martes, 20 de febrero de 2018

TIEMPO DE AFONÍAS

Imagen cogida de la red






TIEMPO DE AFONÍAS




Es tiempo de navegar por zonas en declive, y no, precisamente,
a través de la planicie horizontal de las manos,
impregnada de respiraciones condensadas.

Vemos el acontecer del aire, detenido
en la transpiración de moscardones,
—azores a la espera
del siguiente día para embriagarse de ceniza.
A ello sumamos el magma diario de los cadáveres,
Soterrados o en la intemperie,
enajenados por tanta hojarasca.
El follaje es siniestro a la luz de cada transeúnte:
la intuición se ha hecho necesaria para transpirar
esta capilla ardiente
de historias meticulosamente extrañas

El aliento se ahoga ante un amanecer de niebla,
sin más lucidez que el viejo discurso del hollín.

(Con todo este contubernio, conspiraciones y transacciones,
no podemos, el uno al otro,
encontrar nuestra propia habitación:
no sólo es la polilla que permea el ala,
es que la tortura nos viene de todas direcciones,
arrasa con el alma,
penetra irremediablemente en el cuerpo,
tiene plenas facultades para sucumbir en nuestro territorio;
y así, con sobresaltos,
debo pensar en la mansión de tu claridad impredecible;
sonreírle, por otro lado, al paisaje desbocado,
a la música que brota de tu cuerpo,
precipitarme en el desvarío de la esperma.)

No hay ciudad que escape a este flagelo.
—Libramos la sombra
del pavimento y la encrucijada, muere el oído y el olfato.

El devenir nos asedia con hambre obstinada:
espectros que muerden espíritu y razón,
—la palabra tiene rostro de sombra sucesiva y gemido,
incertidumbres parecidas al infinito de la noche,
a la angustia del desamor que habita al mundo.

Esta afonía,
es parte de los acantilados que nos avienta la noche
con sus perfiles de locura.

(Un día quizá ya no sea necesario un incensario
detrás de la puerta,
ni haya que invocar almas puras;
la sed supone sonidos nuevos
que giren en el imaginario de la garganta;
en esa ternura desconocida de tu ombligo,
mi talón de Aquiles al tacto,
videncia de otra ventana en la bifurcación del camino.
El aliento es extraño cuando te me vienes en marejadas,
cuando somos azotados,
ya no por la violencia que vivimos todos los días,
sino por el delirio de la ciencia del orgasmo.)

Jamás la democracia tuvo un precio tan alto:
pagamos los centímetros de libertad que tenemos,
con ese abandono cotidiano del sótano
sombrío y el embudo de la noche en los ecos.
En cada penuria, la sombra del hastío,
el patio roto de los sentidos,
el sueño a punto de parir nuevos objetos,
nuevos exteriores
para este abismo,
donde es costumbre purificar los esqueletos
o convertirlos en simples estadísticas para los anuarios…

Barataria, 2012
Del libro “EN ALGÚN LUGAR INEXISTENTE”, 2011-12 (inédito). 130 pp
© André Cruchaga

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