miércoles, 24 de octubre de 2018

SÓLO UN PASAJERO

Imagen Pinterest






SÓLO UN PASAJERO




Para mi asombro, los paisajes aburridos del cielo. “Así es la vida, tal como es la vida”, dice César Vallejo. La vida adentro de una jaula susurrándonos al oído, la vida con su ortografía de página en blanco, o en desorden como las mercancías en las calles, o como las calles en concordancia con la mercancía. Es casi seguro que la vida prometida no existe, y a ratos resultan incómodas las almas tristes de las calles, el césped alrededor de las pilas bautismales, la gota de sangre en el ojal de las costurerías, los tropiezos encanecidos de la carne, las vitrinas asmáticas de los montepíos, ese mundo del prójimo con deseos ahorcados, el sol degollado en el último aullido del perro doméstico.

—“…voces humanas nos despiertan, y nos ahogamos.”, según Eliot. En la travesía de la carne, la vida es sólo pensamiento. Todo infierno tiene su propio huerto: juego alrededor de su filo, entre los absolutos y lo desvanescente; entro al muelle y desciendo hasta el último vilano. Así advierto que sólo soy un pasajero más en ese mar de tus brazos. La oscuridad, es mi única certidumbre.

(Supongo que en la carcajada de lo trágico, resucita la gramática; juego a las palabras, en medio de  rieles entumecidos. Sangra la demasía de mi sombra como un semoviviente en el matadero.)

Del libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André Cruchaga
©Imagen Pinterest

miércoles, 17 de octubre de 2018

RETORNO ERRANTE

©Pintura Isaac Levitan




RETORNO ERRANTE




Vuelves y nunca alcanzas la lluvia, tampoco lo que se anticipa y transcurre. Cuchillo de la noche el esplendor de la deriva, el candil que devora los nombres amortajados. Todo está sitiado y ya no quedan interlocutores, ni aquel primer momento de errores y herejías, salvo el devocionario cáustico de encarnar los fuegos del azar. (Duele caminar llevando la voz ciega, llamando lo que ya está desleído, los brazos marchitos, sin enderezarse.)

Vuelves y ya no hay nadie en la casa, sino el dolor; regresas y ya no hay cama, ni paredes, ni amor, ni esperanza: sólo alfileres y calambres y alas endurecidas.

(Te asomas a lo incomprensible e inaudito; ves el tren de los años en una lágrima: al final del precipicio, el aliento recoge los pedacitos insomnes del deseo. En todas las horas imaginables, el centelleo incesante del frío, borrada cualquier sombra en la travesía.)

Del libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André Cruchaga
©Pintura Isaac Levitan

lunes, 15 de octubre de 2018

DECLIVE DE LOS ESPEJOS

Imagen Pinterest






DECLIVE DE LOS ESPEJOS




Deshecho el tejado, bajan las goteras hasta el alma: las ropas húmedas fermentan cada uno de los huesos que conozco, cada una de las razones que desencadenan la lluvia. Entre múltiples sarcófagos, los pies hundidos en las ojeras de la tierra, la piedra de bruces sobre la boca, la levadura que huye de mi sombra. (Tiemblan, sin embargo, tus senos en la altura de la primavera, en la impaciencia de cada rostro efímero. Al ras del suelo la carroña de las poluciones, la ofrenda de ceniza en los pavimentos, el ombligo anticipado del surco final.)

He visto el dolor desnudo de los peces tropezando con el gemido de las heridas que nunca olvidan los bisturís. He visto la sombra de los perros que muerden el vacío.

En la desventura de la pupila enrollada en salmuera, el guijarro inmóvil, como un rebaño de tropeles ciegos, sin rumbo y sentido tal las banderas desolladas por la intemperie.

Todo se desvanece en la sangre del silencio: en la anatomía de los alacranes, la historia podrida con su lascivo aroma de ajetreo en celo. Ante cada mordisco, la piel desmoronada y su asfixia.


Del libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André Cruchaga

miércoles, 3 de octubre de 2018

MUTILACIONES

Imagen cogida de la red





MUTILACIONES




Domésticos ya los ataúdes, surgen los cuchillos petrificados del sollozo, el metal de la indiferencia con sus días inhábiles, y este parpadeo crecido en la bruma roja de los bisturís. (Nunca supe si volverías mutante en medio del polvo, o si la piedra era sólo parte del conjuro avieso de las resignaciones. O si la desnudez desplomada sustituía las sombras clavadas en el tórax.)

Veo carcomidos los huesos del invierno, ácida la pústula ciega de las palabras, fermentados de desierto los ijares, fenecidas las etimologías del vértigo.

Autómata en la degradación de las horas, el humo hace más oscura la demencia. Entre tus muslos la azotea indescifrable de las carnicerías, los estados inciertos de la escritura en la calle, los montepíos hechos de deshoras.

Ante el cascajo venerable de las ventanas,  sólo el arca, y algunos lugares subvertidos. Aquellas mutilaciones omnipresentes en las carpinterías.


Del libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André Cruchaga

martes, 2 de octubre de 2018

PASMO

Imagen FB de Pere Bessó





PASMO




En la rosa de madera de los jardines, el pasmo apretado entre las piedras. La sed se repliega a los juegos de la memoria: aquella fuente apretada entre mis manos, ya no lo es, ni siquiera los pájaros degradados de la conciencia, ni las bisuterías del mundo que bostezan en el imaginario de los candelabros. (Cada vez partimos sin dejar de lado la orfandad infame y las lámparas ciegas del desarraigo. Nada nuevo hay en la entraña de la ventana, salvo ese goteo permanente de la gramática de la infancia.)

Se hinchan los pies, salpicados de trenes inefables. La luz es polvo en el horizonte o esa parte del mundo que nunca desemboca. Las calles anochecen petrificadas.

Un puñal medita como animal de antaño en el sexo transpirado de los sueños.

Del libro: “Antípodas del espejo”, 201
©André Cruchaga

lunes, 1 de octubre de 2018

MURO A OSCURAS

Pere Bessó






MURO A OSCURAS



A Pere Bessó




En la luz del pecho, las mil batallas del viento. El horizonte que se alza como interpelando los sentidos. Nunca acaba la sed de los espejos, ni la sal derretida en el pañuelo: llevamos incendios congelados en los hombros y sangre de carnicerías endémicas. Danza la desnudez sobre la piedra que medra en las depredaciones. Después de todo, el muro de la llaga es lenta agonía, río de interminables cadenas, altar vencido en el ojo del buitre. El bulto de la noche me despoja de los vitrales: y así, a oscuras, la memoria. Nada más fiero que leer la brasa cuando se desangra sin saber que el grito muerde la deshora. Y volver al caos de la rosa incolora una y otra vez…


Del libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André Cruchaga