miércoles, 30 de noviembre de 2011

AQUEL SAHUMERIO DESDE LOS POROS


En cada río de jadeos, el dilatado folio de la hoguera,
 instala el costado en las sábanas, dispara el secreto del azúcar
hacia la boca, hacia la clave del alambique del sahumerio…





AQUEL SAHUMERIO DESDE LOS POROS




Aquel sahumerio desde los poros como la textura de un perfume ancestral: noches enteras quemando el incienso de los encajes, la luz abriendo las fojas del cuaderno, el aire en la vitrina de las pupilas, después los rastros arrancados de la memoria: días al acecho en el desván donde desclava los labios el arcoíris, este metal o madera suavizada a garlopa, la luz como un farol planetario en el espejo. Cada palabra es una llave durante los días de la semana, en medio de la lluvia, la humedad nos envuelve sin aniquilarnos, sin dejar de ser ese murmullo de la brasa galopante, el grito dúctil en la alforja de los poros, la señal de que el cielo nos alumbra sin declives ni olvidos, sin rejas ni osamentas. En cada río de jadeos, el dilatado folio de la hoguera, instala el costado en las sábanas, dispara el secreto del azúcar hacia la boca, hacia la clave del alambique del sahumerio…

Barataria, 29.XI.2011

martes, 29 de noviembre de 2011

INVOCACIÓN A LA SALIVA


Contra el día, el oficio de humedecer las vísceras de la llama,
la ebriedad del entresueño,
también las criptas oscuras de la ceniza, el desvelo transpirado,
Listo para morder el dorso de la sal, las esquinas de los huesos,
el sabor aferrado a ventarrón.





INVOCACIÓN A LA SALIVA




Espera que la plancha haya quemado la camisa de rocío
para hacer florecer en ella el reflejo del cristal escondido…
BERJAMÍN PÉRET




En la boca, la saliva brama sus litorales, ¿de qué estás hecha
para morder los crepúsculos, el pulso claro de las palabras,
los peces del fuego? Gira alrededor la ráfaga de los minutos,
deambula la ebriedad de los sótanos,
los superhombres de la ficción, los silogismos de la penuria,
esta suerte del vaho en la esperma que emerge con la doble cara
del día, el ardor clava sus estanterías en la carne,
saliva explosiva de las sombras de la garganta, de la grieta del esófago,
de nuestra íntima respiración de fósforos,
agua marginal donde se respiran telarañas como bosques mitológicos.

Contra el día, el oficio de humedecer las vísceras de la llama,
la ebriedad del entresueño,
también las criptas oscuras de la ceniza, el desvelo transpirado,
Listo para morder el dorso de la sal, las esquinas de los huesos,
el sabor aferrado a ventarrón.

(Venid aquí, llaga desterrada de la lengua, estación purulenta
de la boca, venid, terco furor del cuerpo,
a repasar los típicos sonidos del fingimiento, de este mundo animista
en cierto modo, desazones de sueños agridulces,
albañales sorbidos por los trastos extraños de los días.
Entra a los mudos utensilios del frío, a la catedral pétrea
de la oscuridad, a la música irrespirable de los nudos que la voz
hace cuando flamean oídos y aromas,
Máscaras más nítidas que las vitrinas reales del día a día.
Así como en la boca, arrasa contra lo insustancial…)

Ven afilado collar de los sabores, herida del cuerpo o diluvio,
hosco pezón de la cuerda del equilibrio, hiriente en cada flor
de las palabras, contra-azúcar, digamos, en la vida secular del beso.
Nos enfrentamos al relucir diario de la desnudez,
a menudo, a la ironía de las esferas,
solos, caras y monstruos; palabras gravitando en el fondo
de la boca, ebrios taburetes, agarrados absurdamente
de las extrañas escaleras de las telarañas, de la sombra mordida
por el perro callejero que deambula en lo oscuro para jugar
con las tumbas despiertas de los matorrales.

He visto cuando el eco se empantana en el aleteo de las calles,
cuando la querella revive lo áspero,
ansias de adversa sal en la comisura del traje que viste la neblina,
las agujas del acoso cuando la respiración se vuelve tortura,
el llamado a preservar la fragancia de las ventanas.
Por supuesto le doy la bienvenida a todo lo que revela la saliva:
el vértigo que nos describen los anzuelos, el placer de dispersarse
en el aire e intimar con la claridad naciente, hasta volver
al trance de las alacenas, a la cocina del ombligo respirado.

Barataria, noviembre de 2011

lunes, 28 de noviembre de 2011

TE QUEDAS CABALLO AZUL


Te quedas caballo azul en el lavatorio blanco del cielo
junto a la luz oscura de los ascensores de las nubes,
cuyos dinteles me recuerdan los sombreros ceñidos al último recuerdo,
al espejo púrpura del sexo cruzando la estampida del fuego.
Imagen tomada de Miswallpapers.net




TE QUEDAS CABALLO AZUL




Te quedas caballo azul en el lavatorio blanco del cielo junto a la luz oscura de los ascensores de las nubes, cuyos dinteles me recuerdan los sombreros ceñidos al último recuerdo, al espejo púrpura del sexo cruzando la estampida del fuego. La lluvia tiene frondas de ascuas, ríos donde la imagen bebe las flechas de las olas anudadas a los pezones de cada silbido del cuerpo; es una ciudad destilando catedrales de enredaderas, atrios de luz incendiando los ojos, ¡qué oquedad es está donde se hunden mis manos como la sombra del folio en la fruta madura, en la sed sin capitular en la lengua? Azul, también este cuerpo en la extrañeza, meses de transpirar sin oxidarnos, espejos innumerables como juego de trenes, abiertos al vilo en el vagón del gozo; de par en par siempre en la redondez del orgasmo, en la cubeta de la memoria donde el vaho es ráfaga de viento. En el río de la piel, la balsa sacudida de la fantasía, las aguas en la red de los párpados, cada folio en la vitrina del quejido. En el silencio, los pájaros y la espuma, el rastro dactilar sobre el relieve embalsamado de lo poseso: la llave al mar del tránsito…

Barataria, 27.XI.2011

domingo, 27 de noviembre de 2011

UN MAPA. UNA PUERTA.


la noche es tan antigua como mi sed, como la necesidad de sábanas,
ante el acecho oscuro de las estaciones. “Duélete”, decía Góngora,
me duelo en consumir estos jardines opacos, casi inciertos del aliento.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





UN MAPA. UNA PUERTA





Un mapa, una puerta: el desvelo igual que las tablas de multiplicar, los algoritmos del horóscopo, a veces la bruma llena de mí, distraído en la puerta que da paso al destino: ayer, hoy, el oasis de ciertos nombres, el espejo decisivo de la vida sobre el ansia, el eco del cilantro en mis manos recaídas, ver la tierra, esperar con vos, desenrollar la aurora de la lengua bajo la sombra de una nube infinita. Salgo. He salido de tantos espejismos: la noche es tan antigua como mi sed, como la necesidad de sábanas, ante el acecho oscuro de las estaciones. “Duélete”, decía Góngora, me duelo en consumir estos jardines opacos, casi inciertos del aliento. Es casi la “Estación total” de don Juan Ramón, la tarde, la gangrena sobre la herida. Y a fe de tantas cosas, digo, como don Luis de Góngora: “Todo se halla en esta Babilonia,/ como en botica grandes alambiques,/ y más en ella títulos que botes.”

Barataria, 25.XI.2011

sábado, 26 de noviembre de 2011

CON FRECUENCIA HIERVEN A DESNUDEZ LOS CABELLOS


Hoy toco las vocales intensas, íntimas del territorio de tus brazos,
la rosada guitarra de tu ombligo, las lunas detenidas en tu espalda,
el río obligatorio del día con tus evidentes poros de hambre.





CON FRECUENCIA HIERVEN A DESNUDEZ LOS CABELLOS




nunca los búhos tuvieron los ojos tan redondos.
ROSA ROMOJARO




Con frecuencia hierven a desnudez los cabellos; a veces me pierdo en esos jardines sin traje del agua, cataclismos de piel sobre piel vívida, sin envejecer de olas y mar las manos, la ternura que cae como una iglesia mojada en el trueno del suspiro. Sobre la cúpula, la cópula verde del relámpago, collares de gotas diminutas en el desfiladero, pan desmedido deslizándose en mi pecho, piernas como lirios en mis ojos. Húmeda carne sobre el ala del lecho. Hoy me reencuentro sin vacilar con la madera suculenta del pescador en la atarraya del balcón y flotan los peces, en rebelión hacia el poema de tus muslos. Hoy toco las vocales intensas, íntimas del territorio de tus brazos, la rosada guitarra de tu ombligo, las lunas detenidas en tu espalda, el río obligatorio del día con tus evidentes poros de hambre. Hoy, aquí, hinchada en las espigas del camino, respirando el silabario, lamiendo la habitación de la furia…

Barataria, 24 de noviembre de 2011

viernes, 25 de noviembre de 2011

MEDIANOCHE, GOLPE DEL PÁLPITO


En cuanto a los sonidos de la medianoche, éstos suben vivos a los poros,
 deliran los pensamientos, hijo del olvido el cuerpo entero.
Descreo de mis propios pensamientos…
Imagen tomada de Miswallpapers.net




MEDIANOCHE, GOLPE DEL PÁLPITO




No había un escudo
alguien que regara las plantas del jardín
y jugara con los niños del vecino.
REYNALDO GARCÍA BLANCO




Agonía en el acantilado de la llaga, esta intemperie de relojes oxidados. La medianoche en el ala del ocaso; juega el pálpito a salvarse de la espuma, cada sombra disputa los lamentos, esta porción de ladera del pálpito, el aliento resbaladizo de la carne, todos aquellos muertos indescriptibles en la luz. Juego a jugar en la ventisca de los bolsillos. El cuerpo cada vez más cerca del fuego, creo en la duda que sostiene mi cara: los jardines de sal de los ojos, no sirven para darle vida a los alelíes, ni para masticar el anís que torea al olfato, al paladar empapado de rostros, ese magma que se rehúsa a los ojos, a las gladiolas copiosas del sexo. En cuanto a los sonidos de la medianoche, éstos suben vivos a los poros, deliran los pensamientos, hijo del olvido el cuerpo entero. Descreo de mis propios pensamientos…

Barataria, 22 de noviembre de 2011

jueves, 24 de noviembre de 2011

ODRE EN EL PEDESTAL DE LA SED


Aquél odre está ahí, figurado, escondido en la sed; pero dejó de ser
balcón para convertirse en pesadilla, obra para muertos,
sospecha de sórdidas homilías, riesgo para construir certezas.
Ahora que lo recuerdo, cada pájaro realiza vuelos inefables,...




ODRE EN EL PEDESTAL DE LA SED




¿…de repente los ojos
y rodar por el sueño como un tonel
y el mundo ya mezclado con mis fermentaciones?
HEBERTO PADILLA




Largos odres recorridos por la sed, he tenido que devorar, estiércol,
caminantes, luz dudosa construida por los pensamientos,
pergaminos destejidos en la ciénaga de la materia.
He caminado dentro de esta vasija de la sed, he caminado, cómo
no escapar ahora del estruendo del agua en la ceniza,
de los nombres que nunca terminan en la lluvia del aliento:
supuran espesas cabelleras de sombras, danzan en la sangre
del martirio, aunque no sirva de nada el ala sobre la letra escrita,
el cuentagotas del recuerdo, derramar los sueños
con las culpabilidades del pasado.

Aquél odre está ahí, figurado, escondido en la sed; pero dejó de ser
balcón para convertirse en pesadilla, obra para muertos,
sospecha de sórdidas homilías, riesgo para construir certezas.
Ahora que lo recuerdo, cada pájaro realiza vuelos inefables,
porque así es la destrucción, sombra construida con epitafios,
nombres que no avisan cuando mueren en el frío,
trapecios de la sed contra el tiempo.

Tan sólo el cuero de la carne como armadura, tan sólo la campana
borrosa de la sed, el pedestal hundido en el ojo,
la garganta expuesta a los suplicios de cada día, ebria indagación
de los vientos deshabitados de la boca, alambiques moribundos
del alfabeto negado en las sombras, de la sábana que olvidaron
los poros, paredes con sombras, incomprensibles losas tocando
las manos, transformando en sollozo la saliva,
el odre que se volvió piedra en el sueño.

Abrazado a este anhelo, veo la castración del sudor sobre muros,
la boca más allá de los enjambres de la herrumbre,
y los petates tiznados por la urgencia, por el cirio que muerde
la oscuridad, la brama asfixiante del calendario.
Más allá del rostro que se hunde en la desesperación del agua, están
las parábolas del viento que tornan lo abyecto, en ese ideal de mar
purificado, en ese otro aliento de borrar pesadillas.

En los ojos, sin embargo, suben escaleras ilegibles, aguas
colgando del péndulo de la sed,
bocas mortales sobre la tierra, sonido ronco de llaves, juegos
de aleatoria desnudez. Nombres que besan en secreto las entrañas.
Supe desde el primer espasmo de la boca, que la sed sería
mi mayor locura, ante el jardín líquido de las aguas, ante la danza
derruida de la noche con sus ajetreos;
ante tantos nombres que desnuda el sueño, el equilibrio se vuelve
sólo una forma afilada que ofrece el tiempo.
A pocos pasos, la rigidez de los pedestales, la respiración
fúnebre de la última hoguera, el olor extraño de las frutas…

Barataria, noviembre de 2011

miércoles, 23 de noviembre de 2011

CALENDARIO


Siempre el universo se reduce a lo que nos niega: en el lecho de la tolerancia
aprendemos la certidumbre de la vida; hurgamos en lo herético casi con sentido suicida, ...




CALENDARIO




Aquellos días, aquéllos, que abrieron el pálpito, el océano del musgo en el olfato, la manzana del horizonte en la estrofa del poema, aunque estuviera destinada, después, al silencio, a la letra estancada en la costura de la herida. Siempre el universo se reduce a lo que nos niega: en el lecho de la tolerancia aprendemos la certidumbre de la vida; hurgamos en lo herético casi con sentido suicida, irreverentes convertimos el hambre en dones de impúdica colmena, —vos con tu oficio férreo de soñar; yo, en el patio volcánico de la poesía, esperando la erupción volcánica de la tinta, los celajes encendidos del polen. Allí, en el fuego de la piedra, la hoja de papel desnuda en la perplejidad: adentro, ya existimos junto a los meses, el alma gemela que irrumpe junto a nosotros, llovizna, santuario del sueño en la memoria, ojos del jardín que nos sostienen río adentro la luz de las aguas, el árbol del follaje en el pecho, la sombra innumerable del fragor.

Barataria, 22 de noviembre de 2011

martes, 22 de noviembre de 2011

OQUEDAD


Ante tanto calendario destrozado, sólo me quedan los azotes
de una voz lejana, parecida a los trenes grises de la muerte: suspiro
en el goteo del alambique con ese chorro de éter desdibujado
en la memoria de la herrumbre que también hace lo suyo,...




OQUEDAD




Ahora tendría que hablar de la descorporización de la realidad,
de esa especie de ruptura aplicada, que parece multiplicarse
ella misma entre las cosas y el sentimiento que producen
en nuestro espíritu, el sitio que se toman.
ANTONIN ARTAUD




Hay espacios vacíos en la oquedad de la caverna. La música
no cabe en el hueco del musgo, no el ala, ni la almohada,
ni la sed por los cementerios.
No es posible tanto hueco en las guitarras, en el arpa del pecho,
ni en esta luz que escapa de mis manos.
Lo mismo da a fin de cuentas, indagar en el lavatorio de penas
y sudores, a anegar las caricias en una bacinica hecha
de multitudes pálidas; lo mismo digo, cuando el desengaño
se ha vuelto insalubre y no quedan ojos para transparentar los juguetes
de la saliva a media asta del pedestal de las estatuas.

No hay campanas que suenen en el diente de las estaciones,
salvo la guitarra del clítoris en el estribillo de la yema de los dedos,
un horizonte de pianos en la hojarasca,
humeantes horas del enigma que atraviesa los muslos como un tren
arrastrado por los párpados. Lo demás es oquedad.
Lo demás no tiene sentido en los bejucos retorcidos del reloj
que se yergue como un grifo de horas pantanosas.

En cada yute de la memoria, el cuello roto de las estrellas,
los ojos cerrados de tanta oscuridad, otras caricias huecas
en sustitución de las que fueron mapamundi,
o simplemente latido alrededor de los lóbulos.
Cada día el sueño tiene burbujas cansadas, páginas enteras de saliva,
bocetos de catacumbas en la lengua,
ingles de sal a la hora en que la melancolía se hace presente,
ropa sucia colgada de las ventanas, paredes ciegas de caligrafía,
ladera de escapularios,
sin más respiración que la bruma fría de un frigorífico.

Ante tanto calendario destrozado, sólo me quedan los azotes
de una voz lejana, parecida a los trenes grises de la muerte: suspiro
en el goteo del alambique con ese chorro de éter desdibujado
en la memoria de la herrumbre que también hace lo suyo, mientras
socava los pilares de la luz,
esa luz hueca de las rendijas, corona del minuto en fuga,
molino de la noche que escapa a los relojes.

Aún así vivo el chirriar del aceite en la sartén, la cuchara en la sopa
del largo gemido, estertor del yo en la marea, hondonada
en el destello, pupilas desliadas en la calle del tarro del poniente.
(Aún así, con tantos agujeros en el cielo de la garganta y vacíos,
trepo al ojo depredador de la libido;
subo a las aguas agolpadas de la materia, la materia de la otra
mitad, y escribo con letras mayúsculas sobre el esparadrapo, sombra
del hambre en el monólogo del taburete igual que cualquier
espectro grabado en el pulso de la espuma, a lomo de colmillos.)

Barataria, noviembre de 2011

lunes, 21 de noviembre de 2011

CASA DEL RESPIRO


El cuaderno es la casa de mi respiro, la casa que heredé,
parpadeante y audible; palpita el aire, es como la lluvia de la aurora,
como el pan repartido del pulso en la claridad.





CASA DEL RESPIRO





Ante las letras blancas del cierzo o el rocío, mi alfabeto blanco: la casa de todos los días. El estertor de la mañana inclinado en el tejado del aliento; allá, el verano cuadriculado de las hojas; aquí la palpitación de las ventanas junto a mis hijos, la voz que me despierta desde el traspatio o desde las calles empedradas. Gotea espejos el vilano de los pinos, agua sobre la luz, semillas hechas del tamaño de mi historia. Somnoliento, aún, dejo la almohada para hacer mi trabajo de puertas: toser, desnudar los puntos cardinales, dibujar el mar con las esquirlas de la tinta, pastar mis ojos en el florero del horizonte. El cuaderno es la casa de mi respiro, la casa que heredé, parpadeante y audible; palpita el aire, es como la lluvia de la aurora, como el pan repartido del pulso en la claridad. La felicidad también tiene páginas de escalofrío, aleteos e incienso. Después de todo, también el oleaje es casa de mis respiros, aquella fotografía del aire en el espejo, el azúcar con luciérnagas, el galope íntimo del fermento. Sin duda, aquí, sólo hay espacio para mi escritura…

Barataria, 20 de noviembre de 2011

domingo, 20 de noviembre de 2011

CARNE INACCESIBLE


Nosotros con el rostro entre la mugre, al trasluz del jardín que ardía,
siempre de paso como pasan los azacuanes durante el año,
como la caligrafía maniática de los cuadernos,
ceniza amontonada en la calle de este mundo imposible.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





CARNE INACCESIBLE




con el silencio
que igual que tú, sin nadie, fructifica.
MARÍA SANZ




Sobre las aguas, la carne inaccesible de la sombra del tiempo.
Intento habitar la ventana de la mañana, desnudar
el camino junto a los girasoles, el nudo que permanece en la soledad
de las osamentas. Soy esta realidad transitoria del presente:
mañana la entraña en el hollín, el día en la ceniza
con toda la fiebre huidiza de la solapa que el segundo abarca
en la sábana, que la palpitación muerde desesperadamente sin ecos,
sin un atisbo de certeza.

Muerdo el tumulto de la luz, la lejanía que palpita en mi zozobra
desbordada por lo intangible de ese extraño juego de ventanas
en mis sienes, pero también en mis poros,
a veces sonámbulos, calle a la deriva de las manos del tiempo;
hiere la lejanía cada vez los otros fuegos, los de la llaga, el galope
del seno que busco, labios curvados de césped y carne,
con esa desnudez que me arrastra por litorales desconocidos.

(Siempre supe que todo sería inútil, después de este dolido pecho,
después de dibujar la existencia en cerraduras de frágil argamasa;
ahora estoy sostenido en la viga rota de las horas,
con una mudez que levanta sepulturas, con un atavío de sombras
descendiendo a la intemperie, a la tormenta desangrada
en el parpadeo de cada pulso futuro.
A menudo me reduzco a la sensación que produce un cuchillo
hundido en el costado, a ese parpadeo sobre la piedra del dolor.
¿En qué hora del día cambiará la tormenta su cansado crepúsculo,
el sueño sin entumecimientos, el párpado no agotado
de la trementina, lúcida luz para fundar un nuevo destino?)

—Nosotros ya no podemos salvarnos, salvo que dejemos de sangrar
y morir, ángeles evaporados del fuego,
o demonios oscuros de la materia.
Nosotros con el rostro entre la mugre, al trasluz del jardín que ardía,
siempre de paso como pasan los azacuanes durante el año,
como la caligrafía maniática de los cuadernos,
ceniza amontonada en la calle de este mundo imposible.
Ahora parto. Partimos con los paraguas viejos del risco y el guijarro,
hacia ninguna parte, hacia ninguna ventana con rocío.
Ojalá en el camino de la deshora, todavía nos sirvan los dientes
y las manos, la vieja almohada de la sed,
el día festivo del onomástico, la toalla de las libélulas, las aguas
termales de la perseverancia para seguir viviendo.

Algo hay detrás del juego de los poros. Algo hay detrás de las palabras,
el sonido invisible de los abanicos, la inteligencia machacada
por el vejamen, el mimbre de las luciérnagas colgando de durmientes,
esta carne escribiendo sin ortografía,
la certidumbre de que la historia no termina aquí, ni en la cruz,
aunque nos toque llevarla toda una vida.

Barataria, noviembre de 2011

sábado, 19 de noviembre de 2011

GARGANTA DEL AZÚCAR


En la miel de las abejas se pierden las nubes de la lágrima,
todos los hígados rotos del olvido,
el camino del cuerpo que quemaron los cigarrillos en la sábana
hecha por las ovejas que se cuentan en el desvelo,
insomnio perpetuo del agua fermentada, agonizante del armario
cargado en el tejado de los párpados;
un día, después de todo, el azúcar sube a la garganta...




GARGANTA DEL AZÚCAR





Hay una fuerza oscura
que nos llama.
ÁNGELES MORA




Quiero que sol, fuego y sombra, sean de azúcar, raíces blandas
crepitando en la garganta, cielos puros para comprender los nombres:
la rosa de la luz hasta el punto de fusión de lo inmune,
digan lo que digan, hay tantos miedos derramados en las calles,
cobijas rotas, bacinicas en la boca de la noche,
al punto de subir como hormigas por los aleros de la brisa;
¿Cuántos días he tenido amarga mi boca, años agridulces de sillas,
días cruzando la calle de arrayanes y limones,
la estulticia a través de la garganta hasta el punto de agonizar
en el cemento, gotas adhesivas de locura en medio de nombres
que no pueden nombrarse ni habitarse porque la oscuridad
de los relojes los desordena y los ciega,
los habilita para que sólo anden en la solapa del viento, casi invisibles
como la habitación gastada del petate en las uñas del domingo?

En la miel de las abejas se pierden las nubes de la lágrima,
todos los hígados rotos del olvido,
el camino del cuerpo que quemaron los cigarrillos en la sábana
hecha por las ovejas que se cuentan en el desvelo,
insomnio perpetuo del agua fermentada, agonizante del armario
cargado en el tejado de los párpados;
un día, después de todo, el azúcar sube a la garganta como la marea
del litoral olvidado, césped gastado de la bruma,
y sin embargo aquí, almohada de horizontes, abierto pájaro
de este mantel blanco que anhelo como hostia en los brazos.

La garganta también es un navío de recuerdos: años despiertos
en el pecho, a punto de hervir en el calendario cóncavo
de los cambios de estación, propios del camino de los litorales,
cerca del violín filial de las manos,
enjambre dulce del reloj en la boca, aquel cojín de párpados
que atravesó el poro de la garganta, convertido luego en moho,
en voz vacía de cerradura,
en sombra de podrida fruta, planeta de batallas campales,
al punto de ya no ser, sin dejar de ser noche gastada, celda,
cementerio al borde del plato con sobornables cucharas.

Con todo, quiero ganarle un lugar de azúcar a la garganta, después
de peregrinar entre la breña de las criptas,
después de caminar con duras alas,
después de ser la sal mi única trinchera, después de vivir hasta
el cuello con lámparas amargas, con caramelos de espinas,
palabras de salobre garganta, ceniza traída de la afonía.
Con todo, debo encender la arganilla de los espejos, quitar
las credenciales a la fatiga, buscar el ojo de los puntos cardinales,
morder de un tajo las estrellas desafinadas del crepúsculo,
sólo así el santo rosario de los trenes en la garganta…

Barataria, noviembre de 2011

viernes, 18 de noviembre de 2011

DIÁLOGO CON EL RELOJ


No hay consuelo ni caricia en esta hora de avalanchas;
nunca dejamos de ser arrogante joroba,
cruz exaltada en los dominios de la ceniza, garganta en la tiniebla,
la sombra de siempre en el vacío.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





DIÁLOGO CON EL RELOJ




—El reloj fuera del bolsillo, sobre la mesa. Ya no sé del tiempo,
de sus aguas oscuras, de esta forma de hoy, de armarse
hasta los dientes. Me vienen tantas dudas, cuando las hojas caen
 y se convierten en hojarasca, en ilimitado espejo de moscas,
clandestinos ríos a punto de ahogar la ciudadanía.
—La muerte asciende ahora sin ningún obstáculo; no hay dora
que diferencie los sexos, ¿lloramos? Sí, y aunque nos aferramos
a la vida, está aquí con su grito en la boca,
sin luz, sin puente. Es una locura cada calle indecible,
el lenguaje, el pensamiento contaminados de escarcha, sombras
desde el amanecer hasta la noche, girando todos los días sin disipar
nada, sin la seguridad de otro tiempo que no sea ave de rapiña.
—En la penumbra se busca la guarida, a veces el olvido;
pero sólo nos hundimos en la puerta opresiva, sin que acuda
a nosotros, el milagro de la Esperanza.
Seguimos, acaso, en el delirio inagotable de las horas: ¿Cuándo
venceremos lo que hoy parece eterno, este canto fúnebre de la angustia,
los muros que nos muerden,
las armas invictas que parecen en ascenso y muerden el sueño,
hasta hacer del aliento, desvarío absoluto?
—¿Qué más decir, cuando los relojes se vuelven inclementes,
y a la sabiduría la aventaja la tozudez,
esa extraña forma de la historia: la locura, el fuego amargo, el desvarío?
No hay consuelo ni caricia en esta hora de avalanchas;
nunca dejamos de ser arrogante joroba,
cruz exaltada en los dominios de la ceniza, garganta en la tiniebla,
la sombra de siempre en el vacío.
No sé si mañana el reloj pierda sus espinas y desaparezca la tortura
y el sollozo de nuestro presente, no lo sé.
Sin embargo, habrá algún día, necesidad de jubilar tanta violencia,
recuperar el aliento aterido, jugar de nuevo a los sueños,
volver a los juguetes y a la brizna de la ternura.
No es posible que el destino, —mío y tuyo— siga siendo la carnada
dentro del abismo, el árbol marchito del reloj sin transparencia.
No es posible caminar con estos pies cansados,
ni dormir sin que el sobresalto sea parte perenne del horizonte.
Ya tuvimos suficientes heridas, ahora necesitamos una sonrisa
de barcos, y esa luz que sólo da el alba…

Barataria, 18.XI.2011

jueves, 17 de noviembre de 2011

RESONANCIAS DEL DELIRIO


Así es el delirio como el perro que aúlla con los ojos girando
en el vacío, mientras la noche consume pájaros y peces, noches
de carne putrefacta, hojas que cuelgan del trance, dentro del dolor
que juega a la decrepitud, al sobrevuelo vago de la conciencia.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





RESONANCIAS DEL DELIRIO




…las alegrías viejas son mis nuevos dolores.
ROMEO MURGA




En la puerta, el ruido del umbral desemboca en alucinaciones:
el ojo repica el ojo negro de las paredes, anterior a mí, la duda
como un pájaro sin alas propicias para inaugurar el aire del aliento,
el aire de las palabras, la levadura
de los poros, el cuarto sin tutela de mi hambruna.
Quiero reinstalar mi propia inocencia, junto al retablo de los días
fenecidos, el pan mortal que rompió mi autonomía, pastor
de oscuridades, salvo la sal que nunca faltó en mi  mesa,
la piedra trabajosa de la claridad, el mundo resbaloso de la lengua
sobre el fuego disparado a las pupilas.

En medio de tantas resonancias, el pulso ciego de la comida,
las varices del tormento sobre el barro o el cuero curtido del verano,
los libros cayéndose de mi lomo maltrecho, mañanas que sólo
mi delirio ha armado como un surco ebrio de relinchos.

(Debo confesar mis propias alucinaciones: la espátula o el escalpelo
abriendo los ojales del calendario, caravanas de manos a la suerte
de mi propia boca dentro del vejamen;
—vos que sólo existís en el subrayado de la alegoría, sin más indicio
de vida que la propia muerte, acaso presente el reloj
que va diluyendo el semen del otoño y lo torna silencio fúnebre:
vos entre la palpitación de mis palabras, caído el cuerpo en la losa,
el cuerpo despojado de boca, sin piel, la llave, el extravío
esta terca manera de pensar en lo que pudo ser, el hampa
entre nosotros como un linterna ignominiosa, oscuras llagas de la losa
en nuestras sienes. Racimos de moscardones,
el rumor sube, la extraña forma de la ceniza se dispersa, nosotros
en la extravagancia de ciertas conversaciones sin sentido.)

Difusa se vuelve la bufanda del humo entre nosotros: apretado
el nudo de los charrales,
el repique irremediable del embudo,
los labios de la piel que aún perviven en la tristeza, ese mapa fiero
donde no se alcanza el sueño, ni el sosiego es posible, sólo el deseo
enajenado del espejo, el cuerpo sin un traje que lo cubra;
sé que pudo ser diferente la luz, la ráfaga en el último bulto
de la noche, el aliento que de súbito bebió el viento en la habitación
del disimulo, rehén por fin inseparable de mi sal, difusa caligrafía
de la penumbra, condenada a ser siempre pálido espejo.

Así es el delirio como el perro que aúlla con los ojos girando
en el vacío, mientras la noche consume pájaros y peces, noches
de carne putrefacta, hojas que cuelgan del trance, dentro del dolor
que juega a la decrepitud, al sobrevuelo vago de la conciencia.
A medida te alejas, mueren las gaviotas sobre la sal: azota la fe
perdida, muerden entonces las paredes sombrías…

Barataria, noviembre de 2011

miércoles, 16 de noviembre de 2011

ALEGORÍA


En el fondo, escrutamos las palabras, el precio que tiene la piel
para los almácigos, el fieltro de las luciérnagas en la conciencia.
Digamos que un día puede hacer la diferencia: hoy todo es posible en los brazos.
Imagen tomada de Miswallpapers.net




ALEGORÍA




De aquel idioma y de mis pasos por la tierra dicha no existe
imagen que esté hoy extinguida.
Los veleros tocan a las puertas
del aire donde persisto.
RAFAEL CADENAS




Saludo las mañanas desde dentro, cuando la guitarra del gallo emerge del patio con puertas y ventanas. Saludo ese blanco de los sueños haciéndose luz, recobrando los aleros del día; salvo la deshora, las faenas encienden los andamios del sabor, —vos y yo, apegados al fogón tibio del pecho, con las palabras necesarias para no curvar la boca, ni el pecho, ni la giba de la noche anterior. Son innumerables los párpados de los aleros; ayer nos hizo callar el luto, hoy crece el viento como una hilera de pájaros, desde los pies hasta las sienes: desde la casa a las aceras nos abriga la rama del pecho, la entraña íntima del aliento con su vívida flama. (Los viajantes siempre guardamos la almohada en la memoria; en la marcha abrimos las manos del entusiasmo, digamos que descubrimos el presente de las lámparas, la obra del apetito a profundidad.) En el fondo, escrutamos las palabras, el precio que tiene la piel para los almácigos, el fieltro de las luciérnagas en la conciencia. Digamos que un día puede hacer la diferencia: hoy todo es posible en los brazos.

Barataria, noviembre de 2011

martes, 15 de noviembre de 2011

PATIO CON BEGONIAS


Un día se vuelve amarilla la acumulación del verde, la sombra galopante
de los pensamientos en la desmesura del minuto.
Por cierto que la voz se ahoga en los encajes del pubis, con el creciente
mediodía que eso tiene, con los perros que ladran sobre las aguas...
httpcasa-jardin.netcategorybegonias




PATIO CON BEGONIAS




Un día estaba yo triste, muy tristemente
viendo como caía el agua de una fuente.
RUBÉN DARÍO




¿Hay alguien aquí, después de todo, jugando en el patio a los recuerdos,
o es sólo el espejismo, pedazo de memoria en las ventiscas del césped,
domésticas conversaciones de tiempos idos, fenecidos en los pulmones
del gallo que despierta siempre en la deshora de las mareas?
Entre el patio del cuaderno y las begonias, hay espesas entrañas
de colmillos, voces acostumbradas al sueño,
litorales de herrumbre con escarabajos,
oscuras risas colgadas de las mochetas de las ventanas,
cierta flora hermética girando en la intimidad de las hormigas,
haciendo lo suyo como lo hace la tinta en el cuaderno.

Un día se vuelve amarilla la acumulación del verde, la sombra galopante
de los pensamientos en la desmesura del minuto.
Por cierto que la voz se ahoga en los encajes del pubis, con el creciente
mediodía que eso tiene, con los perros que ladran sobre las aguas
que el puño concreta en el combate del murmullo,
al fondo, los brazos invocando la gota del yo sobre el tejado,
la necesidad de salvarme, de salvar este pedazo de conciencia
que aún queda antes de que la fosforescencia se convierta
en promiscua llama.

—Es difícil caminar alrededor de los mismos círculos,
celebrar lo humano sin que las extravagancias hagan lo suyo: así,
—vos y yo—, despedazando el único jardín que nos queda:
las pupilas que alguien quiso desgarrar,
la vestidura del cierzo en contraste con un mundo de ceniza.
Hay pálpitos que uno ama aunque recrudezcan la intemperie,
cuerpos fríos de hambre y olvido,
caballos muertos sobre la herrumbre de las estatuas, magmas
de pupilas sobre el ojo que embiste al ojo de las mareas, sobre la cara
paraguas de lluvia lunar, losas sucesivas de silencios.

Después de tantas divagaciones me quedo aquí: justo en la danza
de las abejas, o en todo caso, del moscardón de la deshora
oyendo estupefacto, lo postrero,
sucumbiendo a la sombra ceñida en mis sienes.
Lo cierto es que vos y yo, —aún con lámparas— nos volvimos
invisibles; no sé cómo hacer el mundo sin sombras, sin que el beso
o el abrazo, el lenguaje espléndido de los trenes,
la fragancia del azúcar en los jardines.
En un mínimo instante de vértigo, derramamos toda la doctrina
de las ventanas, —desde aquí, lo sabemos, porque cruzamos
el carbón del tiempo, porque bebimos cada opuesto de los colores,
porque escarbamos en el aliento,
porque la llovizna de siempre nos inundó de incertidumbre.

Otro día, el sudor, seguramente nos bañará de clamor: la vida es eso,
clamor con un sinfín de dudas…

Barataria, noviembre de 2011

lunes, 14 de noviembre de 2011

VOZ INSÓLITA

Imagen tomada de Miswallpapers.net





VOZ INSÓLITA




Cuelga de los aleros la boca vecina de las telarañas del cielo, cuelgan los zapatos sustentados en las tejas, estrecho cabellos sobre la luna negra de las hormigas que pululan debajo de las ratas de la tristeza. Oigo la voz que un día no tenía colmillos, sino suaves vilanos del tamaño del latido: ahora es cierto el peñasco de las ojeras, el amor póstumo invadido por los sombreros del musgo. Quizá desde siempre haya sido así y yo nunca me di cuenta: era, sin duda otro tiempo donde la alegría tenía cara de inocencia y no fingida incandescencia, amenaza rugiente como el paladar duro de los espejos en un matadero de reses. Pese a vos insólita, —piedra nocturna—, sigo creyendo en la vida y no en los funerales, en el pulmón abierto de las gaviotas y no en el soterrado pétalo. Cuando me acerco a lo inmutable, sencillamente pienso en los paisajes: han sido años idénticos a la sombra de mis calcetines, han sido honduras donde me convertí en rehén. Alrededor del instinto, otro mundo sin piedras me habla, otra luz viene como lluvia de piel blanca. Quizá mi tarea es seguir el camino, dejar que los sentidos suban a la próxima estación…

Barataria, noviembre de 2011

viernes, 11 de noviembre de 2011

DETRÁS DE LA PUERTA, OTRO MUNDO NOS ESPERA


Es poca la distancia de una sombra a otra, de una viga a la otra,
en los andamios de la semana, los huesos del calendario,
la bocanada De aire oscuro, las manos al borde del taburete,
el humo del candil Mordiendo las agallas, el fuego lento del kerosén,
la raja de ocote Sin tregua en el aliento, en ese bosque oscuro
de la piedra asida a las manos.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





DETRÁS DE LA PUERTA, OTRO MUNDO NOS ESPERA




TEODORO. —Si llegases a convencer a todos los demás,
como a mí, de la verdad de lo que dices, Sócrates,
habría más paz y menos males entre los hombres.
PLATÓN




Detrás de la puerta otro mundo nos espera, —fantasmas de dudosa
procedencia, una fila de persianas del tamaño de las agujas,
hebras de nostalgias que nada tienen que ver con el alma,
sábanas sin memoria, como una vivencia de sediciosos espejos;
a lo largo de las pulseras del grito, la metafísica del follaje viene a la boca,
pánicos compungidos en las telarañas del altar que cuelga del adobe,
paredes grises, sin candiles, ojos que ignoran la dialéctica del tránsito.
Es poca la distancia de una sombra a otra, de una viga a la otra,
en los andamios de la semana, los huesos del calendario,
la bocanada De aire oscuro, las manos al borde del taburete,
el humo del candil Mordiendo las agallas, el fuego lento del kerosén,
la raja de ocote Sin tregua en el aliento, en ese bosque oscuro
de la piedra asida a las manos.

—¿Es este mundo u otro mundo con disfraces? El mismo desorden
creciente de la náusea, hostiles dibujos agarrándose de las sienes,
mordiendo la respiración a ritmo de cascos; detrás de cada disparate,
el trueno fluctúa en los salmos, muerde cada minucia de desvelo,
llega al punto el muñón de lo inminente.

(Ya estoy acostumbrado a los horizontes que no dan tregua,
a las escaleras del tamaño de la lluvia, a los deseos insepultos
del cuaderno, de escribir perdiéndome en la sal de los sentidos.
A veces, cabalgar junto a la tinta, es mejor que cualquier analgésico,
mejor que el sexo a deshora del solsticio,
mejor que leer, incluso, Crimen y castigo, mejor que leer cualquier
libro de memorias, transitar por la respiración de la infancia,
callar si es preciso cuando la noche decrece,
hacerme invisible ante tanta estulticia, ante el largo precipicio
de los profetas que gastaron su vida en maquinaciones innecesarias.)

Prefiero ser disonante a la música del viento, soy feliz no siendo
cuerdo, de esa manera recobro las verdades cotidianas;
prefiero no ver ni oír los trances bufos del día, por eso me adhiero
a la caverna, a mis propias confidencias iluminadas por el umbral.
De puerta en puerta, el cactus de las calles se vuelve espejo:
la hojarasca me parece una habitación formidable, el abrojo
es mi guitarra, (casa y puerta) sólo son inventos míos, arrugas
de mi marcha, que me devuelven a la profundidad de las aguas.

He desperdiciado el tiempo tratando de detener el goteo de las tejas,
el camino incesante de los huesos sin camisa; he ganado horas
adivinando ese otro mundo envuelto en saña, la paciencia ha sido
mi mejor aliada para descifrar la lógica subhumana del tráfico,
los quiebres del relámpago en las sienes, el zigzag esbozado
de la claridad, el pensamiento gris de la calvicie.
Detrás de la puerta, otro mundo nos espera…

Barataria, noviembre de 2011

jueves, 10 de noviembre de 2011

HAY PALABRAS


De niño nunca sentí el vapor de su ardimiento, el aire que llevan a cuestas,
el desaliento  que guardan en sus propios aleros; ahora, ya de adulto,
aún cuando juegue con ellas  o me sirvan de andamio,
he comprendido que juntas son lluvia permanente, ascuas de otras andaduras...
Imagen tomada de httpcentros5.pntic.mec.es




HAY PALABRAS




Hay palabras, sin duda para todos los gustos, acepciones diversas como las piedrecillas en los riachuelos; las hay dulces y acerbas; existen unas para nombrar la alegría, para unir dos cuerpos; otras, para hacer visible el abandono. Tienen vigencia palabras feas como excusado, pero necesarias, a fin de cuentas. Tampoco me sabe bien la palabra sobaco, axila, ni los apotegmas, axiomas, aforismos, proverbios, máximas, sentencias, verdades… Prefiero ampararme en las menos adustas, partirme el alma en la batea de los afanes, sin ayos que abastezcan de más sollozos disfrazados mi balandro en ruines bajorrelieves. Hay palabras que deslían la oscuridad, sin lagrimar, ni soltar el trapo: digamos, luz, fulgor, brillo, claridad, llama, refulgencia, albor, digamos antorcha, luz de la razón o dar a luz, sin barniz, ni esmalte, ni oropeles. (Hay otras palabras extrañas como gatear que no sólo es para el niño que no puede andar, sino para aquel que a escondidas se levanta de la cama para tener relaciones genito- sexuales con la sirvienta; luego me vienen a la mente otras palabras: fundilludo; dormilona: prostituta que aplica soporíficos para robar a sus clientes; deschavetado, chirrión, chicagüita; cushuna: genital femenino; verga, con tantas acepciones: desde un estado de ebriedad, dinero, golpiza, hasta el genital masculino.) De niño nunca sentí el vapor de su ardimiento, el aire que llevan a cuestas, el desaliento que guardan en sus propios aleros; ahora, ya de adulto, aún cuando juegue con ellas o me sirvan de andamio, he comprendido que juntas son lluvia permanente, ascuas de otras andaduras. Las palabras tienen múltiples dobleces, pero al final son el mismo arado para abrir el surco…

Barataria, noviembre de 2011

miércoles, 9 de noviembre de 2011

APAGA LAS LUCES DEL SUBSUELO


¡Qué profunda la luz que se hundió en el aliento,
el paladar arqueado de la clandestinidad,
cuando sólo la desnudez cantaba entre las piernas!
Fotografía de Alfonso Aguirre





APAGA LAS LUCES DEL SUBSUELO





Apaga las luces del subsuelo, la mudanza inminente, hondo telar del pétalo en tu nombre infinito. A veces, el desgano se hace presente en todo: todo es luz. Noche, madrugadas donde el sueño se despierta en la aurora. Apaga la luz del subsuelo, que se vea el cielo o el mar del cuerpo, la nieve derretida en el ombligo, el calendario espeso del esperma sobre la melodía temblorosa del pubis. ¡Qué profunda la luz que se hundió en el aliento, el paladar arqueado de la clandestinidad, cuando sólo la desnudez cantaba entre las piernas! A veces grito, ¿escucha la noche estas manos mortecinas en la ceniza, este horizonte debajo de los ojos? De pie, sobre la piedra de la noche, no caben los sueños en el anfiteatro, no cabe la sed en el vaso de tus manos…

Barataria, noviembre de 2011

martes, 8 de noviembre de 2011

A MANERA DE POSDATA


Soy extraño habitante de los símbolos que prodigan los harapos,
destila aquí, el agua de la noche, la carcajada petrificada del desvelo,
el chorro de la madrugada
en las manos superpuestas del rocío, el barro sajado de la encía,
las alertas desconcertante de la demencia, el vestigio de los horcones,...
Imagen tomada de Miswallpapers.net




A MANERA DE POSDATA




I hope you don't mind hearin' about how I feel
take a look in the mirror 'cause the mirror won't conceal
somethin' ain't ri-ight, you don't want to reveal…
VILLAGE PEOPLE [SOPHISTICATION]




Sobre el mantel quedan las migajas invisibles de la respiración:
el corpus del aliento, el río roto de la garganta, apiñado en el laberinto
seminal de la edad de las legumbres, gasto mi respiración
en la hoguera húmeda de las alcantarillas, insectos de todo tipo
meditan en la penumbra, a veces la luz es un espacio hermético,
forrado con esparadrapos, bocas implacables,
trepando a los manubrios de las carnicerías, a la noche, después
de jugar a la Osa Mayor de la estrella efímera, ámbito levantado
con herraduras, puntos suspensivos de dientes,
balcones de jengibre sin lubricación, el sex shop de las vitrinas,
al otro lado del espejo empotrados en armarios de absurda sequía.

No sé de dónde salió la telaraña de la alegoría, la sordidez
de los escapularios, la ternura amarga del filo,
la comida escarbando en las hormigas,
el ser humano a imagen de los calcetines, las ruedas de la carreta
en el espinazo de los perros,
huyo del regazo que tiene epítetos de bagazo, arde la saliva
en la onomatopeya de la deprecación, el símil en la plenaria
de los cuervos, manos sordas mordiendo la entraña, la desnudez
cruda de la aurora, en la condescendencia extraña del ijar, rescoldo
de la harina en el trasiego de la espina dorsal del témpano,
desafina la aurora cuando los manantiales se han vuelto polvo
y son más los inocentes que los culpables
del estupor, del ahogo en el vendaval del semen.

Soy extraño habitante de los símbolos que prodigan los harapos,
destila aquí, el agua de la noche, la carcajada petrificada del desvelo,
el chorro de la madrugada
en las manos superpuestas del rocío, el barro sajado de la encía,
las alertas desconcertante de la demencia, el vestigio de los horcones,
Dios que arquea sus pupilas ante tanto destino malogrado.
Me quedaré habitando el olvido después de tanto diluvio,
después de tanta miseria en el dintel del recuerdo, pañuelos
desmedidos de sal, hoguera de una ciudad debajo de mis zapatos,
verjas de dudosa herrumbre, estupros de la niebla.

Disfrazamos el circo a semejanza de alimento, la danza de la muerte
en medio de las enredaderas,
las colillas del calendario sobre la muñeca del cuchillo, la leyenda
trasnochada del Cipitío, extraños comensales en sacos de yute,
oscuros bailes de la suciedad en los intestinos: nos tritura la piedra
de moler, habla el búho debajo de las ramas, el óxido de las tinajas,
esta boca invisible en medio de la noche…

Barataria, noviembre de 2011

lunes, 7 de noviembre de 2011

SOMBRA DE LA CENIZA


En la soledad de la ceniza, la jarcia de las baldosas
y el estrépito de las bestias, el hambre a manos llenas de la memoria,
barro, abrojos, después de todo, en la alacena de la gota de sudor
salida de los poros, batallas bebiéndonos el invierno,...
Imagen tomada de Miswallpapers.net




SOMBRA DE LA CENIZA




Well, I woke up this morning, I got myself a beer
yeah, I woke up this morning, and I got myself a beer
the future's uncertain, and the end is always near…
THE DOORS [ROADHOUSE BLUES]




Me enredo muy a menudo en los cuatro pilares de las telarañas,
en la tombilla de la vigilia, ventana espacial de los días aterradores,
arden todos los nombres en la sal, debajo de la axila de las alas,
aquí hubo lluvia y escarcha de luciérnagas, procesión de peces y limosnas,
también tabancos flotantes en las pupilas, humo como río honorable,
temperaturas adversas a la ventana de los cementerios, coces masticando
los dientes, de la hamaca colgada del sigilo, piedras en la cirrosis
del mendigo, acostumbrado a deambular en el enjambre de las abejas.

En la soledad de la ceniza, la jarcia de las baldosas
y el estrépito de las bestias, el hambre a manos llenas de la memoria,
barro, abrojos, después de todo, en la alacena de la gota de sudor
salida de los poros, batallas bebiéndonos el invierno,
el barbasco empujado hacia los altares, noche sin ojos en el oficio
de los muertos, sangre ardiendo sobre las moscas,
ciudades agónicas de escarabajos, calles de purulento metabolismo,
sin linternas, con aldabas tragándose el moho, el hollín de la noche
que muge a media asta de los azores,
ojos vaciados por el miedo, qué difícil el animal de la utopía en un País
de esplendores obscenos, en un País de complicadas estadísticas,
Tribunales y leyes como el hambre: pululan, abundan, están allí
con nosotros, junto a la mueca etílica del nosotros, en cuclillas
la carreta de la noche, la adoración purulenta hacia ciertos personajes,
la covacha de la niebla, Cónclaves de bagazo,
parva de cenizas en la sartén trágica de soledad y la ausencia.

No hay preguntas, después de un largo inventario de interrogaciones;
no hay respuestas cuando todas han sido escupidas malolientes,
guishtes arrancados a las ventanas, polvo seguimos siendo
antes de la muerte, después de la bocanada de ojos inciertos colgados,
ahumados en la antesala de la quema o la tormenta.
Después de todo, nos han tocado beber el agua en el cántaro roto
del hambre y la ceniza, en la suciedad de los semáforos, en el peltre
de la bacinica, en la puerta que precede a la piedra del más allá,
sin hora de extremaunción, ni festejo del nixtamal en la piedra de moler,
ni escaleras para bajar al submundo de la lengua,
nudos nosotros los que vivimos a diario los funerales del tiempo,
la cosecha de los paraguas, el papel delirante de las enciclopedias,
el espejismo de los merca dos desde los balcones, el aire como leche
negra en los tragantes, maleza de murmullos en el goterón del polvo,
en este bosque de intemperies genuflexas,
palabras profundamente grises en su oficio de ceniza, tempestad, acaso,
manifiesta en las paredes, prendidas de los gajos del grito.

Me queda, después de todo, la escoria y el desatino de la alambrada,
el espejo atravesando mi propia palpitación, la palidez de los minutos.

Barataria, noviembre de 2011

domingo, 6 de noviembre de 2011

MI PAÍS YA NO ES MI PAÍS


Un día ya no estaremos aquí, —en realidad, no sé en qué lugar
del mundo, en qué sótanos nos libraremos de las dentaduras,
qué tiniebla ya no será un hocico atroz, una boca tras los talones.
Imagen tomada de Miswalpapers.net




MI PAÍS YA NO ES MI PAÍS,
[a propósito de nuestro Bicentenario]




yo sabía que al fin iba a quedarme
desnudo en la ribera de la risa.
ROQUE DALTON




Mi País ya no es mi País, —el que conocí en las postales de antaño.
Vos tampoco lo sos después de andar deambulando por diferentes
ciudades del mundo; yo, tampoco lo soy, después de cavar tantas
sepulturas y ver morir a diario la risa, y sentir los aromas putrefactos,
presentes, abriendo el olfato cada día.
Recuerdo las tardes en Redwood City, caminar durante las tardes
por Sunol Regional Wilderness, volver a California Theatre,
saborear la limpieza de nuestra sed, después de tantas paredes
manchadas como pergaminos de un incierto País.

(Después he vuelto casi furtivamente, con la respiración de siempre,
a Woodburn, Aloha, Hillsboro, a Beaverton, a Lake Oswego,
donde estudié junto a los crepúsculos de mis desvelos:
ciudades que en nada se parecen a mi país, aunque el invierno
sea más insólito y la nostalgia se vuelva el peor enemigo.
Cada día me embriagué de espejos blancos, Jane Glazer, poeta
de abundante silencio me dio fragmentos de bosque, poemas
con pinos petrificados: en Shoen Lbrary,
leímos quemando el frío, las ventanas ebrias de nieve.)

Seguramente mi País ya no es mi País. Me resulta tan minúsculo
que lo ando en mi bolsillo, en la arganilla del alma, casi como un centavo
que llora en mi aliento, calles con imágenes de muerte,
calabozo donde sucumbe el portón de la claridad; a menudo lo miro
de soslayo, es una cripta de alfileres,
desde mi infancia lo concebí como una jaula donde permanece
acongojado el alfabeto. Y sin embargo, todos los días quiero desafiarlo,
emigrar de sus calles pedregosas, con hedores de bacinica
y abrojos tan antiguos como los aserraderos.

(Vos preferís caminar por Hawthorne Blvd. que por el Barrio Santa Anita,
o San Jacinto, —preferís, digo, huir del hampa, de la sombra
sulfúrica de la tinta del barrio, de la sedición de esta caverna
donde seguramente moriremos arrodillados sobre la piedra oscura
de la historia, repartida en pañuelos.
Bajo esta noche, toda la caligrafía de la sombra,
las manos ensangrentadas por la latitud de la marea.)

Un día ya no estaremos aquí, —en realidad, no sé en qué lugar
del mundo, en qué sótanos nos libraremos de las dentaduras,
qué tiniebla ya no será un hocico atroz, una boca tras los talones.
Igual que tantos días anónimos, seguramente caminaremos solos
entre multitudes desconocidas, con identidad nueva, por si acaso.
Ante la indiferencia, seremos seguramente, estatuas errantes,
caminando por las avenidas frías de Eugene, anónimos y espesos
como el bosque, nos perderemos en Alton Baker Park,
como esa alegoría del aire y la luz, como la hoguera de los amantes.

Barataria, 05.XI.2011

sábado, 5 de noviembre de 2011

ESTE TIEMPO DE CLARIDAD, MIS OJOS EN EL VIENTO

 
Hoy ha llegado a mis pupilas, el tiempo necesario con sus pájaros:
el surco sencillo de la luz, las manos tañidas de ilusión,
sin verdugos, —por el momento—, con viento y luces y peces;
aquí con el decibel necesario para las onomatopeyas,...
Imagen tomada de Miswallpapers.net




ESTE TIEMPO DE CLARIDAD, MIS OJOS EN EL VIENTO




Veo el futuro reflejado en los asnos,
mi querido Sherlock Holmes,
el tiempo es un rebuzno pero no me rindo,
yo al muerto le conozco y gritaré su nombre,…
JULIA OTXOA




Este tiempo de claridad, mis ojos en el viento, despiertos
sobre el nombre del basalto, la noche desparramada mordiendo
la ceniza de los mapas que girar en los anillos de las olas,
en los dientes ligeros del fuego: espero los caballos crecidos
de la claridad, el color de la fragancia en el viento, mientras la sed
crece en cada palabra, mientras llego al fondo de la sangre
de mis vísceras, a la boca donde nace el poema.

(Al final del sueño, la ventana colgada en el tronco de la madrugada,
el silencio en la escalera oxidada del ronquido,
camisa y cábala, rotos los zapatos del mundo, el golpe del sudor,
en este tiempo de claridad recuerdo todos mis sueños:
esperé sol y lluvia,
el carbón del galope sobre los muslos,
el río del corazón sobre la tarde de las aguas ensimismadas.
A cada polen un cielo de pétalos, lámparas compartidas en el camino
del pan, alrededor de la mesa la ración de sonrisas necesarias,
la abundancia del hambre para alumbrar las calles.
Después de todo, mi País está aquí con sus ramas a flor de piel;
mientras los fantasmas persistan, desaparecen las cucharas
de la casa, sorprende la carcajada del verdugo,
salta el vaso de agua como un fuego iracundo.)

El aliento tiene ojos múltiples, vastos espejos en la mirada, historias
de sal en la garganta; este tiempo, sin embargo, seducido por la niebla,
el recuerdo arrimado al entrecejo de los caracoles, húmedas
botellas de luz en el los bolsillos,
perros reverberando en los clavos del vértigo, lámparas apretadas
por el sudor de los amantes, por las santas nostalgias que deambulan
con esquizofrenias de felino, pedazos de albahaca, náufragos
en la sangre, ayer la ceniza desparramada en los féretros.

Hoy ha llegado a mis pupilas, el tiempo necesario con sus pájaros:
el surco sencillo de la luz, las manos tañidas de ilusión,
sin verdugos, —por el momento—, con viento y luces y peces;
aquí con el decibel necesario para las onomatopeyas, la fragua
incesante del reloj, el calendario en las raíces de la risa, la risa roja
del gozo, el tránsito por encima de cualquier estornudo.
—(Alguna vez dijimos, hablamos, sobre la marcha, el pecho
como un mapamundi encendido de barcos, la historia insepulta
del surco, los cansados teoremas del anacronismo, pero no advertimos
que en cada peldaño de la escalera,
hay lunas fugaces y siniestras luciérnagas, hay pozos de sueños
y pozos macabros, que se roban los jardines.
A menudo, la sed, resulta pequeña para todas las aguas del océano;
en cada oscuridad, hay sin duda, mapas con afluentes,
y aunque inmolemos la boca, habrá otras bocas que hablen…)

Barataria, noviembre de 2011

viernes, 4 de noviembre de 2011

ESCALERA DE LUZ. FARO DE OTOÑO


Me niego a la noche sin el latido de los candiles, nosotros no tenemos
edad para clausurar las palabras, para cerrar la puerta de los colores,
dormir con cadáveres mientras el fuego consume,
ocuparnos de la metafísica del sueño, pensar en heridas circunstanciales,
morderle el cuello a la ferocidad girando en aguas movedizas.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





ESCALERA DE LUZ. FARO DE OTOÑO




Vencida entre las sábanas
duerme la sombra antigua de mi cuerpo.
ÁNGEL GARCÍA LÓPEZ




Ahora dura la luz en la túnica del otoño; y, aunque parezca
una paradoja, es esta luz con nosotros, la que se atreve a crecer
en el umbral de la puerta,
aquella luz junto a ciertos relojes fatigados,
aquel reino de criaturas en vilo, sobre la losa fría del sueño.
De cierto, sí, la luz cambia cuando atardece: desvanece el afán
del lenguaje y los jardines,
nos arropa el entrecejo de otros estertores;
hay indultos para cada equívoco, y escaleras con diferentes alacenas,
pero también claves de extenuadas gaviotas,
pero también inminentes explosiones de sombras: los meses
nos adentran en cierta ambigüedad de metales, madejas abisales
de sombreros, mapas con meticulosos embudos.

Ahora quizá sea otra luz en el otoño. la misma luz del calendario,
cada edad, entonces, tiene sus propias expectaciones,
estar aquí, no obstante, con los dientes mordiendo la intensidad,
las alegrías extrañas que nos dan las esquinas,
el cerrojo diferente del lenguaje, la música al compás, seguramente,
de cada pérdida, aberraciones huracanadas de la historia.

(Y, sin embargo, todo está en el poder de las palabras:
la hondura de las estaciones en la lluvia profusa del esplendor;
a veces la nostalgia nos muerde los calcañales,
aquello que fue ya no es por más invocaciones al instante.
En el subsuelo de la respiración, son otros alientos los que andan
con sigilo, sol que se atreve a encender con avidez,
el entusiasmo que nos da el ala.)

Apenas emerge la luz, la memoria me da vueltas, empiezo a hacer
tantos inventarios inútiles; a veces la soledad lo mete a uno en un costal
de fantasías infructuosas.
Me niego a la noche sin el latido de los candiles, nosotros no tenemos
edad para clausurar las palabras, para cerrar la puerta de los colores,
dormir con cadáveres mientras el fuego consume,
ocuparnos de la metafísica del sueño, pensar en heridas circunstanciales,
morderle el cuello a la ferocidad girando en aguas movedizas.
—Todo pasa, pero queda la luz.
La carne es tiempo sobre la piedra acumulada, es residencia
en el alfabeto, después de todo, acumulación de puertos,
vértigo en la desnudez del universo.

Todo es sombra ciega en las manos, por eso la existencia de la luz,
vi caer el poema inconcluso sobre la brasa, por eso la luz,
el sol del otoño en las manos, ¿en qué porción del ojo quedan
los recuerdos, la liquidez del desvarío en la escalera, la otra orilla
cubriéndome de intemperie?
El que camina conoce: aprende la luz de cada instante.

Barataria,noviembre de 2011