lunes, 28 de julio de 2008

Destino_André Cruchaga

Salvador Dalí





Destino



Nacimos en la misma tierra. Y caminamos juntos
Varias veces. Infinitas veces. Te miré como verte en un espejo.
Entonces no me reconociste Cómo reconocerme
Si yo andaba en un desorden quebradizo de noches agotadas.
Andaba a oscuras por calles pululantes. Tú lo sabes.
Después de todo, juntos hemos vivido la fuerza del hambre
Y la luz desnuda de nuestros cuerpos. Después ha sido
Tanto el gozo refrescarme en tus cabellos negros,
En tu tórax de aserradero, en tus pezones de luciérnagas
Y correr por las estanterías de nuestros pechos
Como caballos de furioso galope. Al final nos parecemos tanto:
—Nos gusta atracar el día en los muelles del deseo.
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jueves, 24 de julio de 2008

Himno a los ojos_André Cruchaga

Ilustración: Pintura de Joan Miró: Cabeza humana.






Himno a los ojos




Sobran las palabras cuando el color se percibe a través de los ojos de todos.
No bastan los brazos para leer otros cuerpos, necesaria es su esencia:
Siempre que hubo hambre han estado ahí espiando los condimentos;
Embriagados de invierno aumentan las aguas del mar, el fuego crece
En el tropel de las pestañas. Islas son a veces de la tristeza. Montañas de sal.
Desde siempre transpiran las piñatas del interior o ese infierno de cuchillos
Que depreda inexplicablemente los hilos de la conciencia. En la imagen
Que se forma, imagen de la tinta creciendo en papeles de perfectos vitrales,
El horizonte mancha de sangre las pupilas y fructifica inútilmente el sollozo.
¿Pero y las mañanas y las tardes de los que no ven? La noche no importa
Para los ojos cerrados, para los ciegos cansados de ver las atrocidades
De la verdad. Mañanas, tardes y noches son apenas un lenguaje sin encajes,
Un instante del grito, un esqueleto del abecedario verde de los pájaros.

Para algunos los ojos son puertas o ventanas parecidas a las palabras.
Los he visto de todos los colores y tamaños y también con espesas lágrimas:
Pintan las instantáneas de los crisantemos, pero también los alfiles del viento,
Y la lluvia abierta de la alegría o las heridas. En cada ojo hay siete claridades
De colores y epifanías latiendo en su misterio. Viajes de asombro desfilan
Por los ojos —viajes que el tiempo graba en la memoria con cierta resonancia.
No es la razón la que descubre el delantal de la ternura, ni las palabras, sino
Las espigas de los ojos, el espejo sangrante, surco erguido de los sueños…

El alba entra a través de ellos con su leche abrasadora. También los caminos
Donde los ciervos agonizan, también donde el júbilo rompe sus raíces,
Y los labios mudos muerden la tortura de la piel —ellos hablan en su batalla
Diaria de hambre, la fuerza de la sed los abraza. El tiempo los abre a los colores
Del suspiro —el mundo los desvela con extraña transparencia…
Rastros de la Patria forman en ellos quejidos —la desnudez descansa
En su tejido, en los relámpagos de la ráfaga, en el cesto transfigurado
/de los espejos.
Cuando la lluvia desata el tren metálico de las gotas, las pupilas muerden
Los murmullos, la noche gime como un fantasma del asfalto, la ternura resbala
En los ojos, la sed por la luz fluye entre las venas y lame la cara.

Y a los que les llegó la noche, ¿qué hacen? Los que no pueden ver libros rojos,
Ni escaleras ¿qué hacen? Los que duermen con el candil cerrado de las puertas
¿qué hacen? La penumbra los muerde, la hora consume su pelo silencioso.
Los que no tienen ojos preguntan por el tiempo y descienden al césped
De la medianoche, a los cuerpos deslizados en el tacto, a la brisa del olor
/en las camisas.
Pero también a los que ven les rodea, de pronto, el polvo de las cerraduras.
El mar o el fuego ahuyenta las puertas, pasan dormidos sobre el lecho
O ignoran el libro que ilumina el dintel o los ríos auscultos del cuerpo.

Al nombrarlos, invoco al viento, a la ceniza en la garganta, al humo
Cuando toca las ventanas, a ese ir con la tinta de su luz, subrayando las noticias
De la tierra, que a veces lanzan piedras de terror sobre lo más visible
/de la almohada.
Aquí donde a menudo, las mañanas son noches, —lágrimas y ojos forman
El óleo del cuerpo y también el agua y el fuego de los espejos…
Barataria, 23.VII.2008
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viernes, 18 de julio de 2008

En el retiro de la Torre de Juan de Abad- Poema de André Cruchaga

Francisco de Quevedo y Villegas, españa.






En el retiro de la Torre de Juan de Abad



Al poeta Francisco de Quevedo
"En esa soledad que libre baña"
.




Siempre anduvo cargado de postreras sombras.
Siempre cargó dolor tan fuerte:
La muerte soberana ardiendo en su voz.
Siempre soñó viendo correr el peregrino pensamiento.
Siempre apasionado y grave fuera del rebaño,
Y entre la abrasadora cárcel de la vida.
Siempre leyendo los abrojos secos de la aurora,
Solitario, piedra en pecho de sufrimientos.
Siempre enjundioso, “poderoso caballero”,
Untando tocino a párpados ajenos.
Siempre con sus pullas y trompetillas
Contra daifas: Hero frente al fuego.
Siempre herido por los ataúdes de la carne,
Por la sombra constante del tiempo.
No sé qué le dio la cárcel de Uclés;
Pero oigo latir su corazón satírico y su voz mordaz.
Usted es un juego de la palabra: fantasía
Del ojo, irascible entre escombros de naipes.
Sintió la muerte como yo la he sentido:
Hojarasca de fuego en las mejillas, aroma de cirios,
Amarillos alelíes jadeando sobre el espíritu,
Sombras empalagosas rizando la madera,
Olas del suspiro, cuchillos de sol entre tragaluces
Consumidos por la boca de la herrumbre.
La vida siempre plega sus alas en la fuga del destiempo.
“Muerte viva es”, muerte que llega
Antes de que uno se acerque a ella…
© André Cruchaga
Barataria, 2005
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lunes, 14 de julio de 2008

¿Toda palabra es una duda?_André Cruchaga

André Cruchaga, El Salvador.





¿Toda palabra es una duda?



Al poeta Roberto Juarroz,


“la vida es una manera de desvanecerse”.
Roberto Juarroz



En el fondo de las ausencias están los pájaros
Aleteando como un río que acompaña
A las piedras con un beso profundo.
Sobre los techos el aire hace la siesta;
Mientras las lagartijas horadan el horizonte.
Usted desde la altura de las manos, descalzo,
Escribiendo racimos verticales de poesía,
Sin que los sesos se agoten o esfumen en años,
Sin que la transparencia vertebral
Caiga en ciega herida.
De tarde en tarde en tarde lo veo jugar:
Corre a encontrarse con el alfabeto,
Niño que juega, mano abierta,
A corporizar la mesa, los platos, los manteles,
El nido donde el ave dibuja su vida
Y piensa en la oscuridad de si misma.
Ese hombre es usted. —llama del bosque:
Círculo de las cosas. Forma. Línea abierta
De la fábula donde se exploran el juego del latido
Y el reverso del agua ausculta en las piedras.
Desde cualquier trance provocado por el asedio,
La madera modela anarquías: catálogos
Del hombre, el labio y la lengua,
Cumplen con su destino: caminar por cuenta propia,
Aprender el ritmo constante del agua,
Y desestimar los límites estrechos del papel.
Así, tal vez, le demos traspiés a las palabras
Para ver los gestos del abismo en los rostros…
En usted, poeta, cada palabra se vuelve duda:
Faro de dolida luz, vena extraña en los relojes de la luna.
En usted, poeta, la duda se vuelve frondosa transparencia
Capaz de impregnar el alba de sutiles mariposas…
© André Cruchaga
El Salvador, 2005
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viernes, 4 de julio de 2008

Otra vida, otra muerte_André Cruchaga

Antonio Tàpies






Otra vida, otra muerte




“Después de la segunda muerte ya no hay otra”
Dylan Thomas



Después que el tiempo
Transpira
Nada nos queda
Ni zapatos
Ni ascos
Ni agonías
Solo la irrealidad
Que nada fuera del agua
La piel de la voz
Que se erosiona
La desesperación que se alienta
De la niebla
El ruido que se rompe
En lo oscuro
La piedra que baja de las escaleras
De las estrellas
Caballos sobre las ventanas
Con jinetes de papel
Platos en ráfagas
Trocitos de noche sobre arboledas
Azules
Fatigadas pestañas
Cementerio de almanaques
Conjeturando miedo
Piedras
Dientes
Uñas
Sobre un esqueleto sin ternura
Después que el tiempo sube
Al olvido
Puerto al que muchos aspiran
Nos muerde lo que ya olvidamos
Los días de la semana
La sombra que dibujamos
La caricia
El llanto que nos hizo
Perder el desvelo
Después del tiempo nada existe
Ni la muerte que a diario
Nos desploma
Ni la costumbre de ver las agendas
Salvo el espejismo
Trofeo colgado en las pupilas
Derrumbándose
Otra ciudad vacía
Cicatrices
Telarañas
Trampas
Caminos donde cuelgan cementerios
De sigilosas ardillas
Mesas arrastrando hormigas
Padeciendo la ignominia
Otro tiempo que no es tiempo
Puerta de la lluvia
Otra puerta con bocetos de diademas
Otros clavos
Becerros
Cruces
Otras tablas de la ley
Camisas grises derrochando la arena
Ataúdes queriendo ver al sol
Con sus libretos
Otra vida Otra muerte
De fuego abisal
Sin brújula
Sin bocacalles
Poblando de ramas rotas
La aurora
Otra vida Otra muerte
Donde bullen sólo
Ríos de abismo.
Septiembre 17 de 2003
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De: Intensa sed, inédito
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jueves, 3 de julio de 2008

Temores diarios_André Cruchaga

Antoni Tàpies







Temores diarios




“Un sordo movimiento te corroe las vísceras.
Y entonces suena la descarga.
Y se produce la estampida.”
David Escobar Galindo




A veces tenemos miedo
De ser sobrevivientes
En una ciudad sin cuerpo
Sin vírgenes
O sinfonías
Sin huellas
Sin ventanas
Algunos tragan ceniceros
Y mastican la colilla de la noche
Otros caen al suelo
Como encallan los barcos en silencio

Las cortinas de las nubes
Ensordecen a carcajadas

Una pistola apunta…

Aparecen libélulas en el sollozo
Y telas desgajadas en las lágrimas
Uno echa de menos el horizonte
Cuando los jardines se derrumban
Y el lenguaje del viento
Se vuelve demonio
O brida sin jinete
O elefante caminando
Sobre el asfalto
A veces tenemos miedo de los dientes
Del silencio de las estaciones
Del fuego que salpica
Los durmientes de la risa
De la aguja de la noche
Que toca las profundidades
Y traspasa la luna
De los espejos
A veces tenemos miedo de los ojos
De la luz
Invierno donde corren los fantasmas
Y la desnudez refleja
La crueldad de los vitrales

En los interminables
Vacíos del horizonte
Nadie practica la inocencia
Uno es pólvora entre la muchedumbre
Nube donde aúlla
Una blanquez moribunda:

Espuma silenciosa del caballo
Que muerde los ojos del jinete
Aliento de hollín
Extraviado en el granito
Fragmento del vacío
Caverna que nos vigila
Y nos hace abrazar
Un ártico de emociones:

Amplios corredores donde el miedo
Tiene sonidos de metal
Herrumbre
Habitaciones cerradas
Parques donde nace el olvido
Y la indiferencia

A veces también se tiene miedo
De las máscaras
De los bufones que visten a cadáveres
Retratan heridas
Disuelven la neblina de los espejos
O simplemente
Muerden la oscuridad
Con su arte de alfileres

Médula de nichos fugitivos
Estos temores torpes
Que andan sin itinerario
Por la tierra

Camino subterráneo estos temores
Que llevan alas
Y ríos de ceniza
En nuestras cotidianas pertenencias.
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De: Intensa sed, inédito
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miércoles, 2 de julio de 2008

Nostalgia del recuerdo_André Cruchaga

Pintura: Antoni Tàpies





Nostalgia del recuerdo




Sobre la piel borrosa
Pasan los cuerpos
Los ojos azules del deseo
La desnuda contraluz
De los minutos
Las largas horas mordiéndose
Los labios

Pasan hurgando los sueños
Entre el agua pálida
De las pestañas
Ráfagas de ojos en el silencio
Noche definitiva
Que nos calla
Que nos sella
Con su mirada de túnel infinito

Nos miramos
Ya no somos nosotros

Ay el tiempo
Con sus escombros en los ojos
Cuerpos y compañías
Que ya no son
Palabras herrumbrosas
Prendidas en la luz
Sonando en la memoria
Como ventanas rotas
Como noches con cuerpos insomnes
Como muelles desvencijados
Como mares de obstinados pálpitos
Como calles cansadas de tanta
Muchedumbre
Como habitaciones hundidas
En la opacidad de la materia
Como trenes sin rieles
En un cuarto oscuro
Como la imprecisión de tanta
Lejanía
Como ese Belén espectral
En la memoria
Como las aceras sin semáforos
Donde los transeúntes
Se pierden

Ay el tiempo
Que nos traga con lentes
De artillería
Esmeriles de soles comprimidos
Laderas de viento
Quemaduras de granito

A veces no tiene sentido
Pasa sin trofeos
Sin alianzas
Traspasando los acantilados del olvido
El oleaje lento de la noche
El aire del alma
En la levadura de las manos

A uno lo deslumbra cuando espera
Ese arroyo de lluvia
Entre crayolas de recuerdos
O esa huella del pájaro
Que se devana en el aire
O esa claridad que de repente lava
El ensimismamiento de las sombras

Uno clava los ojos en sus enredaderas
Y por allí suben o bajan
Calientes ríos resucitados
Marejadas de lágrimas
Grises cuerpos
Hojas de otoño cayendo como ojos
Ráfagas de llaves
Avivando puertas
Para recordar el pañuelo
De colores
Con que los meses
Forman su arco iris.
Octubre 05 de 2003.
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De: Intensa sed, inédito
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martes, 1 de julio de 2008

Para tan breve vida, ¿quién le dio el ser?

André Cruchaga, El Salvador






Para tan breve vida, ¿quién le dio el ser?



Al poeta Luis de Góngora


Tan breve vida y a menudo ciega.
Largo silencio el llanto rapaz que la convida.
Falsa libertad cuando la saeta hiere las venas
Y la vida yerra sobre hojarasca de tierra.
De “soledades” se nutre uno. A menudo de horizontes
Náufragos: las arenas movedizas del tiempo
Borran los caminos y desatan nieblas.
De soledades la prisión abraza,
Aunque en el mapa desplegado de la mente,
Suene esa campana muda del anhelo.
De soledades se hizo el mar con las gaviotas;
El torrente de la vena cristalina,
Los vasos donde se bebe confiado
El hilo grueso de la lluvia.
Con el silencio se hicieron las grandes ciudades;
Los durmientes de las luciérnagas,
La armonía de los jinetes cabalgando en el viento
Y la gangrena muda de la lengua.
Con las soledades los zapatos callan
Y el claustro del pecho bota sus plumas
En el cuenco del vacío donde los espíritus llagan sus andrajos.
© André Cruchaga
El Salvador, 2005
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Poeta y educador salvadoreño.
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