viernes, 18 de febrero de 2022

PÁJARO MIGRATORIO

 

Fotografía: André Cruchaga


PÁJARO MIGRATORIO

 

 Ahora, el caballo verde de las tormentas sobre la madera absoluta de los sentidos es como la sombra indecisa del tiempo, el galope en la entraña, el gua vigente de la sangre no rendida, ese otro universo, entonces, de las palabras electivas de los ojos. Después de la infancia, la inocencia arrebatada por fechas y calles: miro el murmullo de sus gotas, entre cercos y manos y tierra. La voz se hace vieja en su oficio, al igual que, lentamente, el pulso con su mapa de olvidos. De hecho, solo escucho la campana desdibujarse en la memoria y los guijarros que horadan el rastro de los sueños.

 

De: Como quien pide luz o pide agua, 2021.2022

©André Cruchaga


lunes, 14 de febrero de 2022

VIVIR ES SER

 

©Obra pictórica de Marc Chagall


VIVIR ES SER

 

 

Vivir es ser.

Juan Gil-Albert

 

 

Y en las calles las aguas y los sueños frágiles, la noche embriagada

de ojos junto a esa clara farsa de novela que nos capitula.

Solo viviendo, quizás, uno reconoce lo sucedido en la garganta,

la fábula de demencia que testifica ser en el ojo petrificado

de la hojarasca, rostro y espejo a la vez, se ven desangrarse

en la cuerda de vacío de la boca frente a los imaginarios.

Uno nunca responde las preguntas de las alambradas, del mismo

espejo que cambia con la edad levadura y ventanas,

del tedio de las generaciones olvidadas, o la imagen deshecha,

en el pómulo de luz de los pañuelos: todo lo resumen las persianas

y las mamposterías de polvo en los zapatos,

y las huellas de piedra que van dejando los parques interminables

de los domingos: todo es extraño cuando se han dejado atrás

las infancias, el coro de campanas que roza el rostro.

En los pensamientos, de cierto, no hay buena suerte, ni azar,

sino un trajín que templa la casa que construimos con decoro.

Somos el camino y sus estrépitos como amantes que se adentran

a la página que se escribe día a a día para ser ropa y horizonte.

Somos, pues, en el vivir, pese a que la noche desate sus furias.

 

De: Como quien pide luz o pide agua, 2021.2022

©André Cruchaga


domingo, 6 de febrero de 2022

ENVOLTURA DEL DESATINO

 

©Obra pictórica de Franz Kline


ENVOLTURA DEL DESATINO

 

 

Durante el lento día,

tu mente está abierta como un cajón de cuchillos.

Suburbios, años te han enterrado.

Philip Larkin

 

 

En los ojos, los caminos transitados e incesantes, el río derramado

en las ojeras, la voz aún como bitácora del libro oscuro

de la noche, las calles colmadas de mundo, sin reposo alguno.

Transitamos mientras nos tritura la imagen diversa de Dios,

las carnicerías enrojecidas de las ventanas y la tierra.

Golpeamos el fregadero de los periódicos con manos de sequía,

una gota de ecos, cada vez, se hace tardía en la voracidad

del animal que somos, del animal invisible, desorbitado, famélico,

que se masturba en plena tormenta del vórtice de las baratijas.

El aliento se abre como un vientre que explota de demonios.

Crecemos azotados por las plagas de los invernaderos.

Miramos fríamente el “fluir de un arroyo símbolo de la virginidad

y la bestialidad en el corral de las ovejas”. Los mismos bordes

del desatino, ahí, y las pinceladas vanas del paraíso terrenal.

Castramos a los pretéritos desde los premolares del pecho,

y colgamos, —en lo posible—, las palabras al nudo de recuerdos,

junto al ocote omnívoro de las aguas o el fuego.

Después, es solo caricatura, la sombra pétrea del cuerpo.

En la medida del sobresalto, la eternidad se amorfa en el cenicero

de la envoltura del propio desacierto, en la espada del río

de las fugacidades, en aquellos huesos que carecen de reemplazo.

 

De: Como quien pide luz o pide agua, 2021.2022

©André Cruchaga

martes, 1 de febrero de 2022

ESPEJO DE TIEMPO

 

©Obra pictórica de Marc Chagall


ESPEJO DE TIEMPO

 

 

…Y alimentar el tiempo,

con esa conjunción de transparencia

que se convierte poco a poco en desnudez.

Efi Cubero

 

 

A menudo nos resulta errático el rastro postergado de la soledad.

El hueco cavernoso fundado en las costillas.

Un invierno de navajas en el girasol carcomido de un ataúd.

El tiempo en las manos enciende huellas de silencio y desnudez.

Nada más cierto que las palabras cuando propician la memoria,

y borran, —al menos al azar— cualquier ausencia.

Absorto ante mis propias limitaciones, el azogue resbaladizo

del infinito sobre la oscura crispación de los insectos.

Sobre el asfalto de las mareas, los meses emprenden su huida,

hacia la muerte asistida de las grietas.

Nada es casual en esta turbulencia de palabras en plena tormenta:

contra la rosa derruida del puñal, el fruto sutil, desmesurado,

de las ciruelas perforadas por esquirlas de insomnio.

—A ratos, del vértigo de la noche, emerge mojada la rama

de los latidos, como el escaparate desollado del ansia.

Entonces me doy cuenta que también en el barro habita el tiempo.

 

De: Como quien pide luz o pide agua, 2021.2022

©André Cruchaga