Vicente Aleixandre

 

 

 Siempre buscamos el escondrijo de la leña quemada del andrajo

en el nudo del ansia de los días que parecen interminables ánforas.

Nada es igual a los ojos decapitados del ahora.

Te esperé por años en este territorio: crecieron y murieron los jardines,

otros jamás volvieron a este sordo silencio de miserias para enjugar

sus lágrimas: hasta el rumor de la compasión hiere al alma.

Sí, el ojo se perdió en la sedosa desnudez, cálida, de la adolescencia.

Aquel nido ahora es ruina frente a mis ojos cansados.

Nunca volviste o te hiciste invisible en el plato vacío de la puerta

amortajada: desde la cobija de olvido, solo puedo asir el frío

con sus dedos de alfileres mutilados, con su desagüe de antorcha

gastada, con su murmullo de estanque contenido en las vísceras.

Nunca volviste, es cierto. La espera se fue convirtiendo en un aguijón

indescifrable, en una hoguera de sinuosos espejismos.

Junto al grito, creció la duda con su pálida geografía, la vigilia,

y más, las distancias en el país que nos duele amorosamente.

 

Del libro: Fuego de llaves invisibles, 2021

©André Cruchaga

 


domingo, 25 de abril de 2021

A MERCED DE CAMINOS DE HUMO

 

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A MERCED DE CAMINOS DE HUMO

 

  

A lo largo de los caminos de la noche avanza la cohorte

de aquellos que tienen países y como último recurso

los abandonan dejando atrás sus rostros.

Sylvie Fabre G.

 

  

Estamos a merced de los caminos empinados del humo, ya sin país, solo mirando pasar los sueños, hundidos en calles desabrigadas, suspendidos de un hervor inmóvil e insomne. A ratos únicamente nos salva el umbral de los recuerdos, aunque persista el pupitre de la bruma y el olor a trompo desdibujado por ráfagas de hojarasca. Aquellos sin orfandad no conviven con la noche, ni conocen el adobe amortajado de la esperanza, ni el bullicio del hambre que corroe despiadadamente los zapatos. Negros relámpagos se avecinan; y no son precisamente pájaros, sino la calavera de la rosa en el cuero de la ruina de los candelabros.

 

Del libro: Fuego de llaves invisibles, 2021

©André Cruchaga


miércoles, 21 de abril de 2021

TODO TIENE FECHA DE CADUCIDAD

 

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TODO TIENE FECHA DE CADUCIDAD

 

 

 

 

Olvidaran  mis pupilas la risa.

Olvidaran  mis labios el beso.

Ahmed Arif

 

 

En el vértigo embalsamado de la fosa, la vieja costumbre de adorar la prisión de azúcar de tu pecho y mentirle a los ojos el hervor de la miseria: todo tiene fecha de caducidad, la pared de adobe del silencio y este duelo de sangrar todos los días en una fotografía. Este sueño despiadado se hunde en la niebla de un amor ennegrecido: sobre la piel hay miedos y cementerios y un fuego de piedra inusitado en las entrañas y una rima de huellas sin sonido. Es como si el mar se hubiese convertido en una larga fatiga, en un césped ciego y despiadado. De este descenso a ciegas, solo la herida rota de los pálpitos y el polvo en los ojos a modo de remanso.

 

Del libro: Fuego de llaves invisibles, 2021

©André Cruchaga

 


jueves, 15 de abril de 2021

UNA FOTOGRAFÍA FRENTE AL MUNDO

 

©Obra pictórica de Richard Diebenkorn



UNA FOTOGRAFÍA FRENTE AL MUNDO

 

 

En el salmo del viento, la analogía de lápidas que el viento muerde

con calendarios excavados en el sueño: en el interior de las luciérnagas,

una mínima luz para leer los espejismos y el eco que dejan los pasos,

las ausencias que extrañan los pies, la mutación de torbellinos.

Uno mira en la luz los pájaros muertos del sueño, las espinas sordas

del país y la biblia en la hipocresía de las manos.

Se violentan de luto, las sombras de tumbas del gusano que juega

a destino en un territorio dulcemente decapitado por la farsa.

Uno respira, enriquecidas las mismas patrañas, las mismas ataduras.

En lo profundo de la fatiga la humedad de sangre del horizonte,

y ese lento cuchillo del grito y el odio, desnudo y enfermizo.

Nada nos ampara de la miseria, ni del engaño en los ojos, ni del áspero

purgatorio del hampa, ni de los anhelos amortajados.

El país se ha convertido en un amoroso duelo, en una bella fotografía

de surfistas, rodeado de despiadados silencios y prohibidas gargantas.

Frente al mundo, los no alineados, somos simplemente mercenarios.

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Del libro: Fuego de llaves invisibles, 2021

©André Cruchaga


domingo, 11 de abril de 2021

RASTROS DEL ABSURDO

 

Imagen FB de Pere Bessó



RASTROS DEL ABSURDO

 

 

Dadme la certeza de raíces en horizonte quieto

Un descubrimiento que no huya a cada paso

O dadme un bello naufragio verde

Vicente Huidobro

 

 

En la congoja del reloj, la piel ciega de las mareas, beberte adentro,

callada en el arco de ola del vientre, deseada miel cerca de mi boca.

Que no huya tu piel encendida, aunque la luz se vaya.

Que no huya el cielo amoroso del ansia y su cosecha de arcoíris

y su poyetón sagrado en mi boca y sus ingles de arcilla perfumada.

Que no expire tu desnudez, ni tus caderas de fuego en mis manos,

ni los poros sacudidos del alma, ávidos de profundos sonidos.

No quiero horizontes agazapados, sino la savia frutal entre mis manos,

la respiración en las rodillas que deja la tormenta,

de los tifones de luciérnagas que anclan destrenzando las alas.

Precipítame como si todo el río se desbordara, como si todo el azul

fuese navío de algas e islas encobijadas, titilantes de flamas.

Vénceme hasta que ya no se produzcan los ruidos del suspiro

y el vértigo no se dilate en la almohada, sino en la semilla pura.

De las lámparas aladas del aliento, queda el pulso hilvanado

en la garganta, quizás ese horizonte de los delirios del absurdo.

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Del libro: ‘Fuego de llaves invisibles’, 2021

©André Cruchaga

 


viernes, 9 de abril de 2021

TODA LA FUGA VOLCADA EN EL PECHO

 

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TODA LA FUGA VOLCADA EN EL PECHO

 

 

Como si revivieras tus fugas entre la bruma matinal al encuentro de la rebelión tan querida, que supo socorrerte y alzarte mejor que cualquier ternura.

René Char

 

 

Sobre la tierra volcada en el pecho, resucitamos los horizontes

de la infancia, y palpamos el rocío de las viejas epístolas del viento.

Hasta aquí, todo es remoto, casi como una fuga salida de la niebla.

Alguna vez las máscaras dejarán de ser objetos recurrentes de barbarie,

o solo una mueca de los autorreflejos,

o rebelión contra la ternura en días de vileza y paisajes ciegos.

o quizás otros ojos de cipreses en el frío de la desnudez de bocas

amargas al pie de lavanderías de súplicas y selvas.

Después de todo, suponen un muro necesario de reproches, fusión

de heridas para ocultar cierta sucesión de temores o la ternura

que a menudo resulta intocable: en un territorio de danzas macabras,

cada quien le danza al destino con húmedos delirios de fiebre.

Ante la página quemada de la sonrisa, la rebelión de sed recorre

la sangre como todos los meses escritos en la memoria del universo.

Hecha la huida, nos queda el recuerdo, o la lluvia remota del olvido.

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Del libro: Fuego de llaves invisibles, 2021

©André Cruchaga


lunes, 5 de abril de 2021

INCLEMENCIAS

 

Imagen Fb de Pere Bessó




INCLEMENCIAS

 

 

Sólo los pájaros

en el cielo sienten

que una montaña, una ramita se inclina

Mukkader Yaycioglu

 

 

Me duele la palabra pájaro, esa mitología de brasa en el trino.

Me duele la palabra cielo alrededor de tantas ansiedades y espejos.

Me duele el tiempo desde esta tierra que camino todos los días.

A veces solo tengo la sensación del color oscuro en los ojos,

la isla del náufrago y sus jardines artificiales, quizás Ítaca, o Calipso,

o Barataria, el reino de los sueños desmentidos,

esta paciente herida de los ecos de las palabras, las mismas palabras

que rompen el azúcar con su ahora confeso aferradas a mortajas.

Todo se deja sentir en este regazo de piedra: en la piel, las llagas

de los espejismos de la alegría, la irrealidad y sus pesquisas.

Una montaña de balbuceos da la sensación de turbios agüeros.

Supongo que sobre la mesa, el tiempo desnuda sus acertijos de pus.

Desde el barro de sangre de la noche, se sienten los mordiscos

del despojo y el desastre que dejan las inclemencias infatigables

del absurdo: hay pájaros que nunca anochecen en invierno,

ni se acurrucan, benévolos, para ver pasar las tempestades de la vida.

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Del libro: ‘Fuego de llaves invisibles’, 2021

©André Cruchaga


sábado, 3 de abril de 2021

SIEMPRE HAY ZONAS APAGADAS

Imagen FB de Pere Bessó



SIEMPRE HAY ZONAS APAGADAS

 

 

Hay zonas apagadas en el trajín de los zapatos, zonas de horas

silenciosas, en las que el país y el polvo se juntan, el paisaje de tumbas

de todos los silencios que ahora arden con cierto frenesí.

En un estanque de nicotina, trepan puntas de humo hasta el vértigo.

Uno se afana por encontrar azúcar en la hojarasca y lluvias claras

que sin ser vertederos, lleven barquitos de profunda infancia.

Hay sed en la piel que tocan mis oídos, quizás nostalgia a la hora

de atardecer, quizás lentos grises que desordenan la cara.

En el bocado de incertidumbre, crecen los recuerdos y las ventiscas,

y ruego porque no se haga piedra el pañuelo que llevo a los ojos.

Paso mis manos sobre el resplandor del agua, —mis manos, digo—,

pero es en realidad, mi sombra que reverbera en su fuga diaria.

A contracorriente, el rebaño del paisaje molido de los páramos.

Amo el eco que se arrincona en la almohada, casi como una tormenta.

Esas geometrías que a medianoche de vuelven témpanos.

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Del libro: ‘Fuego de llaves invisibles’, 2021

©André Cruchaga



 

jueves, 1 de abril de 2021

PICOTEO DE ABSOLUTOS DESTRUIDOS

 

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PICOTEO DE ABSOLUTOS DESTRUIDOS

 

 

Veremos que somos nada salvo el reflejo de nuestra mirada

Fadwa Souleimane

 

 

Somos nada en medio del arco iris que se difumina en el sendero:

tan pronto oscurece, la luz pierde su fisonomía, aunque arda

en el pétalo invisible del aliento. O en aquella desnudez tocable

del olor, o en aquel árbol de tibieza del pájaro en su nido.

En cada hora que transcurre, los múltiples nombres del silencio

que se agolpan en los dientes de leche de los sueños consumidos.

Después nos viene la página inversa de las crines de las calles,

los ojos con cierta timidez de crimen,

las sonrisas derrotadas de los horizontes ciegos de las luciérnagas,

la ciudad o el país que uno quiere envuelto en la arqueología

de la escarcha de las estatuas fustigadas por el vendaval del vértigo.

A la sombra de los sueños, prefiero arrojar la boca a las enaguas

bailables del ojo en medio de las entrepiernas de la gota en el vaso

de la historia de aguas de los peces con su trifulca de espinas leídas.

Al oído de la oscuridad que escupe la memoria,

el picoteo de los absolutos destruidos, la vuelta a los reflejos

del vacío, a la nada radiante en su estado de evaporación.

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Del libro: ‘Fuego de llaves invisibles’, 2021

©André Cruchaga