jueves, 29 de diciembre de 2016

DESVARÍO

Imagen cogida de la red




DESVARÍO




Allí, en el pétalo sin rama, los matices profundos de la orfandad.
Cada quien clama o derrumba sus tristezas, sus goteos secos de furia.
Las suplantaciones, a menudo, cuentan con cielos rutilantes y dientes de feroz saliva. 
En los alrededores de los brazos, nunca faltan las lágrimas,
ni el vocerío tormentoso de los escapes.

Hay cuchillos ensangrentados de ríos por todas partes. Y truenos como fronteras mordidas de desesperación y peces salpicados de hedor y abandonos sometidos 
a la boca y estigmas de ciertos ahorcamientos,
como desnudos hierros encontrados en la memoria, en el hocico del cosquilleo,
o en el envoltorio amortajado de los ojos.

(Después de todo me entretengo con la locomoción de ciertos insectos. También 
con los lazarillos aventajados y antediluvianos. Total, algo acaba
por salpicarlo a uno, los mendrugos arrancados a la boca, los pellizcos  alrededor
de las costillas, la tortuosidad solitaria de las telarañas.
Encima de los parpadeos, los brazos que nunca empollan, la prédica
de la ponzoña y el brillo de los tiliches en medio de las aguas sucias.)

Es tal el desvarío que lo único conquistable es el azar: quedan los recuerdos, 
claro, y su olorcillo a albahaca y a clavo de olor y a bragas.
Zumban por doquier las entrañas y esas caras alargadas del césped.
En la distancia los chuchos despotrican contra los transeúntes.
Muerden el horizonte sin mediar palabra, luego me toca masticar pedacitos
de palabras y guardar silencio mientras restriego mis torpezas…
Barataria, 2016


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