martes, 29 de diciembre de 2020

EMBUSTES

 

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EMBUSTES

 

 

Ahora solo cosecho sombras en la metamorfosis de la tarde.

Todo revienta en el puñal de los remordimientos,

un aquí que aterra como un pájaro borrado de algún epitafio.

Supongo que es breve el filo del pecho en una ventana,

una piel rota que ya no aspira a nada,

un vaso desplomado en lamento, unos brazos que estallan

en desdén en medio de la lección más colérica de los dientes.

El ala se rompe en el quinqué frío del cuerpo.

Un día hablamos de la resina del follaje y la negación al miedo,

pero al cabo, incineramos la voz.

Torpemente nos mira la piedra del espejo, el crimen

que duerme junto a nosotros, el hambre hostil del polvo,

el crepúsculo seminal del galope fenecido.

Nunca faltaron las excusas. Lo supe siempre al dormir.

En el trasmundo de las palabras, el panal de la noche y la retórica

de los cementerios sobre el cuerpo.

Al bajar a la almohada, leemos el cuaderno de piel y el nido

de embriaguez que fundó la espera.

Todo fue, claro, una forma de robarle los minutos a la deshora.

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Del libro: “Invención de la espera”, 2020

©André Cruchaga



viernes, 25 de diciembre de 2020

PERSIANA DESLEÍDA

 

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PERSIANA DESLEÍDA

 

 

“—No fabriqué con cera mis alas clandestinas.” Tampoco

el equipaje fue desvarío al momento de repensar los litorales.

Fue solo rodar en párpados erosionados

o en páramos de persianas desleídas o en relojes de sintaxis

oscura como una mosca a pie de página del musgo.

Supe al duplicarse las sombras de la doble utopía,

que éramos una falsa ráfaga a punto de ser solo ceniza añejada.

Perdimos el fulgor del génesis al instante de olvidar la piel

y aquel fuego de los vellos en la boca.

Luego uno se resigna al amargo presagio de las escaleras,

a los blancos ijares cubiertos de risa, al animal aferrado

a ciertos lugares, a los muslos del salmo desesperado.

Ante la clandestinidad, el litoral de sal, dócil, de la complicidad,

y ese infinito de la fuga marcado por el exilio punzante

de la esperma en un universo errático de espejos.

Aunque el ala aterrada cese en su conjuro, la luz o la noche

siempre se ramifican en la lengua implacable de la locura.

 

Del libro: “Invención de la espera”, 2020

©André Cruchaga

 


miércoles, 23 de diciembre de 2020

YA ES LA HORA

 

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YA ES LA HORA

 

 

Al cabo la espera es un sonido hueco, un rasguño de silencios

y ansias: uno la inventa para darle sentido a las palabras.

El aliento del alba no sustituye la memoria,

ni la luz nace del susurro impostado.

El alma es solamente un arroyuelo, un mundo hacia dentro

de cementerios, quizás una hoguera desasida, una pintura oscura

de esos bosques donde se hielan los pulmones.

Siempre fingimos en el ojo las líneas del horizonte.

También lo hacemos con las sombras erráticas de la desnudez,

con la cobija del ardor, sin pensar en los umbrales adustos,

en cuánto exuda lo profano de la boca,

y las ingles crecidas del crepúsculo aturdidas de espantapájaros.

A veces creo que no hay que inventar calderas,

ni poner platos vacíos en la mesa: una sed enferma cierra

la garganta. En el reverso del amarillo se hartan las carencias.

Es hora de enroscar la noche en el pecho.

 

Del libro: “Invención de la espera”, 2020

©André Cruchaga



martes, 22 de diciembre de 2020

UN HOMBRE CAMINA

 

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UN HOMBRE CAMINA

 

 

Camina “un hombre ya sin sueños en mi soledad.”

Muchas veces, en los ojos, un camino pintado de primavera,

una locura quieta de piedras,

un lejos de besos insaciables hundido en lo remoto del plato.

A mi alrededor pasan los ciegos con el aroma de un flor

en sus manos y tocan la felicidad de mi tristeza.

Luego ladran las oscuridades como un trapo viejo, ateridas.

Siempre es igual cuando me refugio en el catecismo de las horas,

o en la religiosidad de un fósforo de luna menguante.

Una barca es una lágrima deliberada entre las aguas:

en la trinchera o la posta siempre espero una piel obstinada,

aquel cuerpo de viento cavando en el barril de mi pecho.

En el penúltimo folio de la conciencia,

el polvillo que se asoma siempre como el vacío que habita

el espejo, el acoso que desvela miedos y candiles.

Un hombre camina sin restaurar el salmo de su huella.

 

Del libro: “Invención de la espera”, 2020

©André Cruchaga

 


domingo, 20 de diciembre de 2020

A PESAR DEL CIERZO

 

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A PESAR DEL CIERZO

 

 

Sobre la desnudez de la puerta, un pájaro monástico de horizontes.

Se enfría otra vez el día en las gotas de sangre del guijarro:

a cada rato hurto a las sombras, sus cuchillos,

ese juego aleatorio de una limosna de soledad en plena utopía.

Nunca hay reposo en la herida de las estaciones,

ni una certeza cuando el viento hace lo suyo,

ni sien libre de dudas.

Despierto en el ojo perdido de las semanas sin despertarme

del fragor diseminado en mi boca: babeo la piedra

hundida en mi garganta, el firmamento ahora de escombros,

mis manos amargas, nacidas del desastre.

Antes, me colmaba el litoral de tus pájaros, el arado azul

de tus poros, aquella docilidad cercana de sombrilla.

Después, los oscuros golpes en la ventana, la ansiedad sin ojos,

el tránsito al margen de la risa.

Nada se disipa en esta espera convertida en piedra y laberinto.

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Del libro: “Invención de la espera”, 2020

©André Cruchaga


martes, 15 de diciembre de 2020

FALSEDAD DEL SOSIEGO

 

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FALSEDAD DEL SOSIEGO

 

 

Abramos la bolsa de hiel contenida en el aliento

y las bodegas de infierno de la herradura en la hora del sueño.

Las viejas ventanas de la flama llaman a la luz.

En las fábricas del hambre deambula la miseria, desciende

a la mesa y los zapatos.

En el puño de la voz, la tos de la niebla y su espiral de flema,

y sus cofres verticales de amanecer sombrío.

Qué me queda, aquí, sino el ruido atroz de la tristeza

el estertor abrasado de la paz, ahora disfraz de embarcadero.

Frente a la desesperación,

uno inventa otra lengua y garganta, otra cerradura,

aunque la misma, sea la cruz de siempre, la fosa del cielo.

 

Del libro: “Invención de la espera”, 2020

©André Cruchaga

 


viernes, 11 de diciembre de 2020

BÚSQUEDA DEL OLVIDO

 

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BÚSQUEDA DEL OLVIDO

 

 

Búscame en el olvido,

es el único refugio donde

la memoria no me encontrará.

María Roxana Muñoz

 

 

Alguien desde el olvido, añora pedacitos imperturbables

de memoria, muros abruptos para preservar o detener el frío,

esa suerte de plegaria en la sangre cuando ya fenece

el aire en el umbral de la puerta y solo queda el deseo

de una mirada, el trompo de girasol maullando

sobre el pasto de los ojos.  Solo la ascensión petrificada.

Nunca hay un refugio a voluntad en esta tierra de sólida muerte.

En la luna triste y destruida del pálpito, lo único cierto es regresar

al espejo para escuchar el sonido de las calles,

la historia subterránea del luto, la tormenta en la garganta,

la lluvia del oprobio elevada a lenguaje.

Nunca me fie de aquel punto final en una voz rota.

Nunca de la felicidad del destello de la almohada con sombras.

Nunca de una ración de candiles rotos en la piel.

Basta ahora entender la fugacidad como señal del tiempo.

Y también, la incertidumbre con su voz de territorio enfermo.

Al cabo se nos va la mitad de la vida en el filo de piedra

de la espera: en la sangre, una herradura de ceniza hace lo suyo.

 

Del libro: “Invención de la espera”, 2020

©André Cruchaga


jueves, 10 de diciembre de 2020

SOLO QUIERO

 

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SOLO QUIERO

 

 

Un día te hartas del mutismo de la casa y de tantos cachivaches.

Un día te hartas del desvelo que lo expropia todo.

¿Quién soporta caballitos de mar en la sombra obscena

de una piedra, en un puterío de grietas, en un limonero de recelos,

justo cuando uno es viajero de lo imprevisto?

Oigo en cada brazo, el litoral negro del cuchillo

sobre el escombro que nos deja la tierra vencida de la conciencia.

No quiero la calle y sí la libertad siempre en riesgo:

aquí, solo hay desnudez y perennidad hiriente, canto de hongos

en las osamentas, espejos de sangre como espigas fenecidas.

A ratos me cansa el aliento que me habita.

Busco un escondrijo para la alegría, reír o masticar la basura,

despertar con la misma fiebre, mordido de inclemencias.

Supongo que solo quiero inventar otro invierno

sin que mi voz deje de ser e inaugurar otro futuro: uno, por cierto,

de alacenas llenas, uno amorosamente sin miedos ni abismos.

Tanto estar aquí, se espesa la niebla y se abre más la herida.

 

Del libro: “Invención de la espera”, 2020

©André Cruchaga


miércoles, 9 de diciembre de 2020

DESTRUCCIÓN

 

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DESTRUCCIÓN

 

 

llueve en el invierno, la oscuridad es un círculo

 por el laberinto de la máxima destrucción

 Leopoldo María Panero

 

 

Llueve siempre en este túnel podrido en el que me encuentro.

Un blues negro es más claro en esta oscuridad de laberinto:

la respiración duele en mi mundo de autodidacta,

cuando el ojo tiene los días contados en medio de la maleza,

cuando el miedo sangra en las afueras de los recuerdos

y el aire con su amargor condena mi almohada.

Ante la urgencia de un nombre, el cuchillo de agua hasta el cuello.

Ya no tengo boca, aquí, sino el ruido de cascos en la niebla,

y esas palabras hirientes de un fierro voraz

que huele en la piel, como el tiempo quemado que nos espera.

Supongo que es hermoso ver los imposibles en un frasco

de sedantes para no escuchar al cadáver poseso de cadenas.

 

Del libro: “Invención de la espera”, 2020

©André Cruchaga

 


sábado, 5 de diciembre de 2020

SUEÑOS ROTOS

 

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SUEÑOS ROTOS

 

 

He roto ya el cuello de los sueños, mientras el hacha sigue

ahí con su extenso filo de victoria.

Ante la uña incansable de las circunstancias, bocarriba la palabra

que aprieta el pecho hasta vaciarlo de su brío.

En las esquinas de los ojos aprieta el absurdo mudo de la hoguera,

allá el bosque y decoro,

aquí la voz de piedra del estrépito, a veces la tiranía de la ira

y su ruido de campanada de barro. Y su lanza de reclamos.

A veces es invisible la opresión del clavo

en el cansancio del cuerpo: abajo, la agonía, requiere de alas.

Cuando los sueños quedan rotos, oscuro el amanecer, débil la luz,

uno quisiera golpear con garra,

todo este suplicio atrincherado en el surco subterráneo

de la primavera, o sepultar de una vez, la geometría de la voz.

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Del libro: “Invención de la espera, 2020".

©André Cruchaga


martes, 1 de diciembre de 2020

CONFÍN DE SOLEDADES

 

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CONFÍN DE SOLEDADES

 

 

Into each life some rain must fall,

Some days must be dark and dreary.

H.W. Longfellow

 

 

El alba se nos anticipa a la niebla, quizás el lecho lacerado por lo insólito de la escoria en el fuego. Todas las confidencias de la memoria nos dejan un sabor acre como el país que tenemos con sus cataratas de olvido, como la invalidez de un alhelí de piedra alrededor del pozo de la boca. Enviudamos infancia y sueños tal un mudo altar de huesos. Jamás pudimos llenar la mesa en una tierra cansada de infamias, en un territorio con visiones oscuras. En medio de ese hierro que exhala tizne, hiel y máscaras, un confín de soledades.

 

Del libro: “Lejanías rotas”, 2020

©André Cruchaga