martes, 20 de enero de 2015

BOCACALLE

Imagen cogida de la red




BOCACALLE




En las esquinas pisoteadas del aliento, nada más cierto que la bocacalle
del insomnio y sus paranoias. En cierto modo, la neblina consume los zapatos,
los escombros difuntos de los tragantes, (atrás del alba, el estiércol convertido
en alfombra), las falsas bisagras de las sombras
y esos furtivos esqueletos de cuchillos que horadan las costillas.
En la flor mordida del asfalto, el desequilibrio del país hace lo suyo:
los yaguales de la sed, hasta donde sé, no crean patriotismo, ni el galope
de las axilas se torna sedentaria en medio del tumulto.
En estos caminos hirsutos de la gran ciudad, son visibles los estereotipos
y el desenfreno prolijo de ciertas demencias.
¿Quién es impermeable frente a los dientes del smog? Hay paraguas pestilentes
como tardías esquizofrenias de fósiles. Cerca de mis ojos, el vestigio
de la muerte y su embriaguez de bosque o escoria.
Ante cada grafiti roído por la memoria, el vómito desatinado del crepúsculo.
Las sombras de la bocacalle, después de todo, carecen de nombre:
tanta destrucción erigida como antorcha. Las astillas se agolpan en el sueño.
Barataria, 18.I.2015

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