martes, 23 de noviembre de 2010

A VECES LOS DÍAS EN CÁMARA DIGITAL

Las fotografías siempre están a la altura de las pesadillas.
Antes, Bastaba la risa, el ojo frente al destello del hallazgo.
Ahora, los días Son diferentes:
—el cielo nos acaricia con tantas estrellas de cine.
Imágenes en blanco y negro





A VECES LOS DÍAS EN CÁMARA DIGITAL




Sepan que estoy viviendo, nubes, sepan que canto,
bajo la gloria confusa de la tarde, solitario.
JAVIER SOLOGUREN




Las fotografías siempre están a la altura de las pesadillas. Antes, Bastaba la risa, el ojo frente al destello del hallazgo. Ahora, los días Son diferentes: —el cielo nos acaricia con tantas estrellas de cine. Las certezas nunca las explica un enigma, ni la naturaleza es transparente en la desnudez. Lo obsceno siempre es una alegría deliciosa: mirarnos después en la ancianidad rabiosa del blanco y negro, en el orgasmo como suma de claveles, en la rama de canela como un navío de olores. Ejecutamos begonias frotando nuestras manos. Se alisan los cabellos hasta el cuelo: el único traje, es la vestidura del vértigo, el jadeo del vértice galopante del esplendor al momento que el azúcar se hace explícita en el tiempo del latido de los frutos: tuyos y míos. Un rap nos viene bien, un jazz, un blues, para andar la arboleda del humo milagroso: el sudor que resbala como un alambique en la superficie de un espejo. Nos subvierte la sagrada familia de la imagen, el labio encalado del deseo. Ay, el abismo del instante. Sólo cierto en la mordida de la llama, en la puerta del clic inesperado. Respiramos la añoranza de lo visible, el obediente gesto de acercarnos al orgasmo, —uno y otro, alojado en la retina, asomando las palabras en la boca, comiendo del árbol levantado del balbuceo. Uno y otro habitando las abejas, la cincuya galopante del relincho, la sandía partida como un rezo en la lengua, la sombra después, del aliciente: la luz de la explosión en el pensamiento. Ay, este petardo de deseos en todo el cuerpo: este ahora enajenado de principio de mundo, este ventanal constante de lluvia, esta estética de potros de esperma. Este hormigueo en la boca como un suculento consomé de balcones y cornisas. A veces los días, así, nos conmueven y nos meten a la plaza mayor de la cópula. Toda nuestra materia es Lázaro en el espejo de los puntos cardinales.

Barataria, 23.XI.2010

lunes, 22 de noviembre de 2010

EL FUEGO BAJO LOS PÁRPADOS

El fuego bajo los párpados es la lámpara del vigía. Cuando los techos
Acumulan tierra húmeda, hay necesidad de fecundar las palabras.
De todas formas, la respiración es un plato de comida desahuciada
Por la sangre hecha añicos en el cerebro.
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EL FUEGO BAJO LOS PÁRPADOS




la vida se agita
y arde la ciudad
y el cielo se diluye en agua,
y tu pluma punza el corazón de la vida.
ANTONIN ARTAUD




El fuego bajo los párpados es la lámpara del vigía. Cuando los techos
Acumulan tierra húmeda, hay necesidad de fecundar las palabras.
De todas formas, la respiración es un plato de comida desahuciada
Por la sangre hecha añicos en el cerebro.
Del ombligo de ella cuelgan relojes de peces: peces coagulados,
Peces como gelatina derramada en los encajes,
En cuyas líneas se hacen añicos los poros de las guitarras.
La flama del fuego se hace nudo en los párpados.
(A menudo en el vientre, sostienes, todo el chorro de espejos que baja
Del cielo. Tu montaña atraviesa toda la leche contenida en el ocote,
En los cuatro costados del fuego blanco del sexo.
El tiempo roe las trompetas de las reses. Nace la neblina salobre
En los cuadernos de los pezones: en tus pezones decididos
A las furias. A veces nos distrae el picoteo de la herida,
La incertidumbre del campanario,
Los faros mojados de la tristeza, la condición de mortales sin excusas.
Creo que debemos andar sobre nuevas sábanas. Las que nos cubrieron
En principio, son ahora cenizas,
O desalentado rescoldo de tantos recuerdos malogrados.
—Nuestra cura es peor que los días olvidados en las heces.
Los párpados ya son camisa de fuerza para las llaves del albedrío.
Desde lo inexorable nos muerde la piedra del sueño, las calles
Huesudas del sonido, el puño escupido en la saliva, el hedor
De los repollos, el smog del primer hervor de las vísceras,
Los días que vivimos sin banderas, —anónimas identidades en medio
Del fuego secular de tanta boca.
Nadie nos abrigó en la desdicha: tuvimos por compañía el zumbido
Del hacha, la deshora cundida de esqueletos.)
¿Con qué armadura detenemos el fogonazo que nos parte en dos
Mitades; la tijera que nos sucede; la oscuridad que nos apunta
Con sus desenfrenados cuervos? —Más allá del fuego en los párpados,
La espina seca de la soledad arrecia, asume la muerte sin descanso,
Oficia de centinela en los violines del frío.
Más allá del caos de la escoria en los párpados, cuarenta noches
Son pocas para revertir el sueño, para darle trenes al calendario,
Para empujar los sombreros del reloj.
Más allá de los ovarios eminentes de la paciencia, el tiempo nos cuesta
Rascacielos de luciérnagas, y hasta la propia vida
Que de pronto padece de cataratas…

Barataria, 21.XI.2010

domingo, 21 de noviembre de 2010

POSIBILIDAD DEL HORIZONTE

Cuando todo es frágil, dudo de la posibilidad del horizonte.
La lejanía siempre está cargada de suspiros. Hay caminos de lava
Derramados alrededor de los túneles de la sangre.
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POSIBILIDAD DEL HORIZONTE




Para picotear sobre mi fría palma
bajan aleteando las estrellas…
JOSÉ MARÍA HINOJOSA




Cuando todo es frágil, dudo de la posibilidad del horizonte.
La lejanía siempre está cargada de suspiros. Hay caminos de lava
Derramados alrededor de los túneles de la sangre.
(No somos inevitables a los clavos, ni al espantapájaros
Disfrazado de espejo, ni a las monedas ebrias que brotan del sueño.
¿Qué perdura de nosotros después de tanta vigilia,
De tantos afrodisíacos metafísicos
Sobre el césped de estos días extraños, presentes de puños
Donde caen los racimos del grito, la sorda lápida sobre el prisma
De los profano? —Quizá nunca sepamos qué horizontes nos son
Benignos, qué vulnerables somos con nuestras alas, qué murallas
De símbolos nos quitan el hambre,
Qué noche nos espera en el quirófano.
Vos y yo alzados con nuestro grito. Morimos rotos en la nostalgia.
Cada acera es un silencio alucinante. Ver las posibilidades
Es saltar desnudos sobre el páramo. La sedición nos muerde
Con su calendario cansado. Ahora mismo renuncio a la carcajada
Para adentrarme a ese río blanco de lunas, —a ese esplendor
De libro abierto a múltiples posibilidades.
En algún sitio del pecho, el prisma del fuego nos alumbra.
En dicho arcano nos llenamos de bocas prometidas.
Nada es extraño a juzgar por la pulsación de la sangre.
La luz no es cuestión de misterio, sino el contrapeso a la neblina,
A la oscuridad, a la ceniza, al hollín de los tabancos.
Los pensamientos bajan como monedas a los pies; los juegos
Sonámbulos hablan del entresueño, la agonía del papel y la tinta
Entreabierta de la vigilia: —las aguas jamás amanecidas en las sienes.
Andamos siempre, por cierto, en lo relativo de las viejas preguntas:
En la hoja de la estampida,
En la claridad silenciosa, leve de los vilanos.)

Voy sin embargo, entre tanta oscuridad, reptando en el alba.
Vos no dormís, de pronto, pensando en los días futuros; yo sólo
Hago recuento, de las semillas contenidas en el universo de mis sueños.
Y me doy cuenta que todo mundo cabe en el cuenco de mis manos,
En una palabra, en un armario, en una cama sin sábanas,
En una mesa con comensales, en la respiración, en el sol sobre
Los hombros. Nos hace falta el perro que ladre en lo oscuro para
Atisbar las sombras. Nos hace falta una almohada de hormigas
Para no perder los días colectivos.
Nos debemos todo el ayer y el presente. El horizonte es un espejo
Cercano a las palabras que pronunciamos en la espuma…

Barataria, 20.XI.2010

sábado, 20 de noviembre de 2010

DE LO INVISIBLE A LA PUERTA

A veces la página tiene forma de nostalgia, de lágrima o viento.
Es evidente el pájaro que sale de la penumbra. Las ausencias
Que nombran rostros, las horas que se hospedan en los ojos.
El poema es posible cuando el hambre acecha, —cuando la puerta
Aprieta los naufragios,
Cuando apremia el agua circular del mundo.


DE LO INVISIBLE A LA PUERTA




Cántaro de barro.
Cántaro de barro con el que creció la mano del alfarero.
Cántaro de barro que cerró para siempre la mano de una sombra.
Cántaro de barro con el sello de la sombra.
PAUL CELAN




A veces la página tiene forma de nostalgia, de lágrima o viento.
Es evidente el pájaro que sale de la penumbra. Las ausencias
Que nombran rostros, las horas que se hospedan en los ojos.
El poema es posible cuando el hambre acecha, —cuando la puerta
Aprieta los naufragios,
Cuando apremia el agua circular del mundo.
En una y otra mano los días guardan equilibrio. La inmensidad
Siempre perdura en lo eterno, el acontecer del espejo siempre
Es presente con la complicidad de lo que, de pronto, no se puede
Explicar, por el simple espesor de la almohada o la noche.
En los nichos crece el silencio como una lámpara.
En el abanico de la flama hay una ciudad de sueños:
Ondea el suspiro un alto sol de desnudos besos. Una atalaya
Mojada de lejanía. Dos bocas dolientes de fuego.
El poema es así: crecen las palabras como miel derramada;
La tinta moja la página hasta convertirla en espejo,
Hasta crepitar el viento sobre las piedras.
Uno le ríe a la enredadera de los relámpagos: a la carne, el párpado,
Las axilas, al tacto que nos queda después de tocar el deseo.
Del cuerpo pasamos a la victoria del ala, al firmamento del rocío.
Siempre la desnudez es un grito de azúcar en los ojos.
De la noche al día, los litorales traspasan el paraguas del cielo.
Sobre la sábana se tiende la lejanía: la boca del poema en la propia
Clarividencia, del beso, del seno o del hálito.
(Hoy nos gozamos de la pira tendida en el aire: —de esa generosa
Claridad del suspiro, cuando el mundo se hunde en los cansancios,
Cuando la tarde aclarece como el trompo de un niño,
Y burbujean de verdor las bocas.
El poema está ahí, —en el puerto del ansia, en los muelles de la sed,
En la sabiduría del dolor,
En el jadeo cadencioso de la alegría, en las semillas,
En los símbolos de la voz, cuando ésta enciende el hondo mar
Del cuerpo. Allí deshicimos los témpanos a fuerza de perseverancia.
Cuando salimos de lo invisible, de lo oscuro,
El ciprés nos dio su desván de olfato, el salero nuevo de la palabra,
El destello de dos cuerpos convocados: la tinta y el papel
Como grandes piernas entrecruzadas sobre el horizonte…)

Barataria, 19.XI.2010

viernes, 19 de noviembre de 2010

INSOMNIO DE LA REALIDAD

La realidad dibuja nuestros insomnios a la altura de la cabeza.
Abre ciudades mudas, instantes de cansados ojos.
Mudos vamos sobre la noche de la herida, entre muebles de dudosa
Procedencia, entre abanicos que cubren fotografías del pretérito.
Muerdo el perfume desteñido de las sombras, las verjas oscuras
De los ojos cuando prolongan el rompecabezas de los cabellos.
Hay realidades desleídas en el grito del pecho.
Imagen gratis





INSOMNIO DE LA REALIDAD




Las habitaciones son las mismas
con los mismos muebles y los mismos cuadros y no obstante
no era así, no era esto, fotografías antiguas en lugar de mi madre,
de mi padre,…
ANTÓNIO LOBO ANTUNES




La realidad dibuja nuestros insomnios a la altura de la cabeza.
Abre ciudades mudas, instantes de cansados ojos.
Mudos vamos sobre la noche de la herida, entre muebles de dudosa
Procedencia, entre abanicos que cubren fotografías del pretérito.
Muerdo el perfume desteñido de las sombras, las verjas oscuras
De los ojos cuando prolongan el rompecabezas de los cabellos.
Hay realidades desleídas en el grito del pecho.
Hay una sola realidad que recorre el infinito: el insomnio con sus
Escarabajos diurnos, los sobrenombres limpiando el aire, el rábano
Yodado para quitar las manchas de la piel y los analgésicos a base
De yerbas. Soy sólo una larga vigilia oculta en anteojos para evitar el sol.
El remedo sigue aquí, puntual, como los relojes.
Se juega al amor de manera peligrosa; crujen los cartílagos
De la indolencia; supura extraños líquidos la pústula.
Es casi imposible lavar los calcetines y dormir próximos al fuego.
En vez de afirmaciones, me niega la asfixia y el respiro de otros.
La luz está yerta entre vasijas devastadas por el caos; rota la mesa;
Inesperado el disimulo y la torpeza.
Nos asedia la ponzoña vestida de turgencia.
De una lengua gimiente, pasamos al ojo avaro del descrédito.
Nadie me habló de la obsesión diurna de los silogismos, ni de la arena
Salobre de algunas respiraciones en penuria.
Lo cierto es que salen a la calle los que duermen sótanos; los perdigones
De la ficción muerden las vísceras.
—(El patetismo es atroz en una época punzante, aunque siempre
Ha estado ahí, el mantel quemado en los resquicios,
La boca a oscuras en el mapa sin brújula, el camino de polvo
Donde se pierden los sueños, la luz que de pronto es rama seca.
Lfuegos trasegados nos devoran hasta las ingles;
El lecho sangra con su hervor de crujidos,
El filo del reloj corta los horarios, impregna su conciencia hiriente.
De pronto vivir es encontrarse con la impaciencia del sepia,
Con las uñas largas del juego de naipes o dados,
Con la doble mejilla masticada,
Con el césped adelgazado por los sentidos,
Con las aristas del agua al punto del mediodía,
Con el fluir de las máscaras, ausente de todo rostro conocible,
Con el yogur de los extraños contrastes de las semillas,
Con el inasible vuelo, respirable en la hoguera de lo oscuro.)

Barataria, 18.XI.2010

jueves, 18 de noviembre de 2010

HABITACIÓN DE LA PROMESA

Este espacio me hace ver inminentes recuerdos: lo salido del labio;
Pero cuánto duraremos sin que dejen de ser sólo piezas de ajedrez
Tantas palabras dichas, susurros e inanimados taburetes.
¿Quién purifica tanta noche en vigilia, y candiles de abollada tristeza,
Anacrónicas arañas en el baúl del pecho?
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HABITACIÓN DE LA PROMESA




Oigo sirenas de ambulancias, huelo ajo y orín, pruebo nísperos y lenguado,
camino descalzo por el piso del loft, algo insensibilizadas las plantas de los pies
Suerte que puedo pensar y que el cielo puede nevar
ALLEN GINSBERG




Este espacio me hace ver inminentes recuerdos: lo salido del labio;
Pero cuánto duraremos sin que dejen de ser sólo piezas de ajedrez
Tantas palabras dichas, susurros e inanimados taburetes.
¿Quién purifica tanta noche en vigilia, y candiles de abollada tristeza,
Anacrónicas arañas en el baúl del pecho?
¿Con qué túnica cubrimos nuestros huesos, —nosotros que nos
Empecinamos en la duda, en el pájaro sin tibieza de nido,
Como yermos guardados en los puños?
Pactamos amaneceres inciertos y nos cambió la vida, nos ensanchamos
En frío cotidiano en dos mundos donde no sucede el aire.
Nada nos ala ante tanta demora. Crece la sed cansada.
Crece el matorral en la avidez de la salmuera. El plato solitario
Del arcoíris, la tarde con sus vegetales grises.
A menudo el tiempo dicta otras curvaturas: anchas hojas de oscuridad
Y moho, alcobas de rancio hollín.
Al final, nos muerde el azar del granito en tiestos de saliva.
Entre noche y día se nos va terminando la lucidez, la mirada;
Y se posesiona de nosotros, no sólo el grito, sino el abandono.
Y es que nadie permanece vivo, después de tanta espera: toda promesa
Es un albur de súbita imperfección.
Las promesas resultan ser al final, una suerte de desequilibrio:
Morimos pensando en lo que dijimos; pero eso al final no importa.
Vivimos con la puerta abierta llenándola de sueños.
Caminamos. Y en vez de vivir, nos desvivimos en el filo de los días.
En medio de la luz, nos derriban las sombras, —las palabras de ayer,
Las pronunciadas, que ahora se alejan sin pena ni gloria.
Así la bóveda del País deshaciéndose junto al aliento arrojado por el labio,
—Jamás la boca fue otra cosa que líquido durmiente.
Una habitación también es olvido: —Los ijares se engangrenan;
Mientras la espera, con su densidad de musgo, nos ata hasta descender
Al ahogo. Hasta podrir los dientes y los zapatos.
Una habitación también es delirio: —la fiebre agrieta los labios.
Una promesa es sólo eso: —pero, como hongo, crece en la mente.
Una promesa es brazo abierto, aunque siempre esté cerrado.
Una promesa abre las puertas y las manos, aunque nunca entendamos
Su oscuridad. Aunque nunca nos de sueño sosegado.
Una habitación, un sueño, —la mente se nos va en los ojos
Sin pasos firmes. Luego, miramos sin mirar, la espina en el sudor,
Y los pasos en el pantano, hasta el límite, sin preguntarle al espejo,
La noche que nos cae a carcajadas…

Barataria, 17.XI.2010

martes, 16 de noviembre de 2010

OFICIO DE LA EXTRAÑEZA

Después de la desnudez quedan las palabras y las postales.
La historia que transcurre de la puerta a la cama, el paisaje vivido
—Reducido a la memoria, la escalera de los recuerdos.
Hay instantes de bienaventuranza para respirar la luz del amanecer.
Cada día, sitiados por la hoguera, hacemos el fuego: es decir,
Nos gozamos palpitamos y frotando las manos como un haz de orégano.
Vincent van Gogh





OFICIO DE LA EXTRAÑEZA




Los racionalistas, con sombreros cuadrados,
Piensan, en estancias cuadradas…
WALLACE STEVENS




Después de la desnudez quedan las palabras y las postales.
La historia que transcurre de la puerta a la cama, el paisaje vivido
—Reducido a la memoria, la escalera de los recuerdos.
Hay instantes de bienaventuranza para respirar la luz del amanecer.
Cada día, sitiados por la hoguera, hacemos el fuego: es decir,
Nos gozamos palpitamos y frotando las manos como un haz de orégano.
El mayor oficio de la extrañeza es escribir en tu ombligo palabras
No dichas. Palabras, digamos, que nos advierten umbrales.
Ante el frío, busco el libro de las sábanas.
Cuando deseo escribir un poema, me siento a mirar fijamente
El horizonte, —el principio de la idea está en la desnudez del verde.
A menudo el silencio se vuelve eco de cenizas e incluso, abierto
Equilibrio en la doble agua del espejo.
Cuando hay neblina, el cielo baja a las calles a realizar sus quehaceres
De transeúnte doméstico.
Dos cuerpos desnudos constituyen una sombra obstinada: sombra
De un jardín espeso de saliva, alcobas del tacto.
Escribir un poema siempre es una forma de morir: cada palabra
Nos libera de los cuchitriles y de las asas rotas de los significados.
Cuando dos almas se miran, es una sola lágrima de azúcar la que brota
De todo el firmamento de la ficción.
No hay nada más frágil que la irrealidad del arcoíris, en los ojos
De la espera, en ese otro mar que la piel transpira en sal.
Digamos que la respiración es el aleteo supremo de la vida.
Cuando llega el crepúsculo a mis manos, impera la tinta blanca de la luz
Con todos sus pájaros de amorosa tinta.
Cuando los zapatos se cansan de caminar, pongo a descansar
Mis calcetines: lo benigno siempre es leve. Lo benigno es inamovible.
Por más que el huracán arrecie en las sienes, la audacia es un apero
Infalible. No hay puño que derribe las palabras, ni saña que arrase
El buen pensar y sentir.
(Ah, pero cuando te presiento, me es suficiente el olfato; entran
Por la ventana los alelíes; en las pupilas, las olas de la respiración.
La alegría de las puertas acumuladas, abre la madera y empieza
La fuerza de la ráfaga a subir la escalera del bosque.
Cuando estás, estamos, en ese extrañamiento del estertor: el murmullo
Siempre es una tarea difícil de ocultar,
Cuando color y luz empiezan a cambiar de lenguaje.
Cuando estás, estamos, paladeando el obsceno laberinto del sendero.
Cuando estás, estamos, visibles, irreconocibles: es el ejercicio de libertad
Decantando, indispensable frente a la hipocresía…)
Barataria, 15.XI.2010

lunes, 15 de noviembre de 2010

RESPIRACIÓN INAUGURADA

Sabe el mar las historias que guarda en la espuma; los pétalos que mueve
Cada ola, las gargantas vividas abajo del agua.
Sabe el sol que amanece diluido en los baldíos del horizonte, en cada
Gajo de sol que sangra en la sed como una ventana de cierzo instaurada
En las paredes del alma.
Fotografía André Cruchaga





RESPIRACIÓN INAUGURADA




Por ahora, susurra el viento oscuro,
graznan letreros viejos y el grillo mete lima.
WASHINGTON BENAVIDES




Sabe el mar las historias que guarda en la espuma; los pétalos que mueve
Cada ola, las gargantas vividas abajo del agua.
Sabe el sol que amanece diluido en los baldíos del horizonte, en cada
Gajo de sol que sangra en la sed como una ventana de cierzo instaurada
En las paredes del alma.
Cada vez aparece la respiración de la memoria inaugurada en el amanecer
Restañable de las campanas. El paraguas desoye las sombras
De los lavatorios, el ojo de miel colgando de las cortinas, las hormigas
Como esquirlas trepando en las mochetas, ciudadanas imperturbables
De las alacenas, diestras en los laberintos.
La respiración me viene del mar, de las puertas limpias de la semana,
De los caballos azucarados del cierzo, de las utopías de las escamas.
Invento almohadas alrededor de mi propia sombra: la tinta esencial
En el cuaderno, las manos sin usarse del viento matutino. Todos los días
Nace el sabor a los árboles;
Jadea el pan en la luz de la hamaca, el juego de cojines de las hojas,
La limpieza inaugurada de la fantasía. La gota de palabras de la sabiduría,
En el guacal donde las luciérnagas lavan los pañuelos del calendario.
Las noches después de ascender quedan en el olvido.
Me interesa el destello de las verjas diurnas. El candil sin herrumbre,
Ni hollín, (vos que te volvés insustituible en los fuegos misteriosos
De la fragua, en el tambor del musgo, en los malabarismos inefables
Del subconsciente. En la gota desnuda de las pupilas, vasto tejado
De mis palabras. Historia clandestina del yo colectivo.)
Como el perro, sesteo en el brebaje de la higuera: —no hay respiración
Tan fiable como el tamaño de la Esperanza,
Ni tan diáfana como el cuaderno desvestido de los girasoles.
Uno aprende a vivir sin desangrar en medio de las colillas, aun con los ojos
Cerrados del monólogo.
Uno aprende a respirar entre relojes enmohecidos y las manos limpias,
A arder sobre una silla desvencijada, pese al sudor desértico
De la madera: sólo es cuestión de adivinar las paradojas de los balcones,
—el pesimismo de las miradas que pobremente buscan una diáspora.
Tal es este ir invadiéndose de afluentes y remedios caseros:
Los espejismos siempre corroen con animosidad severa. Siempre es así
Pese a usar insecticidas y morder bicicletas en abstracto.
La oscuridad nunca ha sido buena consejera para descifrar los códigos
Del azúcar, ni un imaginario de claveles.
Tampoco el desvelo sirve para enhebrar relámpagos. Por eso me quedo
A declarar mis desatinos a las sencillas cosas de la vida:
La respiración inédita que me da cada ala de cierzo en las pupilas.

Barataria, 14.XI.2010

sábado, 13 de noviembre de 2010

INSISTENCIAS DE LA NOCHE

Amo los huesos grises de la noche cuando zurcen mi boca y mis sienes.
Me gusta la sombra de lo oscuro en el silencio. El iris de la noche.
Todos estos calendarios que perdieron su brújula en el mismo césped
De las multitudes. La casa entregada al olvido. La luz primera del eco
Que palpó el umbral del ascua, —la flecha del principio de los párpados,
El nacer genital de los sonidos transparentes.
Fotografía André Cruchaga





INSISTENCIAS DE LA NOCHE




El perro aquél aulló varios veranos
siempre solo en la casa abandonada.
Aún sigue su terror en mis oídos,
dentro de mi aúllan …
FRANCISCO BRINES




Amo los huesos grises de la noche cuando zurcen mi boca y mis sienes.
Me gusta la sombra de lo oscuro en el silencio. El iris de la noche.
Todos estos calendarios que perdieron su brújula en el mismo césped
De las multitudes. La casa entregada al olvido. La luz primera del eco
Que palpó el umbral del ascua, —la flecha del principio de los párpados,
El nacer genital de los sonidos transparentes.
El amor vino con su ojo oscuro de relámpagos hasta desplomarse
En el pecho; por eso se ahogaron los párpados en el agua;
Por eso, siempre, la insistencia de la noche con sus frenéticos peces.
Las calles, tendidas en el miedo, jamás están ilesas; nunca duermen,
Salvo el encaje del día que desoye la campana de los grillos.
Es un ir y venir sobre el latido invadido. —Un estar siempre poblado
De gargantas heridas,
Un presente convertido en rostro indeleble. Un nunca irse. Permanecer
Con las dos mejillas en medio del polvo. Agobia el coágulo de lo perenne.
Muerde el ciempiés cada centímetro oscuro de los oídos.
Sorda la pluma insepulta de la queja, —el común de los meses asediados
Por el moho marchito de la luz y la conciencia.
Vuelvo con mis manos abiertas a la calle: hay gajos de espacios vacíos,
Arañas dispersas en la fachada de las paredes, balcones de asimétrica
Sonrisa, horcones en medio de una ciudad extraña.
Cruzo las altas horas en desorden, —el paredón de la noche
Con sus agónicos perros, los focos amarillos perdidos en la negrura,
La suerte de estar aquí, respirando los residuos de las piscuchas,
Las heridas sin lavatorio, los brazos tórridos de los escarabajos.
(Jamás termino de entender la soledad de las paredes, la pluralidad
De las tijeras, los ojos tendidos en la saliva del zodíaco, los poros
En el desajuste de la limonada, los afluentes del espejo en el aire.
Hay tanta noche como agua amarga en el océano.
Alegorías. Peligro de sonreir. Manos de abstracta oscuridad. Miedos.
A menudo la noche es miserable con todas sus teorías galopantes.
No es azúcar esta cal oscura en las pupilas. No son peces los murciélagos
Del moho. No son pájaros los dientes del polvo. No son relojes las gotas
De azogue que caen en las aldabas.
Sobre los labios, absoluto el momento de cerrar los ojos. Los días vacíos,
La arcilla alzada en quebradizo bosque. Las pulseras del sigilo.
En la noche, entero el quejido del día: la silla estrujada de los recuerdos,
Y esta insistencia de clavos, compulsiva tortilla, en medio del hambre.)

Barataria, 12.XI.2010

viernes, 12 de noviembre de 2010

TRANSPARENCIA

Ante tanta oscuridad es necesario caminar, buscar la luz: nunca fue
Fácil, ni lo es ahora. En algún lugar hay que triturar con los dientes
El calendario, derribar las trampas del extravío, hundir las monarquías
Del mal, asirse a la piel insoluble del sol mientras dura la claridad.
Tal vez un día, ya no sean patrimonio los embudos,
Ni nos desgarre el pecho una sombra y otra sombra y otra sombra…
Fotografía: André Cruchaga





TRANSPARENCIA




Porque nada puedo conocer con exactitud
ni siquiera mi cuerpo ni yo que me escurro de mí
como un agua afilada y dolorosa
YOANDY CABRERA




Ante tanta oscuridad es necesario caminar, buscar la luz: nunca fue
Fácil, ni lo es ahora. En algún lugar hay que triturar con los dientes
El calendario, derribar las trampas del extravío, hundir las monarquías
Del mal, asirse a la piel insoluble del sol mientras dura la claridad.
Tal vez un día, ya no sean patrimonio los embudos,
Ni nos desgarre el pecho una sombra y otra sombra y otra sombra…
A veces, hasta las aceras se nos presentan afiladas.
Callamos siempre sin encontrar respuestas. Mordemos el anzuelo
De ensimismados escenarios: día y noche susurran las iglesias entre
Barrotes de oscuros ecos, entre soles oscuros de hostias.
Desde luego, Vos y Yo, nos ahogamos en estos colmillos, las pesadillas
Recorren la sangre de la peste;
Hay puertas para que el enemigo transite impune, y jaulas para nosotros,
Y tapicerías de rostros sin sábanas y zompopos de extraño desierto.
Nuestros dientes no pueden estar en el falso mercado de la enredadera,
Ni en la hijastra encantada del espejo,
Ni en la perennidad de las estatuas, ni en el alfabeto postrado
En la oscuridad, ni el baratillo de las bisuterías.
Duele caminar, subida la noche, entre los telones de la maleza,
Sobre la penumbra atávica de los aguacates, descubrir la ciudad tentada
Por la oscuridad, los zapatos probando el horror de las calles
Y la Bolsa de Valores,
Esa avaricia como lección del sueño.
—Reclamo, entonces, la luz como analgésico para la vigilia.
(Pido verte como bosque transparente en mis pupilas, como una mano
En el ojo del amanecer, pues los días han sido demasiado oscuros
Para seguir en esta alacena rota de la sombra.)

Hay días que no asumen ni siquiera el olvido. La respiración se multiplica
Con tanta puerta cerrada: la tarde tiene meses de huesos.
Las piedras, de un mundo de delirio; las monedas, acechanza
De incertidumbres. —Después de circular en el tintineo del ideograma,
La transparencia reclama su presencia.
Nuestro reino no está en el hollín del tabanco, ni en el tizne del guijarro,
Ni en el espejo contaminado de sal, ni en la huella hundida en la arena,
Ni en el andrajo de la tarde, ni en el badajo decapitado del paisaje,
Sino en el barco que reclama, mariposas blancas sobre el agua,
Y una ternura de colores como el arco iris.
Y unos días de manos limpias. Y un vagón de niños a través de la luz.

Barataria, 11.XI.2010

jueves, 11 de noviembre de 2010

LINDEROS DE LA NOCHE, LA AURORA

Lo que nos acontece es sólo el sucesivo tren de los recuerdos. A veces
Diferentes a los cuadernos huérfanos de manos.
Salimos de los linderos de la noche y las enredaderas oscuras
Con el frío gris de los cuchillos. Abrimos la puerta de la aurora,
Después de horrores y polvo, desgarramientos y fatiga, dolor y calma.
Ahora nuestra casa de alegrías es la memoria.
Fotografía de André Cruchaga





LINDEROS DE LA NOCHE, LA AURORA




Gall que cimeges en la torre més alta,
heus-me aquí en la partió de la nit i l'aurora.
En la nit del temps crida sempre el teu cant.
JOAN VINYOLI



Lo que nos acontece es sólo el sucesivo tren de los recuerdos. A veces
Diferentes a los cuadernos huérfanos de manos.
Salimos de los linderos de la noche y las enredaderas oscuras
Con el frío gris de los cuchillos. Abrimos la puerta de la aurora,
Después de horrores y polvo, desgarramientos y fatiga, dolor y calma.
Ahora nuestra casa de alegrías es la memoria.
Pasó el estampido de la tormenta; el diente quemado de la angustia,
Quedó en el ocio de los pretéritos, junto a las aguas ciegas del paladar.
Nos alejamos de la concavidad de la ciénaga y el asfalto de la noche:
—Ahora ganamos con las manos las ventanas, perdimos el golpe
Seco de la hojarasca;
Las huellas del cuerpo son árboles de música: ritmo del camino,
La aurora está más próxima al alfabeto de las abejas: al azúcar del anhelo,
A la hora cabalgando en la garganta sin cansancios,
Al párpado que se abre junto al sol.
Las puertas se abren hacia un nuevo Universo: quedan, los rincones
Fatigados del forcejeo y los acantilados, el desvelo y la respiración
Agotada de los candiles.
—Estamos, por cierto, inaugurando un nuevo día.
Los días de calles inocentes. La cobija esperanzada del anhelo.
La risa como una lluvia en el cuerpo. La palabra recién comenzada
En las canicas. Atrás la sal y las piedras enemigas. Atrás la cárcava
Del retumbo, el crudo litoral de la desnudez primera.
La mirada se torna limpia cuando los zapatos entierran el olvido,
Cuando al caminar le ganamos al asfalto la aurora.
—Estamos en el trance de ganar la mesa: la noche repartió su jugo
Gástrico en habitaciones y ventanas;
Mordió la ternura y abrió un jardín de profundas soledades.
Pero ahora, después de la ceniza e ilustrar el fuego, hemos encontrado
El respiro, visible, del vuelo hacia el aire limpio del espejo.
De pronto las palabras nos reinventan: —ávidas luciérnagas trepan
Al cuerpo como transfusión de vitrales;
Y es que la noche fue intensa. Y es que el eco sordo nos ganaba.
Y es que la noche forjaba en nosotros su tambor oscuro.
Y es que los brazos morían en el paisaje.
Y es que la tierra, en cierto modo, nos parecía intolerable: —sin ningún
Arcoíris para despertar la carne.
Hoy, volvemos a vivir cuando el abismo nos avienta hacia la aurora.
Hoy que la sed se volvió acústico río, escenario que resume
La sal y el incienso de la semillas, el ala de otros surtidores…

Barataria, 09.XI.2010

lunes, 8 de noviembre de 2010

OMBLIGOS GRISES, LAS CALLES EN CÍRCULO

En el plomo de la calle, el ombligo gris de la deshora; el círculo que cubre
Las pupilas, endurecidos ecos en el grano del alma.
Nosotros heridos hasta morir. Quemados por el aire oscuro de las grietas,
Hartos de sostener el aliento en la locura.
Cela el ave Fénix el murmullo de las sepulturas: venas sulfúreas al pie
De la garganta; cavernas invocadas las lecciones de conciencia
En la verdad que deslía el disimulo.
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OMBLIGOS GRISES, LAS CALLES EN CÍRCULO




Fugissera petjada de l'ocell a la neu!
Surt el sol que l'esborra.
A la platja, l'onada -peu de plom, ala lleu-
colga sorres amb sorra.
TOMÀS GARCÉS




En el plomo de la calle, el ombligo gris de la deshora; el círculo que cubre
Las pupilas, endurecidos ecos en el grano del alma.
Nosotros heridos hasta morir. Quemados por el aire oscuro de las grietas,
Hartos de sostener el aliento en la locura.
Cela el ave Fénix el murmullo de las sepulturas: venas sulfúreas al pie
De la garganta; cavernas invocadas las lecciones de conciencia
En la verdad que deslía el disimulo.
El aire avanza hacia el interior de la vida: —el aire madura bajo
El desvelo; ascienden los círculos de la noche en las campanas. Suena
El ombligo como fruto del cuerpo, légamo suspendido en la memoria
De tantos días, ¿hacia qué calles vívidas mantiene su unidad?
¿Hacia qué vuelo sube la lengua, serpiente perdida en el tacto?
—Sin duda, las aguas traspasan la claridad de todos los grises,
El anillo grabado en la luz de las sábanas, la sombra circular del pulso.
Todo es calle continua en la punta de los dedos;
Sea el ojo el aroma infinito, el equilibrio en la historia de las escaleras.
No tengo más colores que esta nostalgia de la escritura.
No libro otra batalla, sino la permanencia en estos dominios donde
El ala concentra toda la luz del vuelo.
Y por más esférico que sea el cuaderno, sol el pálpito que germina
En su dominios, mundo diminuto entre mis labios,
El lienzo de la carne al tacto, no pierde el don final del gris apacible,
Ese gris blanco del silencio del transeúnte en el fuego:
El barbecho multiplicado en la sed cíclica cruzando calles dispersas.
Mientras, simplemente camino, sobre la redondez sumergida del planeta,
Sobre la gota de la palabra derramada;
Subo a la pirámide de las semanas, así, ojo devuelto a la casa.
¿En qué otro sueño o vidas, repetimos las mismas calles, el olor
Aquietado en el olfato, las aguas llenas de peces, la órbita coral
De los espejos, el centro del pecho anochecido, pero de gracia pura,
El mismo odre levantado en el pecho?
Ay, del título del poema, cuando el gris aquieta las enredaderas;
Cuando ahí, vacío el grifo de los puertos, hasta tocar la lluvia de las calles.
Ay, los grises merodeando en círculos las calles, el pozo cíclico del diván,
El imán de la hélice en el ojo.
De pronto veo pasar rostros, calles: las mismas calles y rostros del tiempo.
Las mismas ausencias. El mismo silencio clavado en el pan.
Los mismos abismos y escalpelos. La misma sombra oscura del reloj.

Barataria, 08.XI.2010

domingo, 7 de noviembre de 2010

ÁRBOL DEL PÁLPITO

El pálpito es un árbol a punto de convertirse en montaña intransferible.
Por eso no me importa caminar con mis propias alucinaciones,
La memoria burlándose de los números impares del silencio,
Del árbol solitario donde cuelgo las miradas del entrepecho mío,
La fiebre de los desafueros y la herrumbre,
La herida azarosa de macho en celo, la brizna muda del sombrero,
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ÁRBOL DEL PÁLPITO




Por el pecho de un árbol
va el eco absurdo de cenizas sin horario.
BEATRIZ HERNANZ ANGULO




El pálpito es un árbol a punto de convertirse en montaña intransferible.
Por eso no me importa caminar con mis propias alucinaciones,
La memoria burlándose de los números impares del silencio,
Del árbol solitario donde cuelgo las miradas del entrepecho mío,
La fiebre de los desafueros y la herrumbre,
La herida azarosa de macho en celo, la brizna muda del sombrero,
Las monedas inciertas de las confesiones,
Y hasta el absurdo de mi crepitar de sombras.
Con los dedos desmedidos ato la lengua a las calles; crepita el anochecer
De mi compañía; el pulso sube al techo de las conjeturas;
El traspiés de la garganta desafuera los jadeos.
A veces el pálpito es un holocausto.
No hay estipendios en las pirámides de polvo, ni libélulas que bailen
Reggae, ni rock, ni soul, ni blues.
En el pálpito llueven despavoridos los relámpagos. La lluvia del primer
Orgasmo en la escalera del cielo, la extraña multitud masticada
De los días festivos, la entrecalle de la sed con cerraduras y barrotes.
Si después no veo el rostro en la desnudez de la noche,
Se debe a que la piel es densa debajo de las sábanas. Es porque el lecho
Constituye la certidumbre convocada de la ceniza.
Similares absurdos vive el rostro en la penumbra: —la angustia tira
Sus titulares en primera plana.
Llueve sobre el pez de las manías. Alrededor de nosotros la demencia
De las sandalias, la oleada de escaleras, los días simples subyugados
A la tinta de la saliva, el vitral picoteado por la boca,
Duro pálpito el espectro que está ahí, mudo e impuro, febril y revelador.
Ante tanto absurdo en los retratos,
Sólo queda divagar en los dominios de la danza, en los faros del cielo,
O sencillamente, claudicar en el costado de las vértebras.
—Vos conocés esta lejanía de los brazos cuando no hay arcoíris
Tendidos en la hamaca del alma. Cuando sólo hay sospechas de ventanas
Despojadas en este tropel de frío.
En mi casa todavía las aguas de la noche mojan con peces terribles.
Nadie sube a la terraza a escuchar la piel del oleaje,
A bailar un jazz al compás de la marea.
—Vos y Yo, sabemos, de este pálpito desdoblado en el césped, de la rama
De la carne que invoca el confín asible de la brisa,
El candil, los eclipses, las torpezas,
Y el abandono, siempre, que nos prodigan los murciélagos;
El memorable fuego de la siembra en el purgatorio…

Barataria, 07.XI.2010

sábado, 6 de noviembre de 2010

SOMBRA DEL TIEMPO

Tan sólo la sombra queda, pero no el olvido. Aquélla nos revela
Los fragores del aliento en la tormenta. Cada tiempo nos da su respiro;
Luego nos toca aventurarnos en los arcanos.
La sombra que llevamos es la propia herida, ausculta en el deseo.
No es el tiempo, pues, una pizarra diáfana,
Sino un grano de agua oscura, abeja intermitente en el calendario.
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SOMBRA DEL TIEMPO




Tan sólo sombra del tiempo que pasa,
ilusión de lo cerca y de lo lejos,
cuenta del mucho, el poco, el demasiado,
JOAN MARAGALL




Tan sólo la sombra queda, pero no el olvido. Aquélla nos revela
Los fragores del aliento en la tormenta. Cada tiempo nos da su respiro;
Luego nos toca aventurarnos en los arcanos.
La sombra que llevamos es la propia herida, ausculta en el deseo.
No es el tiempo, pues, una pizarra diáfana,
Sino un grano de agua oscura, abeja intermitente en el calendario.
Nos beben las osamentas de las guitarras. Las calles pedregosas
De amarillas ingles. (De pronto ya no sé ni qué decir sobre la tumba
De los filósofos, ni sobre los que murieron sangrando sorprendidos
Por las moscas, —por este cielofalso que acumula inseguridades.)
Cuando miramos tantos días en la semana, los meses, los años,
Nos da esa sensación de vértigo: salta la respiración con sus recuerdos
Malogrados, el libro degustado de los poros,
Toda la juventud o el envejecimiento del pan, las cartas de las nubes,
El follaje de la piel inaugurado por la boca,
Las mañanas de lluvia que cayeron y cambiaron el curso de la sal,
Las raíces de las miradas,
La piel del susurro oscurecido, el frasco de sombras, el viento del delirio
Con sombreros de empedernido cansancio.
—Siempre hay señales que no disipan los ojos, ni la lengua de la niebla
Entibia los ojos, ni todas las sombras son fronteras.
Uno va atacando los derroteros con las uñas, de las manos y los pies,
Aunque cansen los zapatos y la memoria necesite de muletas.
Nunca resultan pocas las sombras en el cielo donde la espuma se regocija,
En el plato donde converge el reloj,
En la ventana que baila con el traje del viento,
En la acera donde uno de pronto acuesta el propio retrato.
Hay sombras en cada gota de sudor de la tristeza: hay campanas
Enlutadas con su rictus en los aleros del tejado: las recuerdo a diario
En la línea líquida de los durmientes, en los vagones hostiles
De la hojarasca. Todas estas sombras, son sombras en las palabras,
Sombras en la cuna de la infancia, trenzas de un tren infinito,
Grises viajes de las aceras, ceniza como un poyetón de tristeza.
Vamos y venimos así. Recorremos el polvo. El harapo del escalofrío.
—Andamos flotando en la tristeza negra del paraguas. En las calles
Se propagan las sombras junto al desvarío de los buhoneros.
Luego nos llenamos de eternidad. Hay moscas y silencio.
Hay conversaciones clandestinas en la profundidad de los tejados.

Barataria, 06.XI.2010

viernes, 5 de noviembre de 2010

GOLPE DE SUERTE, EL ESPEJO TIRADO A LA CALLE

¿Y quién diría que al verte en el espejo, profano todo lo que sostiene
Mi origen, los escalofríos, los miedos anestesiados?
Durante horas reparto mis ojos insostenibles en las islas
De cada baldosa, desgastando las semanas con mis dedos.
No sé si sea un golpe de suerte escuchar la caja de música que llevas
En el pecho como un árbol de labios decisivos.
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GOLPE DE SUERTE, EL ESPEJO TIRADO A LA CALLE




Y nuestra propia muerte tiene que esperar
hasta que nuestros cuerpos
den paso a cualquier otro designio.
JORGE ROJAS




¿Y quién diría que al verte en el espejo, profano todo lo que sostiene
Mi origen, los escalofríos, los miedos anestesiados?
Durante horas reparto mis ojos insostenibles en las islas
De cada baldosa, desgastando las semanas con mis dedos.
No sé si sea un golpe de suerte escuchar la caja de música que llevas
En el pecho como un árbol de labios decisivos.
Un día sabré si los hilos de la noche atan los búhos de esta larga
Órbita tallada en las ventanas.
De pronto me siento en el plomo de la tarde, en la parcela donde
Se suspenden los cristales, en la yerba azul de las zancadas.
La mano sangra cuando en ella caben los ecos del mundo.
Así he aprendido a fabular cada presagio en la herrería de la lluvia.
¿Quién puede abrir un surco sin pensar en el acordeón de la memoria,
En el designio que nos bebe desde que amanece?
Habrá que distribuir las campanas y sostenerlas en la lluvia. O lamer
La saliva del perro dejada por el mundo,
Extinguir el estremecimiento hasta los límites del cuervo,
O persistir en el signo de los barcos, en los corales mordidos
Por las aguas de los cuerpos falsos tirados a la intemperie,
Continuar con esta destrucción insomne y de ficción, mientras llega
El golpe de suerte para subsistir en medio de sediciosas sombras.
No me imagino la negación que siempre nos hemos tenido:
Las magnitudes del delirio, el asa rota de las palabras, el lugar angosto
De la respiración cuando se cae al vacío.
La vida no es una boca muda que se traga la noche.
Cualquier asedio devasta la alegría. —Y, aunque no hay anestesias
Definitivas, las manos pueden ser el camino hacia ese otro rostro
Que transcurre sin darnos cuenta.
Podemos hablar de tantas intimidades y crímenes. De la soledad que sabe
A caverna, de esos golpes de suerte; (pero no de la lluvia que nos amanece,
Cuando la desnudez concurre a nuestros ojos;
Podemos deshacernos de los días y los rencores, de la noche frívola
Y no casta; podemos partir a fuerza de caos…)
Y sin embargo, el desvelo,
Al tiempo que sólo hay escombros.
Nunca la luz fue hecha para adivinar los golpes, —ni inventar caminos;
Pero sí, para medir la noche a la altura de los zapatos.
Cuando logramos tirar lo inservible, la música se amplía en la sangre.

Barataria, 05.XI.2010

jueves, 4 de noviembre de 2010

FONDO DE LA DESMESURA

La noche se ha vuelto una desmesura con su entrecejo de calendario
Suicida, —ojos desahuciados por la risa, cuerpos atrozmente
Desmoronados, perdidos en la penumbra inmóvil del recuerdo.
Siempre así, de luto los días, bestial ausencia de la risa: el hierro
Golpeando las cortinas de los ojos.
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FONDO DE LA DESMESURA




No importa si estás viva o estás muerta:
Nunca perderé tu imagen en el polvo
A que van cayendo mis pupilas,…
MANUEL DÍAZ MARTÍNEZ




La noche se ha vuelto una desmesura con su entrecejo de calendario
Suicida, —ojos desahuciados por la risa, cuerpos atrozmente
Desmoronados, perdidos en la penumbra inmóvil del recuerdo.
Siempre así, de luto los días, bestial ausencia de la risa: el hierro
Golpeando las cortinas de los ojos.
Marchitas las abejas de la luz, el andar como un tren roto mordiendo
El vacío, el desierto al cual han ascendido mis manos.
Absorbo los vagones de las sombras, las calladas baldosas de las calles,
Igual que un trapo viejo respirando en las aceras.
Nada vuelve a la campana de las consistencias, —nada es más cierto
Que esta tierra yerma: la profundidad del polvo se ha vuelto acicate,
Y muerde su avidez oscura como las tenazas de la sal
En los dedos de las manos.
Hemos caminado mordiéndonos los calcetines. El odre de la boca,
Apenas resiste la saliva fatigada. Temblamos con sabor a prófugos.
Nos mordemos en la cena criminal de las arañas.
Apretamos la sed hasta zurcir la humedad necesaria para sobrevivir.
Temblamos en el luto descarnado de las palabras: se nos han muerto
Las alas y los pies; se nos ha roto la Patria, el sigilo profético del fuego.
De pronto nos volvemos prófugos de nuestra propia sombra.
Mordemos en la cama la ceniza.
Largos insomnios desayunan con nosotros. Coléricas avispas
Muerden el orgasmo: cada cuerpo en la embarcación de los dientes,
Dispuestos a roer hasta los huesos.
La vida está llena de cuadernos, libros, zapatos de vinagre: bodegas
De ceniza, odres sin descanso, sombras sin calma, puertas colgando
De los ojos, cuchillos negros con mangos de grito,
Calendarios mordiendo los dientes de lo siniestro, ternuras amenazantes
Como la fijación del búho,
Palabras encadenadas en el rabo de los perros, azúcar dulcemente
Negro en el alcanfor de la tierra.
—Con todo, sé que nunca perderemos el amor por nuestros deudos:
Las ventanas, la lluvia, sumergidas en los párpados;
El gramo de luz en los canastos del mercado, los clavos, los agujeros
Que desbordaron nuestra desnudez,
El perro flaco de la saliva, el candelabro de los relámpagos,
El caballo de papel con el abecedario de los poros. Todo es necesario
Cuando recordamos las sábanas. Todo aquí, la mata de majonchos
Al tocarte: gruesas aguas empapadas de tiempo y desmesura.
Barataria, 04.XI.2010

miércoles, 3 de noviembre de 2010

BALCONES ENTRECERRADOS

Es cuero también la rama seca sobre el pecho. La flecha rota
En el cántaro, la mano vuelta espuma en la boca, el ombligo cerrado
Por tatuajes siniestros, la sal oscura de la niebla que medio abre
Los balcones, —el terreno donde las arañas tejen murallas.
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BALCONES ENTRECERRADOS




Allá de bruces en el parque
Mirando el suelo…, ya nocturno
Como la forma del reloj entre la espuma,…
CINTIO VITIER




Es cuero también la rama seca sobre el pecho. La flecha rota
En el cántaro, la mano vuelta espuma en la boca, el ombligo cerrado
Por tatuajes siniestros, la sal oscura de la niebla que medio abre
Los balcones, —el terreno donde las arañas tejen murallas.
Ahora miramos oscuras las ventanas y apenas tus muslos y tu pecho
En la sombra. No sólo morimos nosotros, sino el tiempo:
Los solitarios con el hambre de siempre, los remotos deseantes
De la hostilidad, la tierra desprendida de las mochetas, el ansia
Después, convertida en mutismo, en letargos de estéril río.
¿Qué salvamos de la vida, sino la herida, el jamás del pan negado,
Las postales dispersas de la memoria,
Los álbumes de las sombras, el efímero grito del vacío, los nudos
De la agonía, el sonido seco de los cementerios,
El ladrillo imposible de los secretos?
—Negamos las palabras.
Queda después el cerebro inerte de los sueños. La sábana sordomuda
De las abejas, el yo despierto en la penumbra.
¿Quién nos acompaña en los balcones entrecerrados del hálito?
¿Quién con esta luz aprendiendo el balbuceo?
Tropezando sin sostenerse entre cuchillos. Con los poros abiertos
A la buena suerte o al porfiado cause del suelo.
A solas se sienten los dedos de la nostalgia. El veneno en el costado.
La dimensión del cansancio en los fantasmas. La sombra del firmamento,
Con su cal desdentada.
Yo digo así, mordiendo el aliento, que las manos de las raíces
Son hondas y que el frío enmudece los sentidos.
A veces es mejor quemar las páginas inciertas de la caligrafía:
Las alas vegetales del aire, la ventana familiar del oleaje, los balcones.
Sobre la piedra oscura, no hay frondas de luz, —no hay tejado ni casa
Que sostenga el pleno cuerpo del surco,
Ni los nardos que fueron blancos pájaros en nuestras frustradas aguas.
Está dicho. Toda forma transitoria ha sido clausurada.
Siempre el tiempo estuvo entrecerrado en el miedo. El espejeo de la luz
Sobre el hielo fue atroz, —tanto que convertimos los misterios
En ceniza. Tanto que las palabras sólo fueron golpes.
Tanto que murió la alegría como la forma de las moscas en las cortinas,
Como el humo en el vidrio,
Como todas las lágrimas erosivas en la cara,
Como la arena punzante en los ojos, como la carcajada amarilla
De los limones, como un hospedaje frenético de alcoholes…

Barataria, 03.XII.2010

martes, 2 de noviembre de 2010

SÁBANA CON POLEN

Huele a adusta transparencia, la brasa derretida en la sábana.
La navegación en el agua se hace audible, río que sin duda,
Sube hasta las sienes y verdea la miel de las sonrisas.
Mansa y tibia la saliva en el escabeche, en el libro del aroma,
—Encajes con madejas incandescentes, cubriendo aquel paisaje
Encontrado en lo oscuro.
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SÁBANA CON POLEN




Apago el cigarrillo, carraspeo y abro la ventana
repleta de aire rojo y polen fresco.
Tibia y mansa la brisa, encendido el candil, la sábana revuelta.
Una mosca mayor que una paloma se reposa en mi hombro.
ANTONIO CISNEROS




Huele a adusta transparencia, la brasa derretida en la sábana.
La navegación en el agua se hace audible, río que sin duda,
Sube hasta las sienes y verdea la miel de las sonrisas.
Mansa y tibia la saliva en el escabeche, en el libro del aroma,
—Encajes con madejas incandescentes, cubriendo aquel paisaje
Encontrado en lo oscuro.
Me arrebatas el aliento como la primera vez: lengua sobre la nata
Del rastrojo, intenso camino adelgazado por el resplandor de los poros.
—Abres las aguas derretidas en pequeñas monedas de sudor:
Ahí ahogué la virginidad de la espuma,
La tinta que luego se volvió lluvia de luciérnagas.
Después que yo muera, seguirás aquí, en la mesa inmutable de mi boca.
Sideral, diáfana, surtida de latidos verdes.
Hoguera como aquella vez: el agua en las manos, el tiempo picoteando
La sangre, la necesidad común de madurar hasta el cuello.
Siempre estarás aquí conmigo, —menstrual esencia de mi secreta
Esperanza, materia pura de mis ojos, destino de mi absoluto desorden.
Cada vez que te pienso, limpio las fotografías y el espejo:
Salgo a caminar antes que las arterias se me paralicen, antes que mi alma
Trajine en alcoholes, y pervierta la estrella que nos armó de voces
Y deseos. Que nos escondió del frío y el cansancio.
Ahora te posas en mis hombros como un insecto erótico.
Que el ojo mío te entregue siempre todos los deseos. Que tus palabras
Me den la escalera del poema, la bandera cálida de tus pezones,
El polen de la vigilia en el pozo de la sábana,
El silencio necesario para preparar de nuevo, el mantel de los poros.
En realidad, eres la Patria distante con la que sueño todos los días.
El rostro de la frescura que fulgura en las legumbres,
La sed masticada por la sangre,
La luz de la ventana con todos los enjambres de la orquídea, —tanta
Sed en mis manos que de pronto se queman los balcones.
(—De pronto, todo este querer mantenerte palpable, sembrarte
Relámpagos, guardar el libro del aire, dejar el invierno en la garganta,
Hurgar la luz destinada al aprendizaje, —volver a la humedad
De los jocotes, a la risa de la hamaca, al dril de las hojuelas en cada
Poro donde el polen se embruja con el oxígeno.)
El resto que quede abierto al ojo y la risa, a los sellos postales de la goma,
Al diluvio del reloj sobre la cama de la República nuestra…

Barataria, 02.XI.2010

lunes, 1 de noviembre de 2010

MISERIA DEL ASCO

Y uno que cree que el horizonte es lejanía. Y que las miserias
No se hacen transparentes y que el asco no es apogeo de la entraña.
El tiempo no esconde las osamentas de los cementerios,
Sino que las desvela en el filo del desarraigo.
En la polilla del sueño, el sótano de los fantasmas;
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MISERIA DEL ASCO




Toda una vida andando, andando, andando.
Y lo peor resulta que es llegar.
DOMINGO F. FAÍLDE




Y uno que cree que el horizonte es lejanía. Y que las miserias
No se hacen transparentes y que el asco no es apogeo de la entraña.
El tiempo no esconde las osamentas de los cementerios,
Sino que las desvela en el filo del desarraigo.
En la polilla del sueño, el sótano de los fantasmas; el castillo
De lo rancio en la alacena voraz de la atmósfera. Hay ruidos
Que respiramos sin lavar los cuerpos, kilómetros de ciegos forcejeos,
Desgastan la vigilia y las paredes rancias de las alas o los ascensores.
De cierto, ¿cuándo descubriremos la profundidad o el afán del silencio
Sobre la niebla, los días que le hemos prestado a las lágrimas?
—¿Tienen nombre los zapatos después de ser fósiles?
Ahora atesoramos el asco junto a ciertas palabras solitarias.
Pienso en las manos que renuncian a la luz. Los que renuncian
A los ojos. Los arraigados con alfileres a la noche. Los congregados
Para festejar la agonía.
Hay, de cierto, muchísimas lenguas afiladas, rocíos derramados
Debajo de la cama, espejos de descalza inclemencia, cascos en el valle
De lo oscuro. ¿Quién vive, intacto en este tiempo?
¿Quién no nada en el fondo de la orfandad, en el párpado solapado
De la espuma, sin que alguien lo advierta?
—Desde la oscuridad, a la oscuridad del hollín. Desde el escombro,
Al absurdo juego de las luciérnagas, al encaje de humo de las verjas.
Aquí siempre la encía en el vaivén de los dientes.
La semana en el hambre de las latas de coca-cola o la pepsi,
El arca de noé en los areópagos, como ese fuego eterno, con todos
Los olvidos posibles. Nadamos en las aguas del asco, pero no dormimos
En el reino de las montañas, sino en los desperdicios del estiércol,
En esos asombros que nos proveen los museos.
Nos apropiamos de las conciencias ingenuas para repartir galletas
De neblina, sábanas con insectos, grúas de abandonada grasa.
Huele el aceite quemado sobre el pedestal de nuestros monumentos.
Huelen los desperdicios de los ajos y las cebollas,
Huele la cruz a un cuerpo sobre otro y otro y otro y otro y otro.
De tanto árbol caído ya no se hace leña, sino habitaciones para lagartijas,
Musgo para que trabaje el crepúsculo,
Diccionarios de palpables astillas, tragaluces de sorda claridad.
No siempre el horizonte es lejanía, ni el ojo ciego la conciencia en reposo.
No siempre el horizonte es un espejeo de algodones,
Sino el síntoma fiero de lo que se trama detrás de las paredes,
De los que dictan los callejones desgastados por el tráfico.

Barataria, 01.XI.2010