lunes, 18 de diciembre de 2017

SOMBRA DE LA CENIZA

Imagen: Pinterest




SOMBRA DE LA CENIZA




Well, I woke up this morning, I got myself a beer
yeah, I woke up this morning, and I got myself a beer
the future's uncertain, and the end is always near…
The Doors [ROADHOUSE BLUES]




Me enredo a  menudo en los cuatro pilares de las telarañas,
en la tombilla de la vigilia,
ventana espacial de los días de oscura penitencia.

Arden todos los nombres en la sal,
debajo de la axila de las alas:
aquí hubo lluvia y escarcha de luciérnagas,
procesión de peces y limosnas,
también tabancos flotantes en las pupilas,
humo como río honorable,
temperaturas adversas a la ventana de los cementerios,
coces masticando los dientes, 
de la hamaca colgada del sigilo,
piedras en la cirrosis del mendigo,
acostumbrado a deambular en el enjambre de las abejas.

En la soledad de la ceniza, la jarcia de las baldosas
y el estrépito de las bestias,
el hambre a manos llenas de la memoria,
barro, abrojos, después de todo,
en la alacena de la gota de sudor
salida de los poros,
batallas bebiéndonos el invierno,
el barbasco empujado hacia los altares,
noche sin ojos en el oficio de los muertos,
sangre ardiendo sobre las moscas,
ciudades agónicas de escarabajos,
calles de purulento metabolismo,
sin linternas, con aldabas tragándose el moho,
el hollín de la noche
que muge a media asta de los azores,
ojos vaciados por el miedo.

¡Qué difícil el animal de la utopía en un País
de esplendores obscenos,
en un País de complicadas estadísticas!

Tribunales y leyes imposibles de equidad:
pululan, abundan, están allí
con nosotros, junto a la mueca etílica de la cruz.

En cuclillas la carreta de la noche,
la adoración purulenta hacia ciertos personajes,
la covacha de la niebla, cónclaves de bagazo,
parva de cenizas en la sartén trágica
de soledad y la ausencia.

No hay preguntas,
después de un largo inventario de interrogaciones;
no hay respuestas
cuando todas han sido escupidas malolientes,
güishtes arrancados a las ventanas.

Seguimos siendo polvo frente a la muerte,
después de la bocanada de ojos inciertos,
colgados, ahumados,
en la antesala de la tormenta de los hospicios.

Después de todo,
nos han tocado beber el agua en el cántaro roto
de la impotencia y la ausencia,
en la suciedad de los semáforos, en el peltre de la bacinica,
en la puerta que precede a la piedra del más allá,
sin hora de extremaunción,
ni escaleras para bajar al submundo de la lengua.

Me queda, después de todo,
la escoria y el desatino de la alambrada,
el espejo atravesando mi propia palpitación,
la palidez de los minutos.

Si algo nunca deja de ser es la afirmación del exterminio
y el réquiem torcido de la historia.

Barataria,
Del libro “A MANERA DE POSDATA”, 2011 (Inédito) 130 pp
© André Cruchaga


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