lunes, 29 de febrero de 2016

NIEBLAS ROTAS

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NIEBLAS ROTAS




En la rama hundida de la niebla en las sienes, el aliento deshecho de la nostalgia
con sus antiguas aguas de quemada luz.
(A veces muerdo los sostenes de piedra de la locura, las mañanas con debates,
discursos. Por suerte, nunca dicen nada. No algo nuevo a lo que ya sabemos.
Hay quien despotrica con heces en el aliento.
Entiendo que la confabulación se ha profesionalizado hoy en día y en todas partes; 
por cierto, la pizarra de mis ojos no miente, y su tinta a menudo enciende la memoria
 y las páginas de los rotativos de mayor circulación.
Todo al parecer se ha vuelto simple: cada quien lava su conciencia, o lo intenta
aunque sea de soslayo. Hay demiurgos en todo esto, claro.
Hay cigarros, vodka y días y mañanas en donde surgen múltiples descalabros.
También hay muchos eructos ilustrados del instante.
Uno ve que las semanas emergen limpias, pero nunca se revelan los significados 
del pastoreo de las mercancías, del nómada nosotros de la humanidad.
Sobre el hambre, el hampa y los bolsillos vacíos y la tierra prometida.)
—Vos sabés que en lentes oscuros no caben paraguas, no cabe la razón cierta
de los caracoles, ni el simple borbollón de palabras bonitas.
La realidad es una ventana de kerosén, o si se quiere, un viaje con argumentos,
un andén donde no está escrita la agenda de los sueños.
De la artería rota de los participios, el ojo del tránsito mordiendo, por cierto,
la desesperanza, y las esquinas que nos hablan de disfraces…
Barataria, 2016

sábado, 27 de febrero de 2016

EN EL CENTRO DE LAS ACERAS

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EN EL CENTRO DE LAS ACERAS




Muerdo los andenes por donde transita la noche:
siempre es locura la estación del mapamundi, y los significados que tienen
las palabras para el olvido.
En esta existencia sobre el asfalto, la eternidad tiene su propio epílogo;
lo tiene el agujero del aliento, los ojos heridos de tantas palabras rotas.
En el centro de la brutalidad los inviernos no duermen
en el estanque de los sueños, ni en el lugar pervertido de la hojarasca.
(Alguien quiere escribir la desnudez, pero se vuelve repulsiva su estética;
desde su infierno, le hace muecas a los sueños; el umbral quedó petrificado
en su sombra, justo como la sombra sin boleto de viaje.
Siempre existe un lado oscuro sobre la fosforescencia de las palabras,
el trueno o los relámpagos desafinan el estiércol, el infierno calcinante
de un montón de insectos innombrables, los siempre calores que recuerdan
la boca de la indiferencia. Leo todos los tetuntes que lazan al vacío.
Leo una a una las plumas del pavo real: las palabras que ostentan son ceniza
de todos los adverbios desesperanzados del frío,
de todos los cuchillos infames del sofoco. Es difícil, así, levantar casa.
Es difícil entender esa fiebre del tiempo entero en un solo minuto de hombros.)
Uno se siente feliz leyendo cualquier tontera que se publica en los periódicos.
Uno se mueve siempre entre el reojo de las aguas turbias.
Antes, ¿dónde estuvieron los prostíbulos en este país demasiado pequeño?
Supongo que siempre serán monótonas las picadas de los zancudos…
Barataria, 04.II.2016

miércoles, 24 de febrero de 2016

AGUJEROS DE LA HERRUMBRE

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AGUJEROS DE LA HERRUMBRE




Supongo que uno se lanza a la vida a perseguir olvidos, a escribirle apostillas
a la soledad. En ello, —supongo, también—, tropieza uno con los agujeros
de la herrumbre con ciertas necesarias cuadraturas, con esa memoria a plazos
de los empréstitos, —la vigilia nos hace pertenecer al mundo del recuerdo
sin decirnos a cuánto equivalen las impurezas, ni las pulsiones
de la inconciencia.  El tiempo es imperdonable, es imposible y torpe
en la intemperie: nadie espera que corroa tanto.  Nadie que sobreviva
a la entraña rota de los cadáveres insepultos, a ese otro lado de la historia.
(Uno cava cementerios como países y continentes. Son perfectos los despojos
en las tumbas, los vívidos y desasidos recuerdos, ese sonoro verdor del césped
que vuelve innombrables las sonrisas.
El brócoli a punto de perder el verdor de los minutos.
El duro polvo de la piedad apasionada en su horrible sombra dolorida.
Alguien pasará a la historia después del fervor de un orgasmo: alguien pedirá
tregua después de tantos días imposibles de arrebatos irrefutables e intrigas.
Uno lucha contra toda la rebeldía posible de las ventanas y el maldeojo.)
Tiemblan envejecidos los agolpamientos de la herrumbre: en el olfato descendido 
de los muelles, el color a quemado de los hierros, su forma cierta
y desparramada de látigo. La esquina trasegada del ojo.
—Jamás entenderé a ciertas conciencias cuando el trote es desigual y roto
en claridad, cuando ha vivido en el resquicio de las sombras.
En realidad, no me interesan los resoplidos del glamour, ni el newsletter,
a menos que fuesen un aserradero o, en su defecto, una carpintería.
Barataria, 2016

lunes, 22 de febrero de 2016

ZONA DE LEJANÍAS

Cogida de taringa.net




ZONA DE LEJANÍAS




Muerdo hacia dentro los huesos del país, ese mundo que se desvanece a diario
como el calendario indeciso de la hojarasca.
¿Quién nos asegura la intimidad que nos duele en la respiración?
Lejos o cerca se juega a las contradicciones del asfalto, al espejismo que nos gana 
los ojos, a la noche cuyos anteojos nos traicionan.
Para mí la cobija y la mesa son zonas de lejanía, acantilados del desvelo.
Así es aquí o allá, galopa la herrumbre de la intemperie, lo hacen —también—, 
los que cercan la vida y trafican con el cántaro de la esperanza.
A lo largo de las estaciones  heridas de las sienes, dilapidado el pez
en su anzuelo, marchito el mimbre de lo vívido.
Uno, —por cierto—, siempre regresa a la reja de los recuerdos y relee
la escarcha de las tormentas,
y cruza todos los recuerdos de la patria: los nombres graves, inmóviles
del abandono, las oscuras voluntades donde fructifica la zozobra y la opacidad.
Mientras uno camina entre vacíos movedizos, la desesperación crece junto
a las paredes, hay una piel árida de rosas sin nombrarse.
En el espejo se ven las bocas anegadas de tiempo, se ven muelles quemados
y oscuros, húmedas soledades vecinas del despojo, amarilla madera del vértigo.
Siempre está al acecho la voracidad de la noche.
Las lejanías, son en definitiva, un disfraz de las fotografías. (El país es eso, supongo, mientras el hervor relincha en la olla de presión.)
Algo de vos o de mí, duele cuando nos ahoga la tormenta…
Barataria, 2016

sábado, 20 de febrero de 2016

CÁNTARO QUEBRADO


Cogida de arpaycopas.blogspot.com





CÁNTARO QUEBRADO




A fin de cuentas, el universo es breve y escurridizo, como una gota de aceite
entre manos, —es extraño, pero todo se extingue, las cosas, las personas y hasta 
las ventanas con su  mundo recostado en las mochetas.
Cada día es igual y diferente: las calles, los hedores, los güishtes alrededor
del calendario, las ventas torrenciales mordiendo los ojos y aceras.
En cada paso que damos, la boca se nos llena de palabras remotas y de moscas.
En este verano se nos mueren los caballos y los pájaros y los muelles.
En el yagual de yute se pudre el cántaro y el espíritu de las luciérnagas.
En la hora del nixtamal, el lenguaje extraño de los contrastes: la libertad,
los brazos, ese entonces de la vena mayor del vuelo.
Antes, las amistades tenían la feligresía del azúcar, era espejo filial el pálpito.
Era sano el barro, o el fondo desnudo del instante consumido.
Alguien siempre escarba, —entre mosquitos—, la tumba de nuestros deudos.
Nunca, por cierto, ha habido hoguera sosegada.
Ignoro si al final, el absoluto tiene que ver con inmolarnos,
si sea posible degollar la intemperie,
si después de todo, un día dormiremos tranquilos y nadie nos desnudará
a medianoche y nos hará fértil instante de la ceniza.  (Uno sabe que aquí puede 
suceder cualquier cosa; sólo Wall Street resulta inasible para nosotros
u otros emporios donde el frío es evitable.
La angustia es como el cotidiano hueso de los perros. —Usted puede no creerlo, 
porque vive fuera de las zonas francas de las moscas.)
Barataria, 30.I.2016


jueves, 18 de febrero de 2016

DIARIO DE SOMBRAS

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DIARIO DE SOMBRAS




En este diario de sombras, cansada la tinta de tantas postas y cascos.
Rotas las sombras de las reminiscencias, surgen de nuevo los ojos en el pájaro
de tinta del tiempo: en el hilo del cierzo, desenrosco el horizonte hasta
desnudarlo en mis manos.
Siempre los días, —sin excepción— me ofrecen fosforescencias desteñidas,
o crónicas de entrañas rotas, o las viejas muertes del paisaje.
(Vos como el chorrito de agua que agujerea las ventanas); —sí, de pronto
resbala la gota del fermento sobre la inminente pupila de la página.
En la página húmeda también los ojos se convierten en sombras galopantes.
Hundo mi escritura en el aliento presentido: en las afueras, dispersos,
calcinados, el principio y el fin de la boca en su martirio.
Después de tantos nombres, uno fecunda la memoria de muertos y destinos.
Toda la gota del presagio esculpió exhaustos durmientes y rieles.
No es extraño que al pie de la arcilla sangren los brazos junto al cántaro roto
del alba: las sombras arden en el fuego de las manos.
Ahora resucito sin ungüentos, después de sumergirme en el pecho de la tierra,
después de asir la cerradura del espejismo en medio de tanto alboroto.
De la mano de la memoria, la caligrafía profética, aunque resulte extraña
su vestidura, al igual que la dimensión de paraíso que perdimos.
En todo caso, y sin vigilias resisto a mi propia escritura: sé, por convicción,
que el ojo, a menudo, es otra sombra de desiertos…
Barataria, 2016

martes, 16 de febrero de 2016

SOMBRAS PERSONALES

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SOMBRAS PERSONALES




Entonces, devaneo las palabras, las descifro, les doy ese largo añil
de pez braceando en mis vísceras. Silabeo las viejas curvas del aliento.
He acumulado en mi pecho —desde entonces—, anchas mesas de hambre, 
petates y cobijas y taburetes de enmohecidos candiles.
Son muchas mis sombras y muchas mis estaciones de inacabado barro.
Guardo entre mis arrugas, las migajas que han buscado lugar para habitar
las semanas. Mientras, la herrumbre sube a los platos.
Desde los altares las culpas en las vestiduras del ala, el oficio de quemar
los trapos viejos junto a la gota de sal sobre el tiesto de arcilla;
pero hay sombras que me sostienen como los misales discretos de las ventanas,
como los pilares lentos del descolor en el aliento,
como las anclas donde el viento es inevitable,
como los neumáticos y su modo extraño de prevalecer en el musgo del asfalto.
Hay también sombras enajenadas: el clavo adentrado en el absoluto de la nada,
los paraísos de alfileres donde el grito muerde peces insomnes.
Uno carga nudos de negros desencuentros y furias descomunales.
Ante los cansancios y caminos diarios, uno se hunde en la piedra de la noche;
en el fango uno quiere resistir al espejismo.
Uno lleva tatuadas las sienes de esqueletos y de manicomios:
hay días que alojan sombras como andrajos existen en la periferia del mundo.
Otros, son tan desgarradores tal los gritos de los vertederos en la boca.
Barataria, 2016

domingo, 14 de febrero de 2016

DESHILVÁN DEL ALIENTO

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DESHILVÁN DEL ALIENTO




Hay en derredor esa feroz manía de deshilvanar el aliento en los baldíos
que el viento ha dejado en la respiración:
cada quien corta los pespuntes que lo atan, hasta aventar el esqueleto
de los despojos a otra parte, donde el personaje que se es, se acerque a la luz.
Vivimos demasiado próximos al insomnio: duelen los cuchillos de la noche,
y las innumerables nostalgias que sostenemos en la cuenca de las manos.
Hay que caminar aun en medio de lo indefinible.
La intimidad de la espina nos obliga al deshilván, no sin derrotar la indiferencia,
y los viejos apetitos del falso pudor.
Nada es más extraño al galope de una litera girando en el regazo del vacío.
Siempre es extraño el gusano del sueño que nos roba el aliento.
En este desbocarme en los autorretratos, acabo por perderme en el país
de mis laberintos, o en el zumbido líquido del trópico.
No sé si después haya necesidad de unir con pespuntes este terrible amor
por el infinito, juntar cada uno de los infiernos en tránsito, contemplar
la turbiedad de las cloacas, y hacer una lectura de los retretes.
Suelo restregarme la ceniza en la cara y despistar cualquier eyaculación precoz.
Mis ojos tienen vidrios manchados de pájaros.
A veces se me ponen los pelos de punta cuando me da por despespuntar,
esos caminos crueles que me asaltan todos los días y endurecen el pecho.
Bien vale la pena desalojar los ojos de andenes por voluntad propia….
Barataria, 2016

viernes, 12 de febrero de 2016

DISCURRE LA SAL

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DISCURRE LA SAL




Emerge como una milicia de gotas incansables: la sal obsesiva en mis ojos
de aniquilada luz. La sal en la gota del cántaro, sobre la piel, como empapada
vasija, destrozada por las calles del tiempo.
—Ni vos ni yo, somos presente, salvo el sofoco y los altavoces de la conciencia,
las aguas allí de la constancia en los ojos, las voces desafiando la garganta.
—El mundo de hoy, es como un suicidio en el cuerpo y lo sabés.
Anónimos cruzamos la calle de los recuerdos, las calles con dudas, chuchillos
y lágrimas, las calles donde avanza el absurdo de cadáveres secos y en litigio.
La perplejidad nos hace recordar la pesadumbre de lo andado.
Sabés que no podemos resarcir todas las aguas derramadas a la sal:
cualquier fuerza sobrepasa nuestra corporeidad,
los ojos abandonados, sin reconciliar: uno espera que las palabras
sean benignas y que extiendan sobre el aliento sus pequeñas metrópolis.
La desnudez del sollozo ciega los compases del mundo.
Hay frío en Briggsmore avenue como en los suplicios de un tropezón en ayunas.
En la Carpentier road el matorral de la noche y su lago de recuerdos.
(Siempre sueño tu cuerpo de inmensa tierra menesterosa; siempre repartida
entre las espinas de mis manos, vos silencioso olor a asombro y a ruda.)
Enloquecemos en este lenguaje líquido de dos mundos: la lejanía sólo prolonga
el desarraigo, el latido nos sacude hasta horadar los ijares.
De pronto, son fatales las luciérnagas alrededor de los ojos, en el destino.
Barataria, 2016

miércoles, 10 de febrero de 2016

TORTURA DE LA SIMULACIÓN

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TORTURA DE LA SIMULACIÓN




Como un durmiente corroído por la intemperie ese no ser y estar condenado
a la simulación, a la lectura de excrementos en una ciudad sin ventanas.
(Después de todo, en las palabras del poema procuro aliviar toda la asfixia
que nos deja la magulladura de los que ascienden o descienden a lo siniestro.
Un prostíbulo es lo menos abyecto a mis ojos y a mi entendimiento: allí son
los ideales rotos; lo inmundo, de pronto, lo encontramos en los absolutos.
Cada quien desde adentro vive sus propios suicidios.)
Yo he vivido los míos desde el atardecer de las cornisas, desde todos esos absurdos 
que jamás ha podido devastar el olvido: siempre existen historias clínicas 
como el lado oscuro del espejo, o el anochecer inusitado de la alegría.
La realidad sorprende, a secas.
Antes de ser, también huimos sin explicaciones.
Hoy no es el tren mordido a pulmón, ni el ave atravesando la flor, sino ese huir
y olvidar, perderse entre la maleza desparramada del tiempo.
Sé, entonces, que estamos cubiertos por vahos e historias que rebasan
el sollozo; sé de las flautas al óleo y de los adverbios infames de la desesperanza
hasta el punto de entender las pálidas simulaciones de la ternura.
Vivimos inclusive para aprender a simular el olvido.
Uno espera que al menos se limpien las ventanas, las fotografías, la boca.
Nos salven, —hoy o mañana— los candiles ante los siempre anuentes cosméticos. 
En un futuro, todos seremos ese universo…
Barataria, 20.I.2016


lunes, 8 de febrero de 2016

MARGINAL DEL HOMBRE

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MARGINAL DEL HOMBRE




También en el litoral del aliento discurre el tiempo, aunque frente a la arena,
sea otro grano rezagado que se pierde en la ínfima mosca del oleaje.
En la conciencia discurre lo agridulce de las intemperies, la mirada que sacude
idéntica a un ventarrón, el ojo también que nos petrifica.
En el cenicero, el montoncito de palabras, como colillas salpicadas de granito.
Cada calle, o sombra, anuncia o advierte sobre los fragmentos de infierno
que nos sirven de espejo y en el cual escribimos las aguas servidas del sueño.
Ignoro si tienen sentido las alas al igual que el olvido, las lagartijas ciegas
que huyen de la claridad, las carcajadas indiscretas como astillas impacientes
en los costados: sé que las fauces del reojo tienen un filo de terror,
igual al tiempo amarillento de la penumbra.
(Uno vive esa doble cara de los relámpagos y hasta los dientes del morbo.
Uno llega a conocer las arrugas de la ceniza, las palabras fruncidas detrás 
de cada mueca  hasta ser fosa u orilla. Cada vez nos hundimos en calles 
que nos desprecian y en alianzas de espuma. El sesgo alza sus absolutos.)
Esta jungla resulta imposible cuando se ha convertido en fotografía diaria.
Claro que las aceras ascienden hasta el juelgo; uno acaba siendo parte
de estas hostilidades, de la efusión nerviosa del smog, y la falta de liquidez.
—Usted sabe de lo que hablo. Sabe del mechón envejecido de los candiles,
de esos niños que esbozan el frío y no tienen otra cosa que ver,
sino la propaganda y las paredes sucias de la otredad y la mugre de la nostalgia.
Barataria, 18.I.2016

viernes, 5 de febrero de 2016

EN LA SOMBRA CALLA EL SILENCIO

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EN LA SOMBRA CALLA EL SILENCIO




En la sombra calla el silencio, el ojo estremecido de la brasa entre los dedos.
Hay cierta mezcla de fondos telúricos en las sombras: voces atónitas,
y amnésicas como charcos con estertor de cicatrices sobre los andenes diarios
de este extremo precipicio.
Muchos se esconden tras la obscenidad de los bostezos. A veces nos parece
tierna la carcoma de nuestro destino, los titiriteros de nubes otoñales
con ojeras, ciertas confidencias carentes de policromía.
Ante el encuentro con ciertas sombras, uno tiene que acoplarse al espejismo.
Cuando hablo de laberintos me refiero a ese viaje de flechas de todos los días.
Siempre el desvelo nos llega hasta los pies y carece de buenas costumbres.
Dispersas las espinas, nos toca lamer las estaciones en silencio:
evadir los dedos del viento, morder la brea de la noche antes de que nos consuma, cederle a la ceniza su galope desgreñado…
(No hay manera de juntar todas las ventanas idas; aun la ternura, de pronto,   
es endeble, un lugar para la soledad y el silencio. Quizá para abandonarse uno.
Quizá como todas las aguas afónicas de la lejanía,
quizá un ancla de la cual cuelgan sosegados sollozos o confiados interiores
ya en despojo de ecos y fuegos.)
Ahora las palabras también dicen lo que las alas hacen.
Sobre la sombra donde transitan tantos relojes, en marcha el camino, perdura
acaso,  la imagen del absurdo, o sólo el bullir del fuego consumido…
Barataria, 17.I.2016