viernes, 29 de enero de 2021

BAJO FUEGO

 

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BAJO FUEGO

 

 

Bajo el fuego, los espejos quebrados de la garganta.

Las llamas muerden los jardines y el follaje de los aserraderos.

En mi último periplo consumí los invernaderos y las ventanas

y calles y los cojines y las herraduras que nos deja en el pecho

la luna negra de los aromas nocturnos

y la almohada donde ciegas cantan las estatuas.

(Hoy sólo es el tatuaje que tiene su propio devaneo en los ijares.)

Pasado el viento, es otro fuego en el ojal del calendario;

cada hora carbonizada tiene los tejados derrumbados,

y esa hojarasca atónica de pétalos cerrados.

En las noches deambulo con mi estupidez a cuestas y píenso

en el prójimo, finjo un blues de amorosos confines

alrededor de las alas de mi epidermis:

en el Vesubio café, emudeszco de sed y espejos e impaciencias.

 

San Francisco, CA, 2013

 

Del libro: Primavera de arcilla

©André Cruchaga


jueves, 28 de enero de 2021

LLAVE

 

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LLAVE

 


Hay tantas interrogantes antes de abrir el horizonte, antes de morder  el cielofalso de los relámpagos de la noche. (En un segundo madura el mar y sus enigmas), el rumor sube a las fogatas de la espuma, sin más oráculos que la sal entregada. Después de todo, las palabras son mi único talismán en este cruce de ojos irreales. Todo el porvenir está aquí en la defensa de los sueños. Vos alumbrás el desorden de mis evasiones.

San Francisco, CA, 2013


Del libro: Primavera de arcilla

©André Cruchaga


martes, 26 de enero de 2021

CON CIERTA VEHEMENCIA

 

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CON CIERTA VEHEMENCIA

 

 

La sed en las calles como una huella indeleble. A veces luz remota.

La piel petrificada en los huesos, el tiempo colgado de los candelabros.

(Los laberintos y cementerios nos espían como una extraña fosa);

contra las lenguas de la ambigüedad, las aguas contagiosas

del desenfreno, los imperativos totalitarios de las epidemias:

este miedo de llagas y escalofríos al punto del diluvio de los pájaros.

Con cierta vehemencia, releo las tantas definiciones de la noche

y su fiebre amplificada, de riñas y pedazos de alegría;

me asombra todo lo que la oscuridad ambiciona en su dura grieta,

deletreo sin ningún imperativo las bodegas de la neblina: supongo

que necesito muletas para andar todo el territorio de las palabras.

Necesito el reverso del espejo para leer los otros fragmentos del alma,

esas calamidades duplicadas en el agua o en la piedra que se niega

al silencio con páramos duplicados: la vida no es solo lo que vemos,

sino también esa estrofa que nos amanece en la sala del pretérito.

—Miro y remiro el engañoso aforismo de la ventana tras el espejo.

 

San Francisco, CA, 2013

Del libro: Primavera de arcilla

©André Cruchaga

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domingo, 24 de enero de 2021

APUNTES DEL INSOMNIO

 

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APUNTES DEL INSOMNIO

 

 

Lo único que guardo, después de todo, es el ruido en la memoria

de aquella rama de fuego que una vez ardió en las espigas del agua.

(Al término de la oscuridad, siempre son estrechos los caminos.)

—Quienquiera puede ver su armadura desde la jaula donde nada

se borra de un plumazo. Así está escrito en las venas.

Ahora toco la ceniza, después de haber hecho el fuego.

Toco el buitre del reloj y su plumaje de siniestro silabario.

Oigo el eco impasible, lento, cruel, de la carcoma y su atroz impureza.

Un hueso fúnebre me deja la piladera del ombligo en la boca:

lo vivido es como un disparo de tormenta, inculpación de la vigilia,

o solo más allá, tumulto de perplejidades, a menudo conciencia

desgarrada, del ala que nunca pudo abrirse frente al río del espejo.

En el alfabeto del jardín deseado, el recuento, de repente,

de la memoria y su rostro de penúltima ceniza.

 

San Francisco, CA, 2013

Del libro: Primavera de arcilla

©André Cruchaga

Apuntes del insomnio


sábado, 23 de enero de 2021

VORACIDAD

 

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VORACIDAD

 

 

Todo el mar como una página en blanco. Todo el otoño en el pulmón

de una flor. Todas las palabras en el péndulo de la tinta.

Todo el frío consumido por los transeúntes de calles petrificadas.

Luego la respiración en una cucharada de azúcar.

(Uno siempre va por ahí, tratando de adivinar el milagro del vinagre

y su trasluz de fermentos derruidos.)

En mi cuaderno quedan registradas todas las sombras de la sospecha.

Queda la muda espada del ansia, el grafema de la ráfaga,

y esa retrospectiva que recorre el desasosiego y el goce permeado

por la vana sombra del goce presuroso.

Ante el vértigo voraz de una eternidad efímera, la clara añoranza fundida

en un epígrafe, o la ironía solo del instante.

—El ramaje del corazón siempre es un incensario de corpiños alados.

 

San Francisco, CA, 2013

Del libro: Primavera de arcilla

©André Cruchaga

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miércoles, 20 de enero de 2021

EMBARCADERO

 

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EMBARCADERO

 

 

En racimos, calendario de los puertos, los días intensos de oleaje.

(Llevamos en la piel, todavía, trompetas de fuego de los ayeres);

en cada escalera, sueños inevitables y franelas destempladas en la risa:

cada quien pasó de largo la ebriedad de las palabras,

cada quien fue cómplice de los dedos del frío, —el tiempo fue el único

que confabuló contra el surco y las semillas, las aguas sutiles

del juego: entonces sonaron las vísceras ante el fogonazo,

(extrañas tintas y espejos, extraña plenitud alada de la premura):

nadie se detuvo a escuchar el jadeo monocorde del búho,

ni a ocultar los azotes que producen las rendijas del aliento

en su trance de afilado mar decapitado por los acantilados.

Sobre el delantal de espuma, el viento desancla la garganta impura

tras el relampagueo de navíos en el firmamento de un litoral sin reposo.


San Francisco, CA, 2013

Del libro: Primavera de arcilla

©André Cruchaga

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miércoles, 13 de enero de 2021

SOMBRA KAFKIANA

 

©Obra de Franz Kline



SOMBRA KAFKIANA

 

 

Usted ni lo imagina después de todo: no imagina los retrovisores de mis palabras esas extrañas torpezas de mi locura los extremos cuidados que tengo con el chorrito de  orina de la calles con las murmuraciones que empañan mi titubeo a menudo fulminantes figurativas las más de las veces ya fuera de cualquier decoro me río de pliegues visibles de las arrugas claro no siempre tengo elección así que agacho la cabeza y huyo del absoluto de la ferocidad constantemente me quedo contemplando la melancolía lo incorpóreo de viajar por estas calles del país lo infinitamente repugnante que es mi joroba la sonrisa descascarada  y frágil de la geografía al momento de arreglar las verdades de este mundo: hay muchos ojos puestos en mi mesa frente a mí algunos desastres las sombras kafkianas de los periódicos los cómics cocidos a fuego lento traslúcidos para no hendir demasiado las conciencias —de pronto siento que me es familiar el olor de las sombras la oscuridad indecisa de tu sexo el presentimiento que se abre con alguna certidumbre (al cabo la felicidad siempre se nos muere primero yo lo he advertido siempre ante el despojo tanta humedad y recuerdos no son posibles cuando la ceniza se esparce en mi locura) retraído el corazón no escucha las mareas ni las moscas de las gesticulaciones vacías ni los objetos vibrátiles de las antípodas uno está sujeto a los estados naturales de lo dantesco y a esa guarnición de discursos entorpecidos a voluntad de la sapiencia mis interlocutores habituales son los mensajes subliminales de un anticuario lúdico esperando la revelación de algún camuflaje o también el colorcito de las visiones desteñidas —en la hoja cavernosa de mis poluciones un aullido de cuchillos rebota en mis ijares mientras sigo añadiendo fotografías a mi melancolía a ratos silbo es cierto en vez de balbucear escribo tratando de cortar mi cordón umbilical o limpiar las suturas que me dejan los equívocos es cierto a veces oigo risas grotescas como el monóxido entrando en mi garganta o los coágulos de paraíso de la cópula o el hormiguero abominable del pecado por lo demás tengo una espátula para rasparle la cara a las estatuas a fin de que convalezcan de su delirio el silencio arde ahora en una república de desmemoria con el corazón roto arde en una especie de martirio la hipocresía los canallas que quieren arrancarle el corazón a nuestra patria…

  

Del libro Estado fósil, 2017

©André Cruchaga

©Obra de Franz Kline


lunes, 11 de enero de 2021

LEJANÍA DEL PAÍS

 

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LEJANÍA DEL PAÍS

 

 

Al poeta y amigo Jorge Canales,

porque siempre ve ciegos y locos en las calles de San Salvador.

 

 

Como el árbol deshojado en los arriates, desvanecida la piel con esparadrapos,

los crímenes a la orden del día, ese infierno cronometrado y confeso,

en el que se juegan todas las palpitaciones.

Uno no tiene la esperanza ni siquiera de una muerte digna.

Cada vez te respiro como un arlequín país de mierda.

País al que sólo unos pocos se lo quieren robar al crédito o de contado.

Sólo la risa en cascada hace su propia historia, máscaras y túnicas

y algunos inusuales alquimistas connaturales del insomnio.

Bajo el rictus granulado de la llovizna, la piedra de la barbarie siempre ilesa,

como aquellos trazos indelebles de la agonía.

 

Toda la caligrafía del miedo está aquí con sus bolsillos inveterados.

Severos los rostros, plagados de baches indisolubles,

de bautizos desmemoriados, y soñolientas ranuras de contrafiguras oscuras.

 

Desplumadas sus dos únicas vocales, sólo queda el tabique de las consonantes

y su roto raudal de gorjeos. Y su espina del tamaño del cielo.

 

Levitan las sombras sobre las paredes del eco. Sobre la cobija de viuda negra.

A ver si algún día le podemos dar escarmientos al terror.

 

Sin duda, muchos se complacen en darle vigencia al hambre, estirar el umbral

de la mesa vacía, fundar más desengaños y excrementos.

 

Me quedo absorto frente a la convulsión de las lágrimas del cierzo.

(En algún lugar del país, es preferible cavar la propia tumba y dejarla ahí

que repose fría y desnuda como la pala amarilla del aliento

al momento del trance. En el júbilo, el estrépito de los pájaros)…

Barataria, 23.XII.2016

 

Del libro: Reparación del olvido, 2016.

©André Cruchaga

 


domingo, 10 de enero de 2021

MARCA

 

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MARCA

 

 

En la floración de las escamas, las aguas residuales de los viaductos.

(Todo sueño infructuoso acaba siendo una herida del tamaño

de un féretro, pese a lo impresionante que resulta el State Park.)

El tiempo devasta las raíces, hasta que el aire derriba los cuerpos;

cuando la desmesura lame hasta el granito,

todo es idéntico a los ojos devorados de los grises en el pecho.

—A lo largo de las precipitaciones, el paso apurado de las hormigas,

esta suerte de pupilas rotas en medio del escombro.

Más acá del terror que nos producen las bocas sucias, los días horribles

contados, uno a uno, con los dedos.

Un pájaro entre los arbustos constata el tráfago y los techos

detenidos de las casas victorianas de Haight-Ashbury.

San Francisco, CA, 2013

 

Del libro: Primavera de arcilla

©André Cruchaga

 


martes, 5 de enero de 2021

FISURAS EN EL PARPADEO

 

© Pintura de Willem de Kooning



FISURAS EN EL PARPADEO

 

 

Y qué decir de estas telarañas indemnes alrededor de la puerta,

insomnes grietas en el sueño, vivos desvaríos de muros

que golpean los ojos, ahí donde una ráfaga de fiebre hace

añicos la ventana del futuro.

Sobre el césped reinan las agujas del desvarío.

Giran las asfixias como la perversidad del purgatorio.

En el ojo ciego todo es inconcluso: la piel helada muerde, sin más,

los ijares vidriosos de la escarcha.

Hay sombras. Solo sombras de trenes en el cielo. Andrajos

de aire, y rieles oscuros de sangre en el cuello.

En los zapatos ya se alejan las respuestas y la ropa del viento.

Ya ha sido arrancada la voz y esta costumbre de esperarte.

Ya se ha roto la esperanza y solo queda un peldaño de huesos

como un pañuelo de ajada espuma y salmuera.

En la nada, un abismo de hojarasca sobre la lengua.

Hacia esta vida, la zarza debajo de las fisuras del parpadeo.

 

Del libro: “Invención de la espera”, 2020

©André Cruchaga

© Pintura de Willem de Kooning


lunes, 4 de enero de 2021

INSTANTES DEL SOPOR

 

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INSTANTES DEL SOPOR

 

 

Uno inventa ventanas parta desarmar la niebla en los ojos.

Aquí, sobre el pecho, hago memoria de todos los sudores:

una palabra de agua refresca la cara,

un vilano roza el límite de los párpados del relámpago.

Siempre aquí, como antes, la sombra de tu nombre en el muro

del alma, en ese ir y venir del mercado, las calles,

los bejucos altos de las veraneras, los insectos ahogados

en el pavimento, las hierbas altas del murmullo.

Reverbera el olor a pino en el seno del tranvía de mi brújula;

tras las mañanas frías, la fiera dócil de mis incendios,

las sombras que carraspean en mis costados, a veces remotas

como esa alegría que se nos fue perdiendo

en la puerta mojada por la lluvia.

Cuando la sombra subió como un resorte a la garganta,

dejó el búho de reptar a esas zonas de quebranto del insomnio.

Y claro, resultó insuficiente el lenguaje de los peces, confuso,

para discurrir en esta lenta espera, lacerada por el moho.

Agotadas todas las posibilidades, un dardo de abandonos,

gira en el designio, como un plato vacío de sobremesa.

 

Del libro: “Invención de la espera”, 2020

©André Cruchaga


sábado, 2 de enero de 2021

EN REALIDAD, NADIE VIEN

 

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EN REALIDAD, NADIE VIENE

 

 

Es como si nunca hubiese conocido las aguas perecederas

del paisaje y sus sangres inmensas en un gajo de miedos.

Voraz el ciempiés de espuma en la hoja total de la neblina.

Fríos los dedos del escombro que espera

en el absurdo de tinta de los atavismos de las palabras

y sus cadáveres, de la lluvia colgando de la verga de las ilusiones,

del candil que se hizo matorral de pabilos:

de pronto nos encontramos con un horizonte sin pájaros,

con un ahora donde languidecen las campanas y se hace nudo

ciego el camino, y escamas de lija el cuerpo anhelado.

Todo el vidrio de la garganta se ha roto.

En la piel hablan las cobijas atribuladas y el adobe de sal

en los ojos y el destello anulado de la carcajada del recuerdo.

En realidad nadie viene, salvo el perro con pedacitos

de calle y aglomerada ternura.

Nadie viene, es cierto, ni aquella tímida ternura de hamaca,

ni el engañoso silogismo de la pelambre.

Nadie viene. Es cierto. Es sorda la música de la lluvia.

 

 

Del libro: “Invención de la espera”, 2020

©André Cruchaga


viernes, 1 de enero de 2021

INCLEMENCIA DE LA ESPERA

 

©Pintura de Gerhard Richter



INCLEMENCIA DE LA ESPERA

 

 

Quedaré reducido a cenizas:

y los que vengan leerán en ellas.

Torcuato Tasso

 

 

“Salgamos de la ciudad por la puerta que no tuvo nombre.”

Salgamos por la puerta del ojo que nos mira, del oído que fluye

en la voz, del cuerpo robándose los huesos.

No sé si solo fue ilusión esta espera forjada en los párpados,

o un alma queriendo enterrar las últimas cenizas

de aquel paraíso desterrado.

Me pregunto cómo es vivir temblando sin quemarse: supongo

que nada ha existido, salvo la hoja del árbol que se desprende,

hasta caer de súbito sobre la tierra e incendiarse de sombras.

Me pregunto si no es estar ciego en este hierro de confusiones,

en un lugar donde los brazos están cerrados y la herida abierta.

Ya sin batalla alguna, quedaré reducido a ceniza.

La inclemencia de la espera fue solo una manera para seguir

viviendo, aunque la niebla solo tuviese silencio.

De vez en cuando cae una pluma en la ventana, una risa distante:

es el ala rota de la noche con sus lamentos.

Es la tiranía de un alfiler de escarchas, de una fosa arraigada

a la fogata de un imaginario de aguas sin barcos.

 

Del libro: “Invención de la espera”, 2020

©André Cruchaga

©Pintura de Gerhard Richter