sábado, 31 de octubre de 2015

EL CUERPO EN LA CALLE

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EL CUERPO EN LA CALLE




En la almohada de mis pájaros, el ala absoluta de las distancias: días, noches,
y lámparas, brotan para empujar el vuelo. Siempre hay un reverbero de calles
en los litorales, cazadores de pañuelos, objetos, huecos.
Resulta cruel encontrarse con rostros ennegrecidos, como zapatos de violines
dolorosos, como maderas de confusa polilla: en torno a los ojos se ahonda
el riel gris de las sombras, este haz de pelo que se enreda en el aliento.
Ando entonces, trepando las escaleras de lo absorto.
Ando, sí, entre paredes que duelen a bocas.
A veces los sueños tienen las estrías de los declives, o la niebla triste del alba
en los muelles, o los goterones desmayados de las esquinas del antro.
¿Quién olvida los miedos en un país con cuchillos?
¿Quién camina ausente, distante de tantos tiliches, conversaciones indecibles,
bocas de cavidades donde nos golpea la existencia?
Es cierto, el smog oscurece de igual manera al país; sí, es terrible la plegaria
que nos golpea, la mesa despierta y con hambre, tal mis días de uñas y fuga.
A menudo solo nos desnuda la bolsita de golosinas que pasa alrededor
de ojos y olfato, entre tanta gente goteando féretros y alambiques mortuorios.
De pronto una sonrisa hace la diferencia frente al sollozo.
Todo parece claro visto los años desde la oscuridad. Cunetas, zanjas, el tiempo
en las escenas del destrozo, —vos olor a madrugada mínima, confundida
entre la cobija irreal de la esperanza, obstinada en esta prisión de los afueras.
Enmudezco. Y ya eso es bastante…
Barataria, 2015

jueves, 29 de octubre de 2015

OLVIDAR EL INFINITO

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OLVIDAR EL INFINITO




La única versión del infinito que tenía ya la he olvidado. (Es un poco —o nada—
la multiplicidad del polvo en los armarios, en aquellas viejas fotografías
de la vida, o de la muerte, o de la escritura, o del adulterio de la mosca chirriante 
sobre la mesa, o la escritura del sexo sobre el armario,
la lectura homologada de los sentidos, ese otro texto agrietado de la hojarasca.
Uno no sabe, por cierto, —yo no lo sé—, de qué goma de masticar proviene
la saliva, ciertas perversiones o servilismos, ciertos clisés del destiempo.
El verdadero sentido del sentido está al otro lado de las brújulas, en el pulso
matutino de los espejos, sobre el espejo roto del tejado.
Duele la oscuridad con una bitácora de orgasmos inciertos: duele esa extraña
posibilidad de no encontrarse. Duele el filo de la cuenca de los ojos.)
—En el universo de las palabras también es menester tener afilados los dientes,
trasegar desde la tinta el árbol de los imposibles.
Hierve el ojal de agua frente a los ojos; aquí, uno vive en permanentes absolutos, 
sin que nadie cambie su mansedumbre, o su extraña perversión.
Ignoro si alguien más quiera olvidar el infinito y sus monedas y sus hot dogs.
¿Acaso no se ven las ojeras colgadas de las pesadillas o de las criptas?
Es un tiempo donde no debieran de haber deudos, ni azadones, ni maremotos,
ni manos ajenas en las propias manos.
Posiblemente no podamos olvidar el infinito: es casi juego de la infancia,
tronarse los dedos y luego tirar la desnudez en una cachanflaca* hasta alcanzar
el milagro de las distancias. Siempre hay otras miradas en el firmamento.
Yo por si acaso, también juego al filo de lo inminente…
Barataria, 18.X.2015

*Cachanflaca: arma de fabricación casera para tirar piedras, compuesta por un pedazo de cuero... Usualmente de una lengua de zapatos y hule; es similar a la hondilla.

martes, 27 de octubre de 2015

SEMÁFORO

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SEMÁFORO




De la lectura, paso a aprendiz de versos. porque ellos encarnan menos responsabilidad, respecto a la de un maestro (cuestión de afectos). Ante cada poema uno cabalga, más allá de las realidades intrínsecas, en las aguas de la conciencia: desde allí el acento de lo implacable eso que nos golpea hondo hasta horadar el aliento. Quizá esto tenga que ver con el poeta y sus circunstancias, el despojo y la hora cero en la que vivimos diariamente. Uno nunca sabe hasta cuándo la oscuridad —este desarraigo social que colma las entrañas— y el adviento, la luz, los sueños, no los vacíos y su sombra de mar, no el horizonte plagado de hienas. Después de la pantalla en blanco y negro del tiempo, me pregunto si todavía es posible el arco iris, si el derroche de salmuera es parte de la carcajada, o la duda. El poema, entonces, se torna implacable, contra esa bestia que muerde los calcañales. El poema no puede verse como contrición del alma ni de tratar pruritos existenciales; es inimaginable, después de todo, que a estos días exista el desamparo: uno lo siente, lo palpa, lo vive todos los días de diferente manera. Tampoco se trata de traumas ideológicos, o de hacerle una limpia al horizonte. Se escribe a partir de una experiencia vital, teniendo en cuenta además que la bendita objetividad conlleva el germen de lo subjetivo. De manera que son percepciones válidas en el poema. Puede no gustarme determinado estilo, puede que no sea reconocido en los grandes públicos del orbe de la Bolsa de valores; está totalmente equivocado aquel poeta que sacrifica su poética en aras de no sé qué cosas… se escriba de manera sencilla, diáfana u oscura, la poesía a lo largo de la historia de la humanidad ha sido un género de minorías y está sujeto como toda actividad humana, al mercado. La afectación de la poesía, eso sí, me parece que no es válida. Escribir narrativa, escribir poesía, son actividades diferentes. La poesía le guste o no a quien sea, siempre será el arte de lo inefable. Por eso me nutro a manos llenas de los sueños, de las sombras; me adentro en la alacena de mi propia memoria y camino, no al trasluz, sino de frente ante la miseria. Supongo que el poeta no puede, ni debe sumirse en la desesperanza, ni caer en ciertos bucolismos, ni creo (desde la poesía) sea un exégeta. Pero es mi opinión despojada de todo prejuicio. Hoy en día, sin lugar a la duda, quien se rebela contra estos fieros dientes de la vida nacional, la violencia, el caos, el miedo, es un transgresor: lo es quien ve el futuro, el que sabe que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, el que trasciende esta oscuridad fúnebre. Que otros expongan sus extraños postulados filosóficos, sociológicos, epistemológicos como así les venga a bien...No olvidemos que "el poeta crea con palabras no con ideas", es entonces desde esta dimensión, la alacena del poema y del alfabeto, o si se prefiere del alfabeto y el poema. Claro que la felicidad, la alegría, la esperanza son sentimientos extraños en un entorno en crisis permanente; el poeta no claudica, mas bien camina a lo largo de estas calles; vivir a plenitud el tiempo, siempre implica desnudarse, frente al ojo que mira y nos mira. El poema no es un escondrijo, sino una luz hirviente. Hoy,  justamente, entre lluvias y ausencias, entre el libre pensamiento y las mareas, entre la dulzura de un pubis y su ala de ardimientos, entre el grito, la aventura de escribir y el tambor del frío, entre la rugosidad de las palabras y el ojo del trópico de las antípodas, entre el aullido y la plegaria, los días con harapos y sin una estación o muelle, no puedo menos que pensar en el poema como construcción de vida. Hubo un momento que me harté de la oscuridad: no se trata de escribir como lo hace otro, no; ignoro si alguien es mejor o peor para escribir más allá de cierta universalidad en el uso de los recursos propios de este menester. Yo me harté que me dieran un nombre y que a ese debiera seguir. Y me alejé. Y me distraje en las sastrerías y en las estaciones de los trenes. Los países chicos son infiernos grandes. Y anduve a la deriva siendo sin ser: uno no siempre se reconcilia con la aldea. Se me eriza el semen y la piel. Pienso que las castraciones son demoledoras, esa realidad real, o realidad imaginaria en la que se mezclan estruendos y miserias, talpetate y hormigueros. En el país de las letras, las aguas que corren no siempre son diáfanas. Estoy consciente, poeta, que mi trabajo poético está lleno de soledad y soledades y que uso la palabra consciente de los riesgos que ella conlleva. Pese a ciertos pruritos, yo ejerzo mi condición de eremita, pero no soslayo las realidades porque son parte de mi habitación y mi casa. Hoy por hoy, no creo que se haya vuelto a descubrir el fuego, ni la sed, ni la brasa gigante de la esperanza. Apenas soy aprendiz, no exégeta. ¿Existe otra forma menos desembarazada para celebrar la palabra? Yo, al poema concluido, le doy un guiño; lo celebro, en desbanda mi herida… Cada quien, con sus demonios, amuletos, miedos, registros, con sus realidades y desde sus realidades, edifica su palabra, aunque las palabras no pertenezcan a alguien en particular. Vivir siempre es extremo complicado más cuando a diario vemos humillaciones a la vida, y monstruosos alaridos. Hay temas que se imponen y suelen en cierto modo ser reiterativos, pero es que es dificil soslayar con inocencia este infierno. No sé si en esto de la escritura, tener disciplica para ejercerla sea un defecto: sin duda hay afanes y obstinaciones que quieren quitarle su ciudadanía. Supongo que cuando ésta se asume con la responsabilidad de toda una vida, pueden surgir centellas alrededor de uno, pero imposible opacar lo que es auténtico. Uno pues, suele lidiar, combatir con varios mundos, aun así, mi única filiación posible es con el fuego de la poesía. Escribir contra viento y marea, es ejercer el derecho que uno tiene a la libertad. Los gustos, las afinidades son otra cosa... Díganos, la lluvia de pronto funciona como limpia para el alma, pero ella, en sí misma, convertida en vendaval, es capaz de suscitar atrocidades: y eso pasa, sin duda alguna, en el curso de la vida, muchos nos rasgamos las vestiduras de si lo que escribimos es en pro del "compromiso", o solo es prurito de alientos contritos e intimistas (es lo que oigo de personas sabedoras de estas lides). Desde luego es un tema sumamente complicado por la polémica que genera: sin duda, política y poesía siempre han estado como esos matrimonios hostiles: conviven dentro de esa atmósfera. Me parece que en nuestros países no hemos superado el discurso de los años sesenta y setenta, pese a que los actores políticos, en su mayoría son otros, aunque las condiciones de marginalidad, pobreza y violencia, persistan. Muchos seguiremos, como el poema mismo, junto al prostíbulo colmado de nostalgia. Desde el misterio de la vida, el altar del alba sobre el tejado. Hay, ante tanto éter, (ya me he vuelto incrédulo), magmas y maremotos, así que prefiero transitar, si no ofendo, por mis intimidades. Llegado a cierta edad, uno sabe cuál es la diferencia entre una silla y un inodoro. La poesía siempre será el espejo más corrosivo del alma, o ese árbol íntimo de anteayer como dijese don Juan Ramón Jiménez. Soy un hombre nacido para el poema y mi poesía no es, evasiva, ni purista, ni apolítica: pertenezco, desde mi infancia a ese mundo del desarraigo. 
Barataria, 2015.

domingo, 25 de octubre de 2015

ORILLA DE LA OSCURIDAD

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ORILLA DE LA OSCURIDAD




Crecida la noche y sus orillas resbaladizas, vienen las sombras manifiestas.
Ante la piedad destruida, la congoja y su salmuera persistente y sus días
de tutelar precipitación. A veces uno quiere desmarcarse de los  puntos suspensivos, de los hoyos que gritan en la entraña, de la próxima noticia,
de la boca sobornable en la impudicia de los retretes.
Bajo lo aparente de la claridad, está todavía la ladera en la memoria, el limo,
la lengua y sus sucios cuartones,
los extremos sordos de la sal y el roto diente de los cristales.
(Uno, por cierto, nunca termina de entender el estremecimiento de las horas;
mientras los ahoras se suceden impacientes, desciende el río de sombras
sobre la memoria, nos hiere su orilla de litoral poseso, nos hunde su presencia,
hasta el punto de la embriaguez. El ojo clama sobre la tierra.)
El mismo pez deshecho en la huella de la noche, agosta el ritmo ya apagado
de las palabras que reptan en el ansia.
En el extremo gangoso del escombro todos los escenarios convertidos
en ceniza: hacia las formas diurnas del presagio, el delirio inminente
de los cimientos, esos brazos oscuros exhalados por el mundo. El borde lineal
del cansancio y su mano de índigo. Y su vívida fuga de sombras.
La oscuridad revuelve todos los desagües desnudos de las herraduras.
Es como si en la calvicie de las telarañas, las orillas picantes del jengibre,
sangraran alrededor del paladar. Uno cree que el caos es cosa de intemperies.
Barataria, 2015

viernes, 23 de octubre de 2015

ORILLA DEL ALIENTO

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ORILLA DEL ALIENTO




Mientras el tiempo nos divide, el sudario roto de las esquinas y el aliento
postrero de la piedra: en la dura hondonada del horizonte, sangran los poros
todos los miedos, el encaje de la saliva, el inmenso animal que nos golpea
la conciencia hasta arrojarnos a la intemperie,
donde los poros descienden al azogue impermeable de los neumáticos.
(Uno camina entre afilados gajos de bocas, platos, colillas, extraños sombreros
de vigilia y ausencias; en el fuego oscuro del desatino, el caballo abisal de las  criptas 
abre los ojos de los jazmines irrenunciables, el alto estanque de los ecos, las horas 
de leche negra sobre la página intravenosa de las palabras.)
Siempre pulsa el tiempo sus pañuelos en promontorios de saliva.
El muro del escombro nos contagia: el muro oscuro de la carne que petrifica;
descendemos a la orilla delgada de los recuerdos, al río próximo
que se encuentra en la dentadura del misterio: es tan modesto el candil
que cualquiera tropieza con telarañas o esos basureros que abrasan sombras.
Vivimos, de pronto, atraídos por los golpes de este mundo de bulliciosos
silencios, marchitos de aire y palabras.
Clama la orilla de la lengua frente a los aullidos, la feroz saliva de la soledad,
el forcejeo ante el ojo de los desvelos, la cobija inocente de calles y rincones.
(El tiempo aclimata nuestros ardores, no los desvelos y cuchillos, no las zonas
de los sordos, no la ceniza cultivada en el murmullo, no estos días de excelsa
oscuridad.) Cuando aparezca la luz plena, será la cara toda y el ala,
el horizonte en su postrera desnudez…
Barataria, 14.X.2015

miércoles, 21 de octubre de 2015

ORILLA DE LA TRISTEZA

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ORILLA DE LA TRISTEZA




Animal de medianoche, lúgubre en la espiga de la tristeza, nombre apenas
en el paraje de los ecos: sobre las páginas oscuras del escombro.
Animal de sombras hendidas en el último día del trino. (Infancia desnuda
del presentimiento; implacable el polvo que se adentra en el pecho.)
Animal de laberintos dentro de los ecos castrados del mundo.
Animal de todos los días bajo este cielo infinito donde brama la memoria.
Uno aprende que la promiscuidad es también cosa de baratijas.
Me invade una tristeza de cuatro paredes: la escritura, a menudo, agrieta
los adobes de las paredes y el matorral del aliento, los duendes exhalados
desde el pozo ciego de la quimera empapada de hojerío.
A veces huyo de ciertas conversaciones, huyo de ciertas bocas y de la materia
fecal, del polvo sin desagües, o del simple cuchicheo de atriles.
Todas las épocas de mi escritura han sido difíciles: no faltan gargantas atroces,
ni filosas nieblas. Nunca la inocencia. Es latente el promontorio de barbarie.
Así es este oficio hasta que alguien gasta toda su dentadura.
Un charco de tinta es mi escritura: ahí, enciende el invierno sus luces verdes,
y se evaporan los olores desleales, la perversidad y lo abominable.
Cruzo a diario los candados del miedo. Purifico intemperies: abro los ojos.
Yo escribo, entonces, disperso en cada centímetro de miradas y espectros.
(Vos lo sabés allá en tu negra hoguera. Sí, en los olores destejidos
del escarabajo, en la telaraña de los silogismos, o en los ecos grises de este país 
moribundo, en el complejo de culpa del retrete.)
Vos lo sabes cuando el líquido seminal se va a través de las alcantarillas…
Barataria, 11.X.2015

lunes, 19 de octubre de 2015

SEMANAS INDELEBLES

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SEMANAS INDELEBLES




Como la desnudez conjugada en la conciencia, estas semanas quemándonos
hasta los calcañales. Hoy el reloj insiste en ignorar la sequía.
La luz, los bultos de la noche y su repentino embudo irremediable. Su difusa
Corbata sobre la piedra de la penumbra.
En las aceras me persigue cierta nostalgia por las telarañas: ahora las cruces
son un destino, no las ventanas; pero no importa (no es tan horrible como
parece, pensará alguien); después de todo, los sentidos engañan.
Hay señales frenéticas que van muriendo al compás de los transeúntes.
La luz como las semanas es invención de la almohada: uno es hoy, diurno
o nocturno poniente, o antesala de pájaros quemados.
Bajo el cántaro de la duda, la osamenta del luto y su relieve. La intemperie es,
ostentosa en cadáveres, resplandeciente en impurezas.
(Uno siente que todas las piedras de las semanas se gastaron y no es así);
toda la realidad nos sigue masticando los costados, el grito de hierro de tanta
atrocidad, los platos rotos despedazados del infierno.
Uno no se olvida del aliento furioso de las semanas, ni de las audiencias
de hígados al rescoldo, ni del pretérito pluscuamperfecto trasnochado
en la inflación de tantas y tantas osamentas y estadísticas. El espectáculo muerde 
todos los volcanes de la patria, sin contar los suicidios convencionales
y los producidos por la prostitución. Antes uno se deleitaba con el goteo
del escalofrío. Ahora resulta demagógico cualquier recuerdo en este sentido.
Barataria, 2015

sábado, 17 de octubre de 2015

EL TAMAÑO DE LAS ALUCINACIONES

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EL TAMAÑO DE LAS ALUCINACIONES




La altura es solo la asfixia que se hace perceptible en mis costados.
Sangran las lágrimas de los minutos sobre la piedra que rige el frío de los pies
y de la muerte: el país quemado en este invierno de grises, abundante
en la indiferencia y el desenfreno.
Todo mundo transita sobre el ciempiés amarillo de la violencia; la ponzoña
es esa otra forma del aullido; el país, esta carne de cebollas podridas.
Dentro de la uña, los manuales fétidos de la jungla, el tiempo corvo  del páramo.
Escribo en las orillas de la tinta para borrarle los grises vacíos.
Es menester reunir algunas palabras, las que den alguna luz o griten la luz.
Se multiplican y crecen los crujidos: alguien, todos los días entra a la muerte.
Es como si en la jaula del país, otras jaulas dentro susurraran monstruos.
Son tantas las pesadillas que uno siente la necesidad de gritar: tomar algún
brebaje, subir intacto al montículo de la esperanza.
¿Puede uno salir a la calle y regresar ileso, limpio de heridas y ataúdes?
—Siempre uno huye de la noche y sus párpados oscuros.
Siempre acecha sobre el pedregal, el difunto amanecer del semen sobre la cruz.
Hay pelotones que comercian con el asco y siegan la placenta de los suburbios.
Hay piedras inmutables como los baches y los féretros, como el oscuro sabor
de las estrías del ascua. (En este juego de publicidad y marketing, el polvo vuelve 
al polvo, en tanto la orfandad abre sus grifos.
Lo cierto es que ya solo nos va quedando el escombro y la parálisis)…
Barataria, 08.X.2015

jueves, 15 de octubre de 2015

APRENDIZAJE DEL PRESENTE

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APRENDIZAJE DEL PRESENTE




Nos hemos convertido en señuelos del presente sin que se superen los agravios.
Cada paso que damos está poseso de plegarias, ¿podemos, después de la quema,
reforestar el aliento, limpiar los dientes, elevar los salmos a cobija?
Seguro que de esta demencia del frío,
apredemos a esperar de rodillas la repunta, la nueva identidad que brota
de las axilas de las golondrinas: uno corre y también se aprende a avanzar
en medio del hampa, entre los imaginarios que poseen los túneles.
—Uno sabe, —por modesta experiencia—, que los huevos trepan hasta el nudo
ciego de la garganta y que no hay más trinidad, sino morder el guacal de peltre
mientras la tormenta arrecia.
En algún lugar de los harapos zambullimos el aliento, embozada la imaginación
y los demás Lázaros en los coágulos o las pústulas.
Uno solo alcanza a ver las begonias espumosas del firmamento y a sobrellevar
el tiempo del luto, los ahoras violentos que le apuestan al desprecio.
Cava o cala de cualquier forma en el torrente, la sombra del presente.
Ante la ruindad del alma, la desazón y el miedo que nos conducen al polvo.
Centímetro a centímetro, las horas se hacen ceniza y temerario el sollozo.
(Para salir de la fatiga, es necesario desvelar las esquinas, o huir con los ojos
cerrados hasta que los sueños revelen la otra cara de la moneda.)
Mientras el poder imante los excesos de su lujuria, —usted, de seguro,
no verá brillar la estrella del poniente: verá los cirios de sus propias ojeras.
Barataria, 07.X.2015

martes, 13 de octubre de 2015

VÉRTIGO INFINITO



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VÉRTIGO INFINITO




Sobre la última intemperie de la piedra postrera, los semáforos aferrados
a lo sombrío del tráfico: frente al pelotón de mendigos, el paraíso náufrago
del fuego, las cobijas desesperadas en el abismo de la muerte.
Harto de cuchitriles, descanso en la otra mitad menos asqueada de la avidez;
me desencuentro con lo burdo de las hernias, en lo íntimo el paladar roe
los vestigios de lo salobre, la estaca tránsfuga de la modorra,
cualquier bostezo amarrado al junco de la saliva. El nicho supura espasmos,
fluctúan los peces en el lagrimal del rocío, —en el cráter de la bilis, los ácidos
o la carcoma del páramo viviente entre los huesos.
En los lapsus de cada vértebra, el fermento del panal en el tacto: la lluvia
de zumos fluctuando entre las uñas, el espejo al gusto de las campanas.
Exaspera la ceniza en el hueco de los zapatos como otra sombra prófuga
del pulso: desde la piedra hueca del aliento, ya no sé el alcance de los vértigos,
ni hacia dónde nos quema el rostro la niebla.
Uno no sabe de la fiebre de párpados sobre los adobes, ni de las grietas
indescriptibles que deja el espejismo, ni las islas que sangran en la cópula.
A menudo caminamos desnudos como espectros entre paréntesis.
En el salto al vacío, terminan suicidándose las cruces y la sequía de pestañas.
Si el infinito es un espectro, prefiero hurtar el sigilo a tantos suicidas.
Ante las tantas señales de los espectadores del abismo, la avalancha de sal
sobre el litoral de suicidios de los brazos. Crece el desamparo como una paliza.
Barataria, 04.X.2015

domingo, 11 de octubre de 2015

NEBLINA ADENTRO



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NEBLINA ADENTRO




En la estación de los minutos, los espejos atrapados en la garganta, los caminos
heredados en paralelo, la infinita aldaba, húmeda en el acantilado de sal.
En la neblina temeraria de lo ecuestre, la fuerzas de la escarcha como monedas
desprendidas del viento. Hacia atrás del horizonte, los pájaros atónitos
de los párpados, esa otra convivencia entonces, con el desastre.
Hay países grises por falta de sintaxis.
Existen ojos con una caligrafía desencuadernada, desvestida en las ojeras
del aguacero, o en esas hambres que torturan como una hiena.
Uno no sabe, de pronto, hacia dónde aullar después de horadar las piedras.
El viento tiene sus caballos revividos y la neblina, ese abrasado destino
en la flama tropical de las pupilas. Desde adentro no es menos cierto el abismo,
ni la ramazón de los ciclones en las sienes, ni la reverberación de las sombras
ni la pesadumbre que hiere sutilmente las concavidades.
Entrada la noche y el petate tullido de la piel y el reino de los jeroglíficos
sin caminos, y los cadáveres con la mala suerte de lo trágico, y los cementerios
con tantos nichos a cuestas,  las palabras disueltas en el aliento:
¿A quién le confío esta enfermedad de mísero futuro? ¿A quién el despojo
que sólo admite soledades? —Vos, próxima a los ojales de la noche, a la neblina
lacia entre las manos, a los abanicos de hollín que gimen entre las manos.
(Tiene la piedra el duro silencio del acantilado, el idioma roto de los sollozos,
el helado párpado del polvo sobre la rama ciega del viento.
Hacia dentro, el reloj sepultado de mi propia tumba)…
Barataria, 02.X.2015