Imagen
pintura de André Masson
VIAJE INÚTIL
sur la table de travail dans
un vague désert muet
je deviens fou de rage,
d’humeu noire…
ÁLVARO MIRANDA
Las distancias existen. ¿Dónde
queda la tinta del poeta
cuando la voz se extingue? Mi viaje jamás tuvo odio, solamente sequía,
hambre por el mar de los velámenes.
¿Fueron los torvos bolsillos del crepúsculo los que me volvieron
apátrida, y tránsfuga del azúcar?
Hubo paredes que solo rumiaban resentimiento, agua hervida
en la boca, entre vigilia y sueño demasiadas tumbas para llevarlas
en mi barca de mis luchas desnudas.
Soy hombre y no pertenezco a marcas ni patentes: tengo la verdad
por horizonte y las manos limpias de limosnas.
A nadie insulto, ni al guitarrón que zumba como duro presagio
entre el tragaluz de los aleros.
Ahora sé que fue inútil aquel viaje sin luna el césped.
Soy esas extrañas palabras inabarcables en medio de la noche,
la palabra que por costumbre habita la nostalgia, la palabra
inventario en las esculturas de la lluvia, la pared oscura
en los anillos grises de la tarde, el paladar que adivina los estatutos
del vinagre y el jengibre.
Siempre he sido esa rara avis
dibujada en el cuaderno de la ceniza.
La noche desnuda todos mis inviernos y es triste, es triste
como todos los fantasmas que llevas en tu propio vuelo.
«Y fui... y estuve... pero nada traje.»
Sereno, sin embargo, en la humedad de mi cobertizo, tengo aún
en las palabras «lo que pudo caber entre tus manos.»
Es triste ver los ojos fuera de su órbita, en las fauces atropelladas
del pañuelo, en las alas un viaje de heridas invernal.
(Las
distancias existen, como existen desorbitadas las cuerdas del reloj, como la
marea del eco en el aullido de los coyotes. ¿Adónde va la muerte prematura y el
bregar dentro del canasto del arcoíris? —Sólo fue noche el lamparazo del rocío,
la hoja verde del temblor de los peces, el sol que se perdió en la sombra del
deletreo, días y días en el pasto de un pasamontaña, fósforos grises al borde
la noche. Las distancias existen. Existe la muerte prematura. En medio de los
cáñamos de las sombras, la difícil tarea de salir ileso. Ya me he ido con la
furia de las cruces en un campanario de niebla. Se oye el estrépito cuando cae
la escalera y se rompen las llagas del alfabeto).
Del
libro: «Incendios giratorios», Barataria, 2013
©André
Cruchaga
Imagen
pintura de André Masson